Luca
Verla sentada frente a mí, tan nerviosa pero tan decidida a no mostrarlo, era una distracción. No era la primera vez que me encontraba con alguien que intentaba ocultar lo que sentía, pero algo en Valeria me mantenía intrigado. A veces, la fuerza de un ser humano no se mide por lo que muestra, sino por lo que oculta. Y ella, de alguna manera, tenía algo que me empujaba a conocer más, a descubrir la verdad detrás de esa fachada de normalidad. —Te dije que todo tiene un propósito —repetí, observándola fijamente. Sus ojos, esos ojos grandes y brillantes, no se apartaban de los míos. Había algo en su mirada que me decía que, a pesar de su resistencia, algo dentro de ella estaba comenzando a ceder. La cena transcurría en un silencio extraño, lleno de palabras no dichas, de pensamientos no expresados. Ella se movía torpemente, intentando parecer relajada, pero era obvio que el ambiente la sobrepasaba. Yo la observaba con calma, disfrutando de cada momento en que se sentía vulnerable. La tensión en el aire era palpable, y eso, de alguna manera, me excitaba. Aquel restaurante, tan lujoso y exclusivo, era solo una fachada. Un lugar perfecto para mantener las apariencias, pero el verdadero juego que yo jugaba no era con los demás, sino con ella. Valeria Torres, la chica sencilla, que no tenía idea de dónde se estaba metiendo. Pero eso pronto cambiaría. Mi mano rozó la copa de vino y la giré ligeramente. El vino tinto brillaba bajo la luz tenue del restaurante, su color profundo y carmesí capturando mi atención por un segundo antes de regresar a sus ojos. —¿Sabes? —dije en voz baja, casi como un susurro—. Siempre he tenido una curiosidad insaciable por las personas como tú. Gente que se cree fuera del alcance de este mundo… pero en realidad, no lo está. Todos tienen un precio, Valeria. La miré directamente a los ojos mientras mi voz se volvía más grave. Lo que estaba haciendo ahora era probarla, ver hasta dónde llegaría, cómo reaccionaría. Los humanos son predecibles en su naturaleza, pero las reacciones inesperadas siempre eran las que me interesaban. Ella intentó mantener la calma, pero podía ver cómo su respiración se aceleraba. Había algo en mí que la desestabilizaba, algo que ni ella misma comprendía aún. Yo no era alguien fácil de leer, y mis intenciones, aunque no lo parecieran, siempre estaban claras para mí. —¿Qué quieres de mí? —su voz tembló un poco, pero estaba decidida a no mostrar debilidad. Esa pregunta… era la clave de todo. Siempre que alguien me la hacía, se estaba entregando, sin saberlo. No había vuelta atrás. Cuando le pedía algo, cuando la hacía sentir que todo giraba en torno a mí, mi poder sobre ella se solidificaba. Mi sonrisa se amplió un poco, y esta vez, no hubo lugar para la duda. Era la sonrisa de quien tiene la ventaja. —Lo que quiero es simple, Valeria. Quiero que confíes en mí. Hubo un silencio entre nosotros, tan denso que podía cortarlo con un cuchillo. Ella no sabía si debía creerme o no, y lo sabía. Pero algo en su interior, algo que yo había encendido con mis palabras, estaba luchando por abrirse. El camarero trajo el plato principal, pero mi mirada nunca se apartó de ella. El tiempo parecía detenerse mientras la tensión entre nosotros aumentaba. Quería ver hasta dónde llegaría. Quería ver si realmente era tan diferente de los demás. Si lo que sentía por mí era solo una reacción a lo desconocido, o si era algo más profundo. Valeria no era como las demás mujeres que había conocido, y eso me fascina. Pero también me preocupaba. Las sorpresas en este mundo, en mi mundo, rara vez eran agradables. —Confía en mí —repetí, esta vez con un tono más suave, pero con un matiz de amenaza sutil que no dejaba lugar a dudas. — Y verás que todo será mucho más sencillo. En ese momento, algo cambió en ella. No pude ver lo que pensaba, pero sabía que la decisión que tomaría en los próximos segundos definiría todo lo que sucedería