Daniela se despertó con un sobresalto cuando el murmullo de los empleados del McDonald’s comenzó a llenar el ambiente. La luz del amanecer entraba por los ventanales, bañando la ciudad con un tono dorado que contrastaba con la pesadez que sentía en el pecho. Su cuerpo dolía por la postura incómoda en la que había dormido, pero su mente estaba mucho peor.Víctor. La imagen de sus manos ensangrentadas, la satisfacción oscura en su mirada y el eco de los disparos aún vibraban en su cabeza. Daniela sintió que su estómago se revolvía de nuevo y tuvo que respirar hondo para no vomitar en medio del local.—¿Se encuentra bien, señorita? —preguntó una empleada, mirándola con preocupación.Daniela asintió con torpeza y se puso de pie rápidamente, como si quedarse allí más tiempo significara que alguien pudiera encontrarla. Sabía que tenía que actuar rápido. Su madre seguía en el hospital, y después de lo que había visto, tenía claro que Víctor no era alguien a quien pudiera pedir ayuda. No desp
Daniela parpadeó varias veces y notó que toda la familia Vanderbilt estaba delante de ella, a excepción de Víctor, con trajes negros muy finos, mientras ella vestía una ropa de hace dos días. Tenía el cabello enmarañado, y solo estaba esperando los minutos, para que la dejaran entrar a la sala donde prepararían a su madre para el funeral.El vacío era pesado de soportar, mientras su mente jugaba con ella. No sabía cómo, pero escuchaba los recuerdos de la voz de su madre, las risas, los momentos de enojo, o cuando su madre le celebró el cumpleaños en la escuela por primera vez.Sus ojos se sentían pesados y su alrededor era algo aturdido.Notó como Titus no despegaba los ojos de ella, y en un momento dado, se separó de las mujeres para venir a hablarle.—Esta es tu familia ahora, Daniela, le daremos una digna sepultura a tu madre, no lo dudes.Daniela intentó hablar, pero su garganta estaba seca. Su estómago se revolvió de furia e impotencia. No era su familia. Nunca lo sería. Y su mad
Daniela contuvo la respiración todo el tiempo mientras rebuscaba en los cajones del tocador de su madre. Sus manos temblaban con cada documento que pasaba rápidamente, temiendo que en cualquier momento alguien abriera la puerta y la descubriera. Su corazón latía tan fuerte que sentía que podía oírse en toda la mansión.Ella se levantó varias veces, se le cayeron algunas cajas, y en algún momento sintió que entraba en desesperación.—Ayúdame… ¿Dónde pusiste esos papeles? —sus ojos se nublaron.La sensación de su garganta era indescriptible, y luego fue al armario donde se detuvo al ver esa maleta vieja.Apretó los dientes con rudeza, era el único recuerdo de su pasado. No era una maleta bonita, pero por alguna razón, Marcela la había conservado.Se arrodilló ante ella y luego notó que estaba cerrado con un seguro. Allí estaba la posibilidad de usar unos códigos y se mordió la boca al pensar cuál sería la posibilidad.Eligió la fecha de nacimiento de su madre, la suya, y varias claves qu
Daniela estaba de pie frente al ataúd. La sala de la familia Vanderbilt estaba sumida en la penumbra, y el aroma de las flores mezclado con el barniz del ataúd le resultaba asfixiante y las náuseas se apoderaban de ella. La madrugada avanzaba lenta, y nadie más estaba allí. Todos se habían ido a descansar mientras Daniela no podía dejar de llorar.El silencio le permitía escuchar sus propios pensamientos. Su madre descansaba en paz, pero ella estaba atrapada en un infierno del que debía salir. No tenía tiempo, no tenía aliados, pero tenía un plan.Sacó su teléfono con dedos temblorosos y, sin dudarlo, pidió una pizza grande con pepperoni y extra queso. Dio la dirección de la mansión y colgó. Su corazón latía como un tambor de guerra cuando se acercó de nuevo al ataúd, deslizó la yema de los dedos sobre la madera y cerró los ojos.—Mamá… lo siento —susurró con un nudo en la garganta—. Aún no puedo creerlo… —susurró mientras las lágrimas mojaban la madera.Diez minutos después, una muje
