¡Vuelve! Mi Esposa Muda
¡Vuelve! Mi Esposa Muda
Por: Pera
Capítulo 1
Tres años después de su matrimonio, Gabriela García se encontraba en la sala de obstetricia del hospital cuando, inesperadamente, vio a Álvaro Saavedra, su esposo, a quien no había visto en tres meses. Él no estaba solo. A su lado, iba su amante.

La mujer, delicada y encantadora, tenía un rostro que podría haber sido el reflejo distorsionado de Gabriela, como si alguien hubiese mezclado sus rasgos en un 50 o 60 por ciento. Era Noelia García, la impostora que durante dieciséis años había vivido la vida de Gabriela.

Medio año antes, Gabriela había comenzado a sospechar que Álvaro tenía a otra mujer, pero jamás habría imaginado que esa mujer sería Noelia. Aunque, en el fondo, tal vez no era tan sorprendente. Después de todo, en los círculos de la alta sociedad, todos sabían que el amor de Álvaro siempre había sido su amiga de la infancia: Noelia. Y ella, Gabriela, había sido el ángel caído que irrumpió para destruir aquella pareja perfecta.

El corazón de Gabriela, que había soportado tantas dudas, finalmente se rompió en mil pedazos. Desde la distancia, observó con una calma devastadora cómo los dos entraban al elevador. Álvaro, con esa expresión de dulzura que Gabriela apenas reconocía, le decía algo a Noelia. Ella, con una atención casi devota, posaba su delicada mano sobre un vientre que comenzaba a redondearse, asintiendo tímidamente.

A pesar del parecido físico, Gabriela sabía que nunca podría imitar esa sumisión que Noelia mostraba. Justo cuando este pensamiento cruzó su mente, Noelia levantó la vista y sus ojos se encontraron con los de Gabriela.

El pánico en el rostro de Noelia fue inmediato; se encogió como un venado asustado y se pegó al cuerpo de Álvaro, temblorosa.

—Alvi… —susurró, con esa voz frágil que Gabriela conocía tan bien. El asco la invadió. La misma teatrera de siempre.

Álvaro, como reflejo, frunció el ceño y levantó la vista. Su expresión, que había sido tan tierna, se endureció en cuanto reconoció a Gabriela. En un instante, toda la ternura se desvaneció, dejando solo la frialdad y el desprecio que ella tan bien conocía.

El matrimonio entre Gabriela y Álvaro había sido un pacto sellado por sus familias desde la infancia. Lo más irónico es que, cuando ella tenía tres años, sus padres murieron en un accidente y ella desapareció. Noelia tomó su lugar, y cuando finalmente la encontraron, Álvaro ya solo tenía un deseo: estar con su amiga de la infancia. Él nunca quiso casarse con Gabriela. Lo hizo por la presión de sus mayores, y Gabriela nunca se preocupó por su desdén. Después de todo, lo único que le gustaba de él era su rostro.

Sin embargo, últimamente… Gabriela comenzaba a sentir que esa cara se le hacía cada vez más extraña, y una repulsión crecía dentro de ella.

***

Las puertas del elevador se cerraron lentamente. Gabriela apartó la vista, pensando: «Vaya escena más ridícula». Si en ese momento hubiera perdido el control, abofeteando a Álvaro y jalando el cabello de Noelia, habría sido un espectáculo aún más memorable.

—Gaby, fui a buscar unas medicinas y, cuando menos lo pensé, ¿cómo es que terminaste en la sala de obstetricia?

La voz de Marcela, su agente, rompió el silencio desde atrás.

Gabriela se dio la vuelta y, con una suave sonrisa, respondió en lenguaje de señas: “Ayudé a una mujer embarazada que lo necesitaba.”

Marcela observó a Gabriela, cuya belleza deslumbrante hacía imposible apartar la mirada. Una punzada de tristeza la atravesó. ¿Cómo podía alguien tan maravilloso, amable y talentoso como ella ser muda?

