Después de salir de su escuela, Daniela inmediatamente corrió al trabajo y ya estaba sin aliento cuando llegó. Pero, aun así, ella se puso a trabajar sin descanso porque necesitaba el dinero para juntarlo con su madre, y sobrevivir de alguna manera.
Porque eso es lo que estaban haciendo desde que tenían existencia.
Desde lejos podía ver a su madre, que también trabajaba en el mismo lugar, pero a diferencia de lo habitual, hoy se veía llena de energía y con una sonrisa en la boca. Algo que le hizo fruncir el ceño y pensar.
Finalmente, al terminar la jornada laboral, la madre llamó a Daniela para comenzar a irse del lugar, tomando sus abrigos y le dijo durante el camino:
—Mi Dani, hoy será el último día de nuestra pobre vida. A partir de mañana nuestras vidas cambiarán drásticamente, y te gustará —le afirmó con una sonrisa en el rostro y con mucha seguridad en su voz.
—¿Qué? —Los ojos de Daniela se abrieron.
—Ya lo verás, tengo un novio rico y nos vamos de España mañana mismo.
—¿Qué? Mamá, pero… yo…
—No hay “peros”, ya estoy decidida…
Daniela pensó en todo, todo pasó por su cabeza en ese instante. Su pre-beca, que podía ser un sueño, en Javier, el chico de 24 años con el que había salido durante más de 8 meses, y comenzaba a gustarle, comenzaba a gustarle más de lo que ella creía. En algunos amigos…
Quería quedarse, quería hacer su vida en España. Definitivamente no quería irse.
—No me mires de esa forma, estoy harta de vivir para el día, estoy harta de esta pobreza, estoy completamente harta de esta pocilga, y no, Daniela, las falsas promesas y palabras que recibí de parte de tu padre, fueron las últimas, en definitiva. Así que come, descansa, y prepárate, porque mañana mismo, estaremos dejando toda esta miseria. Punto final…
***
Daniela había llorado toda la noche, aún no sabía la razón de qué era lo que más le dolía, pero cuando ellas se pusieron en el marco de la puerta con apenas una maleta para las dos, escuchó cuando su madre dijo:
—No es necesario llevarnos ninguno de estos trapos. De todas formas, no vamos a necesitar nada de esto.
Y cuando ella cerró la puerta, y vio un auto lujoso delante de ellas, todas las preguntas comenzaron a formarse en su cabeza, sobre todo cuando los tiques de su avión eran más que una primera clase.
Daniela miró a su madre cuando una azafata le ofreció una copa de vino. Tenían una pantalla delante de sus amplios asientos y estaban comiendo una comida, que jamás en su vida habían probado.
Solo esperaba que su madre no hubiese tomado una decisión loca, pero, sobre todo, que no la arrastrara a ella con toda y sus consecuencias.
El tiquete decía Washington D. C., mientras el palpitar de su corazón, resonaba por toda su alma.
Después del vuelo, los autos, y el camino, Daniela dejó caer su quijada cuando una hermosa casa se abría para ellas. Su madre no paraba de dar gritos, mientras ella solo podía temblar al ver todas las cosas.
—¿Tu novio es rico? —Marcela se carcajeó.
—Y eso que esta no es su casa, solo una casa que alquiló para nosotras mientras nos pasamos.
Daniela se giro de golpe.
—¿Pasarnos? ¿dónde?
—Es una ciudad muy bella, ¿no crees? Mira la vista… —Marcela intentó cambiar el tema. La verdad es que cuando su hija supiera la realidad de todo esto, iba a querer salir corriendo.
Entonces miró que su hija solo asintió caminando por la enorme casa.
—¿Cuándo me vas a decir de qué se trata todo?
—Hoy por la noche… —Daniela frunció el ceño cuando vio una percha en sus manos forrada en una tela finísima.
—¿Qué es?
—Nuestros vestidos. Hoy conoceremos a la familia de Titus.
—¿Titus? ¿Titus, qué?
—Ya lo sabrás…
—¿Es muy grande su familia?
—Lo es…
Daniela se sintió un poco tímida, pero no tenía algo para decir. De hecho, su madre no le había preguntado ni había hecho caso a su opinión. Así que no podía decir alguna cosa al respecto.
