El rey hizo su entrada con una presencia imponente. Se aproximó a Valentina y, con un gesto refinado, le tomó las manos para saludarla.
—Es un placer conocerte, Valentina —expresó, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
Acto seguido, le extendió su brazo, y ella, incierta de cómo proceder, lo aceptó.
—Tu padre jamás osó desafiar mi autoridad —le reprochó el rey a Maxwell en un murmullo, al tomar asiento en el área VIP designada para él.
A su alrededor, la curiosidad se pintaba en los rostros de los presentes, que no alcanzaban a comprender la situación.
—Lo lamento, s
El fuego crepitaba en la chimenea, llenando la habitación de una cálida pero inquietante luz. Mientras Maxwell desde su imponente despacho, clavaba los ojos en su hermano, quien normalmente altivo, ahora estaba arrodillado ante él, con las palmas unidas en un ruego desesperado.—Maxwell, por favor… —suplicaba Benjamin con voz temblorosa y ojos rojos de tanto llorar.Maxwell negó con la cabeza, sintiendo repulsión y compasión. Odiaba ver a su hermano reducido a esa patética imagen. Aunque detestaba su arrogancia, prefería esa versión a esta deplorable súplica por dinero.«Odio darle dinero a delincuentes», pensó con furia contenida, deseando poder negarse rotundamente, pero sabía que sus manos estaban atadas. No podía lidiar con el problema de Benjamin de la manera directa que lo había hecho antes. Puesto que su superior le había advertido sobre el abuso de poder y las consecuencias de no seguir el debido proceso.—Hermano, por favor… —volvió a rogar Benjamin, quebrado por la desespe
Con los ojos nublados por el alcohol y la ira, Aurora, apretaba la muñeca de su bebé con fuerza desmedida. Provocando que la niña llorara inconsolable, y que su llanto desgarrador hiciera eco en el silencio de la noche.—¡Cállate de una vez! —gritó Aurora, soltándola bruscamente.La niñera, despavorida, se apresuró a tomar a la pequeña en sus brazos. A la vez que le acariciaba la cabeza, en su afán por calmarla mientras corría a la habitación, lejos de la influencia destructiva de Aurora.—Ya, pequeña… ya pasó. Todo estará bien, lo prometo —le susurraba angustiada, con la voz temblorosa. Miraba el moretón en el bracito de la niña con horror y tristeza, sintiendo como su corazón se rompía por el sufrimiento de ese ser inocente.La niñera recordaba cómo, desde su primer día de trabajo, había visto el desprecio de Aurora hacia la bebé. Sabía que Aurora era una mujer perversa, pero jamás había creído que pudiera llegar a lastimar físicamente a su hija.—Ojalá tu papá venga pronto por t
Con el cabello desaliñado y la ropa descuidada, Aurora lanzó la revista al suelo con furia y la pisoteó, desgarrando las páginas con sus tacones. Pues la noticia de que Maxwell y Valentina habían anunciado su ceremonia oficial la llenó de una rabia indescriptible. Mientras ellos prosperaban, ella se hundía más en la ruina y la desesperación, cada día más sola y sin recursos.Con manos temblorosas, se acercó a su minibar en decadencia. Apenas le quedaba media botella de tequila, la cual llevaba abierta más de dos días. Se bebió el contenido de un solo trago largo, tosiendo violentamente al final, casi ahogándose. Cuando pudo recomponerse, se dirigió al teléfono enchufado y marcó un número.—No permitas que hoy sea un día feliz. Te di todo lo que me quedaba, ahora espero que me devuelvas el favor. Haz que Maxwell Spencer se arrepienta de no haberme elegido. Quiero que quede como el duque ridículo que convirtió a una zorra en su duquesa. Necesito que sea un trabajo impecable y ambos s
Vestido con su ropaje de duque, Maxwell, se detuvo en la puerta de la habitación de su amada para admirar lo hermosa que se veía vestida de novia. El corazón le latía con fuerza; la visión de Valentina en aquel vestido blanco le parecía un sueño hecho realidad. Ella, al percibir su presencia, se giró ligeramente y lo vio a través del espejo. Con nerviosismo y alegría, se cubrió la cara con ambas manos.—Deja de verme así, me haces sentir tonta. Es la primera vez que me pongo un vestido como este y te aseguro que siempre pensé que nunca me lo pondría —dijo con voz temblorosa, pero con una sonrisa que iluminaba todo. Maxwell se acercó lentamente, sin cerrar la puerta tras de sí, mientras sus ojos brillaban de amor y admiración.—Estoy enamorado de ti, mi pequeña Latina. Creo que soy el hombre más afortunado; no tendré una duquesa simple y aburrida —comentó Maxwell, sin dejar de reír, cortando la distancia entre ellos con una intensa necesidad de besarla.En ese instante, Ethan llegó
