Daniela jamás imaginó que su vida daría un giro tan inesperado en tan poco tiempo. Lo que comenzó como una noche de desenfreno con un desconocido, terminó en un torbellino de secretos familiares y verdades perturbadoras. Al llegar a la mansión Vanderbilt, descubre que su madre es parte de una familia polígama y que su mundo de lujos y tradiciones ocultas es mucho más oscuro de lo que parece. Pero nada la preparó para la revelación más impactante de todas: el hombre con el que pasó la mejor noche de su vida no es otro que Víctor Vanderbilt, su oscuro hermanastro y el heredero de la familia. Frío, imponente y con una sonrisa cargada de peligro, Víctor parece disfrutar del retorcido destino que los ha unido. Aterrada por la verdad y la creciente atracción prohibida entre ellos, Daniela intenta huir, sin imaginar que lo hace con la semilla de Víctor creciendo en su vientre. Ahora, con un secreto que podría cambiarlo todo, deberá decidir si enfrentarse a su destino o esconderse de la única persona que jamás la dejará escapar. Porque en la mansión Vanderbilt, nada es lo que parece, y el amor puede convertirse en el más peligroso de los secretos.
Leer másDaniela admiró Roma, y cómo los envolvía en una magia serena, como si la ciudad supiera que ella y los niños necesitaban respirar algo distinto, algo nuevo. El viaje fue tranquilo, y al llegar, Daniela sintió que el aire le llenaba los pulmones con una ligereza que no sentía desde hacía mucho.El llanto y la tristeza habían quedado cerrados por un momento, o al menos por ahora. La casa donde se hospedaron no parecía una casa, sino una joya arquitectónica. Rodeada de cipreses, con una fuente de mármol al centro del jardín, y ventanales que dejaban pasar la luz dorada de la tarde romana. Daniela se quedó sin palabras al entrar; los niños corrieron por los pasillos de techos altos y suelos de mármol, descubriendo habitaciones con camas enormes, terrazas que daban al Tíber y una cocina que olía a pan recién horneado.Víctor la observó con esa media sonrisa que ella empezaba a reconocer como orgullo.—¿Qué opinas? —le preguntó, con las manos en los bolsillos.—Es… hermoso —respondió Danie
Melissa entró en silencio al apartamento mientras Javier dejaba algunas compras de comida en la mesa.—Siempre te ha gustado la comida china.Melissa arrugó la nariz y negó.—Sí, pero… ¿Podemos comer más tarde?—Claro… Ammm, ¿realmente te vas a quedar aquí?Ella sonrió asintiendo. Tenía los ojos hinchados, y su rostro se veía rosado.—Sí, me gustaría, siento que todo esto huele a ellos, estarán cerca de mí de esta forma.—Meli…—¿Qué?—Realmente sigo con mi propuesta. Cuando quieras.—Lo sé, hermano —dijo ella respirando hondo—. Y tienes razón, quedarme aquí, es… sería… sería peor.Javier abrió los ojos ante su cambio abrupto.—¿Irás a casa? —Ella asintió.—Sí, ¿sabes? No lo tomes a mal, no solo se han ido ellos, también era mi hogar, así lo veía. Ese calor de familia que habíamos formado juntos. Caminó por la sala como si fuera la primera vez que pisara ese lugar. Todo le parecía distinto, más frío, más grande.—Lo entiendo perfectamente…—Tengo que acostumbrarme —susurró—. Esta es
—¿Te llevarás esto? —Melissa le mostró a Dani con una sonrisa, pero ella negó.—No… puedes quedártelo—¡Guayy! —Daniela se quedó mirando a Melissa por un momento, y sabía que estaba disfrazando sus emociones.—¿Por qué no puedes ir con nosotros? —Los mellizos tenían la cara triste, pero como eran niños, también estaban emocionados haciendo sus maletas.—Porque tengo clases, y no puedo faltar.—Pero nosotros faltaremos.—Ah, eso es porque van a ir a una escuela mejor —Melissa abrazó a Mateo dándole muchos besos.—¿Nunca más volveremos a nuestra escuela, mamá? —Adriano le preguntó a Daniela mientras ella suspiró.—No lo sé por ahora, pero luego de Italia, como ya lo hemos hablado con tu padre, iremos a Estados Unidos. Nos quedaremos un buen tiempo.Ellos se miraron.—¿Y cuándo veremos a la tía Meli?Melissa sonrió hacia ellos.—Todo el tiempo. Nada cambiará, cuando no podamos hacer videollamadas, su padre millonario enviará un avión para que los vea —Daniela sonrió ante su comentario—.