después. Yo siempre había jugado con ventaja. Yo siempre había sido el que dominaba el juego. Pero ella… Ella tenía algo que podía cambiar todo, si decidía dar el siguiente paso. Valeria se inclinó ligeramente hacia adelante, sus ojos ya no eran tan inseguros. Algo había despertado en ella, una chispa de algo que no podía controlar. Algo que me decía que, aunque no lo aceptara aún, estaba tan atrapada como yo en este juego peligroso. —¿Y si no confío en ti? —su pregunta fue directa, desafiante. Pero su voz tembló de una forma que no podía ocultar. Estaba empezando a dudar, pero aún no sabía qué hacer con esas dudas. Reí suavemente, casi con diversión. Sabía la respuesta antes de que ella lo dijera. —Entonces, Valeria, las consecuencias serán… impredecibles. --- ¿Cuénteme que les pareció en los comentarios? los estaré leyendo.ValeriaMis pies avanzaban por instinto, pero mi mente era un caos. Después de aquella cena, salí del restaurante con la sensación de que había dejado algo atrás, una parte de mí misma que no podía recuperar. Luca Moretti no era un hombre cualquiera. Lo sabía desde el primer momento en que lo vi, pero ahora, después de aquella conversación, estaba segura de algo más: él jugaba con reglas que yo no comprendía, y había comenzado a arrastrarme a su mundo.El aire frío de la noche me golpeó al salir, pero no fue suficiente para calmar los temblores que recorrían mi cuerpo. Cada palabra suya seguía resonando en mi cabeza, especialmente aquella última advertencia: "Las consecuencias serán impredecibles." ¿Qué significaba eso? ¿Por qué sentía que, sin importar lo que eligiera, estaba atrapada?Mientras caminaba hacia mi casa, mi teléfono vibró en el bolsillo. Lo saqué, esperando ver un mensaje de Luca, pero era mi madre. El simple hecho de ver su nombre en la pantalla me hizo volver a la rea
LucaValeria estaba frente a mí, pequeña e indefensa, pero había algo en su mirada que me desafiaba. La mayoría de las personas que se encontraban en mi presencia no se atrevían a mantenerme la mirada, pero ella lo hacía, aunque su temblor en las manos la traicionara. Ese contraste era lo que más me intrigaba: su valentía y su vulnerabilidad, coexistiendo en una batalla constante.—¿Protegerme? —repitió, con su voz llena de incredulidad. —¿Protegerme de qué?Caminé lentamente hacia la mesa cercana y vertí un poco de whisky en un vaso, mi espalda hacia ella mientras consideraba qué tanto debía decirle. No era mi costumbre compartir detalles, pero Valeria no era como las demás personas que habían cruzado mi camino. Ella merecía algo más… una pizca de la verdad.—Valeria —dije finalmente, girándome hacia ella— mi mundo no es como el tuyo. Hay reglas distintas, alianzas, enemigos. Y tú… ahora formas parte de este mundo, lo quieras o no.Su ceño se frunció, y su cuerpo se tensó. Podía ver
ValeriaDesperté al día siguiente con la sensación de estar en un lugar completamente ajeno. Las sábanas suaves, la cama inmensa y la decoración lujosa me recordaron que ya no estaba en mi pequeño departamento. Había algo inquietante en la perfección de aquel espacio, como si fuera una jaula dorada diseñada para hacerme olvidar que estaba atrapada.Intenté convencerme de que todo había sido un sueño, pero la realidad me golpeó en cuanto abrí la puerta de la habitación. Dos hombres trajeados estaban de pie en el pasillo, impasibles, como si fueran parte del mobiliario. Al verme, uno de ellos asintió ligeramente.—Señorita Torres, el señor Moretti ha pedido que desayune en el comedor. —Su tono era respetuoso, pero la autoridad en su voz dejaba claro que no había lugar para la negociación.Caminé tras ellos, sintiéndome como una prisionera escoltada. Mientras bajábamos las escaleras, no podía evitar admirar la magnificencia del lugar: columnas de mármol, candelabros brillando con luz cál
