Daniela seguía mirando al alto y enorme techo de una habitación, que ahora dijeron era suya. Sin embargo, ella sabía que nada de aquí le pertenecía.
Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas y gimió un poco tomando la sábana para ponérsela en sus brazos. Ni siquiera conocía a la mujer que tenía por madre, ni sabía lo que estaba pensando para meterse en una familia tan extraña.
Ya estaba claro que ese hombre tenía varias mujeres, como un harén al estilo americano. Era polígamo, algo que ni siquiera sabía era legal en este país o no. Ni que iba a ocurrir mañana o pasado, entonces, cuando quiso sollozar, recordó las palabras del hombre.
“Piscina, internet, todo lo que quieras… está a alcance a partir de ahora”
Daniela se quitó la sábana de encima y buscó su celular, para conectar el internet revisando sus mensajes rápidamente.
Javier: Dani, ¿qué ha pasado?
Las lágrimas corrieron aún más, cuando siguieron llegando los mensajes.
Javier: ¿Cómo que se irán? ¿Dónde estás? ¿Daniela?
Ella se limpió las lágrimas, pero luego la puerta de su habitación se abrió de repente.
—Soy yo… Sofía… —La chica tenía un vestido diferente al de la cena, que no dejaba nada a su imaginación—. Vine a buscarte, papá dijo: “Hazla sentir de la familia”, y es lo que haré.
Daniela se limpió las lágrimas y frunció el ceño en silencio.
—¿Qué? ¿Estás llorando? No, chica, vamos, sígueme…
—¿Qué? ¿A dónde?
—A una fiesta… —Sofía sonrió y corrió a tomarle la mano—. ¿Cuántos años tienes?
—19…
—Oh, qué sorpresa, también yo, aunque pronto cumpliré 20.
—No, espera. ¿Pregunté a dónde vamos?
—Ya lo verás, pero primero, cambiemos tu atuendo.
—No, no… —Daniela fue halada por ella hasta otra habitación del mismo piso, y se detuvo para ver un desastre de ambiente. Ropa tirada por todas partes, un olor a perfume que la invadió, y luego vio cómo esta chica tiró varios vestidos en su cara.
—Ponte cualquiera, me da igual… —Y trayendo una peineta, comenzó a peinar su cabello, largo, castaño y liso—. Tendremos que ponerte algo de maquillaje, tienes los ojos rojos.
—Realmente no quiero ir a ninguna parte…
—Escucha… —Sofía la giró un poco molesta—. Cuando papá da una orden, se cumple. Además, tu madre y la mía estarán muy ocupadas en este momento y sobre todo porque se celebrará una boda pronto.
—¿Boda? —Daniela parpadeó.
—Por supuesto, es simbólica, o de mentiras. La única esposa legal de papá es la vieja Victoria, la madre de nuestro hermano, Víctor, y créeme, no querrás conocerlos.
Daniela sacudió su cabeza, iba a volverse loca con este desorden que estaba sucediendo en su vida. Ella se giró mirando a su alrededor, estaba a punto de salir corriendo, y lo que sea a donde la llevara esta chica, era mejor que quedarse aquí.
No demoró en cambiarse el vestido y permitir que ella le pusiera algo en la cara. Se vio subiendo a unos autos con algunos hombres a su espalda, y no preguntó si su madre estaba de acuerdo, porque lo que había sucedido, le había dejado claro que Marcela había perdido el juicio.
Miró por la ventana, afuera parecía una fiesta, todo alumbrado, colorido, y con un enorme tránsito que irritó a Sofía.
—Busca otra vía… —Y con esto prontamente llegaron a un club que tenía más luces que todo su vecindario anterior reunido—. Vamos, chica… andando.
Daniela se acomodó el vestido y se bajó con esta mujer loca, para entrar a la discoteca.
El ambiente estaba acondicionado, lleno de música perfecta y mucha gente organizada en cada mesa, con absoluta elegancia. Sofía vio a algunos amigos y gritó, soltándole la mano, y luego Daniela se quedó de pie, sola, intentando procesar el momento.
—Oye, chica, aquí.
Ella se giró en dirección de Sofía y se acercó para ver a un montón de chicas, unas más extrovertidas que otras, que le preguntaron a Sofía quien era su compañía, y en cuestión de segundos, literalmente la desnudó haciéndoles saber que era la hija de una de las amantes de su padre, cosa que motivó al grupo a reírse.
Daniela se sintió sofocada en el momento. La mesa bebía desmesuradamente y ella solo escuchaba una conversación un poco sosa. Todo esto hasta que ella corrió sus ojos hacia todo el lugar del club hasta que se detuvo en un punto.
