Daniela corrió con todas sus fuerzas, sintiendo el aire frío golpear su rostro. Sus pies apenas tocaban el suelo mientras se adentraba en el campo abierto, sin importarle hacia dónde iba. Solo quería alejarse de Víctor, de su control, de todo lo que representaba.Pero entonces, algo la hizo detenerse en seco.Ante ella, un paisaje de ensueño se desplegaba: una caballeriza de madera rústica con puertas entreabiertas, permitiendo ver caballos libres pastando bajo la luz del sol. La brisa mecía la hierba alta y dorada, y el sonido del viento acariciaba el ambiente con una calma imposible de ignorar. Daniela sintió su respiración entrecortada por la belleza del lugar y no entendió nada en lo absoluto.Detrás de ella, los pasos de Víctor se acercaron con lentitud, hasta que lo sintió justo a su lado.—Es hermoso, ¿verdad? —susurró él con la voz más suave de lo que esperaba.Daniela tragó saliva y asintió sin apartar la vista del paisaje. El corazón aún le latía con fuerza, pero ya no por m
Daniela miró de reojo cómo Víctor abotonó su camisa, y recogió su chaqueta. Ella aún temblaba, pero levantó la barbilla porque siempre quería parecer segura.—No quisiera volver, pero tengo asuntos —Daniela asintió sin ninguna queja, y luego sintió cómo los dedos del hombre se esparcieron por todo su brazo.—Quizás por la noche vaya a la casa de Titus…—¿Titus? —ambos caminaron de forma lenta saliendo de aquel establo—. ¿Lo llamas así?—Sí —Víctor miró hacia delante.—¿No vives allí?—Es mi casa también, pero tengo la mía propia, me gusta la extrema privacidad. Luego entenderás que no es tan cómodo vivir con tanta gente después de una semana, o menos.—¿Tu madre…? —Llegando al auto, Víctor le abrió la puerta y Daniela se subió, y cuando estuvieron sentados mirándose el uno al otro, ella continuó—. Ella…—Ella es la dueña de la casa prácticamente. Y si tu pregunta es, si duerme con mi padre también… —Víctor esbozó una sonrisa—. Siempre lo hace, incluso permite las noches con las otras.
—Se terminó esto —advirtió Víctor con voz cortante.La mujer, todavía pálida, apretó los labios y se dio la vuelta, alejándose con paso firme, pero apresurado, y sus hijas, excepto Amelia, la siguió.—Víctor, ¿podemos hablar?—No ahora —ella asintió y le dio una mirada larga a Daniela cuando Marcela habló.—Víctor, siento esto… yo… —Él no la dejó hablar, salió de la casa dándoles la espalda, mientras Daniela, todavía estaba temblando.Verle la espalda y después desaparecer, le hizo sentir que su pecho se oprimía.—Siento esto —escuchó a su madre—. Pero no puedo ser débil ante ellas. Debo ganarme mi puesto.Daniela negó rápido.—¿Cómo puedes pensar así, mamá? ¿Cómo te metiste en esto?—No hay vuelta atrás, estamos aquí.—Y me arrastraste contigo. Dime, ¿qué es lo que no sé?—No tengo cabeza, voy a prepararme, Titus llegará pronto y lo más seguro es que tenga que dar una explicación —Daniela se quedó sola en medio de la mesa con la boca abierta, y luego dio dos pasos hacia atrás.Se abr
Daniela sintió su respiración entrecortarse cuando se bajaron del auto y ella notó otra casa enorme ante sus ojos.Podía sentir el temblor de su cuerpo, y se preguntaba: ¿Cómo había llegado hasta aquí? Definitivamente, su vida se había convertido en una locura de la noche a la mañana.Su mano, tomada por esos dedos que se enredaron en los suyos, y que, sin decir una palabra, la guio hacia el interior.—Bienvenida —Daniela se abrazó a su propio cuerpo. Tenía el rostro caliente por los tragos, y luego escuchó la música, además notó que las luces de la sala se bajaron al instante—. Continuaremos la fiesta aquí —él tomó su cintura por detrás y comenzó a besar sus hombros.—¿Te acuestas con cualquiera? —Ella se giró—. No quiero tener una especie de enfermedad después de esto.Ella pensó que él se iba a reír, pero no lo hizo. Su mirada era muy seria, ni siquiera contestó su pregunta y se retiró de su lado para ir a servirle una copa para ofrecérsela.Daniela ni siquiera preguntó qué era, de