Vestida de novia, Valentina caminaba de un lado a otro a la orilla de la carretera bajo el sol abrasador, su vestido blanco ahora estaba manchado por el polvo del camino. Y aunque el sudor perlaba su frente, sus ojos no dejaban de buscar a lo lejos, esperando ansiosamente a que Miguel apareciera.Mientras tanto, Maxwell la observaba desde su auto a una distancia prudente y no apartaba la mirada de ella, sintiendo su corazón desbocado ante la incertidumbre de lo que estaba por suceder. El silencio en el auto era palpable hasta que Benjamin lo rompió, con voz baja y urgente.—Te dije que vi el auto de Aurora. No tiene sentido que ese hombre tenga ese auto.Maxwell asintió, con sus ojos aún fijos en Valentina, mientras su mente trabajaba febrilmente para encontrar una solución.—Esos dos son dos demonios. Dios los crea y el mismo diablo los junta —masculló, sintiendo un inesperado agradecimiento hacia Benjamin por su ayuda.Era un momento extraño para redescubrir la camaradería con su
La vida había cambiado drásticamente para todos.Después de su desastroso accidente, en el que no solo perdió el dinero que le quitó a Benjamín, sino también su belleza, quedando prácticamente desfigurada, Amalia, en su desesperación por redimirse, había buscado a Benjamín incansablemente, solo para ser rechazada una y otra vez. Ahora, enferma y sin dinero, pagaba el precio de sus errores.«Yo no puedo acabar así», murmuraba en sus solitarias noches, esperando algún día volver a ser la mujer que fue.Benjamín, por su parte, había encontrado un nuevo propósito en la rehabilitación. Ayudaba a otros como él, convirtiéndose en un pilar de esperanza y fortaleza. Y en medio de su redención, encontró el amor verdadero, alguien que lo aceptaba por quien era, con todas sus cicatrices y logros.Aurora, consumida por su ira y resentimiento, languidecía en prisión. Condenada por maltrato infantil e intento de asesinato, perdió no solo su libertad, sino también a su hija. Cada día era una lucha, y
—Agua, tengo mucha sed, por favor denme agua— escuchó Valentina el ruego constante de la chica que estaba encadenada a su lado. Su rostro, pálido y demacrado por el hambre y la sed, contorsionaba en una mueca de desesperación que reflejaba el tormento de su alma.Al igual que ella, en esa habitación oscura y húmeda, iluminada apenas por un haz de luz que se colaba a través de una rendija, había varias mujeres latinas. Sentadas en el frío suelo de concreto, unas contra otras, con sus ojos llenos de miedo y confusión. Valentina se preguntaba si todas habían sido engañadas como lo fue ella. Que con la esperanza de tener una mejor vida fuera de Venezuela, se embarcó en un viaje ilegal, gastando todos los ahorros de su madre y los suyos propios, para lograrlo. El miedo que ahora la invadía era palpable. Su piel se erizaba, y su respiración se agitaba, cada vez que recordaba la dulzura venenosa de aquellas promesas de un viaje seguro que le hicieron esos traficantes que se aprovecharon d
Embargado por la tristeza, después de enterrar a su padre, Maxwell se encontraba junto a sus hermanos reunidos en el salón de estar de la casa familiar, ubicada en la ciudad. Todos estaban cabizbajos y sumergidos en la melancolía; apenas intercambiaban algunas palabras, todas relacionadas con su padre, quien había dejado un vacío enorme.—Honorable familia Spencer, espero que nos puedan disculpar por la tardanza —anunció una mujer que entraba acompañada de dos hombres, ambos con maletines en las manos.Todos se levantaron asombrados, pues la mujer que se acomodaba frente a ellos con total libertad y sacaba una serie de documentos de su maletín era alguien muy importante en los negocios de su padre.—Señora, ¿qué significa todo esto? —inquirió el hermano mayor de Maxwell, provocando que la mujer dejara de mirar el documento para verlos a todos a los ojos.—Como la abogada de su padre, estoy cumpliendo su último deseo. Daré lectura de inmediato a su testamento, y todo lo que se revele a