De inmediato, el rostro del chico se tiñó de rojo. Había insistido en que lo reconociera como el número uno y, ahora que lo hacía, él se moría de vergüenza.—Bueno… —murmuró—, así está mejor.En el escenario, Hans había estado pendiente de Gabriela todo el tiempo, incluso cuando sus compañeros hacían sus solos. Le daba un poquito de celos verla tan concentrada con cada actuación. Un orgulloso leonino necesitaba sentir que su luz era única para la persona que le importaba.Mientras charlaban, Hans notó la manera en que Cristóbal lo observaba. Esa mirada, normalmente sosegada, hoy parecía… ¿bondadosa?—Oye, Cristóbal, ¿por qué me miras así? —preguntó Hans, un tanto incómodo.Cristóbal avanzó un par de pasos y lo abrazó sin previo aviso:—Nada, solo estoy orgulloso de ti, eso es todo.Hans aún seguía confundido cuando subió con sus compañeros a la camioneta que los llevaría a la fiesta de celebración. Sacó el celular para revisar las redes y, con el corazón latiendo de expectación, buscó
Limpiaba cada mancha de sangre o cicatriz sin inmutarse, sin juzgar, diciéndoles con voz suave que no pasaba nada, que quien estaba herido podía sangrar muchas veces y, aun así, seguiría habiendo oportunidades de sanar.También tenía una paciencia infinita.Si, al limpiar las heridas, volvía a surgir sangre, no se inmutaba. Los consolaba con un suave "No pasa nada, es normal que siga doliendo. Si no se limpia de una vez, lo haremos las veces que haga falta. Algún día sanará, tarde o temprano."Hans sabía que la mente humana era compleja y frágil; aunque Cristóbal no podía garantizar una cura total, sí ofrecía algo de esperanza.Y si alguna vez llegara a "caer de ese pedestal" en el que la gente lo había colocado, quienes realmente sufrirían no serían solamente él, sino sus pacientes, quienes verían esfumarse su poca fe en la recuperación.—¡Qué mujer tan problemática! —bromeó uno de los integrantes del grupo, refiriéndose a Gabriela.Todos sabían quién era "la manzana de la discordia".
No todos estaban de acuerdo, por supuesto, pero ninguno se atrevía a protestar. En la camioneta reinó un silencio incómodo, como si el aire se hubiera congelado, y así permanecieron hasta llegar al lugar donde se celebraría la fiesta.Algunos paparazzi, cámaras de video y fans se habían enterado de la dirección y esperaban a la entrada. En cuanto se abrió la puerta de la van, los integrantes del grupo, que momentos antes parecían en un funeral, cambiaron sus rostros al instante y se pusieron la mejor sonrisa. Se bajaron uno por uno, saludaron a la gente a su paso y entraron de prisa al local.Hans salió el último, vestido con el mismo estilo de siempre: gorra, cubrebocas y audífonos. Ocultó su rostro casi por completo y caminó con pasos largos y rápidos, sin detenerse para nada, hasta desaparecer del campo de visión de todos.En el mundo del espectáculo, donde abunda la fama y el dinero, cualquier desacuerdo puede "resolverse" mientras sigan existiendo beneficios para ambas partes.Mie
Hans tenía que partir muy pronto hacia la siguiente ciudad de la gira, así que no podría acompañar a Gabriela al hotel ni pasar más tiempo conversando con ella. Aun así, él deseaba prolongar esos minutos, pero podía ver que Gabriela hablaba en serio; se le notaba el cansancio.—Los acompaño hasta la camioneta —se ofreció Hans, poniéndose de pie. Se adelantó a Cristóbal y tomó del respaldo el abrigo de Gabriela, entregándoselo con cuidado.Rosalina, al notar el gesto, miró a Cristóbal con una sonrisa maliciosa. En voz muy baja y en francés, le susurró:—Este chiquillo viene con todo, ¿eh?Pero Cristóbal no mostró la menor preocupación. Conocía bien los gustos de Gabriela y, francamente, ese tipo de belleza juvenil no era lo que la impresionaba.Hans los llevó hasta el auto y, antes de que se cerrara la puerta, se quedó mirando a Gabriela con el ceño ligeramente fruncido, como si aún tuviera algo importante que decirle. Cuando el vehículo ya estaba por arrancar, llamó con un leve golpeci
