Capítulo 4
Colomba, que la había criado como su propia hija, captó de inmediato lo que pasaba.

La familia García había venido a buscar a Gabriela seis meses después de la muerte de Emiliano Martínez. Aunque le dolía desprenderse de ella, ver cómo Gabriela no podía aceptar la muerte de Emiliano, cómo no comía ni dormía, y la desesperación con la que lo buscaba por todas partes, hizo que Colomba temiera que ella no sobreviviría si seguía así.

Todos decían que, de continuar así, Gabriela no resistiría mucho más tiempo. Colomba pensó que, tal vez, un nuevo ambiente y una nueva familia la ayudarían a superar ese dolor.

Por eso aceptó el dinero de la familia García y la envió a Midred.

Poco después, Colomba escuchó rumores sobre un compromiso matrimonial. Sabía que Gabriela amaba profundamente a Emiliano, y que en tan poco tiempo sería incapaz de aceptar a otra persona. Temiendo que alguien forzara a su niña a casarse por interés, se apresuró a ir a Midred.

Allí fue donde vio a Álvaro Saavedra, que acababa de regresar de estudiar en el extranjero.

Álvaro y Emiliano, aunque con personalidades completamente diferentes, eran físicamente como dos gotas de agua. En ese momento, Gabriela pareció encontrar la última tabla de salvación a la que aferrarse, convencida de que Álvaro era Emiliano. Creía que solo por alguna razón, él no la recordaba.

Cada vez que Colomba mencionaba la muerte de Emiliano, Gabriela lo negaba de inmediato, y su estado emocional se descontrolaba. Pero hoy… Solo lo miraba con tristeza, con el corazón hecho pedazos. No había más negación.

—Tú lo sabes, ¿verdad? Sabes que él no es Emiliano —preguntó Colomba con la voz temblorosa.

Gabriela, con lágrimas en los ojos, asintió.

Su Emiliano era tan especial, y Álvaro no se comparaba en lo más mínimo. ¿Cómo no iba a saberlo? Pero para ella, era más fácil aferrarse a un cuerpo que se parecía al de Emiliano que aceptar que él ya no estaba. De lo contrario… ¿Cómo iba a seguir viviendo?

Pero Álvaro no era suficiente. Siempre tan rígido y formal, cada vez quedaba menos de la sombra de Emiliano en él.

Colomba rompió en llanto de repente, con el corazón hecho pedazos:

—Él te trató muy mal, ¿verdad…?

¿Qué tan mal tenía que haber sido para que Gabriela, tan obsesionada, finalmente aceptara la muerte de Emiliano y admitiera que Álvaro no era él? El dolor de Colomba era insoportable.

De repente, los monitores junto a la cama empezaron a sonar con alarmas. Gabriela entró en pánico y quiso llamar a los médicos, pero Colomba la sujetó con fuerza.

—Gabriela, cuando yo muera, ya no quedará nadie en este mundo que pueda atarte. Aléjate de esas personas, vuelve… vuelve a casa… y vive… una vida libre…

Gabriela asintió rápidamente mientras presionaba con desesperación el botón de emergencia. Colomba respiraba con dificultad, como si fuera un fuelle roto. Sus ojos, llenos de amor, seguían fijos en Gabriela. No podía dejarla ir…

Esa niña que había criado como un tesoro, que no sabía cómo defenderse y que ni siquiera podía hablar… ¿Cómo iba a sobrevivir sola en este mundo?

—Gabriela…

Colomba luchaba por su último aliento, aferrada a la mano de Gabriela.

—¡Dime mamá, solo una vez!

Las pupilas de Gabriela se dilataron con fuerza.

—Llámame… mamá…

Al pronunciar esas últimas palabras, Colomba quedó sin fuerzas. Se desplomó en sus brazos, su respiración se hizo cada vez más débil, y la miró con desesperación.

Las cuerdas vocales y la garganta de Gabriela estaban en perfecto estado; no era muda de nacimiento. Había perdido la voz debido a un trauma emocional antes de llegar al orfanato, y desde entonces había sufrido de mutismo selectivo. Colomba la había llevado a numerosos especialistas, pero los resultados habían sido mínimos.

Gabriela miraba a Colomba, y un zumbido constante llenaba sus oídos. Asintió repetidamente, abrió la boca y se esforzó por decir «mamá». Pero solo sintió un sabor metálico en la garganta, y cuanto más intentaba hablar, menos podía emitir sonido alguno.

El tiempo pareció detenerse en ese instante.

El personal médico irrumpió en la habitación. Alguien apartó a Gabriela, arrastrándola a un lado.

