Daniela sintió su respiración entrecortarse cuando se bajaron del auto y ella notó otra casa enorme ante sus ojos.Podía sentir el temblor de su cuerpo, y se preguntaba: ¿Cómo había llegado hasta aquí? Definitivamente, su vida se había convertido en una locura de la noche a la mañana.Su mano, tomada por esos dedos que se enredaron en los suyos, y que, sin decir una palabra, la guio hacia el interior.—Bienvenida —Daniela se abrazó a su propio cuerpo. Tenía el rostro caliente por los tragos, y luego escuchó la música, además notó que las luces de la sala se bajaron al instante—. Continuaremos la fiesta aquí —él tomó su cintura por detrás y comenzó a besar sus hombros.—¿Te acuestas con cualquiera? —Ella se giró—. No quiero tener una especie de enfermedad después de esto.Ella pensó que él se iba a reír, pero no lo hizo. Su mirada era muy seria, ni siquiera contestó su pregunta y se retiró de su lado para ir a servirle una copa para ofrecérsela.Daniela ni siquiera preguntó qué era, de
Daniela sintió que la ansiedad se apoderaba de su cuerpo mientras esperaba en la sala principal de aquella clínica, donde habían ingresado a su madre hace unas horas.Entonces sintió que alguien le tocó el hombro y al levantar la mirada, vio a Titus delante de ella.—Deberías irte a descansar…Ella se levantó rápidamente.—¿De qué está hablando? Es mi madre, y no hemos visto a nadie venir a decirnos que tiene.—Ya hablé con el médico.—¿Qué? ¡Yo soy su hija! —De un momento a otro, Titus tomó su brazo con fuerza y la zarandeó.—Daniela, aquí las cosas se manejan de otra manera. Tu madre tiene gastroenteritis, comió algo que le hizo daño. Los mariscos parece que también le crearon una reacción alérgica, y ahora está dormida, siendo hidratada y con los medicamentos correspondientes.Daniela abrió los ojos y sintió que también se le nublaron.—Ella nunca se enferma, nada le cae mal. Esto es muy extraño. Y así me arranque el brazo, no me moveré de aquí. Voy a verla, a esperar y hablar con
Las semanas siguieron pasando desde que Marcela había regresado a la mansión, pero lejos de mejorar, su estado parecía deteriorarse con cada amanecer. Sus mejillas se hundían, su piel adquiría un tono cenizo, y sus ojos, antes vivaces, ahora estaban apagados y llenos de agotamiento.Daniela pasaba horas sentada junto a su cama, observando la fragilidad de su madre y sintiendo que algo iba muy mal. Pero cada vez que intentaba cuestionar a los médicos o a Titus, solo recibía respuestas vagas y evasivas.La mansión se había vuelto un lugar sofocante. Las mujeres de la casa la miraban con desprecio, cuchicheaban a sus espaldas y hacían comentarios hirientes que la hacían sentir más aislada. Eran como una jauría esperando verla caer.Su único refugio era Víctor, y en sus encuentros evitaba completamente hablar sobre esa casa. Con él podía olvidar todo, perderse en su presencia, en sus caricias, en la forma en que la hacía sentir viva y deseada. Las noches en su cama se convirtieron en su e
Dos líneas rojas y muy brillantes se visualizaron antes sus ojos abiertos, y aunque no tenía experiencia, sabía lo que eso significaba.—¡Daniela! —La puerta golpeó otra vez.Ella se obligó a tomar la cinta y guardarla en su pantalón, para luego pasarse el cabello hacia atrás y abrir la puerta.—¿Qué pasa? Estaba en el baño.Titus cambió de expresión al verla. Pues su color y mejillas rosadas, como de costumbre, no estaban.—¿Estás bien? —preguntó con aparente preocupación y ella asintió.—Me sentí un poco mal. Estoy muy preocupada por mamá.Titus asintió.—Mañana vendrán unos especialistas, creo que la llevaré a otra clínica.Daniela sintió un nudo en el estómago. No confiaba en Titus, y después de la conversación que había escuchado entre él y Victoria, la idea de que él decidiera sobre su madre le resultaba aterradora.Pero el hecho de que la sacara de esta casa, y la llevara a otra clínica, era más alentador.—Gracias…Él asintió mirándola con extrañeza, y luego se giró.—Tengo qu
