Estaba completamente molesta. Mi cuello, marcado por las huellas de anoche, era un recordatorio doloroso de lo que había sucedido, y me encontraba frente al espejo, maquillándome con esmero para disimular las evidentes marcas. Sabía que Elijan seguía furioso conmigo, y el pensamiento de su ira me llenaba de ansiedad. Sin embargo, eso no impidió que anoche me tomara cuantas veces se le dio la gana, sin importarle mi cansancio o mis sentimientos. Me sentía como un objeto en su posesión, y esa sensación era insoportable. Suspiré con frustración, dejando caer el lápiz labial sobre la mesa. Después de todo, tenía que seguir con mi día, como si todo estuviera bien. Me tomé la pastilla anticonceptiva que había comprado el día anterior. Ese desgraciado jamás se cuida, pensé con amargura. Si fuera por él, ya tendría otro par de mellizos, o peor aún, trillizos. La idea de ser madre de más hijos en esta situación me resultaba aterradora. Al levantarme de la cama, decidí que necesitaba despej
Elijan me había llevado a su oficina. No entendía qué quería, pero el ambiente se tornaba cada vez más cargado de tensión. Sin previo aviso, comenzó a besar mi cuello con intensidad, sus labios cálidos dejaban un rastro de escalofríos que recorrían mi cuerpo. Sostenía mi cintura con fuerza, como si temiera que me escapara, y yo sentía la lucha interna entre el deseo y la desconfianza. —¿Qué estás haciendo? —logré preguntar, mi voz temblando entre la mezcla de placer y confusión. Él detuvo su acción un instante, su aliento caliente aún acariciando mi piel. Sus ojos verdes oscuros se encontraron con los míos, y había algo en su mirada que me desarmaba. Era como si viera más allá de mis defensas, como si quisiera que me entregara por completo. Él sin responder nada me besó con intensidad, devorando mis labios, y luego me levantó, empujándome contra su escritorio. Mis manos quedaron apoyadas sobre la madera pulida, el frío del material contrastando con el calor que emanaba de él. Sentí
Elijan me llevó a un restaurante elegante, y la incomodidad era palpable. Estaba demasiado preocupada por mis hijos y este hombre me lleva a un restaurante. Es increíble. Cuando llegamos, la decoración era ostentosa, con candelabros brillantes y mesas impecablemente arregladas, pero nada de eso podía calmar mi malestar. Mis pensamientos volaban a mis hijos. Necesitaba verlos, necesitaba tenerlos cerca. De repente, al girar la cabeza, vi una figura familiar en una esquina del restaurante. Mis pequeños, Rubí y Remo, estaban allí, riendo y jugando con su nana. Sin pensarlo, me levanté de la mesa y corrí hacia ellos, dejando atrás a Elijan. —¡Mis bebés! —grité, arrodillándome para abrazarlos con todas mis fuerzas. Sus risas llenaron el aire, y la sensación de sus pequeños cuerpos contra el mío era como un bálsamo para mi alma herida. —¡Mami! —gritaron al unísono, sus ojos brillando de felicidad al verme. —Los extrañé tanto, mis amores —dije, sintiendo las lágrimas de alegría bro
En este momento me encuentro en el departamento, los niños están corriendo por todos lados, llenando el espacio con su energía desbordante. Su nana los dejó conmigo en el restaurante y se marchó, dejándome con estos pequeños demonios que parecen tener un talento especial para causar caos.Mientras trato de organizarme, puedo observar la cara de Elijan, que refleja una mezcla de frustración y enojo mientras ambos corren y suben las escaleras riendo a carcajadas. Él ordenó que preparen un cuarto para ellos dos, y su paciencia se agota con cada segundo que pasa.—¡Alexa, deberías hacer algo para controlarlos! —grita, exasperado, mientras uno de los niños casi se lanza de un escalón a otro.—¿Y tú qué esperabas? —respondo con una risa burlona—. ¿Que se comporten como adultos? Son niños, Elijan, ¡déjalos ser felices!Su mirada se oscurece al escuchar mi comentario, y puedo ver cómo se esfuerza por mantener la calma.— Remo y Rubi , vengan aquí... —les digo a los dos, y ellos se acercan ráp
