La esposa de un adinerado senador que se postula a la presidencia, se da cuenta de que su matrimonio no es lo que siempre había soñado. Sin embargo, el día en que parece que todo está perdido, conoce a Elian Davis; un ex militar atormentado por problemas del pasado, el cual, sin saber la razón, queda completamente maravillado nada más y nada menos que de Ella: La esposa del candidato a la presidencia en Gales.
Leer másElian.—Ohhh, qué elegancia la de Francia —me dice el mismo Levi en cuanto llego.Suelto una risita mientras quito mi saco, uno de segunda mano que él me financió al contarle mi plan en la mañana mientras recaudaba mi información laboral y personal para llevarla a la organización.—Creo que no me llamarán.—¿Por lo del TEPT?—No, quizás porque he perdido el toque ¿sabes? Soy mucho más pasivo ahora.—Has dejado el alcohol y estoy seguro de que podrás con eso… —Me palmea el hombro, y aunque me mira normal, sé que le afecta que haya tomado mi decisión tan rápido.Además, ahora que lo pienso, él tiene razón, no he vuelto a tener una razón para tomar, y no me hace falta.—Aún no me iré, Levi.—Lo sé, lo sé.Ya que tuve que vestirme aquí para ir a la organización gracias a la Vunchi y la ropa, dejé mi uniforme, o mejor dicho, mi Jean junto a mí camisa de manga corta negra aquí, así que me visto lo más rápido que puedo para comenzar mi jornada laboral.—¡Elian! —Minutos después la voz de Mi
Elian. —Murieron. —¿Qué? —Me giré hasta Beatrice, confundido—. ¿Quiénes? Dormíamos uno del lado del otro en una cama individual. Recuerdo que yo estaba molesto; me había enterado por boca de Victoria Kum que Beatrice se había acostado con otro de nuestro equipo. Nunca supe quién fue ese otro o quiénes, pero estábamos tan acostumbrados, al menos esos últimos meses, a dormir del lado del otro incluso cuando a mi me llegaban esos rumores y peleáramos, que era incluso normal. Yo me había enamorado. Por algo me había mantenido allí, tan dispuesto a perdonarla cada vez que regresara. Tampoco era como si me hubiera dado oportunidad de pensar, de pasar tiempo solo, ya que había cierto recelo en el pelotón por nuestra relación, y no tenía con quién hablar. Así que solo tenía a Beatrice, y cartas a mi hermana en donde por supuesto no podía contarle mi vida amorosa. —¿A quiénes? —le pregunté. —A la brigada que fue al sur de Escocia murieron, todos... —Entre el reducido espacio, se dio vue
Ian.Sé que estoy tomando un riesgo al venir aquí y dejarme ver, pero lo que debo hacer no puede hacerse por una llamada, o más tarde, me tiene inquieto.Necesito contarle todo a alguien.—¿Ian Baker?Mis ojos viajan a la cara del chico, un poco más alto que yo, y quizás de mi misma edad, que me mira asombrado, exageradamente.A veces me disgusta que las personas me miren como si fuese una especie de príncipe o celebridad importante. Yo solo soy un joven fotógrafo, hermano de un político metido en muchos líos.—¿Hola?Ni siquiera he podido entrar a la tienda, en donde a la distancia veo a Melly hablar por teléfono.El sujeto me tapa todo.—Soy Charles —dice y asiento como si eso realmente fuera una especie de descubrimiento americano para mí—. Soy parte del delivery, y ex de Melly.Oh... ya lo entiendo todo.—Qué bueno saberlo… —Solo le sonrío porque ahora no estoy de ánimos para sacar mis mejores respuestas con él.—Soy ex de Melly —repite mirándome como si fuese su padre, antes de v
Ian. Tomo una fotografía a la puesta del sol que hay en el jardín trasero y sonrío con el resultado.Amaría mucho poder salir a la Bahía a tomar fotografías de esta hora, pero desde que Darwin quiso ser presidente todos hemos tenido que limitarnos a hacer ciertas cosas.—¿Activo tan temprano? —la voz de Ronetta me sobresalta un poco—. No asustes a mis bellas flores.Me adentro más al techo, tomando asiento luego en una de las sillas de la mesa, y la miro, fijamente.Ronetta se sienta también.—No pude dormir —confieso—. Ayer cuando salía del estudio... una mujer me reconoció, se acercó, pensé que me haría daño por alguna razón y terminé empujándola. Ella sólo quería conocer al hijo de Keyla Baker...Suelto una risita amarga ante el recuerdo. Ha sido una pesadilla todo esto desde que Darwin hizo público el atentado de Ámbar. Todo empeoró con ese vídeo, y ayer que nos hemos enterado de la muerte de Emily Young, aunque los comentarios en las redes han cesado en su contra, hay personas
Ámbar. —¿Entonces soy el culpable, por querer dominarte siempre? —me pregunta. —No eres tan culpable antes por eso —Me sincero—. Me gustaba que lo fueses... pero eres culpable de decepcionarme Darwin. Y eso no me gusta ¡la violaste! ¡Le hiciste daño a esa mujer! —¡No la violé! —¡Lo hiciste! Me toma por los hombros con fuerza y sus ojos ya no puedo reconocerlos. —¡No lo hice y jamás lo he hecho! ¡Todo lo que he hecho es estar obsesionado contigo al punto de pensar que cuando estoy fallándome a otra lo hago contigo! ¡Esa es la verdad! ¡Me destruyó Ámbar! ¡Lo que te hicieron me destruyó! ¡Lo hizo con ambos porque eras mía y no pude controlar eso! Las cachetadas que mis manos le dan a su rostro lo dejan paralizado. —¡Estás enfermo! —le grito sintiendo mi cuerpo temblar. Y corro, corro en dirección de nuestra habitación y me encierro. Voy al baño y vomito lo poco que he consumido durante el día; me deja abatida en el suelo. ... El olor a frutas y limón golpean mis fosas nasales.
