Vestida de novia, Valentina caminaba de un lado a otro a la orilla de la carretera bajo el sol abrasador, su vestido blanco ahora estaba manchado por el polvo del camino. Y aunque el sudor perlaba su frente, sus ojos no dejaban de buscar a lo lejos, esperando ansiosamente a que Miguel apareciera.Mientras tanto, Maxwell la observaba desde su auto a una distancia prudente y no apartaba la mirada de ella, sintiendo su corazón desbocado ante la incertidumbre de lo que estaba por suceder. El silencio en el auto era palpable hasta que Benjamin lo rompió, con voz baja y urgente.—Te dije que vi el auto de Aurora. No tiene sentido que ese hombre tenga ese auto.Maxwell asintió, con sus ojos aún fijos en Valentina, mientras su mente trabajaba febrilmente para encontrar una solución.—Esos dos son dos demonios. Dios los crea y el mismo diablo los junta —masculló, sintiendo un inesperado agradecimiento hacia Benjamin por su ayuda.Era un momento extraño para redescubrir la camaradería con su
La vida había cambiado drásticamente para todos.Después de su desastroso accidente, en el que no solo perdió el dinero que le quitó a Benjamín, sino también su belleza, quedando prácticamente desfigurada, Amalia, en su desesperación por redimirse, había buscado a Benjamín incansablemente, solo para ser rechazada una y otra vez. Ahora, enferma y sin dinero, pagaba el precio de sus errores.«Yo no puedo acabar así», murmuraba en sus solitarias noches, esperando algún día volver a ser la mujer que fue.Benjamín, por su parte, había encontrado un nuevo propósito en la rehabilitación. Ayudaba a otros como él, convirtiéndose en un pilar de esperanza y fortaleza. Y en medio de su redención, encontró el amor verdadero, alguien que lo aceptaba por quien era, con todas sus cicatrices y logros.Aurora, consumida por su ira y resentimiento, languidecía en prisión. Condenada por maltrato infantil e intento de asesinato, perdió no solo su libertad, sino también a su hija. Cada día era una lucha, y
—Agua, tengo mucha sed, por favor denme agua— escuchó Valentina el ruego constante de la chica que estaba encadenada a su lado. Su rostro, pálido y demacrado por el hambre y la sed, contorsionaba en una mueca de desesperación que reflejaba el tormento de su alma.Al igual que ella, en esa habitación oscura y húmeda, iluminada apenas por un haz de luz que se colaba a través de una rendija, había varias mujeres latinas. Sentadas en el frío suelo de concreto, unas contra otras, con sus ojos llenos de miedo y confusión. Valentina se preguntaba si todas habían sido engañadas como lo fue ella. Que con la esperanza de tener una mejor vida fuera de Venezuela, se embarcó en un viaje ilegal, gastando todos los ahorros de su madre y los suyos propios, para lograrlo. El miedo que ahora la invadía era palpable. Su piel se erizaba, y su respiración se agitaba, cada vez que recordaba la dulzura venenosa de aquellas promesas de un viaje seguro que le hicieron esos traficantes que se aprovecharon d
Embargado por la tristeza, después de enterrar a su padre, Maxwell se encontraba junto a sus hermanos reunidos en el salón de estar de la casa familiar, ubicada en la ciudad. Todos estaban cabizbajos y sumergidos en la melancolía; apenas intercambiaban algunas palabras, todas relacionadas con su padre, quien había dejado un vacío enorme.—Honorable familia Spencer, espero que nos puedan disculpar por la tardanza —anunció una mujer que entraba acompañada de dos hombres, ambos con maletines en las manos.Todos se levantaron asombrados, pues la mujer que se acomodaba frente a ellos con total libertad y sacaba una serie de documentos de su maletín era alguien muy importante en los negocios de su padre.—Señora, ¿qué significa todo esto? —inquirió el hermano mayor de Maxwell, provocando que la mujer dejara de mirar el documento para verlos a todos a los ojos.—Como la abogada de su padre, estoy cumpliendo su último deseo. Daré lectura de inmediato a su testamento, y todo lo que se revele a
