La propuesta de Elijan

Elijan Morgan

Había sido un día completamente agotador. Tuve una audiencia, pero finalmente logré ganar, como siempre. Desde que terminé la carrera, no había perdido un solo juicio. La verdad era que no me importaba una m****a si mis clientes eran culpables o inocentes; lo único que realmente me importaba era el resultado. Solo tenía dos reglas: no defendía a hombres que abusaran o maltrataran a niños, ni a aquellos que abusaran de mujeres. Si no hacían nada de eso, no me importaba si eran narcotraficantes o lo que fuera; los dejaría libres.

Después de un día así, me dirigí al bar que quedaba cerca de mi despacho. Era mi refugio, un lugar donde podía relajarme y disfrutar de un trago bien servido. Aquí, el ambiente siempre estaba cargado de risas y conversaciones animadas, y el barman sabía exactamente cómo prepararme mi whisky favorito

Estaba sentado en la barra, sorbiendo mi bebida, cuando noté que una mujer se acercaba. Era de cabello ondulado, una mezcla entre rojo y café que caía en suaves ondas sobre sus hombros. Sus ojos, una combinación hipnótica de gris y verde, brillaban con una intensidad que captó mi atención de inmediato. Era la clase de mujer que llamaba demasiado la atención, y no podía evitar pensar que me la follaría sin dudarlo.

—Hola, ¿puedo sentarme aquí? —preguntó, su voz suave y persuasiva, compitiendo con el murmullo del bar.

—Por supuesto —respondí con una sonrisa arrogante, sintiéndome en control—. Pero ten cuidado, no estoy de humor para charlas triviales.

Ella frunció el ceño, pero no se dejó intimidar. Podía sentir la desesperación en su mirada; sabía que venía a buscar algo.

—Escuche, licenciado Morgan, necesito su ayuda —suplicó, acercándose un poco más, como si intentara cerrar la distancia entre nosotros—. Soy Alexa Brown la ex esposa de Ricardo Beltrán y él me ha quitado a mis hijos. Necesito tu ayuda.

Solté un bostezo, ignorando la seriedad de su situación. La verdad es que su desesperación no me conmovía.

—Bien, preciosa, saca una cita con mi secretaria —dije, sin siquiera mirarla a los ojos.

—Es que no tengo dinero para pagarle... —replicó, su voz llena de frustración.

Solté una risa burlona, disfrutando del espectáculo. Ella estaba furiosa, y eso me fascinaba.

—¿Y qué me darías a cambio? —pregunté, arqueando una ceja con desdén—. Porque, sinceramente, no veo por qué debería mover un dedo por una mujer como tú.

Se quedó en silencio un momento, la incredulidad y el enojo grabados en su rostro. Pude ver cómo la rabia comenzaba a burbujear en su interior. Entonces, me acerqué un poco más, con un tono provocador:

—Tal vez podrías hacer algo más... interesante que simplemente hablar. Digo, ¿qué te parece acompañarme a mi departamento?

Alexa frunció el ceño, claramente indignada.

—¡No soy ninguna cualquiera! —dijo, alzando la voz, como si mi insinuación le hubiera golpeado el orgullo—. No puedes pedirme algo así.

Me eché a reír, disfrutando de su reacción. Me encantaba cuando intentaban resistirse. Siempre terminaban cayendo ante mí.

—Cariño, no pareces tener muchas opciones —le dije, mi tono goteando sarcasmo—. No te va a costar mucho trabajo. Unas cuantas horas de placer y te prometo que la pasarás muy bien. No estoy pidiendo matrimonio, solo un pequeño... intercambio.

Pude ver cómo la duda cruzaba su rostro. No era una mujer tonta, y sabía que la tenía arrinconada. Dudó durante unos minutos, mordiéndose el labio, claramente sopesando la oferta.

—¿Solo sería una vez? —preguntó finalmente, casi en un susurro, tratando de aferrarse a algún vestigio de control.

Me incliné hacia ella, mi sonrisa cínica nunca desapareciendo.

—Que te quede claro, cariño. Las reglas las pongo yo —respondí con calma, mis ojos fijos en los suyos—. Si decido que es una vez o mil veces, será como yo diga. No te hagas ilusiones de tener algún tipo de control aquí.

Alexa me miró con una mezcla de furia y desesperación. Sabía que la había atrapado, y aunque me fascinaba verla resistirse, al final, todo era cuestión de tiempo.

Reí fuerte, disfrutando de la situación.

—Muy bien, lo haré, pero no estaré con usted antes de ver a mis hijos.— Advierte ella.

—¿De verdad crees que puedes poner condiciones? —le dije, con un tono de burla—. Las reglas, al cien por ciento, las pongo yo.

Alexa apretó los labios, claramente furiosa, pero sabía que estaba atrapada. Le di un vistazo rápido, saboreando el poder que tenía sobre ella. Había algo en su lucha, en esa desesperación por sus hijos, que me resultaba demasiado entretenido.

—Así que, ¿quieres ver a tus hijos? —mi tono cambió, ahora más frío y cruel—. Perfecto. Entonces, te veré mañana en mi oficina. Por lo pronto, esta misma noche quiero sexo. No me hagas perder el tiempo, Alexa.Lárgate ahora.

Ella no dice nada y se marcha completamente molesta.

Ya estoy harta de estar con las zorras que contrato quiero una amante formal y ella no está nada mal. Además será muy divertido pegarle a Ricardo Beltrán en su estúpido ego.

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