CAPITULO XLIX

El suave resplandor de la pantalla iluminaba el rostro de Thomas en el estudio, sus ojos fijos en el monitor mientras observaba a Anfisa. Ella no sabía que estaba siendo observada, y Thomas apenas respiraba, atento a cada movimiento suyo. El brillo de la luz en su rostro reflejaba una tensión que solo él podía sentir. No podía apartar la vista, pero cuando vio que Anfisa comenzaba a desvestirse lentamente, una sacudida interna lo hizo reaccionar. Cerró los ojos por un momento, como si intentara despejarse de la imagen, y sin decir palabra, apagó el monitor.

El silencio de la habitación era denso, como si todo lo que acababa de ver se quedara suspendido en el aire. Thomas giró lentamente hacia Henry, que había permanecido callado en la esquina del cuarto, observando a su joven amo con discreción. Henry, siempre tan meticuloso y serio, no parecía sorprendido.

Henry, siempre sereno, se acercó al escritorio con la calma que le caracterizaba, sin mostrar ninguna reacción ante el incómodo s
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