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Descubriendo la verdad

Valeria

Desperté al día siguiente con la sensación de estar en un lugar completamente ajeno. Las sábanas suaves, la cama inmensa y la decoración lujosa me recordaron que ya no estaba en mi pequeño departamento. Había algo inquietante en la perfección de aquel espacio, como si fuera una jaula dorada diseñada para hacerme olvidar que estaba atrapada.

Intenté convencerme de que todo había sido un sueño, pero la realidad me golpeó en cuanto abrí la puerta de la habitación. Dos hombres trajeados estaban de pie en el pasillo, impasibles, como si fueran parte del mobiliario. Al verme, uno de ellos asintió ligeramente.

—Señorita Torres, el señor Moretti ha pedido que desayune en el comedor. —Su tono era respetuoso, pero la autoridad en su voz dejaba claro que no había lugar para la negociación.

Caminé tras ellos, sintiéndome como una prisionera escoltada. Mientras bajábamos las escaleras, no podía evitar admirar la magnificencia del lugar: columnas de mármol, candelabros brillando con luz cálida, y ventanas enormes que dejaban entrar el sol de la mañana. Era como un castillo sacado de un cuento, pero sabía que aquí no había príncipes ni finales felices.

Al llegar al comedor, Luca ya estaba ahí, sentado al final de una mesa demasiado larga. Su postura relajada contrastaba con la intensidad de su mirada, que se clavó en mí en cuanto entré. Sentí un escalofrío recorrerme, pero me obligué a caminar con la cabeza en alto.

—Buenos días, Valeria. —Su voz era suave, pero cargada de esa autoridad que parecía acompañarlo siempre.

—Buenos días —respondí, intentando sonar neutral.

Tomé asiento frente a él, y enseguida apareció un grupo de sirvientes con bandejas llenas de comida. La opulencia era abrumadora: frutas frescas, pan recién horneado, jugos naturales. Era un banquete, pero yo apenas podía tragar con el nudo en la garganta.

Luca me observó en silencio mientras yo jugueteaba con el tenedor. Finalmente, dejó su taza de café sobre la mesa y se inclinó ligeramente hacia mí.

—Sé que todo esto es abrumador para ti —dijo, su tono más suave de lo que esperaba. —Pero quiero que sepas que estoy haciendo esto por tu bien.

Solté una risa amarga, incapaz de contenerme.

—¿Por mi bien? Me arrancaste de mi vida sin darme ninguna opción. ¿Cómo se supone que debo creer que esto es por mi bien?

Él no respondió de inmediato. En lugar de eso, se levantó de su asiento y caminó hacia una de las ventanas, mirando hacia los jardines exteriores. Su perfil era duro, casi inquebrantable, pero había algo en la forma en que se cruzó de brazos que sugería una lucha interna.

—Valeria, hay cosas que no puedo decirte todavía. —Su voz era grave, casi susurrante. —Pero lo que sí puedo asegurarte es que no estás aquí porque yo lo haya querido. Estás aquí porque era la única forma de mantenerte a salvo.

—¿A salvo de qué? —pregunté, frustrada. —¿Qué amenaza puede haber para alguien como yo? No soy nadie, Luca. No tengo nada que ver con tu mundo.

Él se giró para mirarme, y la intensidad de su mirada me dejó sin aliento.

—Precisamente porque no tienes nada que ver con mi mundo, Valeria. Eso es lo que te hace peligrosa.

Su respuesta me dejó más confundida que antes. Quería seguir preguntando, exigirle explicaciones, pero algo en su tono me dijo que no obtendría más respuestas por el momento. Así que decidí cambiar de tema.

—¿Y mi madre? ¿Está bien? —mi voz se quebró un poco, dejando entrever mi preocupación.

Luca asintió, sus facciones suavizándose ligeramente.

—Está siendo cuidada por los mejores médicos. No le faltará nada mientras estés aquí.

Sus palabras me aliviaron, pero también me llenaron de impotencia. Estaba atrapada, y aunque él intentaba presentarse como mi protector, sabía que en el fondo no podía confiar del todo en él. Luca Moretti era un misterio, uno que no estaba segura de querer resolver.

Después del desayuno, Luca me llevó a recorrer la mansión. Cada rincón era más impresionante que el anterior: bibliotecas llenas de libros antiguos, salas con obras de arte que parecían sacadas de un museo, y jardines que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. Pero lo más impactante fue cuando me llevó a una sala llena de monitores.

—¿Qué es esto? —pregunté, observando las pantallas que mostraban imágenes en tiempo real de diferentes lugares.

—Es mi centro de operaciones. Aquí controlo todo lo que ocurre en mis propiedades. —Su tono era casual, pero había un orgullo subyacente en sus palabras.

Me acerqué a una de las pantallas y vi algo que me dejó helada: era mi edificio, mi hogar. Podía ver la entrada, las ventanas de mi departamento, incluso a mi madre hablando con el médico que Luca había enviado.

—¿Me estás vigilando? —pregunté, volviéndome hacia él con incredulidad.

—Es por seguridad —respondió, como si fuera lo más lógico del mundo. —No puedo permitirme que algo le pase a ti o a tu madre.

—Esto no está bien, Luca. —Mi voz temblaba de rabia. —No puedes controlar todo en mi vida. No puedes decidir por mí.

—No estoy controlando nada, Valeria. Estoy protegiendo lo que me importa. —Sus palabras fueron firmes, y la intensidad en su mirada me hizo retroceder.

Lo que me importa. Esas palabras se quedaron grabadas en mi mente mientras me alejaba de la sala. No sabía qué pensar, qué sentir. Pero una cosa era clara: Luca Moretti no solo controlaba su mundo. Ahora también controlaba el mío.

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¿qué es lo que realmente le importa a Luca?

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