Antes, al menos, Gabriela había sido la primera bailarina de un prestigioso grupo de ballet. Pero ahora…

—Aquí tienes el analgésico —dijo Marcela, su voz cargada de compasión mientras le entregaba el medicamento. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y añadió con un hilo de voz—: ¿Cómo es posible que te lastimaras la columna? ¡Después de todo lo que te costó llegar a primera bailarina en el Teatro Real de París! Esta gira era tu oportunidad… por fin podrías haber…

Ser la primera bailarina del Teatro Real… ¡El sueño inalcanzable de tantas bailarinas! Gabriela lo había logrado en su primer intento, algo sin precedentes.

El dolor en el corazón de Marcela creció. Gabriela nunca hablaba de su vida personal, siempre sola, y en su currículum solo mencionaba haber crecido en un orfanato. Por eso, Marcela la veía como una mujer sin familia, sin apoyo, una pobre alma sin nadie en el mundo.

Mientras más hablaba, más se llenaba de compasión, maldiciendo en su interior la crueldad de la vida. Pero Gabriela mantenía una sonrisa suave y tranquila, como si no notara la lástima y el pesar en las palabras de su agente. Alargó la mano para tomar el analgésico.

Hace un año, cuando Álvaro fue víctima de un atentado orquestado por su propio tío, ella resultó herida en la columna al salvarle la vida. En ese momento, Álvaro había buscado a los mejores doctores, gastando una fortuna en los equipos más avanzados para su tratamiento. El equipo médico aseguró que había sanado por completo.

Pero, dos meses atrás, mientras se preparaba para la gira de este año, la vieja lesión resurgió. El dolor era tan agudo que le atravesaba el cuerpo como un puñal. Después de un nuevo examen…

Su carrera terminó abruptamente.

Los nervios en su columna lesionada habían degenerado, y aunque el tratamiento impediría que afectara su vida diaria, nunca podría volver a bailar. Al recibir la noticia, le envió un mensaje a Álvaro. Quizás porque no le importaba, nunca respondió.

Lloró al llegar a casa, pero luego aceptó la realidad con serenidad. La vida seguía adelante; no podía simplemente rendirse. Después de mucho pensarlo, Gabriela decidió continuar con su plan: seguir el tratamiento y participar en la gira para cerrar su carrera con dignidad.

Esta noche sería la última función de la gira.

Esa mañana se dio cuenta de que se había quedado sin analgésicos, así que fue al hospital.

Gabriela apretó la pequeña bolsa de papel con las pastillas. Sentía los ojos secos. La escena que acababa de presenciar era una burla cruel del destino, una amarga ironía dirigida solo a ella.

Su columna comenzó a doler de nuevo, un dolor sordo que la invadía con arrepentimiento. ¿Y si hubiera sabido que esto pasaría?

No habría salvado a Álvaro. Si él hubiera muerto aquel día, seguiría siendo el amor perfecto de su vida, idealizado y sin manchas. No se habría convertido, como ahora, en un cadáver en descomposición ante sus ojos, mancillando el rostro que tanto amaba. Un rostro que ahora solo le provocaba asco.

Gabriela guardó las pastillas en el bolsillo de su abrigo. Sacó su celular, y con una mirada fría oculta tras sus largas pestañas, abrió el chat de Álvaro en WhatsApp. Con un movimiento rápido, escribió una línea breve y la envió sin dudar.

***

En el estacionamiento del hospital, Noelia se cubrió el vientre instintivamente con una mano.

—Alvi, ¿por qué Gabriela iría a la sala de obstetricia? ¿Será que ella también…?

—No es posible —respondió Álvaro, con una voz fría, pero absolutamente segura.

Noelia bajó la mirada, ocultando la sorpresa y el placer que se asomaban en sus ojos. ¿Será posible que esta inútil de Gabriela, después de más de tres años de casada, aún no haya logrado acostarse con Álvaro?

Todo el mundo en esta ciudad sabía que, cuando Álvaro era niño, casi murió estrangulado por su madre, una mujer loca y muda. Desde entonces, Álvaro aborrecía tanto a su madre biológica como a cualquier persona muda. Y su matrimonio con Gabriela no era más que una burla cruel que sus abuelos maternos idearon para fastidiarlo. ¡Por supuesto que él nunca la tocaría!

