Tengo un problema. Estoy obsesionado con su apariencia, obsesionado con su forma de vestir. La forma en que habla de sus intereses favoritos. La forma en que sonríe cuando la elogio. Cuando sabe cuánto la deseo... Imaginando que agarró sus pechos, su cintura, su cuello. Simplemente cada parte de ella que no puedo resistir la tentación de tocar. Gimotea, lloriquea, hazlo todo mientras dices mi nombre mientras lo haces. Eres mía...
Leer másAnfisa estaba en su habitación, de pie frente al enorme espejo de cuerpo entero. La tenue luz de la lámpara de su tocador iluminaba el espacio con un resplandor dorado, reflejándose en los brocados de las cortinas y en los muebles de madera oscura. A su alrededor, las bolsas de compras estaban apiladas sobre la cama, un recordatorio de la tarde que había pasado con Thomas. Con los dedos recorrió la tela satinada de la lencería blanca que había escogido en secreto. Era delicada, con un corsé ajustado que marcaba su cintura y una falda corta que caía con una gracia casi inocente. Las ligas a juego descansaban sobre sus muslos, esperando ser colocadas. No era vulgar ni descarada, pero había algo en la prenda que la hacía sentir… diferente. Se miró en el espejo y se obligó a no apartar la vista. Últimamente, había notado feliz la forma en que Thomas la observaba. No con la mirada analítica de él o la protección de un tutor. Era otra cosa. Algo contenido, intenso, como si en cualquie
El golpe en la espalda le quitó el aire. Thomas apenas tuvo tiempo de girarse antes de que otro impacto lo derribara por completo contra el suelo. El concreto frío y áspero le rasgó la piel bajo la tela de su camisa, y el olor a lluvia reciente mezclado con humo de escape impregnaba el aire. No había sido un error. La había subestimado. Todavía con el cuerpo tenso por la caída, sintió el peso sobre él antes de ver su rostro. Era una mujer joven, de piel pálida con un matiz nacarado que resaltaba bajo la luz tenue de las farolas. Sus facciones eran finas, con pómulos altos y una mandíbula suavemente esculpida, pero lo que más llamaba la atención eran sus ojos: grandes, de un azul gélido que destellaba con una mezcla entre diversión y peligro. Su boca, de labios carnosos y perfectamente delineados con un rojo profundo, se curvó en una sonrisa pícara mientras se inclinaba sobre él, dejando caer mechones de su cabello rubio platino. No era completamente liso; se deslizaba en ondas s
El comedor estaba tranquilo, iluminado por la luz cálida de la lámpara colgante. Henry servía el té con la precisión de siempre, su presencia aportando un aire de calma a la habitación. Anfisa jugueteaba con el borde de su servilleta, su mirada bajando a su plato sin apenas tocar la comida. Se mordió el labio, respirando hondo antes de atreverse a hablar. “Um… Thomas.” Su voz salió más baja de lo que esperaba. Se aclaró la garganta y lo intentó de nuevo. “¿Puedo salir esta tarde? Quería ir a un salón.” Thomas dejó su taza sobre el platillo con un suave clink, alzando la vista hacia ella. Sus ojos dorados brillaban con curiosidad. “¿Un salón?” repitió con calma, llevándose una mano a la barbilla. “¿Algo en especial?” Anfisa se removió en su asiento, sintiendo un leve calor subirle a las mejillas. Se llevó un mechón de cabello tras la oreja, sin mirarlo directamente. “Solo… quería hacerme un cambio.” Henry, que estaba sirviendo más té, alzó ligeramente una ceja pero no dijo
Thomas sentía el calor de su cuerpo como un veneno dulce recorriendo su piel. Anfisa estaba sentada en su escritorio, con las piernas ligeramente abiertas, dejándolo entre ellas como si su presencia ahí fuera natural. Pero no lo era. Nada de esto lo era. El peso de su mirada sobre él era insoportable. Sus labios estaban entreabiertos, húmedos, listos para tentar. Y cuando se inclinó, con torpeza, con inocencia disfrazada de atrevimiento, Thomas sintió que algo dentro de él se rompía un poco más. No debía estar disfrutando de esto. No debía sentir la necesidad cruda y voraz que le recorría el cuerpo. Pero ahí estaba, clavada en su carne como una maldita espina. No la tocó. No se permitió hacerlo. Sus manos permanecieron a sus lados, convertidas en puños de puro autocontrol. El roce de sus labios era suave, indeciso. Como si estuviera explorando, como si estuviera aprendiendo. Y eso lo mataba más que cualquier otra cosa. Era virgen. No solo en el sentido carnal, sino en todo.
