Alexa Brown siempre había sido una mujer dedicada, entregando todo su amor a su esposo y a sus gemelos. Su vida parecía perfecta hasta que su mundo se derrumbó. Su esposo la traicionó con otra mujer y, sin remordimiento, la echó de su casa, dejándola sola y desprotegida. En medio de su desesperación, Alexa busca ayuda para pelear por la custodia de sus hijos, pero nadie en la ciudad se atreve a enfrentarse a Ricardo Beltrán, el poderoso y despiadado hombre que controla todo. Una noche, el destino la lleva a un bar donde conoce a Elijan Morgan, un abogado infame, conocido por su habilidad para ganar cualquier caso, sin importar cuán corrupto o peligroso sea el cliente. —¿Quieres que tome tu caso? —le dijo Elijan con una sonrisa fría, mientras observaba a Alexa desde la barra—. Entonces tendrás que darme algo a cambio. Alexa, sintiendo que no tenía otra opción, lo miró con desesperación. —¿Qué... qué necesitas? —preguntó, su voz temblorosa. Elijan se inclinó hacia ella, sin dejar de sonreír. —Sé mi amante, Alexa. Y te prometo que no perderás a tus hijos. Con el corazón roto y sin alternativas, Alexa acepta el cruel acuerdo. Sabe que lo hace por el bien de sus gemelos, pero la decisión la atormenta. Elijan es un hombre frío y arrogante, que no muestra compasión, pero también es su única esperanza. —No creas que esto es más de lo que parece —dijo Elijan una noche, mientras la miraba fijamente—. Para mí, es solo un trato. Y tú cumplirás tu parte, igual que yo cumpliré la mía.
Leer másCuando llegué a la casa con Lorenzo, el ambiente estaba cargado. Su rostro reflejaba una mezcla de ira y frustración mientras me observaba con los brazos cruzados, caminando de un lado a otro como un animal enjaulado.—¿Qué demonios te pasa, Regina? —me increpó apenas crucé la puerta—. ¿Por qué permitiste que Michael estuviera cerca de Esme? ¿Qué clase de madre lo deja acercarse?—¡No lo permití! —respondí, apretando a Esme contra mi pecho—. Él nos encontró, Lorenzo. No tuve opción.Esme, en mi regazo, tiró suavemente de mi cabello mientras me miraba con curiosidad.—¿Dónde está mi papi, mami? —preguntó con esa inocencia que partía el alma—. Quiero verlo otra vez.Lorenzo giró bruscamente al escucharla, su mirada endureciéndose aún más.—¿Qué le dijo ese maldito a la niña? ¿Le llenó la cabeza con mentiras?—No lo entiendes, Lorenzo —dije, tratando de mantener la calma—. No puedo evitar que Esme quiera conocerlo. Michael es su padre.—¡Ese hombre no es más que un peligro para ambas! —g
Regina El trayecto al departamento fue interminable. Mi mente no dejaba de imaginar todos los escenarios posibles, cada uno más aterrador que el anterior. Cuando Lorenzo abrió la puerta de un golpe, lo que vi me dejó sin aliento. Esme estaba sentada en el suelo con Michael, jugando a la tacita de té. Su risa resonaba en la pequeña habitación, clara y alegre, como si no estuviera en medio de una guerra. Mi corazón dio un vuelco al verla tan tranquila, pero también sentí una ira incontenible al ver a Michael allí, como si nada hubiera pasado. —¿Te hizo algo, Esme? —preguntó Lorenzo con dureza, entrando al departamento con sus hombres detrás. Esme levantó la mirada hacia él, confundida pero tranquila. —No, es mi amigo. Me dijo que conoce a mami y a mi tío Elijan —respondió con inocencia, como si todo estuviera bien. —¡Baja esa arma, Lorenzo! —le grité al ver que levantaba su pistola, apuntando directamente al pecho de Michael. Michael, lejos de asustarse, se quedó sentado c
Regina Estaba completamente desesperada. No podía creer lo que estaba pasando. Ese miserable, Michael, se había llevado a mi hija. Conocía perfectamente la forma en que él actuaba. Sabía que jamás le haría daño a Esme; él no lastimaba a nadie, a menos que fuera estrictamente necesario, pero lo que me aterraba era lo que Lorenzo estaba dispuesto a hacer. Lo vi, como loco, dando órdenes a sus hombres. Buscarla por todos lados, matar a quien fuera necesario. Jamás lo había visto tan molesto, tan descontrolado. Yo sabía que Lorenzo era mafioso, pero nunca había sido testigo de algo tan violento. La idea de que matara a alguien me aterraba. No le tenía miedo a Lorenzo, pero sí temía lo que podría hacer en este estado. Algo en su furia me hacía cuestionar si estaba realmente haciendo lo correcto al estar a su lado. ¿Estaba del bando equivocado? ¿Habría sido más seguro estar con Michael? No lo sabía, pero en el fondo, algo me decía que no, que Michael no haría daño a Esme. Él no lo haría.
