Daniela contuvo la respiración todo el tiempo mientras rebuscaba en los cajones del tocador de su madre. Sus manos temblaban con cada documento que pasaba rápidamente, temiendo que en cualquier momento alguien abriera la puerta y la descubriera. Su corazón latía tan fuerte que sentía que podía oírse en toda la mansión.Ella se levantó varias veces, se le cayeron algunas cajas, y en algún momento sintió que entraba en desesperación.—Ayúdame… ¿Dónde pusiste esos papeles? —sus ojos se nublaron.La sensación de su garganta era indescriptible, y luego fue al armario donde se detuvo al ver esa maleta vieja.Apretó los dientes con rudeza, era el único recuerdo de su pasado. No era una maleta bonita, pero por alguna razón, Marcela la había conservado.Se arrodilló ante ella y luego notó que estaba cerrado con un seguro. Allí estaba la posibilidad de usar unos códigos y se mordió la boca al pensar cuál sería la posibilidad.Eligió la fecha de nacimiento de su madre, la suya, y varias claves qu
Daniela estaba de pie frente al ataúd. La sala de la familia Vanderbilt estaba sumida en la penumbra, y el aroma de las flores mezclado con el barniz del ataúd le resultaba asfixiante y las náuseas se apoderaban de ella. La madrugada avanzaba lenta, y nadie más estaba allí. Todos se habían ido a descansar mientras Daniela no podía dejar de llorar.El silencio le permitía escuchar sus propios pensamientos. Su madre descansaba en paz, pero ella estaba atrapada en un infierno del que debía salir. No tenía tiempo, no tenía aliados, pero tenía un plan.Sacó su teléfono con dedos temblorosos y, sin dudarlo, pidió una pizza grande con pepperoni y extra queso. Dio la dirección de la mansión y colgó. Su corazón latía como un tambor de guerra cuando se acercó de nuevo al ataúd, deslizó la yema de los dedos sobre la madera y cerró los ojos.—Mamá… lo siento —susurró con un nudo en la garganta—. Aún no puedo creerlo… —susurró mientras las lágrimas mojaban la madera.Diez minutos después, una muje
El sol de Lisboa bañaba las calles, mientras Daniela caminaba por la acera con paso apresurado.—Siempre vamos corriendo —se quejó Mateo mientras ella frunció el ceño.—Y eso, es porque quieren dormirse tarde, cuando yo les digo que a las ocho y media ya deben ir a sus camas. Esto les dará más tiempo de levantarse temprano y ayudará a que estén listos a tiempo.—Pero no tenemos sueño a las ocho y media —Daniela torció los ojos y soltó el aliento cuando Adriano le llevó la contraria y les tomó de las manos para que se apresuraran.Siempre debía dejar su auto en el estacionamiento y caminar dos calles más para llevar a sus hijos al colegio antes de irse a trabajar, y todos los días, era un desafío.Adriano siempre le llevaba la contraria, mientras que Mateo parecía llevar el liderazgo de ambos, aunque habían nacido con solo segundos de diferencia. Ya se marcaba quién era el mayor.—Les dije a mis amigos que haría otra fiesta.Y en ese momento, Daniela se detuvo.—¿Qué fiesta?—Es que no
Daniela entró con una sonrisa a la sala de reuniones, pero se le borró inmediatamente cuando vio a uno de los altos gerentes y dueños de la empresa con el ceño fruncido, viendo algunos informes.Notó que Javier alzó la mano para mostrarle un asiento cerca de él, y se apresuró a tomar asiento.—Esto parece un velorio.Y Javier sonrió.—Parece que sus acciones bajaron. Tienen mucha expectativa en la exposición. No es fácil apostar miles de dólares. No son míos y me duele.Daniel miró al frente donde un grupo susurraba y todos estaban preparados para mostrar su mejor trabajo. Miró su reloj, eran las tres de la tarde, y sus rodillas no paraban de hacer movimientos. Sabía que iba a llegar demasiado tarde, e iba a decepcionar a sus hijos una vez más.—La exigencia es mayor porque vamos a lo grande. Estamos ofreciendo un nivel de excelencia que nos llena de orgullo, y esta exposición es fundamental para abrir nuevas puertas en el mercado. Realmente quiero felicitar al equipo de ciberseguridad