El mundo se volvió un caos.

El zumbido en sus oídos continuó, hasta que un largo y monótono «bip» resonó, y el zumbido finalmente comenzó a desvanecerse. Gabriela vio a la enfermera cerrar los ojos de Colomba. El paño blanco se levantó, cubriendo su rostro deformado por el dolor.

No era la primera vez que Gabriela veía una escena así.

La última vez fue en la funeraria de la Isla Mar de Cristal, cuando Colomba lloraba desconsoladamente, gritando:

—¡Emiliano… Emiliano!

Gabriela permanecía en silencio, su mente repitiendo una y otra vez:

«Emiliano, mira. Tú que me amabas tanto, no fui a despedirte en tu último adiós, y han pasado años sin que haya regresado a verte ni una sola vez. La directora me crio hasta hacerme adulta, y lo único que quería era escucharme llamarla mamá, pero ni eso pude hacer. De verdad, no tengo corazón.»

Colomba había dejado todo dispuesto para su funeral. No quería ceremonias de despedida, solo que la cremaran, y que las cenizas y sus pertenencias quedaran a cargo de Gabriela.

Cuando empujaron el cuerpo de Colomba hacia el horno crematorio, la cuidadora, que siempre había estado a su lado, se derrumbó en el suelo, llorando desconsolada. Gabriela permaneció ahí, de pie, en silencio. Sus labios, pálidos, se movían ligeramente, llamando a su «mamá» una y otra vez, pero sin emitir sonido alguno.

Ese mismo día, en Midred, cayó la primera nevada del año. Álvaro acababa de salir de una reunión cuando su secretaria, Cristina, se acercó corriendo hacia él.

—Señor, el abogado Pedro dice que no ha podido contactar a la señora Gabriela.

Cristina hablaba con cautela, apenas atreviéndose a respirar. Era evidente que el jefe estaba de un humor terrible hoy; parecía que a cinco metros a su alrededor el aire se congelaba.

Se suponía que debería estar de buen humor, pues acababa de recuperar el control total del consorcio familiar, derrotando a sus tíos sin piedad…

—Entendido.

Álvaro frunció el ceño. Aunque era de esperarse que Gabriela se arrepintiera, no pensó que sería tan rápido. El divorcio se estaba complicando de nuevo.

Álvaro pensaba en esto, sin darse cuenta de que su paso se había vuelto más ligero. Incluso Cristina notó que el ánimo del jefe parecía haber mejorado de repente.

Al regresar a su oficina, Álvaro encendió la computadora. La pantalla mostró el documento que había estado revisando antes de la reunión: el acuerdo de divorcio, específicamente la sección sobre la compensación para Gabriela.

Álvaro había sido generoso. Le ofrecía una suma que Gabriela no podría gastar en toda su vida. Además, le había comprado propiedades tanto en el país como en el extranjero. Sabía que Gabriela había conseguido el puesto de primera bailarina en el Royal Ballet, por lo que le había comprado una lujosa residencia en París. Era su manera de pagarle por haberle salvado la vida.

Al mediodía, Noelia, arreglada con esmero, subió al coche de Álvaro. Iban a un restaurante privado que a ella le encantaba.

—No sé qué me pasa, pero desde que me desperté esta mañana, no puedo dejar de pensar en la comida de este lugar. ¡Eres el mejor! —dijo Noelia con una sonrisa inocente.

Álvaro le devolvió una leve sonrisa:

—Si estás feliz, eso es lo que importa.

Noelia asintió con entusiasmo:

—¡Claro que estoy feliz! ¡Con lo bien que me tratas!

Luego, dudó por un instante:

—Por cierto… ayer, Gabriela no…

La sonrisa de Álvaro desapareció de inmediato:

—Come tranquila.

Al ver que mencionar a Gabriela ponía a Álvaro de mal humor al instante, Noelia se sintió aún mejor.

Después de almorzar, Álvaro se preparó para volver al trabajo. Noelia, siempre obediente, le dijo:

—Ve a trabajar tranquilo. Yo tengo una cita para tomar el té con unas amigas.

Álvaro dejó que su mirada recorriera el abdomen cubierto por el abrigo de Noelia.

—Cuídate.

—¡Lo sé! —respondió Noelia con una sonrisa.

Lo observó mientras se alejaba, pero en cuanto se dio la vuelta, la dulzura y la inocencia desaparecieron de su rostro. Marcó un número en su teléfono.

—¿Estás segura de que Gabriela también irá a la cena de la familia Rojo esta noche?
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