¿Que le paso a mis hijos?

Elijan me había llevado a su oficina. No entendía qué quería, pero el ambiente se tornaba cada vez más cargado de tensión. Sin previo aviso, comenzó a besar mi cuello con intensidad, sus labios cálidos dejaban un rastro de escalofríos que recorrían mi cuerpo. Sostenía mi cintura con fuerza, como si temiera que me escapara, y yo sentía la lucha interna entre el deseo y la desconfianza.

—¿Qué estás haciendo? —logré preguntar, mi voz temblando entre la mezcla de placer y confusión.

Él detuvo su acción un instante, su aliento caliente aún acariciando mi piel. Sus ojos verdes oscuros se encontraron con los míos, y había algo en su mirada que me desarmaba. Era como si viera más allá de mis defensas, como si quisiera que me entregara por completo.

Él sin responder nada me besó con intensidad, devorando mis labios, y luego me levantó, empujándome contra su escritorio. Mis manos quedaron apoyadas sobre la madera pulida, el frío del material contrastando con el calor que emanaba de él. Sentí
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