El fin de semana fue una verdadera escapada de la rutina para Daniela y los niños. Javier planeó un pícnic y Melissa se unió a ellos para el compartir. Decidieron disfrutarlo al máximo, alejándose de cualquier preocupación, solo hasta que llegó la hora de la comida.—Tenemos una actividad el jueves.—Pero no es para mamás… —Completó Adriano y Daniela miró a Melissa disimulando que aún no sabía nada.—¿De qué se trata? —le pasó un sándwich a su hijo y otro a Javier.—Es solo para padres. O sea, hombres —Mateo acentuó la palabra y Daniela sacudió sus manos llenas de pan, sin mirarlo a los ojos.—¿Ese día tendré que dejarlos con Melissa? —y se giró a la chica—. ¿Crees que puedes hacer un espacio en la mañana?—Creo que puedo, déjame comprobar mañana.—Gracias.—Pero no queremos quedarnos en casa, mamá. Todos los niños harán ese compartir con su padre.Daniela pasó un trago, y luego sirvió los jugos.—Míranos —el mandato de Adriano la estremeció, y ella tuvo que parpadear, mientras el mom
—¿Dónde está tu mochila?—La dejé aquí ayer…—¡Mateo, búscala, se nos hace tarde! —Daniela dejó a Mateo y luego colgó la mochila de Adriano, a la vez que miraba el reloj.Era demasiado tarde, y estaba desesperada.Entonces, fue a encender el auto, y cuando regresó, Mateo apenas se ponía sus tenis.—¡Dios, llegaré más tarde que siempre!—Mamá, creo que Adriano no se siente muy bien.Y Daniela achicó la mirada.—Adriano, no hoy… siempre lo haces.Adriano alzó los hombros, a veces parecía de menor ánimo cuando tenía mucho sueño y no quería ir a la escuela, así que Daniela lo conocía bastante bien cuando jugaba de esa forma.Casi a la fuerza los metió al auto y comenzó a hablarles mientras iba en camino hacia el colegio.—Por favor, por favor, no quiero quejas. Ayer tuve una nota de la maestra, Adriano, empujaste a un niño.Adriano iba enfurruñado.—Él me empujó primero, es un tonto.—¿Qué? —Daniela se estacionó y se dio la vuelta—. Llamar tonto a alguien no es correcto, niño.—Yo he dich
El aire en la sala de juntas se volvió denso, casi irrespirable. Daniela sintió que el tiempo se ralentizaba mientras los ojos de Víctor Vanderbilt se clavaban en los suyos, y luego, bajaron arrastrándose por todo su cuerpo como si la desnudara.Ella apretó los dedos contra las carpetas que llevaba, intentando sostenerse a sí misma, pero la avalancha de emociones la desarmaba por dentro.En su expresión podía ver que él estaba algo sorprendido por todos sus cambios físicos, porque ya no era una niña, ahora era una mujer entera.—Daniela, por favor, toma asiento —ordenó su jefe con tono firme, ajeno a la tormenta interna que la sacudía.Ella parpadeó de forma lenta, y asintió con rigidez, sin apartar la vista de Víctor. Caminó hacia la mesa con la seguridad fingida de quien sabe que no puede flaquear. Sus piernas temblaban, pero se obligó a sostener la compostura. Se sentó en la única silla disponible, que por desgracia estaba justo frente a él.—Bien —continuó el jefe—. Disculpe, Vand
Daniela sintió cómo el aire abandonaba sus pulmones por un instante. Los años habían pasado desde la última vez que lo vio, se veía más maduro, sus facciones eran más varoniles, y ella podía notarlo más corpulento.Si ella había cambiado, él también lo había hecho, pero en ese preciso momento, parecía que el tiempo se había doblado sobre sí mismo, trayéndolo de vuelta de la forma más inesperada.Rápidamente, ella le soltó la mano. Tal vez Víctor estaba pensando que venía a jugar con ella, pero no se lo iba a permitir.Entonces, ante su reacción, Víctor sonrió con una calma devastadora, esa misma que siempre la había puesto en alerta.—Daniela —su voz era un eco de tiempos pasados, de emociones enterradas—. Has cambiado mucho… pero aún tienes estos ojos… —Se atrevió a tocarle la mandíbula y ella manoteó su mano inmediatamente.—No me toques. Estoy aquí meramente por cuestiones de trabajo. Y si piensas que vas a intimidarme porque eres el nuevo jefe, y que voy a salir corriendo, estás m