Ambas se arreglaron la una con la otra, ella llevó un vestido color turquesa, mientras su madre se vistió de blanco. Y Marcela odiaba el blanco, así que no sabía mucho sobre lo que estaba pasando.
A las ocho de la noche fueron buscadas por una limusina, y Daniela solo se cruzó de brazos, sabiendo que esto no tenía sentido. Parecía como si un día se hubiese dormido, y hubiese entrado en un sueño profundo.
—Mamá, ¿realmente estás segura de esto? —Marcela tomó su mano, y luego la besó.
—Completamente.
Cuando las puertas de la limusina se abrieron, la mandíbula de Daniela no era tan grande para abrirse como debía. Pues la mansión, enorme y extremadamente lujosa, que estaba frente a ella, la dejó totalmente en shock.
—Esto es…
—Será nuestro hogar… —Su madre murmuró excitada, mientras un hombre, que era gigantesco, las escoltó hasta la puerta.
—Bienvenidas…
—Gracias… —Marcela sonrió al hombre y tomó la mano de su hija para entrar a esa grosería de mansión.
Daniela estaba caminando, pero sus pasos se vieron ralentizados, cuando un montón de gente, estirada, rica, y extremadamente arreglada, comenzaron a escanearlas a ella y a su madre, de pies a cabeza.
Había una mujer un poco mayor que su madre que le enviaba una sonrisa, algo falsa. Junto a ella, dos chicas, una como de su edad, con los cabellos decolorados, y otra un poco más seria que la escaneó como si fuera un bicho. Luego de las escaleras, de forma elegante, un hombre mayor, con algunas canas en la cien, bajaba con una enorme y sincera sonrisa.
—Bienvenidas… —abrió los brazos y Marcela se despegó de ella, para besarlo en la boca.
Y fue un shock enteramente para Daniela.
—Mi amor… —El hombre tomó sus mejillas, y luego puso una mano en su cintura—. ¿Cómo estuvo tu viaje?
—Maravilloso.
—Me alegra escucharlo.
Daniela frunció su ceño. Su madre usaba un tono y un acento que no era lógico para sus oídos. Ambas sabían inglés, pero ella parecía hablar como un gatito maullando, en vez de su madre.
—Dime que esta hermosura, es Daniela… —ella parpadeó varias veces al escuchar al hombre, se estaba adaptando al idioma, y miró al tipo que también la miró con ojos brillantes—. Eres preciosa… mucho.
Marcela carraspeó haciéndole ojos a Daniela, y ella se acercó de forma obligatoria para tomar la mano de un hombre totalmente desconocido.
—Él es Titus, mi niña, mi futuro marido.
Daniela se giró hacia su madre abriendo mucho los ojos, pero el apretón de su mano, no la dejó decirle con los ojos lo que quería.
—Titus Vanderbilt, pequeña, tu futuro padre también, y dueño de esta hermosa familia… —Daniel pasó un trago cuando, en vez de su madre, el hombre la acercó a esas mujeres que no parecían contentas con su llegada.
—Estas son mis hijas, Sofía, la menor de todas, y Amelia —Daniela hizo un asentimiento mientras Sofía se rio.
—Parece muy nerviosa.
—No tiene por qué estarlo… Ella es Antonella… mi mujer también —y cuando Daniela escuchó la palabra “Mi mujer también”, ella ni siquiera pudo pasar la saliva.
—Pensé que Víctor estaría aquí, junto a su madre… —Marcela interrumpió sin mirar a su hija, y Daniela la escuchó, pero estaba demasiado aturdida como para procesarlo.
—Mi hijo mayor, sí, lo conocerán luego, tiene asuntos, todos saben que pronto cederé mis negocios a él, así que, pueden imaginarse el trabajo.
La respiración de Daniela era mucho, ¿esa madre que faltaba también era mujer de ese hombre?
¿Qué estaba haciendo su mamá? ¿En qué se había metido?
—Vengan, vamos, hay una cena para ustedes.
Titus llamó a sus asistentes para la mesa, pero Daniela no pudo moverse del sitio hasta que su Marcela tomó su mano.
—Camina, caramelito, no nos hagas quedar mal…
Ella la miró con los ojos rojos llenos de reproche, pero Titus fue más rápido tomando la cintura de su madre para ponerla a su lado, y luego a esa mujer llamada Antonella, para ponerla a su otro costado y comenzar a caminar directo a la mesa.
