NOVELA COMPLETA. Alessandro era el dueño más joven del Imperio Di Sávallo. Millonario, atractivo, seductor… eso era lo que todos sabían de él. Lo que muy pocos sabían es que era un experto piloto de rescate; que tenía sus sentimientos encerrados bajo siete cansados porque alguien le había roto el corazón; y que había jurado que jamás, ¡jamás! volvería a enredarse con una mujer casada.Gaia era solo Gaia. Sin apellido, sin títulos… sin memoria. Sobreviviente de aquel naufragio, sin poder apenas hablar, lo más probable por aquella joya que llevaba era que fuera una mujer casada. El problema era que no lo recordaba, y estaba determinada a sobreponerse a su tragedia. Sus destinos habían coincidido en aquel accidente, y hubieran seguido cada uno su camino de no ser porque la única persona a la que Gaia podía recordar en todo el mundo, era precisamente Alessandro Di Sávallo. La cuestión era: ¿Cómo te arriesgas a enamorarte de una mujer que quizás un día se despierte recordando que ama a otro?
Leer másGaia y Alessandro son quizás la pareja que más recurrencia tendrá en las novelas posteriores, puesto que ha terminado con un final un poco abierto. La señora Voulgaris ha quedado viva y con sed de venganza, y cuando tenemos un personaje así, sabemos que no importa cuántos años pasen, siempre buscará la forma de vengarse.Sin embargo, como Gaia y Alessandro se merecen su final feliz, vamos a dejarlos disfrutar por muchos años de esa felicidad. Vamos a dejar que tengan sus siguientes retoños y vamos a despegar la siguiente saga con la figura de Leo.
— Tienes que decírmelo. — Alba era un amor de mujer, excepto cuando presentía que sus hijos no andaban en buenos pasos. Habían pasado tres días desde la boda de Alessandro y Gaia, y justo en aquel momento todos estaban en una excursión de buceo liderada por el más pequeño de sus hijos.— Mamá, preferiría investigar un poco más.
Cara iba adelante, con un vestidito color rosa pálido lleno de adornos de mariposas. Zapateaba con seguridad por la alfombra que habían dispuesto sobre la arena, esparciendo pétalos de rosas mientras la brisa despeinaba sus hermosos rizos rubios.Detrás, Alexia bailaba como una pequeña hada envuelta en encajes azules, era una niña tan independiente y fuerte como Malena, y nadie había podido convencerla de usar un vestido rosa. Pero caminaba sonriente mientras dejaba un reguero de flores a su paso.
Gaia temblaba. La marea subía por sus piernas denudas y una cresta de espuma se rompía donde hasta hacía unos segundos Alessandro estaba haciendo de las suyas. Sintió ese dolor suave y vibrante que siempre le quedaba después de hacer el amor con él, como un recordatorio de su presencia allí, como si ni aún luego del clímax, los gemidos, los besos y la respiración tranquila, su cuerpo le permitiera olvidar que le pertenecía.
El licenciado Katsaros hizo una seña a uno de sus asociados, que inmediatamente le pasó una carpeta notariada, y con voz lenta comenzó a leer.— “Yo, Leónidas Voulgaris, por este medio hago público y declaro que este documento es mi última voluntad, y que estoy en plenas facultades, con
— ¿Dentro de un año te parece bien? — Hay un “mostgo”.Leo hizo un puchero entre los brazos de Alessandro mientras Gaia se envolvía en una bata de dormir y miraba la escena con curiosidad.— ¡No puede ser! — respondió el italiano ceñudo — Yo maté a todos los monstruos de tu cuarto la semana pasada. — ¿Quieres que te lleve? Quería llevarla en brazos sin preguntarle, pero sabía que todavía estaba entumecida por los días de inconsciencia y dar al menos unos pasos hasta la habitación le sentaría bien a la circulación de su sangre. La respuesta fue exactamente la que esperaba.— No, cielo. Solo ayúdame a llegar sin darle un besitCAPÍTULO 42
CAPÍTULO 41
— Mi nombre es realmente Gaia Valkos. — comenzó a decir, pero una mano delicada que se aferró a la suya la hizo detenerse.— Hija, no es necesario que nos cuentes. — le aseguró con cariño doña Alba.