Gabriela, esa pobre tonta, ¡era el hazmerreír más grande del mundo! ¿De qué le servía ser hermosa? ¿De qué le servía bailar como una diosa si Álvaro la despreciaba como a basura? «¿Pretendía competir conmigo? ¡Qué ilusa!» Noelia reprimió la alegría que sentía por dentro, aunque sus ojos empezaron a enrojecerse lentamente:

—Alvi, por mi origen, Gabriela me odia con toda su alma. Cuando recién la encontraron, casi me mata, tú lo sabes… Que te vea acompañándome a la sala de obstetricia es demasiado comprometedor… Mejor voy a hablar con ella y aclarar las cosas, no vaya a ser que malinterprete y termine armando un escándalo…

—No va a hacer ningún escándalo —la interrumpió Álvaro.

Gabriela siempre había sido dócil, cumpliendo cada uno de sus deseos. Durante el último año, varias actrices habían intentado crear escándalos a su costa, pero Gabriela jamás le había preguntado nada. Era como una máquina programada para sonreír y complacerlo, sin cuestionar nada. ¿Por qué haría un escándalo ahora?

—Estás embarazada, no pienses tanto. Mientras yo esté aquí, ella no se atreverá a molestarte. Haré que te lleven a descansar.

Noelia seguía con su expresión de tristeza y fragilidad, como si fuera a llorar en cualquier momento. Estaba a punto de subirse al coche cuando, de repente, vio la figura de Gabriela por el rabillo del ojo. Su mente comenzó a maquinar rápidamente.

«¿No va a hacer un escándalo?» Noelia nunca olvidaría la imagen de esa Gabriela enloquecida, empuñando un cuchillo y tratando de matarla como una perra rabiosa.

«Esa es la verdadera naturaleza de esa muda. ¿Pretende hacerse la sumisa frente a Álvaro? ¿Seguir ocupando el lugar de su esposa? ¡Ni en sueños!»

—¡Hermana! —gritó Noelia en dirección a Gabriela.

Gabriela detestaba que Noelia la llamara hermana. Cada vez que lo hacía, un fuego se encendía en su interior. Álvaro notó de inmediato el cambio en el ambiente. Instintivamente, volteó a mirar. Al verla, se dio cuenta de que Gabriela estaba más delgada que la última vez que la había visto. A la luz del día, eso era aún más evidente.

Gabriela escuchó la voz de Noelia y giró la cabeza hacia ellos. Sus ojos se detuvieron en ellos por un breve instante, pero su expresión no mostró ninguna emoción. Luego, asintió con cortesía y, como si fueran completos desconocidos, hizo una seña a la persona que estaba a su lado y subió al coche del grupo de teatro, alejándose sin mirar atrás.

Noelia apretó la mandíbula, furiosa. ¡Maldita muda! Después de unos años, parece que aprendió a controlar su temperamento y no cayó en la trampa.

Un segundo después, Noelia cambió su expresión a una de desesperación y ansiedad. Agarró la manga de Álvaro y, fingiendo lágrimas, empezó a llorar dramáticamente:

—Alvi, parece que Gabriela realmente lo ha malinterpretado todo. Es culpa mía; no debí venir a buscarte aunque no tuviera a nadie más en quien confiar. Después de todo, casi nos comprometemos… Si ahora, por mi culpa, tu matrimonio se ve afectado, yo… ¡preferiría que esos hombres me atraparan y me mataran!

Noelia sollozaba con dramatismo, pero Álvaro no escuchaba una sola palabra. Él había captado perfectamente la seña que Gabriela le hizo a la persona que la acompañaba: «No los conozco, seguro que se confundieron de persona.»

—Alvi, no te preocupes por mí, ve y aclara las cosas con ella —dijo Noelia, fingiendo estar desesperada por salvar el matrimonio de Gabriela y Álvaro.

Álvaro volvió en sí. Miró la manga de su chaqueta que Noelia tenía agarrada y, de repente, recordó que esa chaqueta había sido un regalo de Gabriela. Ella la había comprado con el dinero que ganó en una competencia, con el premio que obtuvo al ganar la medalla de oro. Se la entregó como si fuera un tesoro.

Con una expresión fría, Álvaro retiró su manga del agarre de Noelia.

—Te dije que a ella no le importa.

Justo en ese momento, su celular vibró dos veces en su bolsillo. Álvaro lo sacó y le echó un vistazo. Su rostro, tan apuesto, se cubrió de repente con una sombra helada.

El mensaje decía: [Álvaro, divorciémonos.]
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