Ahora Daniela no quería que el tiempo pasara, ni mucho menos descubrir, lo que le faltaba por saber…
Daniela seguía mirando al alto y enorme techo de una habitación, que ahora dijeron era suya. Sin embargo, ella sabía que nada de aquí le pertenecía.Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas y gimió un poco tomando la sábana para ponérsela en sus brazos. Ni siquiera conocía a la mujer que tenía por madre, ni sabía lo que estaba pensando para meterse en una familia tan extraña.Ya estaba claro que ese hombre tenía varias mujeres, como un harén al estilo americano. Era polígamo, algo que ni siquiera sabía era legal en este país o no. Ni que iba a ocurrir mañana o pasado, entonces, cuando quiso sollozar, recordó las palabras del hombre.“Piscina, internet, todo lo que quieras… está a alcance a partir de ahora”Daniela se quitó la sábana de encima y buscó su celular, para conectar el internet revisando sus mensajes rápidamente.Javier: Dani, ¿qué ha pasado?Las lágrimas corrieron aún más, cuando siguieron llegando los mensajes.Javier: ¿Cómo que se irán? ¿Dónde estás? ¿Daniela?El
—¿Estás tan desesperada por salir de aquí que pides ayuda al primero que encuentras? —preguntó el hombre con una dureza que la hizo estremecer.—No es desesperación… —respondió ella, con un tono tembloroso pero decidido—. Prefiero irme con el hombre que me defendió, que quedarme aquí.Él la observó en silencio, como si estuviera evaluando cada palabra, cada gesto.—Bien, pequeña turista —dijo con sarcasmo.Sin darle tiempo a procesar lo que acababa de decir, el hombre se giró y comenzó a caminar hacia un auto que parecía preparado para él, abriéndole la puerta trasera, dejando una estela de su aroma amaderado y fuerte.Después de cerrarle la puerta, rodeó el auto para sentarse al volante.—¿Cuál es tu nombre? —preguntó ella mientras él arrancaba el motor.—Eso no importa —todo su cuerpo se estremeció. Sus piernas y muslos estaban expuestos con el vestido corto, mientras el brazo del hombre la rozaba algunas veces—. ¿Sabes siquiera a dónde puedo llevarte?Daniela negó lentamente.—No —
Había un pitido en sus oídos, un tintineo en su cabeza por algunas copas que tomó, y un ceño fruncido cuando intentó abrir los ojos.Daniela se removió en la cama, una cama que estaba frente a un enorme balcón, con una impresionante vista, y luego hizo un gesto lastimero, llevando la mano a su centro.Por un momento todo vino a su cabeza de golpe, y se sentó rápidamente, tomando las sábanas en sus manos y mirando a todas partes.Toda su ropa estaba en el suelo y sus sandalias, pero no había rastros de aquel hombre, ni ninguna de sus prendas.—Oh Dios… —Daniela se levantó, girándose a todos lados y comenzó a colocarse la ropa. Se hizo una coleta en el cabello y caminó por toda aquella planta hasta detenerse bruscamente frente a aquel piano.Miró con horror la sangre seca en las teclas, y allí mismo una nota.“Extranjera, sé que no tienes dinero, así que te dejé un poco”Daniela arrugó la nota en su mano pasando un trago y vio sobre el piano un fajo de dinero. Uno muy grueso con billete
El aire en la mansión Vanderbilt estaba cargado de tensión. Daniela sintió cómo sus piernas temblaban, y sus pies se congelaron al instante en el suelo, incapaces de moverse hacia su madre o siquiera mirar al hombre que, en un giro inesperado del destino, ahora era su hermanastro.El hombre oscuro se quedó allí de pie mirándola, imponente y perfectamente a la altura de las expectativas de cualquier ojo. Su mirada ahora era tan fría como el hielo, pero con un sutil destello de diversión que le heló la sangre.—Daniela, saluda —Marcela tuvo que entrar en escena ante su congelamiento, y cuando ella abrió sus labios, Víctor sonrió diciendo:—Mi nueva hermana… —Titus le sonrió a su hijo y trató de alcanzar su hombro.—Mi hijo es maravilloso, Daniela, seremos una gran familia, y créeme que él podrá enseñarte todo lo que necesitas saber para entender este mundo.Daniela no entendió si era una advertencia en este punto. Lo único que podía pensar y sentir, era un nudo que se le había formado e
