Una, dos, tres, cuatro semanas, que a Alessandro le parecieron minutos. Minutos tortuosos y agonizantes de tenerla cerca viendo cómo crecía, cómo conseguía dominar casi completamente el idioma, cómo aprendía y sonreía y se divertía y no hacía caso de los coqueteos de sus desvergonzados amigos, en especial de Jasper, que por alguna razón ahora pasaba a visitarlo más de la cuenta y no sabía si era por Gaia o por… ¡pero por supuesto que era por Gaia si no le quitaba los ojos de enc…!
— ¡Ale,
— ¿Pero qué se ha creído…? — Alessandro había entendido perfectamente la insinuación, y decir que estaba celoso era poco, aunque esa no era la palabra con la que se hubiera descrito a sí mismo.— Cálmate. — lo regañó Gaia cuando lo sintió moverse debajo de ella — Tu “pequeño monst
— Gaia por favor…Su respiración temblaba y se perdía por momentos. Tenía los músculos tensos desde las atadas muñecas hasta los hombros pero no era precisamente porque estuviera intentando liberarse de las cuerdas con que estaba sujeto . La liberación que necesitaba la tenía justo enfrente, desnudándose despacio mientras a &eacut
Alessandro sintió que el corazón dejaba de latirle en el pecho por un segundo y el hilo rojo que hilvanaba pensamientos, recuerdos y suposiciones se tensó dentro de su cerebro. No era la primera vez que Gaia aseguraba que había pasado cuatro noches en el mar, y Jasper también había hecho notar aquella sospecha de que Gaia había estado sometida al clima por más de dos días, pero eso significaba… significaba que Gaia quizás no viajaba en el crucero, quizás no estaba casada.
— Es buena, es muy buena. — Blake se echó hacia atrás en la silla mientras cruzaba los dedos tras la nuca con una expresión satisfecha — Los doctores están impresionados con lo que puede hacer, le hicieron un examen práctico y la certificaron como enfermera de traumas.Los ojos de Alessandro brillaban de orgullo.
Gaia pensó que iba a paralizarse en medio del muelle, que la visión de los cuatro mega yates de cien metros de eslora y cincuenta camarotes cada uno, a punto de zarpar hacia mar abierto, la haría temblar bajo una mala premonición; pero fue todo lo contrario.Llevaba un vestido color lila que le llegaba a las rodillas y apenas le cubría los hombros con un par de tirantes anchos, vaporoso y volátil, así que agradeció la poca brisa que había en el puerto a las ocho de la mañana. Alessandro se detuvo junto a ella y le rodeó la cin
— Espérate, me acabo de poner eso. ¿Por qué me lo quit…?La protesta quedó acallada con un beso. Alessandro había entrado sin hacer ni el más mínimo ruido y los lazos que con tanta precisión había anudado, habían quedado deshechos en menos de un segundo mientras era atraída hacia el calor del cuerpo masculino.
Alessandro quería seguir durmiendo, tenía una extraña sensación de felicidad y aturdimiento que le relajaba el cuerpo, pero el peso de Gaia sobre su torso y el reguero de besos traviesos que dejaba sobre su pecho lo obligaron a abrir los ojos.— ¿Por qué me estás torturando? — protestó haciendo un puchero. Gaia levantó las cejas y a propósito pestañeó dos veces muy despacio, consiguiendo desesperar a la mujer.— ¿Estás borracha o eres estúpida? ¿Acaso no me escuchaste?— Te escuché perfectamente. — respondió Gaia con tranquilidad — A Alessandro no le gustan las mujeres casadas. Lo que no entiendo es quién erCAPÍTULO 19