Muy en el fondo, donde estaban las luces de neón, había una luz muy tenue, humo de cigarrillo y un hombre que acostó su cabeza para escuchar lo que le decía una rubia casi desnuda a su lado.
Daniela se quedó impregnada con la situación, sobre todo, en cómo aquella mujer trataba por todos los medios de agradar a ese hombre.
Él hizo un ademán con su mano, pero la mujer insistió pasando la mano por su torso, y luego bajó hasta su entrepierna.
La boca de Daniela se abrió, y luego escuchó a su lado.
—Bailemos, nenita… —Uno de los amigos de Sofía, literalmente la haló a la pista, y ella buscó de nuevo el lugar de aquel hombre.
Comenzó a bailar con lentitud sin quitarle la mirada, y de algún modo, por extraño que pareciera, sus ojos se fijaron en ella, mientras el pecho de Daniela se agitaba con locura. No podía describirlo desde la distancia, pero era corpulento, se veía alto, con facciones fuertes, y muy atractivo.
Ella siguió moviéndose al son de la música, y luego sintió cómo una mano se posó en su vientre bajo.
—Sofía me pidió cuidarte, porque ella ya no está aquí, follará con alguien, así como nosotros en unos minutos —Daniela le quitó la mano y se giró para ver el lugar donde antes estaba Sofía.
Ella ya no estaba allí.
No se sintió desesperada, terminaría la canción y si Sofía no aparecía, se iría de aquel lugar.
Ella se giró de nuevo, pero esta vez en el sitio de luces neón, ya no estaba el hombre, sino una silla vacía y pareció tener cierta decepción. Se giró para evitar que el chico se pegara más a su cuerpo cuando sintió que este le restregó su miembro erecto tocando su cadera.
—Por favor, no me toques… —pero el chico la miró como si ella lo estuviese invitando a coger y sonrió.
—Tranquila nenita —puso la mano en su cara—. La pasaremos bien —Daniela manoteó su mano cuando le apretó la cara.
—No me toques, si no, me iré.
—¿De verdad? —el chico comenzó a acorralarla—. A mí nadie me dice que toco y que no.
Daniela se quedó quieta, ya había mucha gente en la pista y había mucho ruido.
Ella intentó dar media vuelta, pero su brazo fue atajado, el chico tomó su cara de forma ordinaria y abrió la boca para sacar su propia lengua y acercarse a ella.
—No… —sus manos tocaron la cara de él y hizo fuerza para apartarlo, pero de pronto, escuchó como si alguien se estuviera atorando.
—Dijo que no…
En el momento en que Daniela giró, esos ojos oscuros, estaban delante de ella sosteniendo la garganta de aquel chico y literalmente ahogándolo.
—Por favor… —ella escuchó cómo aquel muchacho intentó suplicar y en cuestión de segundos, vio caminar a este hombre misterioso a la parte trasera del club, aun con la mano en el cuello de él.
Su respiración era errática y no supo cómo los siguió.
Cuando abrió la puerta trasera, esos ojos oscuros estaban golpeando a este chico con rudeza una y otra vez en la cara, mientras algunos hombres estaban alrededor, conservando la distancia sin meterse.
—Espere… —Daniela gesticuló y el muchacho cayó en el suelo con una bocanada de sangre que expulsó enseguida.
Y entonces, ese hombre se giró hacia ella.
—Quiero decir, gracias… —ella se apresuró a decirle.
Él tenía un traje negro, ni siquiera estaba cansado por la golpiza que había propinado. Parecía que no tenía camisa debajo de su chaqueta, pero si una brillante cadena de oro, que se fijaba en su pecho. Sus ojos eran algo verdes, pero se veían oscuros, mientras que su cabello castaño oscuro, se fijaba en su cabeza, como si apenas se hubiese dado una ducha.
—¿Eres extranjera? —Ella pasó un trago, le había reconocido el acento. Así que asintió—. ¿De turismo? —Daniela afirmó de nuevo y el hombre corrió su mirada por toda ella con todo el descaro—. ¿Vienes con ese grupo?
—No… yo, no…
—Entonces, ¿viniste a una fiesta sola?
—La verdad es que… —Y se quedó quieta cuando él se giró completamente para mirarla. Realmente era un hombre apuesto. Facciones duras, alto, corpulento y con un aroma delicioso.
—¿La verdad es…? —él susurró bajo acercándose un poco más.
—No sé qué hago aquí, yo… venía con… —nada cuerdo salía de su boca. La presencia de este hombre era demasiado impactante.
—Deberías tener cuidado. No eres de aquí, y te juntas con estos idiotas… —el hombre se giró buscando algo en su chaqueta y Daniela supo que se estaba yendo.
