Álvaro se vio obligado a casarse con Gabriela, la hija muda legítima recién encontrada de la familia García, por presión de sus abuelos, debido a viejas rencillas entre las familias. Noelia, la amiga de la infancia de Álvaro, había usurpado la vida de Gabriela en el pasado, viviendo como la hija falsa de los García. Durante tres años de matrimonio, Gabriela amó incondicionalmente a Álvaro, pero él siempre la trató con indiferencia, hasta que todo cambió cuando se encontraron en una clínica. Esa misma noche, Gabriela pidió el divorcio. Meses después, Gabriela anuncia su boda con otro poderoso heredero, lo que desata la ira de Álvaro, incapaz de aceptar perderla. Durante la boda, Álvaro interrumpe y descubre una dolorosa verdad: Gabriela nunca lo amó, solo lo veía como un sustituto de otra persona. ¿Podrá Álvaro recuperarla o Gabriela habrá encontrado finalmente a su verdadero amor?
Leer másPero nunca se había sonrojado así.Ella, que no tenía reparos en expresar su afecto, probablemente también le diría muchas cosas bonitas a Cristóbal, ¿no?Quizás no solo con señas o por escrito.Ahora podía hablar.Con esa voz tan suave, ¿cómo sonaría cuando le dijera «te amo» a Cristóbal?¿Se pondría tan colorada como esta chica?En el fondo, Gabriela no lo había amado tanto como aparentaba.Era una mentirosa…—No se preocupe, sabré comportarme y llevarme bien con su esposa —siguió diciendo la chica. Pero de lo que dijo, Álvaro solo retuvo esa última frase.Sus ojos se nublaron con una capa helada.—¿Tú? ¿Una tonta que quiere meterse en la cama de un hombre casado? ¿De verdad crees estar a la altura?La chica y su padre, que hasta hace un segundo tenían los ojos llenos de esperanza, se quedaron helados de miedo.—Señor Saavedra… —Raúl quiso explicar.—Ni siquiera pudo criar bien a su hija. ¿En qué otra cosa podría ser competente? —La voz de Álvaro era cortante como un cuchillo—. Laura
Rosalina se quedó en silencio, sorprendida.Habían pasado más de veinte años desde la muerte de aquella mujer.Sin importar cuán poderosa o influyente hubiera sido en su tiempo, ahora era solo un recuerdo que casi nadie mencionaba.—Vive bien, Gabriela —respondió Rosalina al fin, mirando de nuevo por la ventana. Tras un momento, añadió con franqueza—: Las malditas familias ricas son el cementerio de demasiadas mujeres. Si puedes huir, hazlo.***Cuando Álvaro salió del hospital, vio de lejos a Julio, quien había llegado desde Leeds para recoger a Cristóbal.Ambos se miraron por un instante.Álvaro no tenía intención de prestarle atención.Para él, en la familia Zambrano, el único que tenía suficiente peso como para hablar con él era Santiago.El auto arrancó lentamente, alejándose del hospital.Álvaro iba solo en el asiento trasero.No decía nada. Con el pulgar, giraba la alianza en su dedo anular, casi sin darse cuenta.Laura, sentada al frente, lo observaba por el retrovisor.Justo e
Parecía que le estaba hablando a Gabriela, pero al mismo tiempo, su tono era más el de alguien hablando consigo misma.—Después, una vieja criada de la familia vino a cuidarme y me dijo: «Un bebé de siete meses puede sobrevivir. Pero uno de ocho, no siempre.»Gabriela tragó saliva y, con torpeza, rompió el silencio:—¿Y… él?Rosalina dejó escapar una risa seca, casi burlona.—Lo corté en pedacitos y lo lancé al fondo del mar para que se lo comieran los peces.—¡Bien hecho! —respondió Gabriela, sin dudar.Rosalina apartó la vista de la ventana y la fijó en Gabriela, con una curiosidad evidente.—Creí que te ibas a asustar, pero resulta que no eres una «flor delicada». Claro, tenía sentido… ¿qué clase de «florecita» podría atrapar a un tipo como Álvaro y hacer que se vuelva loco por ella?—Él no está loco por mí. No me ama. Es… pura obsesión.Rosalina arqueó una ceja, pero no discutió la afirmación de Gabriela.Después de todo, quien busca su libertad siempre encuentra mil razones para s
Cristóbal también era consciente de este peligro.Por eso, desde un principio, había intentado evitar que Julio viniera a buscarlos.Sin embargo, Santiago insistió en que era lo mejor.—De acuerdo —respondió Cristóbal, con una sonrisa serena, aunque sus ojos mostraban un leve atisbo de preocupación.Gabriela intentó devolverle la sonrisa, pero apenas logró curvar sus labios en una mueca forzada.Poco después, Gabriela subió al auto de Rosalina.—Habla lento, sin apurarte. No me escribas nada, ya tengo vista cansada y me mareo al leer en pantalla —dijo Rosalina, cerrando la puerta y notando que Gabriela sacaba su celular.—No… puedo… quedarme… en Leeds —dijo Gabriela, esforzándose por hablar. Cada palabra era pronunciada con dificultad.Había pasado tanto tiempo sin usar su voz que aún no lograba controlar bien sus cuerdas vocales.—Ya me lo imaginaba —respondió Rosalina, recostándose contra el asiento mientras la observaba con una mezcla de frustración y resignación—. He estado observá
