Mi Oscuro Hermanastro, tengo a tus mellizos
Mi Oscuro Hermanastro, tengo a tus mellizos
Por: Maria Pulido
CAPÍTULO 1

Después de salir de su escuela, Daniela inmediatamente corrió al trabajo y ya estaba sin aliento cuando llegó. Pero, aun así, ella se puso a trabajar sin descanso porque necesitaba el dinero para juntarlo con su madre, y sobrevivir de alguna manera.

Porque eso es lo que estaban haciendo desde que tenían existencia.

Desde lejos podía ver a su madre, que también trabajaba en el mismo lugar, pero a diferencia de lo habitual, hoy se veía llena de energía y con una sonrisa en la boca. Algo que le hizo fruncir el ceño y pensar.

Finalmente, al terminar la jornada laboral, la madre llamó a Daniela para comenzar a irse del lugar, tomando sus abrigos y le dijo durante el camino:

—Mi Dani, hoy será el último día de nuestra pobre vida. A partir de mañana nuestras vidas cambiarán drásticamente, y te gustará —le afirmó con una sonrisa en el rostro y con mucha seguridad en su voz.

—¿Qué? —Los ojos de Daniela se abrieron.

—Ya lo verás, tengo un novio rico y nos vamos de España mañana mismo.

—¿Qué? Mamá, pero… yo…

—No hay “peros”, ya estoy decidida…

Daniela pensó en todo, todo pasó por su cabeza en ese instante. Su pre-beca, que podía ser un sueño, en Javier, el chico de 24 años con el que había salido durante más de 8 meses, y comenzaba a gustarle, comenzaba a gustarle más de lo que ella creía. En algunos amigos…

Quería quedarse, quería hacer su vida en España. Definitivamente no quería irse.

—No me mires de esa forma, estoy harta de vivir para el día, estoy harta de esta pobreza, estoy completamente harta de esta pocilga, y no, Daniela, las falsas promesas y palabras que recibí de parte de tu padre, fueron las últimas, en definitiva. Así que come, descansa, y prepárate, porque mañana mismo, estaremos dejando toda esta miseria. Punto final…

***

Daniela había llorado toda la noche, aún no sabía la razón de qué era lo que más le dolía, pero cuando ellas se pusieron en el marco de la puerta con apenas una maleta para las dos, escuchó cuando su madre dijo:

—No es necesario llevarnos ninguno de estos trapos. De todas formas, no vamos a necesitar nada de esto.

Y cuando ella cerró la puerta, y vio un auto lujoso delante de ellas, todas las preguntas comenzaron a formarse en su cabeza, sobre todo cuando los tiques de su avión eran más que una primera clase.

Daniela miró a su madre cuando una azafata le ofreció una copa de vino. Tenían una pantalla delante de sus amplios asientos y estaban comiendo una comida, que jamás en su vida habían probado.

Solo esperaba que su madre no hubiese tomado una decisión loca, pero, sobre todo, que no la arrastrara a ella con toda y sus consecuencias.

El tiquete decía Washington D. C., mientras el palpitar de su corazón, resonaba por toda su alma.

Después del vuelo, los autos, y el camino, Daniela dejó caer su quijada cuando una hermosa casa se abría para ellas. Su madre no paraba de dar gritos, mientras ella solo podía temblar al ver todas las cosas.

—¿Tu novio es rico? —Marcela se carcajeó.

—Y eso que esta no es su casa, solo una casa que alquiló para nosotras mientras nos pasamos.

Daniela se giro de golpe.

—¿Pasarnos? ¿dónde?

—Es una ciudad muy bella, ¿no crees? Mira la vista… —Marcela intentó cambiar el tema. La verdad es que cuando su hija supiera la realidad de todo esto, iba a querer salir corriendo.

Entonces miró que su hija solo asintió caminando por la enorme casa.

—¿Cuándo me vas a decir de qué se trata todo?

—Hoy por la noche… —Daniela frunció el ceño cuando vio una percha en sus manos forrada en una tela finísima.

—¿Qué es?

—Nuestros vestidos. Hoy conoceremos a la familia de Titus.

—¿Titus? ¿Titus, qué?

—Ya lo sabrás…

—¿Es muy grande su familia?

—Lo es…

Daniela se sintió un poco tímida, pero no tenía algo para decir. De hecho, su madre no le había preguntado ni había hecho caso a su opinión. Así que no podía decir alguna cosa al respecto.