Elijan Morgan No sé en qué demonios estaba pensando cuando acepté que esos dos mocosos, Rubí y Remo, pasaran el fin de semana en mi departamento.Ha sido un completo infierno. Rubí, la niña, me recuerda tanto a mi hermana menor. Esa mirada dulce, esos ojos grandes y brillantes. Es demasiada hermosa e idéntica a Alexa. No puedo evitar sentir un poco de ternura por ella. Cuando sonríe, se me hace un nudo en la garganta, odio recordar a mi hermanita, lo odio. Pero el maldito de su hermano, Remo... no lo soporto. Cada vez que lo veo, siento una mezcla de irritación y celos. Es tan insolente, con esa sonrisa burlona y su forma de caminar como si el mundo le perteneciera. Lo peor es que a Alexa se le ilumina el rostro cada vez que él está cerca. La manera en que lo mira, como si fuera lo más precioso de su vida, me consume. Puedo ver lo mucho que significa para ella y eso... me carcome por dentro. Ahora, mientras Alexa se está duchando, ese pequeño demonio está corriendo por mi sala,
Cuando se fueron mis hijos, sentí un vacío profundo que me consumía por dentro. La casa estaba en silencio, y el eco de sus risas aún resonaba en mi mente, haciéndome sentir más sola. Me dolía tanto no volver a verlos durante días, la ausencia de sus pequeñas voces me rasgaba el alma. Anoche no deje de llorar, pero a Elijan no le importo y termino tomándome sin ninguna contemplación, me hace sentir como un pedazo de carne que no tiene sentimientos. Cuando me levanté de la cama, cada parte de mi cuerpo dolía, recordándome la intensidad de la noche anterior. Me dirigí al cajón para buscar mis pastillas anticonceptivas, pero no estaban donde las había dejado. La preocupación empezó a asomarse en mi mente. Justo en ese momento, Elijan regresó, envuelto en una bata que dejaba entrever su figura musculosa. Se acercó y me agarró de la cintura, atrayéndome hacia él con una mezcla de firmeza y ternura. —¿Qué ocurre? —pregunté, sintiendo una mezcla de nervios y deseo. —No encuentro mis past
Sentía que la rabia me invadía por la actitud desafiante de Alexa. Había cruzado una línea que no debía haber cruzado, y estaba decidido a hacerla pagar. Pero a pesar de mi enojo, no podía permitirme faltar a la cena con los Foster. No podía arriesgarme a perder el apoyo de una de las familias más influyentes del país, especialmente de Michael o Mike, quien se había convertido en un hermano para mí desde hace años. Su familia era como la mía, y necesitaba mantener esa conexión. Él es mi único amigo y mi más grande apoyo. Al llegar a la elegante casa de los Foster, la atmósfera era cálida y acogedora, pero apenas podía concentrarme en las conversaciones que me rodeaban. Mi mente seguía volviendo a Alexa, a su desobediencia, a cómo había intentado modificar el vestido que le envié. Todo eso me sacaba de quicio. Mientras saludaba a los demás invitados, mis ojos se encontraron con los de Paulina, la prima de Michael. Era morena, con una sonrisa deslumbrante y esa confianza innata qu
Alexa Brown Me desperté muy desconcertada porque me di cuenta de que Elijan no regresó a dormir. No sabía qué pensar; sé que anoche discutimos, pero él jamás ha faltado a dormir en este mes en el que vivimos juntos. Me levanté temprano, tomé las llaves de la casa y salí del departamento. Me dirigí a la empresa de los Stravos, donde Raegan me había pedido que lo buscara, pero Elijan me había encerrado. Me acerqué a la recepcionista, y ella me anunció. Allí vi al hombre de cabello oscuro y ojos azules intensos. Él me miró con seriedad, como siempre lo ha hecho. Al entrar, sentí cómo los nervios se instalaban en mí al ver a Raegan, serio y distante. Parecía juzgarme desde el momento en que me crucé con su mirada intensa, tan distinta de la calidez que había conocido en él antes. —¿Alexa? —preguntó, mirándome con frialdad—. De verdad quería ayudarte a conseguir trabajo, pero me has decepcionado .Ayer había una vacante en la empresa de publicidad de mi socio, pero ya perdiste la opor