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Cruzando la línea

Valeria

Mis pies avanzaban por instinto, pero mi mente era un caos. Después de aquella cena, salí del restaurante con la sensación de que había dejado algo atrás, una parte de mí misma que no podía recuperar. Luca Moretti no era un hombre cualquiera. Lo sabía desde el primer momento en que lo vi, pero ahora, después de aquella conversación, estaba segura de algo más: él jugaba con reglas que yo no comprendía, y había comenzado a arrastrarme a su mundo.

El aire frío de la noche me golpeó al salir, pero no fue suficiente para calmar los temblores que recorrían mi cuerpo. Cada palabra suya seguía resonando en mi cabeza, especialmente aquella última advertencia: "Las consecuencias serán impredecibles." ¿Qué significaba eso? ¿Por qué sentía que, sin importar lo que eligiera, estaba atrapada?

Mientras caminaba hacia mi casa, mi teléfono vibró en el bolsillo. Lo saqué, esperando ver un mensaje de Luca, pero era mi madre. El simple hecho de ver su nombre en la pantalla me hizo volver a la realidad. Respondí de inmediato.

—Hola, mamá, ¿cómo estás? —intenté sonar tranquila, pero el nerviosismo que sentía me había traicionado.

—Bien, hija. Solo quería saber si estás en casa. Es tarde, y ya sabes que no me gusta que camines sola por ahí a estas horas. —Su voz, débil pero llena de preocupación, me llenó de culpa. Estaba tan metida en mis propios problemas que había olvidado todo lo demás.

—Ya voy para allá. No te preocupes, estoy bien. —Colgué rápidamente, incapaz de sostener la conversación sin sentirme aún más culpable.

Al llegar a mi pequeño departamento, encontré a mi madre dormida en el sofá, como siempre. Su enfermedad había avanzado, y aunque intentaba mostrarse fuerte, yo sabía que cada día era más difícil para ella. Mientras la cubría con una manta, una punzada de desesperación atravesó mi pecho. ¿Cómo podía protegerla cuando apenas podía mantenerme a flote yo misma?

Esa noche no dormí. Me quedé sentada junto a la ventana, observando las luces de la ciudad mientras mis pensamientos giraban en torno a Luca. ¿Qué quería de mí? Intentaba convencerme de que debía mantenerme alejada, de que nada bueno podía salir de esa relación. Pero había algo en él, algo que no podía ignorar.

A la mañana siguiente, todo cambió.

Me desperté con un golpe en la puerta. Eran apenas las seis de la mañana, y mi madre seguía dormida. Al abrir, me encontré con un hombre alto y corpulento, vestido de negro. Su rostro era impenetrable, pero sus ojos transmitían una autoridad que me hizo retroceder.

—¿Valeria Torres? —preguntó con una voz grave.

Asentí, incapaz de articular palabra.

—El señor Moretti desea verte. Ahora.

Mi corazón se detuvo. ¿Cómo sabía dónde vivía? ¿Por qué enviaba a alguien a buscarme tan temprano? Quería cerrar la puerta y fingir que no había pasado nada, pero algo en la mirada del hombre me dijo que no sería tan fácil.

—No puedo… Mi madre… —intenté excusarme, pero él no parecía interesado en escuchar.

—Se asegurará de que esté cuidada mientras estés fuera. No se preocupe. —Su tono no dejaba lugar a discusión.

Antes de que pudiera protestar, vi cómo otro hombre, vestido igual, se acercaba al edificio con una maleta. Parecía un médico. Mi mente no podía procesar lo que estaba ocurriendo. Luca había pensado en todo.

Finalmente, accedí. Subí al auto negro que esperaba frente a mi edificio, con el corazón latiendo con fuerza. Durante el trayecto, no dejaba de preguntarme qué estaba haciendo. ¿Por qué había aceptado? ¿Qué quería él de mí?

Cuando llegamos a nuestro destino, me di cuenta de que ya no podía dar marcha atrás. Era una mansión en las afueras de la ciudad, rodeada de altos muros y con una seguridad que hacía imposible entrar sin autorización. Los hombres me escoltaron al interior, donde Luca me esperaba.

Estaba de pie junto a una chimenea encendida, con las manos en los bolsillos de su elegante traje. Al verme entrar, una sonrisa se dibujó en sus labios, pero esta vez no era tan fría como antes. Había algo diferente en su mirada, algo que no pude descifrar.

—Valeria, bienvenida. —Su voz resonó en la enorme sala, tan segura y controlada como siempre. —Lamento haberte despertado tan temprano, pero era necesario.

—¿Qué quieres de mí, Luca? —pregunté, mi voz temblando ligeramente. —No entiendo por qué estoy aquí.

Él se acercó lentamente, sus pasos resonando en el suelo de mármol. Cuando estuvo frente a mí, se inclinó ligeramente, sus ojos encontrándose con los míos.

—Quiero protegerte, Valeria. Pero para hacerlo, necesito que confíes en mí.

Sus palabras me confundieron aún más. Protegerme de qué, o de quién, no lo sabía. Pero una cosa era segura: desde el momento en que acepté subir a ese auto, mi vida había cambiado para siempre.

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