CAPÍTULO 2

Daniela seguía mirando al alto y enorme techo de una habitación, que ahora dijeron era suya. Sin embargo, ella sabía que nada de aquí le pertenecía.

Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas y gimió un poco tomando la sábana para ponérsela en sus brazos. Ni siquiera conocía a la mujer que tenía por madre, ni sabía lo que estaba pensando para meterse en una familia tan extraña.

Ya estaba claro que ese hombre tenía varias mujeres, como un harén al estilo americano. Era polígamo, algo que ni siquiera sabía era legal en este país o no. Ni que iba a ocurrir mañana o pasado, entonces, cuando quiso sollozar, recordó las palabras del hombre.

“Piscina, internet, todo lo que quieras… está a alcance a partir de ahora”

Daniela se quitó la sábana de encima y buscó su celular, para conectar el internet revisando sus mensajes rápidamente.

Javier: Dani, ¿qué ha pasado?

Las lágrimas corrieron aún más, cuando siguieron llegando los mensajes.

Javier: ¿Cómo que se irán? ¿Dónde estás? ¿Daniela?

Ella se limpió las lágrimas, pero luego la puerta de su habitación se abrió de repente.

—Soy yo… Sofía… —La chica tenía un vestido diferente al de la cena, que no dejaba nada a su imaginación—. Vine a buscarte, papá dijo: “Hazla sentir de la familia”, y es lo que haré.

Daniela se limpió las lágrimas y frunció el ceño en silencio.

—¿Qué? ¿Estás llorando? No, chica, vamos, sígueme…

—¿Qué? ¿A dónde?

—A una fiesta… —Sofía sonrió y corrió a tomarle la mano—. ¿Cuántos años tienes?

—19…

—Oh, qué sorpresa, también yo, aunque pronto cumpliré 20.

—No, espera. ¿Pregunté a dónde vamos?

—Ya lo verás, pero primero, cambiemos tu atuendo.

—No, no… —Daniela fue halada por ella hasta otra habitación del mismo piso, y se detuvo para ver un desastre de ambiente. Ropa tirada por todas partes, un olor a perfume que la invadió, y luego vio cómo esta chica tiró varios vestidos en su cara.

—Ponte cualquiera, me da igual… —Y trayendo una peineta, comenzó a peinar su cabello, largo, castaño y liso—. Tendremos que ponerte algo de maquillaje, tienes los ojos rojos.

—Realmente no quiero ir a ninguna parte…

—Escucha… —Sofía la giró un poco molesta—. Cuando papá da una orden, se cumple. Además, tu madre y la mía estarán muy ocupadas en este momento y sobre todo porque se celebrará una boda pronto.

—¿Boda? —Daniela parpadeó.

—Por supuesto, es simbólica, o de mentiras. La única esposa legal de papá es la vieja Victoria, la madre de nuestro hermano, Víctor, y créeme, no querrás conocerlos.

Daniela sacudió su cabeza, iba a volverse loca con este desorden que estaba sucediendo en su vida. Ella se giró mirando a su alrededor, estaba a punto de salir corriendo, y lo que sea a donde la llevara esta chica, era mejor que quedarse aquí.

No demoró en cambiarse el vestido y permitir que ella le pusiera algo en la cara. Se vio subiendo a unos autos con algunos hombres a su espalda, y no preguntó si su madre estaba de acuerdo, porque lo que había sucedido, le había dejado claro que Marcela había perdido el juicio.

Miró por la ventana, afuera parecía una fiesta, todo alumbrado, colorido, y con un enorme tránsito que irritó a Sofía.

—Busca otra vía… —Y con esto prontamente llegaron a un club que tenía más luces que todo su vecindario anterior reunido—. Vamos, chica… andando.

Daniela se acomodó el vestido y se bajó con esta mujer loca, para entrar a la discoteca.

El ambiente estaba acondicionado, lleno de música perfecta y mucha gente organizada en cada mesa, con absoluta elegancia. Sofía vio a algunos amigos y gritó, soltándole la mano, y luego Daniela se quedó de pie, sola, intentando procesar el momento.

—Oye, chica, aquí.

Ella se giró en dirección de Sofía y se acercó para ver a un montón de chicas, unas más extrovertidas que otras, que le preguntaron a Sofía quien era su compañía, y en cuestión de segundos, literalmente la desnudó haciéndoles saber que era la hija de una de las amantes de su padre, cosa que motivó al grupo a reírse.

Daniela se sintió sofocada en el momento. La mesa bebía desmesuradamente y ella solo escuchaba una conversación un poco sosa. Todo esto hasta que ella corrió sus ojos hacia todo el lugar del club hasta que se detuvo en un punto.

Muy en el fondo, donde estaban las luces de neón, había una luz muy tenue, humo de cigarrillo y un hombre que acostó su cabeza para escuchar lo que le decía una rubia casi desnuda a su lado.

Daniela se quedó impregnada con la situación, sobre todo, en cómo aquella mujer trataba por todos los medios de agradar a ese hombre.

Él hizo un ademán con su mano, pero la mujer insistió pasando la mano por su torso, y luego bajó hasta su entrepierna.

