—Agua, tengo mucha sed, por favor denme agua— escuchó Valentina el ruego constante de la chica que estaba encadenada a su lado. Su rostro, pálido y demacrado por el hambre y la sed, contorsionaba en una mueca de desesperación que reflejaba el tormento de su alma.Al igual que ella, en esa habitación oscura y húmeda, iluminada apenas por un haz de luz que se colaba a través de una rendija, había varias mujeres latinas. Sentadas en el frío suelo de concreto, unas contra otras, con sus ojos llenos de miedo y confusión. Valentina se preguntaba si todas habían sido engañadas como lo fue ella. Que con la esperanza de tener una mejor vida fuera de Venezuela, se embarcó en un viaje ilegal, gastando todos los ahorros de su madre y los suyos propios, para lograrlo. El miedo que ahora la invadía era palpable. Su piel se erizaba, y su respiración se agitaba, cada vez que recordaba la dulzura venenosa de aquellas promesas de un viaje seguro que le hicieron esos traficantes que se aprovecharon d
Embargado por la tristeza, después de enterrar a su padre, Maxwell se encontraba junto a sus hermanos reunidos en el salón de estar de la casa familiar, ubicada en la ciudad. Todos estaban cabizbajos y sumergidos en la melancolía; apenas intercambiaban algunas palabras, todas relacionadas con su padre, quien había dejado un vacío enorme.—Honorable familia Spencer, espero que nos puedan disculpar por la tardanza —anunció una mujer que entraba acompañada de dos hombres, ambos con maletines en las manos.Todos se levantaron asombrados, pues la mujer que se acomodaba frente a ellos con total libertad y sacaba una serie de documentos de su maletín era alguien muy importante en los negocios de su padre.—Señora, ¿qué significa todo esto? —inquirió el hermano mayor de Maxwell, provocando que la mujer dejara de mirar el documento para verlos a todos a los ojos.—Como la abogada de su padre, estoy cumpliendo su último deseo. Daré lectura de inmediato a su testamento, y todo lo que se revele a
Ethan, aún adormilado, se frotó los ojos y miró a su hermano mayor con confusión y temor.—¿Qué quieres decir, Max?Maxwell señaló el periódico en el que aparecía Ethan vestido con un traje de seda rojo, maquillado y con una peluca rubia.—Esto, Ethan. ¿Qué es esto?Ethan tomó el periódico y lo examinó. Su rostro palideció, dejándolo caer al suelo.—No… no puede ser…Maxwell cruzó los brazos.—¿Puedes explicarlo?Ethan se levantó de la cama y comenzó a moverse de un lado a otro de la habitación, visiblemente nervioso. Reconocía que su hermano no toleraría ese comportamiento y lo consideraría vergonzoso. El prestigio de la familia Spencer, por el cual sus antepasados habían luchado durante más de 600 años, también estaba en juego.—No… yo… solo…Maxwell lo interrumpió.—Ethan, necesito respuestas ahora. Esto es un escándalo. ¿Cómo crees que afectará a la familia?Maxwell suspiró y se pasó una mano por la cara.Ethan bajó la mirada, ansioso y confundido. Sin saber cómo explicar. No podí
Valentina sonrió emocionada al sentir la adrenalina fluir por sus venas mientras observaba la silueta de Maxwell a lo lejos. Su anhelo de reencontrarse con él se hizo realidad y, sin vacilar, optó por acercarse de manera sigilosa, fingiendo deambular sin destino por el lugar.Por otro lado, Maxwell estaba sumergido en reflexiones sobre los asuntos no resueltos con su hermano mayor. Fue en ese instante cuando se volteó y se halló frente a frente con una mujer de cautivadora piel canela. De profundos ojos negros que resplandecían con vivacidad, rodeados de pestañas curvas y cejas marcadas. Y su pelo liso se derramaba en ondas sobre sus hombros, capturo más su atención.Maxwell se quedó admirado, contemplando la hermosura de la enigmática mujer ante él, sin desviar su mirada, lo que dejó a Valentina sin aliento. Aunque Valentina era de estatura baja, su belleza única cautivó a Maxwell de forma inesperada. Frente a su sonrisa, él se sintió todavía más hechizado.Mientras Valentina observ
