Su prisionera

Me desperté temprano, con el cuerpo adolorido por lo que había sido una noche intensa. Intenté moverme de la cama con cuidado, pero antes de que pudiera siquiera levantarme, sentí su mano firme agarrándome de la cintura.

—¿A dónde mierda crees que vas? —su voz ronca me detuvo.

—Iba por el desayuno... —murmuré, aún medio adormilada.

—Primero yo quiero mi desayuno —dijo con esa arrogancia que me hacía estremecer.

Elijan tiró de la sábana, dejándome completamente expuesta, y sin necesidad de más palabras, giré automáticamente, levantando mi trasero hacia él. Sentí su aliento caliente en mi cuello mientras me susurraba con una posesividad abrasadora.

—Eres mía... —susurró, entrando en mí con fuerza una y otra vez, marcando cada embestida con esas palabras que se repetían en mi oído, grabándose en mi piel.

No podía hacer otra cosa que aferrarme a las sábanas mientras su cuerpo me reclamaba de nuevo.

El ritmo de sus movimientos era frenético, cada embestida más intensa que la anterior. Mis
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