Daniela no solía quebrarse fácilmente. Había aprendido a contener sus emociones, a guardarlas en lo más profundo y seguir caminando, aunque todo dentro de ella gritara por rendirse. Pero era muy diferente, y no se trataba de cualquier persona. Melissa estaba preparando café, vestida con su pijama de algodón y el cabello recogido en un moño desordenado. Daniela no podía dejar de asombrarse nunca con su belleza, su luz era tan natural y tan plena que, no quería quitar los ojos de ella, ni dejar que nada le pasara.Pasaron la mañana evitando la conversación. Y era un tema decidido, Daniela sabía que cuando ella tomaba una decisión no había vuelta atrás, y, aparte de ella, no sabía cómo podían asimilarlo sus hijos.—¿Quieres algo especial de comer? Podemos pedir…Melissa negó.—Puedo cocinar para ti. ¿Qué quieres de especial?Daniela no pudo más. Se aferró a su amiga, a su hermana de la vida, y rompió en llanto.—No puedo hacerlo sin ti… —susurró, con la voz rasgada—. No puedo irme y dej
Daniela estaba probando la comida que hicieron para ellos, mientras observaba a Víctor con los niños.El rostro de sus pequeños era increíble, se les veía una luz en sus ojos que no podía explicar. Y aunque mirando a Víctor sabía que él no era la mejor persona, porque conocía sus pasos, ella no era capaz de quitarles esto a sus hijos, que definitivamente los habían cambiado por completo.—¿Hay muchos edificios?—Demasiados…Daniela sonrió de nuevo, había tomado una decisión. Necesitaba dar el paso que tanto evitó toda su vida, porque sabía que después de Italia, ellos volverían a Estados Unidos.Pero esta vez no como la muchacha temerosa que huyó con dos bebés en su vientre, sino como una mujer que había aprendido a sobrevivir. Y esta vez, regresaría acompañada de Víctor… de sus hijos… y del deseo irreprimible de cerrar todo lo que quedó abierto.No más fantasmas.No más huir.Además, no solo Víctor defendería a sus hijos, ella también sacaría sus dientes y sus garras con quien se atr
Daniela caminó tras él en silencio, sintiendo la fuerza de su mano, envolviendo la suya mientras cruzaban el pasillo. Subieron un par de escalones hasta llegar a la terraza del segundo piso y Víctor abrió la puerta de cristal, y el aire fresco le azotó el rostro.La vista era espectacular. Desde allí, se veían las colinas verdes y la ciudad a lo lejos. Pero Daniela no podía disfrutarla.Estaba tensa. Ansiosa.Víctor soltó su mano y se apoyó en la barandilla de hierro forjado. Encendió un cigarrillo con total calma, como si no hubiera prisa, como si él mismo manejara el tiempo.—Antes que me digas nada, ¿sabes lo que me he esforzado por verte así con mi camiseta…?Daniela se miró a sí misma y luego negó.—Realmente esto es serio.Víctor achicó sus ojos y asintió.—Dime —le dijo exhalando el humo lentamente—. ¿Qué te tiene tan alterada?Daniela lo observó. No sabía por dónde empezar. Todo lo que estaba pasando iba demasiado rápido. Demasiado planeado.—¿Tú organizaste todo esto? —pregun
Daniela se despertó lentamente, sintiendo primero la calidez de las sábanas de seda y luego el peso firme de un brazo masculino sobre su cintura. Entonces, su respiración se detuvo por un instante.Víctor.Giró levemente la cabeza y lo vio allí, dormido… o al menos fingiendo estarlo, con el ceño relajado y una expresión de satisfacción que le estremeció el pecho.El recuerdo de la noche anterior volvió como una corriente eléctrica recorriendo su cuerpo. Y su pecho se agitó enseguida.No podía creer ni en un millón de años que la vida había vuelto a reunirlos de esta forma, porque, aunque lo negara, ella tenía lazos irrompibles con él. Eso era imposible de negar.Se removió para levantarse, pero el brazo de Víctor la apretó contra él con fuerza, sin abrir los ojos.—No te levantes aún… —murmuró con la voz ronca, enterrando el rostro en su cuello—. Apenas empieza el día.—Víctor… los niños, no sé qué hora es, y no quiero tampoco que piensen que…Pero no alcanzó a terminar la frase.Un p
Melissa cerró la puerta del apartamento con fuerza, como si así pudiera apagar el fuego que le quemaba el pecho. Todo había demasiado para ella, DEMASIADO.Respiraba agitada, con las manos temblorosas y los labios aún húmedos por la copa que no terminó. Apoyó la espalda contra la puerta y cerró los ojos, tratando de calmar su corazón… pero no podía.Ese hombre, era…Su rostro, sus ojos, la forma en que la miró esa noche… y no solo esa noche.Ella sabía dónde lo había visto antes. Y no lo había olvidado.Todo ocurrió hace unos días, ahora mismo no estaba segura si fue hace dos o tres días, pero fue en aquella tienda cerca de la universidad. Su estómago estaba vacío, y le urgía comerse cualquier cosa, así no la alimentara.Siempre se cuidaba mucho, ella modelaba sus propias prendas en cualquier evento, y sabía que su imagen era un gancho importante para su carrera. Sin embargo, este día era la excepción. Caminaba con prisa, libros en una mano, el celular en la otra, cuando chocó con al
Daniela se la quedó mirando por un tiempo para saber si Melissa le devolvía la mirada, pero notó que ella se levantó y se fue en dirección del baño, dejando a Bruno en la mesa.No se incomodó mucho, y retiró la mirada cuando el mismo Bruno la miró de inmediato.—Bailemos… —El susurro de Víctor la transportó. Tomó su mano con sensualidad, y la acarició como si le estuviese haciendo el amor allí mismo.La música vibraba como una corriente eléctrica que atravesaba su piel. Daniela sentía cada bajo como si fuera el latido acelerado de su corazón. Estaba en medio de la pista, con las luces girando en tonos rojos y dorados, pero lo único que podía ver era a Víctor, frente a ella, mirándola como si quisiera devorarla.Él se acercó, lento, con la seguridad de quien sabe que el aire se corta cuando está presente. Tomó su cintura sin permiso, y la pegó a su cuerpo, que ya ardía.—Deberías mantener un poco de distancia, todos nos miran —susurró Daniela, aunque su respiración se agitaba.—No pued