—No estoy segura, él es un duque. ¿Existirán muchos duques? —preguntó con curiosidad, sin tener conocimiento sobre la aristocracia inglesa.Maxwell frunció el ceño, su mirada se oscureció levemente, asumiendo que ella se refería a uno de los duques presentes en la celebración.—Existen varios duques, y yo soy uno de ellos —confesó con una expresión enigmática.Valentina lo observó con ojos desmesurados.—Creí que solo eras el encargado de la seguridad, pero ahora veo que tus territorios son aún más extensos. ¡Ser duque debe ser emocionante! ¿Es posible que llegues a ser rey?Maxwell, una vez más, quedó confundido, pero entre bromas y desconcierto, le lanzó una advertencia juguetona: —Para ser rey, a veces es necesario que algunos duques caigan...La carcajada de Valentina resonó en la habitación mientras se mofaba de su propia broma:—¿Estás en una misión secreta para deshacerte de ellos?Maxwell la observó con sospecha, preguntándose quién sería esa mujer que parecía torpe, pero al m
El lujoso salón de fiestas se encontraba decorado con ostentosos candelabros y detalles dorados en las paredes que le agregaban solemnidad, pero la atmósfera tensa era palpable, haciendo que toda la decoración perdiera emoción. Vestida con sobriedad, pero elegancia, Valentina sentía que las lámparas de araña emitían un brillo crítico, mientras Maxwell, con una postura rígida y altiva, le dedicaba una mirada intensa que oscilaba entre la amabilidad y la reserva, enfrentándola con una expresión enigmática. La impecable camisa blanca del duque se tensaba con cada mínimo movimiento, y la sutil curvatura de sus labios, ligeramente fruncidos, mostraba su conflicto interno. Un simple entrecerrar de ojos de su parte le enviaba escalofríos a Valentina, sintiendo el gélido y abrumador aire, mientras las miradas de los presentes en la elegante mesa la evaluaban minuciosamente. Provocando que deseara escapar, abandonar el lugar; incluso si eso significaba regresar a su tierra, pero la mano
Evaluando varios inventarios meticulosamente esparcidos por su enorme escritorio de caoba, Maxwell se estiró, acariciando la tensión acumulada en su nuca con sus largos dedos, los cuales eran testigo del cansancio que le provocaba todo el trabajo que su difunto padre le había legado. A pesar de heredar un vasto ducado que despertaba envidia entre los nobles que solo poseían títulos sin tierras, para él, esa herencia se había convertido en un laberinto de preocupaciones y responsabilidades interminables, pesando sobre sus hombros como una armadura de plomo, al igual que la protección de su familia. Cuando la puerta se abrió con un chirrido suave, sus ojos, cansados de leer cifras y documentos, se alzaron esperando ver a su mayordomo acompañado de Valentina, pero en su lugar, apareció la figura alta y desgarbada de su mejor amigo, Nicholas. — Lo siento por no haber venido a tu celebración, tuve una ardua jornada de trabajo — se disculpó. Maxwell, aliviado por la presencia de su
—Te advierto, Valentina Fernández, de Venezuela, protegeré a mi hermano y no permitiré que te aproveches de él. Descubriré lo que sea que me estás ocultando —declaró Maxwell con seriedad, mandíbula tensa y ojos tan oscuros como la noche.La reacción de Valentina no se hizo esperar. Un escalofrío recorrió todo su ser, como si una brisa helada hubiera entrado por las rendijas del antiguo castillo. Sus ojos negros se ensancharon y su respiración se volvió superficial.—Haz lo que quieras, pensé que eras distinto, duque estirado —le reprochó con desilusión.—Tu español coloquial no me afecta —respondió él, dándole la espalda.Valentina, a punto de llorar, se apresuró hacia la puerta. Antes de salir, con la manija en la mano, añadió con ironía: —¿Me tratas de manera tan cortante porque no pertenezco a tu misma clase social? O como dijo uno de los duques, ¿por qué para ustedes soy una mujer de piel oscura? —No te atrevas a tergiversar esto. No suelo juzgar a las personas por su estatus soc