—Señor Leandro, le habla Jackson, asesor de inversiones de Rossack Capital. Llamo por el proyecto que usted registra bajo el número 0379. ¿Le interesaría obtener financiamiento?Leandro parpadeó, sorprendido.—No he solicitado fondos a Rossack Capital —respondió con cautela.—Efectivamente. Sin embargo, hay un inversionista de nuestra firma que confía plenamente en su iniciativa y ha propuesto invertir.—¿Quién? —preguntó Leandro, intrigado. Por lo que él sabía, nadie se atrevería a desafiar el poder de Álvaro y financiar su proyecto.—En Rossack Capital protegemos la privacidad de nuestros clientes y no podemos revelar esa información —explicó Jackson con un tono formal—. Le agradecería que, si está interesado, prepare la documentación del proyecto. Mi equipo y yo viajaremos a su país tan pronto como sea posible para negociar la inyección de capital y ultimar los detalles contractuales.—¿Fue Gabriela? —inquirió Leandro, directo.La voz al otro lado de la línea repitió con cortesía:—
—Tienes presencia, buena familia, y sobre todo un carácter inmejorable. Respetas a los demás, sin imponerles tu voluntad.Gabriela…¿Cómo describirla?Para un pintor, resulta fácil ver más allá de la superficie y adentrarse en el alma de las personas. Y la de Gabriela está plagada de cicatrices: la muerte de sus padres, la pérdida de un ser amado, las heridas que dejó Álvaro…Cris es, sin duda, la persona ideal para ella. En el transcurso de la vida, se encargará de sanar cada una de sus heridas, tal como la ayudó a superar su afonía.—Lo sé, sis —dijo Cristóbal, asentando con determinación—. Estoy muy seguro de lo que quiero.—Qué bien… —respondió Rosalina, contemplándolo con calidez—. Nacer en medio de esta familia llena de presiones hace que uno se sienta atado a muchas cosas. Pero si tú puedes estar con la persona que quieres, entonces yo también me siento feliz.Cristóbal sabía que, tras algunas desilusiones, Rosalina había perdido la fe en el amor; sin embargo, en el fondo, anhel
Los pasos se detuvieron justo detrás de ella. Noelia se imaginó que la abrazaría por la cintura o le susurraría algo al oído.—¿Te gusta la vista? —preguntó Álvaro, con su voz habitual, carente de emoción.El abrazo que Noelia esperaba nunca llegó. Se giró para mirarlo, con una expresión algo tímida:—Tú escogiste este lugar; para mí, cualquier sitio que eligieras sería hermoso.Álvaro, con la mirada baja, la contempló con un aire indescifrable:—¿Y algo más que quieras decir?La pregunta la tomó por sorpresa. Ella pensó que, en un escenario tan romántico, debería ser él quien tuviera grandes declaraciones para ella, no al revés. Aun así, le sonrió con delicadeza y se atrevió a hablar:—Alvi, espero con ansias el día en que me convierta en tu esposa. Me hace muy feliz, y prometo amarte, respetarte y cuidarte toda la vida.Álvaro la escuchó, pero su expresión permaneció inalterable. El cerebro de Noelia trabajaba a toda velocidad. Últimamente no lograba descifrar lo que él pensaba. Sin
Tres años después de su matrimonio, Gabriela García se encontraba en la sala de obstetricia del hospital cuando, inesperadamente, vio a Álvaro Saavedra, su esposo, a quien no había visto en tres meses. Él no estaba solo. A su lado, iba su amante.La mujer, delicada y encantadora, tenía un rostro que podría haber sido el reflejo distorsionado de Gabriela, como si alguien hubiese mezclado sus rasgos en un 50 o 60 por ciento. Era Noelia García, la impostora que durante dieciséis años había vivido la vida de Gabriela.Medio año antes, Gabriela había comenzado a sospechar que Álvaro tenía a otra mujer, pero jamás habría imaginado que esa mujer sería Noelia. Aunque, en el fondo, tal vez no era tan sorprendente. Después de todo, en los círculos de la alta sociedad, todos sabían que el amor de Álvaro siempre había sido su amiga de la infancia: Noelia. Y ella, Gabriela, había sido el ángel caído que irrumpió para destruir aquella pareja perfecta.El corazón de Gabriela, que había soportado tant