Daniela sentía que la respiración le pesaba en el pecho, con cada fibra de su cuerpo, aun estremeciéndose ante el baile con Víctor. No importaba cuántas veces intentara convencerse de que no debía reaccionar así, su cuerpo tenía otros planes.Víctor no se alejó de inmediato. Sus dedos, que segundos antes habían rozado su espalda desnuda, ahora recorrían su brazo, toqueteaba su piel, y eso solo le pasaba imágenes en su cabeza de ellos dos teniendo sexo la noche pasada.Daniela tragó saliva, obligándose a respirar con calma mientras lo miraba y luego negó.—La verdad es que, no quiero saber nada.Víctor le sonrió en el momento, y la apretó más a su cuerpo.—¿Segura?—Sí… No quiero saber nada de ti.Hubo una sacudida, y ella literalmente sintió su erección dura en su estómago.—Pero no es lo que yo quiero. Además, tu nota…—Tú comenzaste. Me trataste como una puta.Víctor frunció el ceño.—Uhggg… no, no, definitivamente no. Pero perdiste tu virginidad con un hombre desconocido.—Y eso es
—Estás loco… —ella se soltó de su agarré y comenzó a caminar rápidamente. Sin embargo, sintió los pasos de Víctor detrás de ella.Podía imaginar como la miraba mientras por sus piernas, resbalaba la evidencia de que había caído en sus manos de nuevo, y eso hizo que sus mejillas se calentaran y volviera a tener la respiración agitada.Su cuerpo aún ardía, y aunque intentaba calmarse, la huella de cada palabra, cada toque, estaba grabada en su piel.Cuando ella salió al jardín, sintió la mirada de sus nuevas “hermanas” de Antonella, y la de la madre de Víctor, como si en su frente tuviese un letrero con las huellas de su oscuro hermanastro sobre ella. Sin embargo, cuando giró hacia su madre, ella parecía embelesada por una cantidad de palabras que Titus le susurraba.Ella pasó un trago, pero por alguna razón, la atmósfera en la mansión se volvió opresiva, como si la casa misma estuviera viva, porque un murmullo, movimientos agitados, y algo extraño comenzó a envolver todo el panorama. L
Daniela sintió que el aire se volvía denso en la habitación. Víctor la miraba con una mezcla de diversión y algo más oscuro, algo que le erizaba la piel y la dejaba sin aliento. Sus manos se aferraron a los tirantes de su mochila, pero el peso de su mirada la clavó en el sitio.La distancia entre ambos era ahora inexistente. Daniela sintió su respiración agitada, y su pulso acelerado quizás la delataba ante su externa y supuesta tranquilidad. Podía sentir la calidez de su cuerpo, el peso de su mirada sobre ella y, sobre todo, esos dedos que levantaron su mandíbula para hacer que lo mirara.Su mano trazó su rostro e hizo que su piel se erizara. Su pulgar rozó suavemente la línea de su mandíbula, mientras su otra mano se deslizaba lentamente por su cintura. Daniela contuvo el aliento, sin saber si debía empujarlo o dejarse llevar por la corriente de su presencia.Y ya sabía lo que este hombre le hacía y las marcas que dejaba.—¿Tienes miedo? —preguntó él en un susurro, con su rostro tan
Daniela corrió con todas sus fuerzas, sintiendo el aire frío golpear su rostro. Sus pies apenas tocaban el suelo mientras se adentraba en el campo abierto, sin importarle hacia dónde iba. Solo quería alejarse de Víctor, de su control, de todo lo que representaba.Pero entonces, algo la hizo detenerse en seco.Ante ella, un paisaje de ensueño se desplegaba: una caballeriza de madera rústica con puertas entreabiertas, permitiendo ver caballos libres pastando bajo la luz del sol. La brisa mecía la hierba alta y dorada, y el sonido del viento acariciaba el ambiente con una calma imposible de ignorar. Daniela sintió su respiración entrecortada por la belleza del lugar y no entendió nada en lo absoluto.Detrás de ella, los pasos de Víctor se acercaron con lentitud, hasta que lo sintió justo a su lado.—Es hermoso, ¿verdad? —susurró él con la voz más suave de lo que esperaba.Daniela tragó saliva y asintió sin apartar la vista del paisaje. El corazón aún le latía con fuerza, pero ya no por m