CAPÍTULO 68

Daniela caminó por el amplio pasillo de la mansión Vanderbilt con una mezcla de emociones en el pecho. El aire fresco de la noche la envolvió cuando salió a la parte de afuera, visualizando el jardín, permitiéndose calmar un poco su mente.

A lo lejos, las luces de la ciudad parpadeaban con indiferencia ante el torbellino de su vida.

—Deberías ser más cuidadosa.

La voz grave la tomó por sorpresa. Giró la cabeza y encontró a Titus de pie en el umbral de la puerta. Había encendido un cigarro, y el resplandor rojo iluminaba su rostro curtido. Sus ojos, oscuros y astutos, la observaban con una intensidad que Daniela no pudo ignorar.

—¿Cuidadosa? —replicó ella con calma—. ¿A qué tengo que temer?

Titus sonrió con ironía antes de acercarse lentamente.

—Víctor es inteligente, pero incluso los hombres inteligentes cometen errores cuando se dejan llevar por el corazón.

Daniela sostuvo su mirada sin pestañear.

—¿Y qué es lo que intentas decirme con eso, Titus?

El patriarca dio una larga calada al
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