El sol de Lisboa bañaba las calles, mientras Daniela caminaba por la acera con paso apresurado.—Siempre vamos corriendo —se quejó Mateo mientras ella frunció el ceño.—Y eso, es porque quieren dormirse tarde, cuando yo les digo que a las ocho y media ya deben ir a sus camas. Esto les dará más tiempo de levantarse temprano y ayudará a que estén listos a tiempo.—Pero no tenemos sueño a las ocho y media —Daniela torció los ojos y soltó el aliento cuando Adriano le llevó la contraria y les tomó de las manos para que se apresuraran.Siempre debía dejar su auto en el estacionamiento y caminar dos calles más para llevar a sus hijos al colegio antes de irse a trabajar, y todos los días, era un desafío.Adriano siempre le llevaba la contraria, mientras que Mateo parecía llevar el liderazgo de ambos, aunque habían nacido con solo segundos de diferencia. Ya se marcaba quién era el mayor.—Les dije a mis amigos que haría otra fiesta.Y en ese momento, Daniela se detuvo.—¿Qué fiesta?—Es que no
Daniela entró con una sonrisa a la sala de reuniones, pero se le borró inmediatamente cuando vio a uno de los altos gerentes y dueños de la empresa con el ceño fruncido, viendo algunos informes.Notó que Javier alzó la mano para mostrarle un asiento cerca de él, y se apresuró a tomar asiento.—Esto parece un velorio.Y Javier sonrió.—Parece que sus acciones bajaron. Tienen mucha expectativa en la exposición. No es fácil apostar miles de dólares. No son míos y me duele.Daniel miró al frente donde un grupo susurraba y todos estaban preparados para mostrar su mejor trabajo. Miró su reloj, eran las tres de la tarde, y sus rodillas no paraban de hacer movimientos. Sabía que iba a llegar demasiado tarde, e iba a decepcionar a sus hijos una vez más.—La exigencia es mayor porque vamos a lo grande. Estamos ofreciendo un nivel de excelencia que nos llena de orgullo, y esta exposición es fundamental para abrir nuevas puertas en el mercado. Realmente quiero felicitar al equipo de ciberseguridad
El fin de semana fue una verdadera escapada de la rutina para Daniela y los niños. Javier planeó un pícnic y Melissa se unió a ellos para el compartir. Decidieron disfrutarlo al máximo, alejándose de cualquier preocupación, solo hasta que llegó la hora de la comida.—Tenemos una actividad el jueves.—Pero no es para mamás… —Completó Adriano y Daniela miró a Melissa disimulando que aún no sabía nada.—¿De qué se trata? —le pasó un sándwich a su hijo y otro a Javier.—Es solo para padres. O sea, hombres —Mateo acentuó la palabra y Daniela sacudió sus manos llenas de pan, sin mirarlo a los ojos.—¿Ese día tendré que dejarlos con Melissa? —y se giró a la chica—. ¿Crees que puedes hacer un espacio en la mañana?—Creo que puedo, déjame comprobar mañana.—Gracias.—Pero no queremos quedarnos en casa, mamá. Todos los niños harán ese compartir con su padre.Daniela pasó un trago, y luego sirvió los jugos.—Míranos —el mandato de Adriano la estremeció, y ella tuvo que parpadear, mientras el mom
—¿Dónde está tu mochila?—La dejé aquí ayer…—¡Mateo, búscala, se nos hace tarde! —Daniela dejó a Mateo y luego colgó la mochila de Adriano, a la vez que miraba el reloj.Era demasiado tarde, y estaba desesperada.Entonces, fue a encender el auto, y cuando regresó, Mateo apenas se ponía sus tenis.—¡Dios, llegaré más tarde que siempre!—Mamá, creo que Adriano no se siente muy bien.Y Daniela achicó la mirada.—Adriano, no hoy… siempre lo haces.Adriano alzó los hombros, a veces parecía de menor ánimo cuando tenía mucho sueño y no quería ir a la escuela, así que Daniela lo conocía bastante bien cuando jugaba de esa forma.Casi a la fuerza los metió al auto y comenzó a hablarles mientras iba en camino hacia el colegio.—Por favor, por favor, no quiero quejas. Ayer tuve una nota de la maestra, Adriano, empujaste a un niño.Adriano iba enfurruñado.—Él me empujó primero, es un tonto.—¿Qué? —Daniela se estacionó y se dio la vuelta—. Llamar tonto a alguien no es correcto, niño.—Yo he dich