Ambas se arreglaron la una con la otra, ella llevó un vestido color turquesa, mientras su madre se vistió de blanco. Y Marcela odiaba el blanco, así que no sabía mucho sobre lo que estaba pasando.

A las ocho de la noche fueron buscadas por una limusina, y Daniela solo se cruzó de brazos, sabiendo que esto no tenía sentido. Parecía como si un día se hubiese dormido, y hubiese entrado en un sueño profundo.

—Mamá, ¿realmente estás segura de esto? —Marcela tomó su mano, y luego la besó.

—Completamente.

Cuando las puertas de la limusina se abrieron, la mandíbula de Daniela no era tan grande para abrirse como debía. Pues la mansión, enorme y extremadamente lujosa, que estaba frente a ella, la dejó totalmente en shock.

—Esto es…

—Será nuestro hogar… —Su madre murmuró excitada, mientras un hombre, que era gigantesco, las escoltó hasta la puerta.

—Bienvenidas…

—Gracias… —Marcela sonrió al hombre y tomó la mano de su hija para entrar a esa grosería de mansión.

Daniela estaba caminando, pero sus pasos se vieron ralentizados, cuando un montón de gente, estirada, rica, y extremadamente arreglada, comenzaron a escanearlas a ella y a su madre, de pies a cabeza.

Había una mujer un poco mayor que su madre que le enviaba una sonrisa, algo falsa. Junto a ella, dos chicas, una como de su edad, con los cabellos decolorados, y otra un poco más seria que la escaneó como si fuera un bicho. Luego de las escaleras, de forma elegante, un hombre mayor, con algunas canas en la cien, bajaba con una enorme y sincera sonrisa.

—Bienvenidas… —abrió los brazos y Marcela se despegó de ella, para besarlo en la boca.

Y fue un shock enteramente para Daniela.

—Mi amor… —El hombre tomó sus mejillas, y luego puso una mano en su cintura—. ¿Cómo estuvo tu viaje?

—Maravilloso.

—Me alegra escucharlo.

Daniela frunció su ceño. Su madre usaba un tono y un acento que no era lógico para sus oídos. Ambas sabían inglés, pero ella parecía hablar como un gatito maullando, en vez de su madre.

—Dime que esta hermosura, es Daniela… —ella parpadeó varias veces al escuchar al hombre, se estaba adaptando al idioma, y miró al tipo que también la miró con ojos brillantes—. Eres preciosa… mucho.

Marcela carraspeó haciéndole ojos a Daniela, y ella se acercó de forma obligatoria para tomar la mano de un hombre totalmente desconocido.

—Él es Titus, mi niña, mi futuro marido.

Daniela se giró hacia su madre abriendo mucho los ojos, pero el apretón de su mano, no la dejó decirle con los ojos lo que quería.

—Titus Vanderbilt, pequeña, tu futuro padre también, y dueño de esta hermosa familia… —Daniel pasó un trago cuando, en vez de su madre, el hombre la acercó a esas mujeres que no parecían contentas con su llegada.

—Estas son mis hijas, Sofía, la menor de todas, y Amelia —Daniela hizo un asentimiento mientras Sofía se rio.

—Parece muy nerviosa.

—No tiene por qué estarlo… Ella es Antonella… mi mujer también —y cuando Daniela escuchó la palabra “Mi mujer también”, ella ni siquiera pudo pasar la saliva.

—Pensé que Víctor estaría aquí, junto a su madre… —Marcela interrumpió sin mirar a su hija, y Daniela la escuchó, pero estaba demasiado aturdida como para procesarlo.

—Mi hijo mayor, sí, lo conocerán luego, tiene asuntos, todos saben que pronto cederé mis negocios a él, así que, pueden imaginarse el trabajo.

La respiración de Daniela era mucho, ¿esa madre que faltaba también era mujer de ese hombre?

¿Qué estaba haciendo su mamá? ¿En qué se había metido?

—Vengan, vamos, hay una cena para ustedes.

Titus llamó a sus asistentes para la mesa, pero Daniela no pudo moverse del sitio hasta que su Marcela tomó su mano.

—Camina, caramelito, no nos hagas quedar mal…

Ella la miró con los ojos rojos llenos de reproche, pero Titus fue más rápido tomando la cintura de su madre para ponerla a su lado, y luego a esa mujer llamada Antonella, para ponerla a su otro costado y comenzar a caminar directo a la mesa.

Ahora Daniela no quería que el tiempo pasara, ni mucho menos descubrir, lo que le faltaba por saber…

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