CAPÍTULO 45

Gaia temblaba. La marea subía por sus piernas denudas y una cresta de espuma se rompía donde hasta hacía unos segundos Alessandro estaba haciendo de las suyas. Sintió ese dolor suave y vibrante que siempre le quedaba después de hacer el amor con él, como un recordatorio de su presencia allí, como si ni aún luego del clímax, los gemidos, los besos y la respiración tranquila, su cuerpo le permitiera olvidar que le pertenecía.

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