Ámbar.En cuanto llegamos a casa me dirijo a la cocina. Me habían ofrecido comida en el centro pero de repente Darwin llamó a Carly, y aquí estoy. De nuevo encerrada en la casa que algún día pensé me daría las mejores alegrías, y en donde también aprendí que no era bueno desobedecerlo.Cuando Darwin y yo llegamos de nuestra luna de miel pensé que nuestra morada sería un apartamento porque él había comentado que era más cómodo tener uno; estábamos de acuerdo. Yo pensaba que era mejor porque de tener una casa, al ser nosotros dos, iba a ser demasiado.¿Hijos? Jamás lo hablamos, nunca. —Sorpresa... —susurró en mi oído, quitándome la venda de los ojos dejándome ver la casa de dos plantas, casi una mansión, solo de nosotros dos.—¡Ahhh! —grité de la emoción brincando encima de su cuerpo, y me llevó así, cargada.Abrió las puertas de nuestra casa mientras yo lo besaba sintiéndome tan...Feliz y agradecida.—Ven, vamos a verla —me dijo bajándome de su pecho.Yo corrí como una niña pequeña p
Me acerco hasta ella, quién está simplemente sentada observándome. Me agacho, le quito los zapatos casuales que usa, ayudo a subir su pantalón hasta su pantorrilla, con cautela, percibo su olor, me controlo; ayudo a quitarle ese chaleco tejido espantoso que tiene, dejándolo en camisa blanca, coloco sus patines, asegurando que estén bien puestos y finalmente le pongo las rodilleras, en silencio.Mi corazón quiere salir de mi pecho cuando alzo la mirada y me encuentro con sus pestañas castañas observando cada parte de mi rostro.Esta vez no tengo intenciones de besarla, así que me levanto. Y espero que culmine con lo que debe hacer mientras me adentro a la pista.Ruedo por varios segundos sin poder tener control y escucho la risa de Mylo en el fondo; le saco el dedo y eso hace que mi esposa ría.Mi estomago se retuerce de felicidad.Siento que ha pasado una eternidad desde la última vez que la escuché reír.Ella pasa por mi lado como toda una profesional y la veo observar el reloj que s
Darwin. Lo he olido, lo he sentido. No puedo creer que lo haya hecho. Debo estar alucinando. —¿Quién era ese? —cuestiono hacia Ámbar. —¿Quién? —El sujeto que quería matarme. —Nadie quiere matarte, Darwin. Volteo hacia atrás para tener una mejor vista de mi esposa. Ambos sabemos que eso es mentira; tengo muchas personas detrás de mí deseando que esté tres metros bajo tierra. Así que quiero decir algo, quiero sacar mi desesperación, pero Mylo me da una mirada que entiendo a la perfección, por lo que termino exhalando mi frustración. Ese tipo que estaba frente al centro no me ha dado buena espina y temo que Ámbar tenga que pasar más tiempo del debido en ese centro. —¿Cómo te fue? —le pregunto, con cautela. Es la primera conversación real que tenemos desde el discurso en donde les dije a todos lo que le pasó, y aunque me siento completamente fuera de mí, debo controlarme. —Tú debes saberlo, lo sabes siempre todo ¿no? Me da esa mirada. Me reta, me mira con odio, y muerdo mi leng
Elian.—Buscaré la forma —le digo a Ámbar desde el tomo de la puerta, con Gabriel mirándonos.—Elian.—Dime, Ámbar.—Cuídate.—Tu igual, pequeña.Y salgo, junto a Gabriel, por suerte no llamando la atención de las chicas que van camino al baño y tampoco los que nos ven al salir del pasillo y llegar a la sala de juegos.—¿Te conozco?Contengo el rodar los ojos por quizás haber sido pillado. Dios, esto es casi imposible.—Carly, la asesora…—¿Eres Elian? El mesero ¿verdad? —La morena me inspecciona—. ¿Qué haces aquí?—Soy... voluntario.—Oh... —Ella ve a mis espaldas y aunque abre los ojos sorprendida y vuelve a verme, sacude la cabeza y sonríe un poco nerviosa—. Bye.La veo pasar con Ámbar por nuestro lado segundos después cuando sigo allí, esperando que Gabriel salga de su trance o qué sé yo.—Es mejor que vayamos a otro lugar —dice por fin, y lo sigo.Caminamos juntos hasta una sala de gimnasia en donde no hay nadie, y se lleva las manos a la cabeza cuando tomo asiento, puesto que a