Dicho esto, Kian salió corriendo del lugar, riéndose por lo bajo.El silencio que dejó tras de sí fue opresivo. Rosalina, Cristóbal y Gabriela se miraron por un momento sin decir nada.—¿Puedes hablar? ¿No eras muda? —Rosalina rompió el silencio primero, mirándola con incredulidad.Gabriela se llevó la mano a la garganta y explicó con torpeza:—So…lo… era… afec…ta por el trauma.—Ah, muy bien, no eras muda, pero ahora resultaste ser tartamuda —Rosalina negó con la cabeza, frustrada, mientras trataba de no mirar directamente a Gabriela. Había demasiadas cosas pasando y ella tenía un mal presentimiento.El rostro de Álvaro al marcharse no presagiaba nada bueno. Rosalina lo interpretaba como algo mucho peor que una tormenta en el horizonte: era como si el cielo fuera a desplomarse.Lo sabía bien: en Leeds, pocas familias tenían un historial limpio. Si Álvaro seguía actuando con su estilo implacable, buscando atacar en los puntos más vulnerables… esto no sería otra cosa que una guerra tota
El aire pareció congelarse. La tensión que reinaba en el ambiente dio paso a un silencio atónito.Álvaro se quedó paralizado.«¿Gabriela… había hablado?»—¡Gabriela! ¿Qué dijiste? ¿Puedes repetirlo? —Cristóbal, a diferencia de los demás, estaba radiante de alegría.No era la primera vez que escuchaba a Gabriela hablar, pero las veces anteriores habían sido en momentos confusos, cuando su conciencia estaba ausente. Esto… ¡esto era completamente diferente!Sin embargo, Gabriela no apartó la mirada de Álvaro. Seguía firme, con los brazos extendidos frente a Cristóbal, su postura alerta, sus ojos llenos de una intensidad que nunca antes había mostrado.—No… lo… toques —repitió.Después de unos segundos de desconcierto, Álvaro soltó una risa amarga, tan forzada que resultaba más triste que cualquier lágrima.«¿Todo esto por proteger a Cristóbal?»«¿Había hablado solo por él?»—¿De verdad crees que decir «no» cambia algo? —respondió Álvaro con una frialdad hiriente. Sus ojos pasaron por enci
Esperó unos momentos y la última hoja comenzó a imprimirse.Al tomarla, le echó un vistazo rápido.Ahí, en la parte superior, estaba indicado el tipo de sangre de Cristóbal: AB cis.Se quedó inmóvil por un instante.¿AB cis?¿Qué tan raro podía ser eso? Su corazón dio un vuelco inesperado.Emiliano también tenía ese tipo de sangre.Recordaba perfectamente cómo la noticia había alterado a ellas.Su madre adoptiva, la directora del hospital, no había podido dormir durante días después de descubrirlo.Decía que era un grupo sanguíneo tan inusual que, en caso de emergencia, conseguir una transfusión compatible sería casi imposible.Por eso, durante años, cuidaron a Emiliano como si fuera de porcelana.Gabriela misma lo trataba como si fuera un frágil tesoro, siguiéndolo a todos lados para asegurarse de que nunca se lastimara.Ahora Cristóbal tenía el mismo tipo de sangre.Mientras pensaba en la cantidad de sangre que había visto en su ropa tras el accidente, un escalofrío le recorrió el cu
Gabriela regresó a la habitación con el desayuno en la mano.—¿Por qué tú traes el desayuno? ¿Dónde está Rosalina? —preguntó Cristóbal, frunciendo el ceño."Debe estar ocupada con algo", respondió Gabriela, entregándole la bolsa.No tenía intención de contarle a Cristóbal sobre lo que estaba haciendo para contrarrestar los ataques de Álvaro.Esperó a que él terminara de comer casi todo antes de soltar la pregunta que había estado rondando en su mente: "¿Le dijiste a Rosalia que mi bebé es tuyo?Cristóbal se atragantó de inmediato, tosiendo con fuerza. Gabriela, alarmada, le sirvió un vaso de agua para ayudarlo a calmarse.—¡Cof, cof…! Gabriela… —empezó a decir, con el rostro rojo como un tomate—. Fue una decisión de último momento… Pensaba explicártelo cuando llegáramos a Leeds… ¡Cof, cof…!Gabriela lo observó fijamente, esperando una respuesta más clara.—Leeds… puede ser complicado —dijo Cristóbal, evitando su mirada—. Mi familia es… cómo decirlo, algo cerrada, y con las sanciones qu
Gabriela también les correspondió con sinceridad.¿Y Álvaro…?Gabriela dejó que algunos recuerdos cruzaran su mente.Si no hubiera tenido sentimientos hacia él, entonces, ¿por qué la herían tanto algunas de sus acciones?"No, no hubo nada", respondió con firmeza, su mirada era fría y decidida.Luego, sin más, cortó la videollamada.Lo que tenía que terminar, debía hacerse de manera definitiva. No había razón para aferrarse a un calor pasajero, un vínculo roto que no debía seguir atando.Se quedó un momento en el mismo lugar, dándole vueltas a lo que acababa de suceder, luego se giró y empujó la puerta de cristal para entrar de nuevo.No había dado más que unos pasos cuando se topó de frente con Rosalina, quien venía con algunas cosas para el desayuno. Rosalina la miró con el ceño fruncido y, acercándose, le sacudió la nieve de la cabeza con cierta impaciencia.—¿Por qué saliste? —preguntó Rosalina con expresión de desagrado—. Apenas estás embarazada, Gabriela, en este estado uno es muy