Me desperté temprano, con el cuerpo adolorido por lo que había sido una noche intensa. Intenté moverme de la cama con cuidado, pero antes de que pudiera siquiera levantarme, sentí su mano firme agarrándome de la cintura.—¿A dónde mierda crees que vas? —su voz ronca me detuvo.—Iba por el desayuno... —murmuré, aún medio adormilada.—Primero yo quiero mi desayuno —dijo con esa arrogancia que me hacía estremecer.Elijan tiró de la sábana, dejándome completamente expuesta, y sin necesidad de más palabras, giré automáticamente, levantando mi trasero hacia él. Sentí su aliento caliente en mi cuello mientras me susurraba con una posesividad abrasadora.—Eres mía... —susurró, entrando en mí con fuerza una y otra vez, marcando cada embestida con esas palabras que se repetían en mi oído, grabándose en mi piel.No podía hacer otra cosa que aferrarme a las sábanas mientras su cuerpo me reclamaba de nuevo.El ritmo de sus movimientos era frenético, cada embestida más intensa que la anterior. Mis
—¿Qué mierda te pasa? —preguntó Elijan con brusquedad mientras ambos estamos en el sofá. Su cuerpo estaba relajado, pero su voz cortante dejaba claro su irritación. Yo estaba sentada junto a él, mantenía una expresión seria, con los labios apretados y la mirada perdida. No podía evitarlo.—Nada —respondí en un susurro, sintiendo cómo la tensión crecía dentro de mí.Elijan bufó con exasperación y se recostó en el sofá, cruzando los brazos sobre el pecho. Su tono de voz, aún más áspero, cortó el aire entre nosotros.—Alexa, he venido del trabajo agotado, y no me gustan las caras largas. Estás aquí para satisfacerme —dijo con indiferencia, como si no importara lo que yo sentía.Cerré los ojos por un segundo, intentando contener el dolor que sus palabras me causaban. Han sido días sin ver a mis hijos, y yo ya no sabía cuánto más podía soportar. Mi corazón se desgarraba de la angustia, pero tenía que permanecer fuerte... o al menos aparentarlo.Elijan, sin previo aviso, me arrojó su teléfo
Aún no sé cómo tuve el valor de hacerlo. El miedo y la desesperación me impulsaron mientras ataba las cortinas con manos temblorosas, tratando de que quedaran lo suficientemente firmes para soportar mi peso. Sabía que si me descubría, no habría vuelta atrás. Respiré hondo, intentando calmar el temblor en mis piernas antes de comenzar a descender por la ventana. Cada centímetro que bajaba, sentía el vértigo mezclado con la urgencia.Cuando por fin llegué al suelo, mis manos estaban adoloridas y el corazón me latía desbocado, pero no podía detenerme. Me deslicé por una ventana abierta de un departamento vacío, mi cuerpo cayendo con torpeza al interior. Me levanté rápidamente, mirando alrededor con los nervios a flor de piel, pero no había nadie. Gracias a Dios.Sin perder más tiempo, salí del departamento y corrí lo más rápido que pude, sintiendo el aire frío golpearme en la cara. Las calles eran un borrón mientras me alejaba del edificio, mi único pensamiento era llegar a mi hijo. Leva
Estaba completamente molesta en el patrullero, sintiendo cómo la frustración y la rabia burbujeaban en mi interior. Sin embargo, de repente, la patrulla se detuvo y una camioneta se acercó rápidamente. Observé con incredulidad cómo Elijan se acercaba a uno de los oficiales, mientras otro me quitaba las esposas. La sensación de libertad me invadió, pero aún no podía creer lo que estaba sucediendo. Elijan, con una mirada intensa, le entregó un fajo de billetes a uno de los policías. Mi corazón latía desbocado, preguntándome qué demonios estaba pasando. —¡Estás loca, Alexa! —me gritó, su voz llena de desesperación y enfado. —¿Qué haces aquí? —dije, tratando de entender la situación. Mi mente estaba en un torbellino de confusión y miedo—. No entiendo nada. —No tengo tiempo para responder preguntas estúpidas —replicó, apretando los dientes con tensión—. Escúchame bien: tú jamás estuviste en la mansión Beltrán esta noche, ¿entendido? ¿Evitaste las cámaras al entrar, verdad? Asentí