Michael Había enviado a mis hombres a vigilar la mansión de Lorenzo, observando cada uno de sus movimientos con precisión. Cuando lo vi salir, supe que era el momento adecuado. Lo seguí con mi equipo, decidido a tomar a Regina y escapar, pero algo cambió en el momento en que vi a la pequeña. La niña, con sus ojos tan similares a los míos, me hizo tomar una decisión impulsiva. ¿Cómo es posible que Regina haya ocultado esto? pensé, mientras la miraba con una mezcla de asombro y enojo. No me importaba si Lorenzo me perseguía; esa niña, esa pequeña rubia, era mía. La traje a un departamento oculto, lejos de los ojos de los demás. Estaba tan triste, tan aterrada, que no paraba de llorar. La escuchaba sollozar en mis brazos, y algo en mi pecho se apretaba. No puedes dejarla sola, Michael. A pesar de todo lo que había hecho, y lo que estaba por hacer, no quería que ella sufriera más. —Quiero a mami… —su voz temblorosa me golpeó, y sentí un nudo en la garganta. Me acerqué a ella, trat
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras miraba a Esme. Ella estaba allí, en mi regazo, con su cabecita apoyada sobre mi hombro, respirando pesadamente. Su fiebre no cedía, y cada vez que la tocaba, su cuerpo ardía. No podía permitir que siguiera así, pero el temor de no saber si Lorenzo me dejaría hacer lo que fuera necesario me carcomía. —Lorenzo, por favor, tienes que llevarla al doctor —le pedí con voz quebrada, sin poder ocultar la preocupación que me carcomía por dentro. La fiebre de Esme no parecía bajar, y yo no podía quedarme de brazos cruzados. Lorenzo, que hasta ahora siempre había estado tan tranquilo, me miró con esa mirada que me aterraba. Sabía que me estaba evaluando, calculando si debía ceder o si lo que yo pedía era una amenaza para su control. Finalmente, suspiró, como si le costara aceptar que algo fuera más importante que su orgullo. —No puedes sacarla de la casa, Regina. Sabes que no puedo permitirlo —respondió, su tono firme y autoritario. Parecía q
Regina Estaba completamente enojada por la imposición de Lorenzo. No podía casarme con él. Me encontraba jugando con Esme, la pequeña rubia, que no dejaba de reír fuerte. Sin embargo, en ese momento llegó Elijan, mi hermano. —¿Quién eres tú? —preguntó Esme, mirándolo con curiosidad. —Yo soy tu tío, Elijan —dijo él, con una sonrisa cálida en el rostro—. Y te quiero mucho, mucho. Esme lo observó por un momento, como si intentara comprender lo que él había dicho. Luego, con una expresión tímida, le sonrió. —Tío Elijan... —dijo ella, repitiendo sus palabras en un susurro, como si se estuviera acostumbrando a la idea. Elijan, viendo que la niña había comenzado a aceptar la relación, se agachó un poco para estar a su altura. —Sí, soy tu tío, y siempre te voy a cuidar, ¿vale? —le dijo con ternura. Esme asintió, sus ojos brillando con una inocencia que me hizo sonreír, aunque la situación seguía siendo difícil. Miré a Elijan, sabiendo que lo que pasara entre nosotros podría ca
Regina Llegué a la mansión, con Julia en mis brazos, que no dejaba de suplicar, su voz llena de angustia mientras intentaba zafarse de mi abrazo. La escena era como una mezcla de confusión y desesperación. Cada vez que me miraba, podía ver el miedo en sus ojos, el temor de lo que estaba por venir. —Suéltame, Regina —rogaba, su tono quebrado, como si supiera que lo que pasaba era inevitable y no quería enfrentarlo. La miré, viendo cómo luchaba por liberarse, y aunque una parte de mí sentía un dolor inexplicable por tener que hacer esto, otra parte sabía que no había vuelta atrás. —Tranquila, no te haré daño por ahora. —le respondí, intentando mantener la calma, pero mi voz temblaba ligeramente. Lorenzo me observaba en silencio, con una expresión que reflejaba orgullo, como si todo esto fuera parte de un plan que él había previsto. Pero su mirada también tenía algo de frialdad, algo que me incomodaba profundamente. Sabía que, a pesar de su aparente calma, él también estaba tratand
Michael Foster. Aún no puedo creer que se llevaron a Elijan. Estoy completamente enojado, mi mejor amigo está en peligro. No puedo quedarme tranquilo sabiendo que está en manos de esos malditos. En este momento me encuentro llegando a mi casa, después de haber recorrido toda la ciudad buscando alguna pista. Cada minuto me parecía una eternidad, y aún no podía creer que Lorenzo, ese miserable, tuviera a Elijan bajo su control. No puedo permitir que se salga con la suya, así que estoy planeando entrar a su mansión, cueste lo que cueste. Pero al regresar a mi casa, lo que encontré me hizo detenerme en seco. Al abrir la puerta, los gritos y el caos eran palpables. Mis escoltas estaban muertos, la casa estaba desordenada. Cada paso que daba era más pesado que el anterior. Saqué mi arma, la empuñé con fuerza mientras mis ojos escaneaban la habitación. Cinco hombres enmascarados, con rifles y pistolas, estaban en el salón. Y ahí, en el centro de todo, estaban mis hermanas. Estaban am
Me dirigí rápidamente a Lorenzo, quien estaba sentado en el suelo, intentando recuperar el aliento. El sonido de su respiración entrecortada me preocupó aún más, pero, gracias a Dios, noté que llevaba puesto el chaleco antibalas. Con manos temblorosas, me acerqué y le desabotoné la camisa con rapidez. —¿Estás bien, mi amor? —pregunté, mi voz cargada de miedo, mientras lo observaba de cerca. Su rostro, aunque pálido, parecía aliviado por el chaleco. —Sí... y sígueme diciendo así... —respondió, con una sonrisa cansada, intentando bromear, pero no podía ocultar la fatiga que reflejaba en sus ojos. Lorenzo, aún un poco seductor en su tono, hizo una broma, pero yo no estaba en humor para reír. Estaba demasiado preocupada. —Lorenzo, necesito encontrar a Elijan. No puedo quedarme tranquila sabiendo que está aquí.... —dije, mi mente llena de la imagen de Elijan en peligro. Él me miró con firmeza, su voz se volvió más grave, casi imponente. —Regina, escúchame bien. Tú vete a casa,