El licenciado Katsaros hizo una seña a uno de sus asociados, que inmediatamente le pasó una carpeta notariada, y con voz lenta comenzó a leer.
— “Yo, Leónidas Voulgaris, por este medio hago público y declaro que este documento es mi última voluntad, y que estoy en plenas facultades, con
Gaia temblaba. La marea subía por sus piernas denudas y una cresta de espuma se rompía donde hasta hacía unos segundos Alessandro estaba haciendo de las suyas. Sintió ese dolor suave y vibrante que siempre le quedaba después de hacer el amor con él, como un recordatorio de su presencia allí, como si ni aún luego del clímax, los gemidos, los besos y la respiración tranquila, su cuerpo le permitiera olvidar que le pertenecía.
Cara iba adelante, con un vestidito color rosa pálido lleno de adornos de mariposas. Zapateaba con seguridad por la alfombra que habían dispuesto sobre la arena, esparciendo pétalos de rosas mientras la brisa despeinaba sus hermosos rizos rubios.Detrás, Alexia bailaba como una pequeña hada envuelta en encajes azules, era una niña tan independiente y fuerte como Malena, y nadie había podido convencerla de usar un vestido rosa. Pero caminaba sonriente mientras dejaba un reguero de flores a su paso.
— Tienes que decírmelo. — Alba era un amor de mujer, excepto cuando presentía que sus hijos no andaban en buenos pasos. Habían pasado tres días desde la boda de Alessandro y Gaia, y justo en aquel momento todos estaban en una excursión de buceo liderada por el más pequeño de sus hijos.— Mamá, preferiría investigar un poco más.
Gaia y Alessandro son quizás la pareja que más recurrencia tendrá en las novelas posteriores, puesto que ha terminado con un final un poco abierto. La señora Voulgaris ha quedado viva y con sed de venganza, y cuando tenemos un personaje así, sabemos que no importa cuántos años pasen, siempre buscará la forma de vengarse.Sin embargo, como Gaia y Alessandro se merecen su final feliz, vamos a dejarlos disfrutar por muchos años de esa felicidad. Vamos a dejar que tengan sus siguientes retoños y vamos a despegar la siguiente saga con la figura de Leo.
CAPÍTULO 1Alessandro apagó la televisión de ochenta pulgadas y se dirigió a su habitación con un gesto de profundo agotamiento. Hacía más de cuarenta y ocho horas que no dormía y aun así tenía la sensación de que, por más que lo intentara, no lograría conciliar el sueño. Se dio una ducha larga y reconfortante, esperando que el agua caliente y el sonido del mar lo ayudaran a relajarse, y agradeció mentalmente a Fabio por haber construido aquella
Gaia abrió los ojos despacio, exhalando por lo bajo un gemido de dolor. Sentía como si su piel estuviera envuelta en brasas, estaba débil y somnolienta, pero algo la impulsaba a despertar, a atravesar aquella muralla de sombras. Pasaron algunos instantes antes de que se acostumbrara a la poca luz que entraba a través de las persianas cerradas, y entonces miró alrededor.Estaba en un hospital, podía reconocer los equipos médicos, la cama Fowler, la
Alessandro clavó los ojos en Gaia a través del cristal, y ella le respondió con una mirada inteligente aunque un poco perdida.— ¿Puedes explicarte mejor? — le pidió a Jasper.— Quise hacerle una resonancia para asegurarme de que no hubiera ningún traumatismo físico, y la buena noticia es que su cuerpo no sufrió lesiones, pero en cuanto escuché cómo hablaba me di cuenta de que algo no iba bien.
— ¿Tienes hambre?Era una pregunta un poco tonta pero al menos servía para romper el incómodo silencio que se había creado en el trayecto a casa; incómodo solo para Alessandro, porque Gaia parecía fascinada por las luces de la ciudad y por aquella carretera que bordeaba el golfo.&md