—Espere… —Él se quedó quieto, pero no se giró—. ¿Cree que puede…? Quiero decir… ¿Puede sacarme de aquí? No tengo dinero y…
—¿Y tengo un letrero de beneficencia?
Daniela negó.
—No, pero… Puedo yo… estoy muy agradecida por lo que hiciste. Ese chico, creo que… Usted me salvó.
Él alzó la ceja, negó y lentamente tomó un cigarrillo en sus manos.
—Léeme, es evidente, yo solo indico problemas. No soy tu solución… y mucho menos tu salvación —Daniela soltó el aliento y luego le miró la boca sintiendo que el corazón le llegaba a la garganta de la conmoción.
—No me importa lo que seas… sácame de aquí, por favor.
Entonces, Daniela visualizó la mirada más oscura que nunca antes vio…
—¿Estás tan desesperada por salir de aquí que pides ayuda al primero que encuentras? —preguntó el hombre con una dureza que la hizo estremecer.—No es desesperación… —respondió ella, con un tono tembloroso pero decidido—. Prefiero irme con el hombre que me defendió, que quedarme aquí.Él la observó en silencio, como si estuviera evaluando cada palabra, cada gesto.—Bien, pequeña turista —dijo con sarcasmo.Sin darle tiempo a procesar lo que acababa de decir, el hombre se giró y comenzó a caminar hacia un auto que parecía preparado para él, abriéndole la puerta trasera, dejando una estela de su aroma amaderado y fuerte.Después de cerrarle la puerta, rodeó el auto para sentarse al volante.—¿Cuál es tu nombre? —preguntó ella mientras él arrancaba el motor.—Eso no importa —todo su cuerpo se estremeció. Sus piernas y muslos estaban expuestos con el vestido corto, mientras el brazo del hombre la rozaba algunas veces—. ¿Sabes siquiera a dónde puedo llevarte?Daniela negó lentamente.—No —
Había un pitido en sus oídos, un tintineo en su cabeza por algunas copas que tomó, y un ceño fruncido cuando intentó abrir los ojos.Daniela se removió en la cama, una cama que estaba frente a un enorme balcón, con una impresionante vista, y luego hizo un gesto lastimero, llevando la mano a su centro.Por un momento todo vino a su cabeza de golpe, y se sentó rápidamente, tomando las sábanas en sus manos y mirando a todas partes.Toda su ropa estaba en el suelo y sus sandalias, pero no había rastros de aquel hombre, ni ninguna de sus prendas.—Oh Dios… —Daniela se levantó, girándose a todos lados y comenzó a colocarse la ropa. Se hizo una coleta en el cabello y caminó por toda aquella planta hasta detenerse bruscamente frente a aquel piano.Miró con horror la sangre seca en las teclas, y allí mismo una nota.“Extranjera, sé que no tienes dinero, así que te dejé un poco”Daniela arrugó la nota en su mano pasando un trago y vio sobre el piano un fajo de dinero. Uno muy grueso con billete
El aire en la mansión Vanderbilt estaba cargado de tensión. Daniela sintió cómo sus piernas temblaban, y sus pies se congelaron al instante en el suelo, incapaces de moverse hacia su madre o siquiera mirar al hombre que, en un giro inesperado del destino, ahora era su hermanastro.El hombre oscuro se quedó allí de pie mirándola, imponente y perfectamente a la altura de las expectativas de cualquier ojo. Su mirada ahora era tan fría como el hielo, pero con un sutil destello de diversión que le heló la sangre.—Daniela, saluda —Marcela tuvo que entrar en escena ante su congelamiento, y cuando ella abrió sus labios, Víctor sonrió diciendo:—Mi nueva hermana… —Titus le sonrió a su hijo y trató de alcanzar su hombro.—Mi hijo es maravilloso, Daniela, seremos una gran familia, y créeme que él podrá enseñarte todo lo que necesitas saber para entender este mundo.Daniela no entendió si era una advertencia en este punto. Lo único que podía pensar y sentir, era un nudo que se le había formado e
Daniela sentía que la respiración le pesaba en el pecho, con cada fibra de su cuerpo, aun estremeciéndose ante el baile con Víctor. No importaba cuántas veces intentara convencerse de que no debía reaccionar así, su cuerpo tenía otros planes.Víctor no se alejó de inmediato. Sus dedos, que segundos antes habían rozado su espalda desnuda, ahora recorrían su brazo, toqueteaba su piel, y eso solo le pasaba imágenes en su cabeza de ellos dos teniendo sexo la noche pasada.Daniela tragó saliva, obligándose a respirar con calma mientras lo miraba y luego negó.—La verdad es que, no quiero saber nada.Víctor le sonrió en el momento, y la apretó más a su cuerpo.—¿Segura?—Sí… No quiero saber nada de ti.Hubo una sacudida, y ella literalmente sintió su erección dura en su estómago.—Pero no es lo que yo quiero. Además, tu nota…—Tú comenzaste. Me trataste como una puta.Víctor frunció el ceño.—Uhggg… no, no, definitivamente no. Pero perdiste tu virginidad con un hombre desconocido.—Y eso es