Daniela sintió un par de palmas en sus mejillas y lo primero que vio cuando parpadeó, fue a Víctor.—¿Estás bien? Perdiste el equilibrio —su aroma la arropó por completo. Estaba casi que metido entre sus piernas mientras sostenía su espalda.Ella pensó que estaban en un pequeño cubículo, y se alarmó con lo segundo que dijo.—Una enfermera viene en un momento, va a valorarte —eso fue suficiente para que se pusiera de pie de un tiro.—No… Quiero ver a mi madre.—Espera —él intentó detenerla, pero Daniela se giró con rabia.—Quiero estar sola, Víctor, es mi madre la que está allá. Necesito estar con ella. ¡Esta mierd@ es una locura! —Sus ojos se llenaron de lágrimas y Víctor frunció el ceño lentamente mientras se levantó.Él soltó el aliento con calma y luego asintió.—Llámame si necesitas algo. No quiero dejarte aquí, pero…—Es lo que quiero, quiero estar sola con mi madre.Víctor frunció los brazos y sin decir una palabra salió del cubículo.La respiración se volvió errática, y sus pie
Daniela se dirigió a la mansión de Víctor con una determinación férrea, mientras las luces de la ciudad desaparecían, y su Uber, subía por la loma, a donde se encontraba la mansión de Víctor.Realmente no le importaban las dudas ni el miedo que le oprimía el pecho; solo tenía en mente a su madre y lo que fuera necesario para salvarla.Eso, además de que tenía una confesión por hacer.Ella le ordenó al hombre que la trajo, que la dejara antes de la entrada, y caminó segura, frotándose los brazos cuando el auto se marchó. La noche era fría, pero su corazón ardía con desesperación ante todo lo que estaba viviendo.—Víctor… yo, tengo algo que decirte —caminó un poco y cerró los ojos practicando—. No… así no, yo…Sacudió la cabeza.—Por favor, mi mamá…Sin embargo, cuando llegó al punto de la esquina, algo le pareció extraño.Su mente se despejó completamente, y pasó un trago grueso.La reja principal estaba abierta de par en par y todo parecía desordenado, y esto no era del estilo de Víct
Daniela se despertó con un sobresalto cuando el murmullo de los empleados del McDonald’s comenzó a llenar el ambiente. La luz del amanecer entraba por los ventanales, bañando la ciudad con un tono dorado que contrastaba con la pesadez que sentía en el pecho. Su cuerpo dolía por la postura incómoda en la que había dormido, pero su mente estaba mucho peor.Víctor. La imagen de sus manos ensangrentadas, la satisfacción oscura en su mirada y el eco de los disparos aún vibraban en su cabeza. Daniela sintió que su estómago se revolvía de nuevo y tuvo que respirar hondo para no vomitar en medio del local.—¿Se encuentra bien, señorita? —preguntó una empleada, mirándola con preocupación.Daniela asintió con torpeza y se puso de pie rápidamente, como si quedarse allí más tiempo significara que alguien pudiera encontrarla. Sabía que tenía que actuar rápido. Su madre seguía en el hospital, y después de lo que había visto, tenía claro que Víctor no era alguien a quien pudiera pedir ayuda. No desp
Daniela parpadeó varias veces y notó que toda la familia Vanderbilt estaba delante de ella, a excepción de Víctor, con trajes negros muy finos, mientras ella vestía una ropa de hace dos días. Tenía el cabello enmarañado, y solo estaba esperando los minutos, para que la dejaran entrar a la sala donde prepararían a su madre para el funeral.El vacío era pesado de soportar, mientras su mente jugaba con ella. No sabía cómo, pero escuchaba los recuerdos de la voz de su madre, las risas, los momentos de enojo, o cuando su madre le celebró el cumpleaños en la escuela por primera vez.Sus ojos se sentían pesados y su alrededor era algo aturdido.Notó como Titus no despegaba los ojos de ella, y en un momento dado, se separó de las mujeres para venir a hablarle.—Esta es tu familia ahora, Daniela, le daremos una digna sepultura a tu madre, no lo dudes.Daniela intentó hablar, pero su garganta estaba seca. Su estómago se revolvió de furia e impotencia. No era su familia. Nunca lo sería. Y su mad