Daniela sintió que la ansiedad se apoderaba de su cuerpo mientras esperaba en la sala principal de aquella clínica, donde habían ingresado a su madre hace unas horas.Entonces sintió que alguien le tocó el hombro y al levantar la mirada, vio a Titus delante de ella.—Deberías irte a descansar…Ella se levantó rápidamente.—¿De qué está hablando? Es mi madre, y no hemos visto a nadie venir a decirnos que tiene.—Ya hablé con el médico.—¿Qué? ¡Yo soy su hija! —De un momento a otro, Titus tomó su brazo con fuerza y la zarandeó.—Daniela, aquí las cosas se manejan de otra manera. Tu madre tiene gastroenteritis, comió algo que le hizo daño. Los mariscos parece que también le crearon una reacción alérgica, y ahora está dormida, siendo hidratada y con los medicamentos correspondientes.Daniela abrió los ojos y sintió que también se le nublaron.—Ella nunca se enferma, nada le cae mal. Esto es muy extraño. Y así me arranque el brazo, no me moveré de aquí. Voy a verla, a esperar y hablar con
Las semanas siguieron pasando desde que Marcela había regresado a la mansión, pero lejos de mejorar, su estado parecía deteriorarse con cada amanecer. Sus mejillas se hundían, su piel adquiría un tono cenizo, y sus ojos, antes vivaces, ahora estaban apagados y llenos de agotamiento.Daniela pasaba horas sentada junto a su cama, observando la fragilidad de su madre y sintiendo que algo iba muy mal. Pero cada vez que intentaba cuestionar a los médicos o a Titus, solo recibía respuestas vagas y evasivas.La mansión se había vuelto un lugar sofocante. Las mujeres de la casa la miraban con desprecio, cuchicheaban a sus espaldas y hacían comentarios hirientes que la hacían sentir más aislada. Eran como una jauría esperando verla caer.Su único refugio era Víctor, y en sus encuentros evitaba completamente hablar sobre esa casa. Con él podía olvidar todo, perderse en su presencia, en sus caricias, en la forma en que la hacía sentir viva y deseada. Las noches en su cama se convirtieron en su e
Dos líneas rojas y muy brillantes se visualizaron antes sus ojos abiertos, y aunque no tenía experiencia, sabía lo que eso significaba.—¡Daniela! —La puerta golpeó otra vez.Ella se obligó a tomar la cinta y guardarla en su pantalón, para luego pasarse el cabello hacia atrás y abrir la puerta.—¿Qué pasa? Estaba en el baño.Titus cambió de expresión al verla. Pues su color y mejillas rosadas, como de costumbre, no estaban.—¿Estás bien? —preguntó con aparente preocupación y ella asintió.—Me sentí un poco mal. Estoy muy preocupada por mamá.Titus asintió.—Mañana vendrán unos especialistas, creo que la llevaré a otra clínica.Daniela sintió un nudo en el estómago. No confiaba en Titus, y después de la conversación que había escuchado entre él y Victoria, la idea de que él decidiera sobre su madre le resultaba aterradora.Pero el hecho de que la sacara de esta casa, y la llevara a otra clínica, era más alentador.—Gracias…Él asintió mirándola con extrañeza, y luego se giró.—Tengo qu
Daniela sintió un par de palmas en sus mejillas y lo primero que vio cuando parpadeó, fue a Víctor.—¿Estás bien? Perdiste el equilibrio —su aroma la arropó por completo. Estaba casi que metido entre sus piernas mientras sostenía su espalda.Ella pensó que estaban en un pequeño cubículo, y se alarmó con lo segundo que dijo.—Una enfermera viene en un momento, va a valorarte —eso fue suficiente para que se pusiera de pie de un tiro.—No… Quiero ver a mi madre.—Espera —él intentó detenerla, pero Daniela se giró con rabia.—Quiero estar sola, Víctor, es mi madre la que está allá. Necesito estar con ella. ¡Esta mierd@ es una locura! —Sus ojos se llenaron de lágrimas y Víctor frunció el ceño lentamente mientras se levantó.Él soltó el aliento con calma y luego asintió.—Llámame si necesitas algo. No quiero dejarte aquí, pero…—Es lo que quiero, quiero estar sola con mi madre.Víctor frunció los brazos y sin decir una palabra salió del cubículo.La respiración se volvió errática, y sus pie