¿Cómo logró Christian Grey reconocer su amor por Anastasia Steele? Celos. No fue la ternura, ni las largas conversaciones, ni siquiera la conexión carnal lo que lo hizo caer en cuenta de lo que sentía. Fueron los celos. Fue verla con otro hombre, verla sonreír, coquetear, alejarse de su control lo que lo llevó al límite. Anfisa cerró el libro sobre su regazo, sus dedos recorriendo la cubierta con lentitud. La teoría era sencilla. Si Thomas no la veía como una mujer, si la apartaba, si la ignoraba como lo había estado haciendo las últimas semanas, entonces solo había una forma de sacarlo de su fría indiferencia. Hacer que la deseara. No como su hija adoptiva. No como la jovencita inexperta que él creía que debía proteger. Como mujer. Y para eso, necesitaba despertar algo más fuerte que el deber o la moral. Celos. A través de la ventanilla del auto, su reflejo la observó con la misma determinación que latía en su pecho. La ciudad pasaba en un desfile de luces doradas y
¿Estaba soñando de nuevo?La tenía contra la estantería del estudio, atrapada entre su cuerpo y la madera oscura, con su respiración entrecortada mezclándose con la de él. Anfisa estaba tan cerca que podía sentir sus pechos rozando su torso con cada tembloroso respiro. No llevaba sostén, lo supo en el instante en que su cuerpo chocó contra el suyo y ese maldito detalle lo estaba volviendo loco. Thomas intentaba contenerse, sus manos firmes en los hombros de ella, un agarre que no sabía si pretendía apartarla o sujetarla aún más. Sus dedos se crispaban, queriendo deslizarse por sus brazos, bajar a su cintura, sentir la suavidad de su piel bajo sus palmas. Pero no. Los labios de Anfisa se movieron con torpeza sobre los suyos, desesperados, ansiosos, como si estuviera intentando seguir un ritmo que apenas estaba descubriendo. Era atrevida, sí, pero inexperta, y eso lo desesperaba más que cualquier otra cosa. Su respiración era errática, sus manos temblaban ligeramente mientras
Pasaron un par de días y Anfisa aún no se atrevía a abrir el libro de nuevo. Lo había dejado sobre su mesita de noche, como si al hacerlo pudiera ignorar las preguntas que revoloteaban en su cabeza. Pero esa noche, con el silencio cubriendo la casa y la tenue luz de su lámpara encendida, sus dedos lo buscaron casi por inercia. Abrió las páginas y dejó que sus ojos se deslizaran por las palabras, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza mientras la historia se volvía más y más intensa. Había leído novelas románticas antes, pero esto… esto era diferente. No eran solo besos y miradas furtivas. No era la tímida exploración del amor juvenil. Eran palabras directas, describiendo deseos y sensaciones que jamás se había permitido imaginar con claridad. ¿Thomas… deseaba esto? El pensamiento la golpeó con fuerza. Su estómago se revolvió, una mezcla de curiosidad, vergüenza y algo que no sabía nombrar. Thomas no estaba en edad de romances dulces e inocentes como los que ella solía imag
Ella gimió débilmente mientras se aferraba a sus grandes brazos y pequeñas lágrimas salieron de sus ojos, fue un balanceo lento pero profundo.Thomas se movió lentamente, cada embestida medida y deliberada, sus manos agarrando sus caderas con fuerza. Podía sentir sus paredes apretándose a su alrededor, su cuerpo respondiendo a su toque incluso mientras las lágrimas se filtraban por las comisuras de sus ojos. Se inclinó, presionando su frente contra la de ella, su aliento caliente contra su rostro. Se sentía tan extasiado, como si estuviera drogado, que apenas pudo resistirse.Se sentía tan jodidamente bien pero mal al mismo tiempo, estar encima de ella, sentirla aferrarse a él fuertemente era el paraíso, pero sentía que la estaba violando, quería parar pero no podía.Ella ahogó sus gemidos mientras se aferraba más fuerte a él, su peso aplastándola contra la enorme cama y las sábanas enredándose con ellas con cada movimiento, sollozaba en medio de tantas emociones y sensaciones abrumad
Anfisa lo escuchó salir del auto de un portazo, luego del beso, ambos habían subido al auto para irse del lugar y no habían dicho nada más, ni siquiera habían tocado el tema de la discusión y mucho menos del beso, el silencio había sido incómodo ya que él había manejado como un loco y ella solo podía pensar en rezar para que no hubiera un accidente. Cuando llegaron y él salió del auto a toda prisa, ella solo lo vio alejarse mientras Henry salía de la mansión y Thomas le entregaba las llaves. Henry inmediatamente la miró como si quisiera saber qué había hecho ahora. Ella solo salió con los tacones en la mano mientras sostenía la falda larga del vestido. Henry la miró con una mezcla de sorpresa y preocupación. “Señorita Anfisa, ¿está todo bien?”, preguntó con voz amable pero con una mirada penetrante al notar su aspecto desaliñado y la ausencia de Thomas. “Yo… yo realmente no lo sé…” respondió ella mientras se paraba frente a él y pensaba que decirle, ni siquiera sabía que estaba pa