Cuando desperté, la luz del sol se filtraba a través de las cortinas, creando un cálido resplandor en la habitación. Miré a Elijan, aún dormido, y decidí que era el momento perfecto para intentar suavizar un poco la tensión entre nosotros. Después de todo, anoche él me había sacado de un gran lío, y quería mostrarle mi agradecimiento. Me vestí solo con su camisa, que me quedaba holgada y me daba una sensación de cercanía. La tela olía a él, y por un momento, me sentí segura. Me dirigí a la cocina y me puse a preparar su desayuno: café negro, fuerte, como a él le gustaba, y un pastel que había horneado la noche anterior. Mientras los aromas envolvían la cocina, una parte de mí se sentía bien, como si estuviera volviendo a una normalidad que había perdido. Con la bandeja en mano, subí a la cama y me acomodé a su lado. Su respiración era tranquila, casi hipnótica. Decidí aprovechar el momento. Me subí suavemente sobre él y comencé a dejar suaves besos en su cuello, sintiendo su piel
Elijan me había pedido que pasara por su oficina cerca del mediodía. Era un día soleado, pero yo solo sentía un nudo en el estómago, ansiosa por la charla que tendríamos sobre lo que debía declarar en la audiencia por la custodia. Sabía que necesitaba su apoyo, pero también temía lo que pudiera suceder en esa conversación. Cuando llegué a su oficina, tomé un respiro profundo antes de entrar. La puerta estaba entreabierta, y decidí asomarme, esperando encontrar a Elijan preparado para discutir los detalles legales. Pero lo que vi me dejó paralizada. La mujer pelirroja estaba sentada sobre su escritorio, sus piernas envueltas alrededor de él mientras él la sostenía con fuerza mientras tenían sexo. Elijan me miraba desde la puerta de su oficina, con esa sonrisa cínica que ahora me resultaba insoportable. Claro, todo tenía sentido ahora. La última vez que vine, su secretaria me había tratado con una frialdad que no entendí en su momento. Pensé que era solo otra empleada arrogante, pe
—¿Qué mierda es esto? —gruñó entre dientes, su voz baja pero cargada de una violencia apenas contenida. Intenté retroceder, pero no había escapatoria. Estaba acorralada, y la energía en la habitación se sentía como una tormenta a punto de estallar.—Es solo un mensaje... no tiene importancia —traté de explicar, aunque mi voz temblaba. Sabía que cualquier cosa que dijera lo enfurecería más.Él no escuchaba. Sus ojos verde esmeralda estaban clavados en la pantalla, y su mandíbula se tensaba cada vez más. En un arrebato, lanzó mi celular contra la pared con tanta fuerza que el sonido del impacto resonó en todo el departamento. Mi corazón dio un vuelco.—¿Raegan Stavros? ¿De verdad, Alexa? —su voz, aunque baja, era peligrosa—. Ese imbécil, mejor amigo de tu querido ex. ¡Me estás tomando el pelo!No pude evitar temblar, el miedo comenzando a instalarse en mi pecho. Él avanzó hacia mí, acortando la distancia en cuestión de segundos, y antes de que pudiera moverme, sus manos me agarraron po
Estaba completamente molesta. Mi cuello, marcado por las huellas de anoche, era un recordatorio doloroso de lo que había sucedido, y me encontraba frente al espejo, maquillándome con esmero para disimular las evidentes marcas. Sabía que Elijan seguía furioso conmigo, y el pensamiento de su ira me llenaba de ansiedad. Sin embargo, eso no impidió que anoche me tomara cuantas veces se le dio la gana, sin importarle mi cansancio o mis sentimientos. Me sentía como un objeto en su posesión, y esa sensación era insoportable. Suspiré con frustración, dejando caer el lápiz labial sobre la mesa. Después de todo, tenía que seguir con mi día, como si todo estuviera bien. Me tomé la pastilla anticonceptiva que había comprado el día anterior. Ese desgraciado jamás se cuida, pensé con amargura. Si fuera por él, ya tendría otro par de mellizos, o peor aún, trillizos. La idea de ser madre de más hijos en esta situación me resultaba aterradora. Al levantarme de la cama, decidí que necesitaba despej