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En la mira del enemigo

Valeria

El viaje fue silencioso, apenas roto por el zumbido constante del motor del auto. Sam estaba sentado a mi lado, su expresión dura como siempre, pero esta vez había algo diferente en él, como si estuviera evaluando cada sombra que pasábamos.

—¿Dónde vamos? —pregunté finalmente, incapaz de soportar el silencio por más tiempo.

—A un lugar seguro —respondió sin mirarme.

Rodé los ojos ante su falta de detalles. Si había algo que había aprendido en este mundo, era que todos hablaban en enigmas, como si dar una respuesta directa fuera un delito.

—¿Qué pasa si Petrov nos encuentra? —insistí, esta vez con más fuerza.

Sam se giró hacia mí, su mirada intensa.

—No lo hará. No bajo mi vigilancia.

Quise creerle, pero la realidad de lo que acababa de suceder en la mansión seguía pesando en mi mente. No podía dejar de preguntarme si Luca estaría bien, si lograría salir de esta guerra sin perderlo todo… o a sí mismo.

Luca

La mansión estaba en silencio ahora, un contraste marcado con el caos de horas antes. Los cuerpos habían sido retirados, las heridas vendadas, pero el peso de lo sucedido seguía presente.

Estaba en mi oficina, con una copa de whisky en la mano, estudiando el mapa de la ciudad donde creía que Petrov se escondía. Cada punto marcado representaba una posible ubicación, y cada una era un recordatorio de que esta guerra estaba lejos de terminar.

—¿Estás seguro de esto? —preguntó Sam, entrando sin anunciarse.

No lo miré, pero sabía que estaba allí.

—No hay otra opción. Petrov cruzó la línea, y ahora pagará el precio.

—Valeria está segura por ahora, pero no sé cuánto tiempo podremos mantenerla fuera de su alcance si no actuamos rápido.

Mis manos se cerraron en puños, y el vidrio del vaso crujió bajo mi presión.

—Lo sé. Pero primero, necesito una confirmación de su ubicación. No puedo arriesgarme a un ataque fallido.

Sam asintió y se retiró, dejándome solo con mis pensamientos. Había pasado toda mi vida navegando por el peligro, pero esta vez era diferente. Ahora había algo, o más bien alguien, que me hacía vulnerable.

Valeria

Cuando finalmente llegamos al lugar donde me mantendrían "segura", mi primera impresión fue que parecía más una prisión que un refugio. Era una cabaña en medio del bosque, lejos de todo, rodeada por árboles altos que apenas dejaban pasar la luz del sol.

—Esto es temporal —dijo Sam, como si leyera mis pensamientos.

—¿Y qué pasa después? —pregunté, cruzándome de brazos.

—Eso depende de Luca.

Suspiré, pero no dije nada más. Sabía que discutir con Sam no me llevaría a ningún lado. Él era leal a Luca, más que a nadie, y no iba a traicionar esa lealtad por una discusión conmigo.

Entré en la cabaña y me sorprendió encontrarla bien equipada. Había una cocina pequeña, un sofá cómodo y una chimenea que ya estaba encendida, llenando el espacio con un calor acogedor.

—Tienes todo lo que necesitas aquí —dijo Sam, dejando un teléfono sobre la mesa. —Pero no lo uses a menos que sea absolutamente necesario.

—Entendido —respondí, aunque la idea de estar aislada me aterraba.

Sam me dejó sola poco después, y el silencio se instaló rápidamente en la cabaña. Me senté en el sofá, abrazando mis rodillas, y dejé que mis pensamientos vagaran. ¿Dónde estaría Luca ahora? ¿Estaría a salvo?

Petrov

—Así que la chica está escondida. —Petrov sonrió mientras escuchaba el informe de uno de sus hombres. —Luca piensa que puede protegerla alejándola de él. Qué tonto.

El hombre frente a él asintió, esperando instrucciones.

—Encuéntrenla. No importa cuánto les tome. Y cuando lo hagan, quiero que Luca lo sepa antes de que ella tome su último aliento.

Petrov se levantó, su sonrisa transformándose en una mueca de crueldad. Había esperado mucho tiempo para destruir a Luca, y ahora tenía la oportunidad perfecta.

Luca

Cuando Sam regresó con noticias, mi corazón se detuvo por un momento.

—Hay movimiento en uno de los puntos marcados. Parece que Petrov está usando el almacén en la zona industrial como base.

Asentí, dejando mi copa en el escritorio.

—Prepárense. Esta noche atacaremos.

Sam me miró fijamente, como si buscara algún signo de duda en mi decisión.

—¿Estás seguro? —preguntó finalmente.

—No hay margen para errores, Sam. Cada minuto que dejamos pasar es un minuto más en el que Petrov puede encontrarla.

Él no dijo nada más. Sabía que estaba decidido, y en este mundo, las dudas solo servían para debilitarte.

Mientras me preparaba para la noche que se avecinaba, solo tenía un pensamiento en mente: terminar esto de una vez por todas, por Valeria y por mí.

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