La boca de Daniela se abrió, y luego escuchó a su lado.

—Bailemos, nenita… —Uno de los amigos de Sofía, literalmente la haló a la pista, y ella buscó de nuevo el lugar de aquel hombre.

Comenzó a bailar con lentitud sin quitarle la mirada, y de algún modo, por extraño que pareciera, sus ojos se fijaron en ella, mientras el pecho de Daniela se agitaba con locura. No podía describirlo desde la distancia, pero era corpulento, se veía alto, con facciones fuertes, y muy atractivo.

Ella siguió moviéndose al son de la música, y luego sintió cómo una mano se posó en su vientre bajo.

—Sofía me pidió cuidarte, porque ella ya no está aquí, follará con alguien, así como nosotros en unos minutos —Daniela le quitó la mano y se giró para ver el lugar donde antes estaba Sofía.

Ella ya no estaba allí.

No se sintió desesperada, terminaría la canción y si Sofía no aparecía, se iría de aquel lugar.

Ella se giró de nuevo, pero esta vez en el sitio de luces neón, ya no estaba el hombre, sino una silla vacía y pareció tener cierta decepción. Se giró para evitar que el chico se pegara más a su cuerpo cuando sintió que este le restregó su miembro erecto tocando su cadera.

—Por favor, no me toques… —pero el chico la miró como si ella lo estuviese invitando a coger y sonrió.

—Tranquila nenita —puso la mano en su cara—. La pasaremos bien —Daniela manoteó su mano cuando le apretó la cara.

—No me toques, si no, me iré.

—¿De verdad? —el chico comenzó a acorralarla—. A mí nadie me dice que toco y que no.

Daniela se quedó quieta, ya había mucha gente en la pista y había mucho ruido.

Ella intentó dar media vuelta, pero su brazo fue atajado, el chico tomó su cara de forma ordinaria y abrió la boca para sacar su propia lengua y acercarse a ella.

—No… —sus manos tocaron la cara de él y hizo fuerza para apartarlo, pero de pronto, escuchó como si alguien se estuviera atorando.

—Dijo que no…

En el momento en que Daniela giró, esos ojos oscuros, estaban delante de ella sosteniendo la garganta de aquel chico y literalmente ahogándolo.

—Por favor… —ella escuchó cómo aquel muchacho intentó suplicar y en cuestión de segundos, vio caminar a este hombre misterioso a la parte trasera del club, aun con la mano en el cuello de él.

Su respiración era errática y no supo cómo los siguió.

Cuando abrió la puerta trasera, esos ojos oscuros estaban golpeando a este chico con rudeza una y otra vez en la cara, mientras algunos hombres estaban alrededor, conservando la distancia sin meterse.

—Espere… —Daniela gesticuló y el muchacho cayó en el suelo con una bocanada de sangre que expulsó enseguida.

Y entonces, ese hombre se giró hacia ella.

—Quiero decir, gracias… —ella se apresuró a decirle.

Él tenía un traje negro, ni siquiera estaba cansado por la golpiza que había propinado. Parecía que no tenía camisa debajo de su chaqueta, pero si una brillante cadena de oro, que se fijaba en su pecho. Sus ojos eran algo verdes, pero se veían oscuros, mientras que su cabello castaño oscuro, se fijaba en su cabeza, como si apenas se hubiese dado una ducha.

—¿Eres extranjera? —Ella pasó un trago, le había reconocido el acento. Así que asintió—. ¿De turismo? —Daniela afirmó de nuevo y el hombre corrió su mirada por toda ella con todo el descaro—. ¿Vienes con ese grupo?

—No… yo, no…

—Entonces, ¿viniste a una fiesta sola?

—La verdad es que… —Y se quedó quieta cuando él se giró completamente para mirarla. Realmente era un hombre apuesto. Facciones duras, alto, corpulento y con un aroma delicioso.

—¿La verdad es…? —él susurró bajo acercándose un poco más.

—No sé qué hago aquí, yo… venía con… —nada cuerdo salía de su boca. La presencia de este hombre era demasiado impactante.

—Deberías tener cuidado. No eres de aquí, y te juntas con estos idiotas… —el hombre se giró buscando algo en su chaqueta y Daniela supo que se estaba yendo.

—Espere… —Él se quedó quieto, pero no se giró—. ¿Cree que puede…? Quiero decir… ¿Puede sacarme de aquí? No tengo dinero y… 

—¿Y tengo un letrero de beneficencia?

Daniela negó.

—No, pero… Puedo yo… estoy muy agradecida por lo que hiciste. Ese chico, creo que… Usted me salvó.

Él alzó la ceja, negó y lentamente tomó un cigarrillo en sus manos.

—Léeme, es evidente, yo solo indico problemas. No soy tu solución… y mucho menos tu salvación —Daniela soltó el aliento y luego le miró la boca sintiendo que el corazón le llegaba a la garganta de la conmoción.

—No me importa lo que seas… sácame de aquí, por favor.

Entonces, Daniela visualizó la mirada más oscura que nunca antes vio…

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