Ethan, aún adormilado, se frotó los ojos y miró a su hermano mayor con confusión y temor.—¿Qué quieres decir, Max?Maxwell señaló el periódico en el que aparecía Ethan vestido con un traje de seda rojo, maquillado y con una peluca rubia.—Esto, Ethan. ¿Qué es esto?Ethan tomó el periódico y lo examinó. Su rostro palideció, dejándolo caer al suelo.—No… no puede ser…Maxwell cruzó los brazos.—¿Puedes explicarlo?Ethan se levantó de la cama y comenzó a moverse de un lado a otro de la habitación, visiblemente nervioso. Reconocía que su hermano no toleraría ese comportamiento y lo consideraría vergonzoso. El prestigio de la familia Spencer, por el cual sus antepasados habían luchado durante más de 600 años, también estaba en juego.—No… yo… solo…Maxwell lo interrumpió.—Ethan, necesito respuestas ahora. Esto es un escándalo. ¿Cómo crees que afectará a la familia?Maxwell suspiró y se pasó una mano por la cara.Ethan bajó la mirada, ansioso y confundido. Sin saber cómo explicar. No podí
Valentina sonrió emocionada al sentir la adrenalina fluir por sus venas mientras observaba la silueta de Maxwell a lo lejos. Su anhelo de reencontrarse con él se hizo realidad y, sin vacilar, optó por acercarse de manera sigilosa, fingiendo deambular sin destino por el lugar.Por otro lado, Maxwell estaba sumergido en reflexiones sobre los asuntos no resueltos con su hermano mayor. Fue en ese instante cuando se volteó y se halló frente a frente con una mujer de cautivadora piel canela. De profundos ojos negros que resplandecían con vivacidad, rodeados de pestañas curvas y cejas marcadas. Y su pelo liso se derramaba en ondas sobre sus hombros, capturo más su atención.Maxwell se quedó admirado, contemplando la hermosura de la enigmática mujer ante él, sin desviar su mirada, lo que dejó a Valentina sin aliento. Aunque Valentina era de estatura baja, su belleza única cautivó a Maxwell de forma inesperada. Frente a su sonrisa, él se sintió todavía más hechizado.Mientras Valentina observ
—No estoy segura, él es un duque. ¿Existirán muchos duques? —preguntó con curiosidad, sin tener conocimiento sobre la aristocracia inglesa.Maxwell frunció el ceño, su mirada se oscureció levemente, asumiendo que ella se refería a uno de los duques presentes en la celebración.—Existen varios duques, y yo soy uno de ellos —confesó con una expresión enigmática.Valentina lo observó con ojos desmesurados.—Creí que solo eras el encargado de la seguridad, pero ahora veo que tus territorios son aún más extensos. ¡Ser duque debe ser emocionante! ¿Es posible que llegues a ser rey?Maxwell, una vez más, quedó confundido, pero entre bromas y desconcierto, le lanzó una advertencia juguetona: —Para ser rey, a veces es necesario que algunos duques caigan...La carcajada de Valentina resonó en la habitación mientras se mofaba de su propia broma:—¿Estás en una misión secreta para deshacerte de ellos?Maxwell la observó con sospecha, preguntándose quién sería esa mujer que parecía torpe, pero al m
El lujoso salón de fiestas se encontraba decorado con ostentosos candelabros y detalles dorados en las paredes que le agregaban solemnidad, pero la atmósfera tensa era palpable, haciendo que toda la decoración perdiera emoción. Vestida con sobriedad, pero elegancia, Valentina sentía que las lámparas de araña emitían un brillo crítico, mientras Maxwell, con una postura rígida y altiva, le dedicaba una mirada intensa que oscilaba entre la amabilidad y la reserva, enfrentándola con una expresión enigmática. La impecable camisa blanca del duque se tensaba con cada mínimo movimiento, y la sutil curvatura de sus labios, ligeramente fruncidos, mostraba su conflicto interno. Un simple entrecerrar de ojos de su parte le enviaba escalofríos a Valentina, sintiendo el gélido y abrumador aire, mientras las miradas de los presentes en la elegante mesa la evaluaban minuciosamente. Provocando que deseara escapar, abandonar el lugar; incluso si eso significaba regresar a su tierra, pero la mano