—Estás loco… —ella se soltó de su agarré y comenzó a caminar rápidamente. Sin embargo, sintió los pasos de Víctor detrás de ella.Podía imaginar como la miraba mientras por sus piernas, resbalaba la evidencia de que había caído en sus manos de nuevo, y eso hizo que sus mejillas se calentaran y volviera a tener la respiración agitada.Su cuerpo aún ardía, y aunque intentaba calmarse, la huella de cada palabra, cada toque, estaba grabada en su piel.Cuando ella salió al jardín, sintió la mirada de sus nuevas “hermanas” de Antonella, y la de la madre de Víctor, como si en su frente tuviese un letrero con las huellas de su oscuro hermanastro sobre ella. Sin embargo, cuando giró hacia su madre, ella parecía embelesada por una cantidad de palabras que Titus le susurraba.Ella pasó un trago, pero por alguna razón, la atmósfera en la mansión se volvió opresiva, como si la casa misma estuviera viva, porque un murmullo, movimientos agitados, y algo extraño comenzó a envolver todo el panorama. L
Daniela sintió que el aire se volvía denso en la habitación. Víctor la miraba con una mezcla de diversión y algo más oscuro, algo que le erizaba la piel y la dejaba sin aliento. Sus manos se aferraron a los tirantes de su mochila, pero el peso de su mirada la clavó en el sitio.La distancia entre ambos era ahora inexistente. Daniela sintió su respiración agitada, y su pulso acelerado quizás la delataba ante su externa y supuesta tranquilidad. Podía sentir la calidez de su cuerpo, el peso de su mirada sobre ella y, sobre todo, esos dedos que levantaron su mandíbula para hacer que lo mirara.Su mano trazó su rostro e hizo que su piel se erizara. Su pulgar rozó suavemente la línea de su mandíbula, mientras su otra mano se deslizaba lentamente por su cintura. Daniela contuvo el aliento, sin saber si debía empujarlo o dejarse llevar por la corriente de su presencia.Y ya sabía lo que este hombre le hacía y las marcas que dejaba.—¿Tienes miedo? —preguntó él en un susurro, con su rostro tan
Daniela corrió con todas sus fuerzas, sintiendo el aire frío golpear su rostro. Sus pies apenas tocaban el suelo mientras se adentraba en el campo abierto, sin importarle hacia dónde iba. Solo quería alejarse de Víctor, de su control, de todo lo que representaba.Pero entonces, algo la hizo detenerse en seco.Ante ella, un paisaje de ensueño se desplegaba: una caballeriza de madera rústica con puertas entreabiertas, permitiendo ver caballos libres pastando bajo la luz del sol. La brisa mecía la hierba alta y dorada, y el sonido del viento acariciaba el ambiente con una calma imposible de ignorar. Daniela sintió su respiración entrecortada por la belleza del lugar y no entendió nada en lo absoluto.Detrás de ella, los pasos de Víctor se acercaron con lentitud, hasta que lo sintió justo a su lado.—Es hermoso, ¿verdad? —susurró él con la voz más suave de lo que esperaba.Daniela tragó saliva y asintió sin apartar la vista del paisaje. El corazón aún le latía con fuerza, pero ya no por m
Daniela miró de reojo cómo Víctor abotonó su camisa, y recogió su chaqueta. Ella aún temblaba, pero levantó la barbilla porque siempre quería parecer segura.—No quisiera volver, pero tengo asuntos —Daniela asintió sin ninguna queja, y luego sintió cómo los dedos del hombre se esparcieron por todo su brazo.—Quizás por la noche vaya a la casa de Titus…—¿Titus? —ambos caminaron de forma lenta saliendo de aquel establo—. ¿Lo llamas así?—Sí —Víctor miró hacia delante.—¿No vives allí?—Es mi casa también, pero tengo la mía propia, me gusta la extrema privacidad. Luego entenderás que no es tan cómodo vivir con tanta gente después de una semana, o menos.—¿Tu madre…? —Llegando al auto, Víctor le abrió la puerta y Daniela se subió, y cuando estuvieron sentados mirándose el uno al otro, ella continuó—. Ella…—Ella es la dueña de la casa prácticamente. Y si tu pregunta es, si duerme con mi padre también… —Víctor esbozó una sonrisa—. Siempre lo hace, incluso permite las noches con las otras.