ValeriaLa mansión era un laberinto de secretos. Cada rincón parecía esconder algo más allá de lo que mis ojos podían ver, y cada conversación con Luca me dejaba con más preguntas que respuestas. Me sentía como un peón en un juego que no comprendía, atrapada entre la necesidad de proteger a mi madre y el deseo de escapar de esta jaula dorada.Esa noche, después de horas recorriendo la casa, me encontré en la biblioteca. Las estanterías se alzaban hasta el techo, repletas de libros antiguos. El lugar era imponente, pero también tenía algo de reconfortante. Me recordaba a mi infancia, cuando solía refugiarme en la lectura para olvidar las dificultades de la vida.Mientras pasaba mis dedos por los lomos de los libros, oí un ruido detrás de mí. Me giré rápidamente, mi corazón latiendo con fuerza. Luca estaba allí, apoyado en el marco de la puerta, observándome con una expresión indescifrable.—No puedo dormir —dije antes de que él pudiera hablar. —Pensé que tal vez un libro me ayudaría.—
Valeria El amanecer iluminaba la mansión con un resplandor cálido, pero para mí no era más que un recordatorio de lo lejos que estaba de mi hogar. La noche había sido larga, llena de pensamientos imposibles de silenciar. Las palabras de Luca seguían resonando en mi mente: "Eres un objetivo." ¿Qué tan peligrosa podía ser mi existencia para alguien como él? Yo no era nadie, una simple chica acostumbrada a sobrevivir con lo mínimo. Sin embargo, ahora estaba atrapada en su mundo, cargando un peso que no me pertenecía. Decidí que no podía seguir así, simplemente esperando respuestas que nunca llegaban. Si Luca no me iba a decir toda la verdad, tendría que descubrirla por mi cuenta. Después del desayuno, pedí permiso para salir al jardín. No esperaba que lo aceptaran, pero para mi sorpresa, Luca accedió. Había algo en su mirada, un destello de confianza o tal vez de curiosidad, como si quisiera ver qué haría con esa pequeña libertad. El jardín era impresionante, con senderos de piedra
ValeriaLa noche cayó sobre la mansión como un velo pesado, llenando los pasillos de sombras que parecían moverse por voluntad propia. Aunque el lugar era inmenso, el silencio lo hacía opresivo. Cada crujido de la madera bajo mis pies, cada susurro del viento que entraba por las ventanas entreabiertas, me hacía sentir como si algo estuviera acechándome.No podía dormir. Las palabras de Luca seguían rondando mi mente: "Este lugar es un escudo." Pero, ¿contra qué? ¿Qué clase de enemigos justificaban todo esto?Decidí que no podía quedarme encerrada en mi habitación una noche más. Me puse un abrigo ligero y salí al pasillo. La mansión estaba en penumbra, solo iluminada por la luz de la luna que se filtraba por los ventanales. Caminé en silencio, asegurándome de no hacer ruido para no alertar a nadie.Mi objetivo era el ala oeste, un lugar que Luca había evitado mostrarme durante nuestro recorrido. Algo me decía que allí podría encontrar respuestas.A medida que avanzaba, el aire se volví
Valeria Luca me llevó de vuelta a mi habitación sin decir una palabra. Su agarre en mi brazo no era brusco, pero sí firme, como si estuviera asegurándose de que no escapara otra vez. Mi mente seguía dando vueltas por lo que había visto: un hombre armado, la amenaza que representaba y la manera en que Luca lo había enfrentado con una calma implacable. Cuando cerró la puerta detrás de nosotros, giró hacia mí, sus ojos ardiendo de furia contenida. —¿Qué parte de "quédate aquí" no entendiste? —preguntó con una voz baja, pero peligrosa. —No soy una prisionera, Luca. —Mi respuesta salió más firme de lo que esperaba, aunque mi corazón latía con fuerza. —No puedes encerrarme y esperar que simplemente obedezca. Él pasó una mano por su cabello, claramente frustrado. —No entiendes en qué mundo estás metida, Valeria. No tienes idea de lo que ese hombre podría haberte hecho si te encontraba. —Entonces explícame, Luca. —Di un paso hacia él, desafiándolo con mi mirada. —Estoy aquí, atrapada,
ValeriaLa noche no me dejó dormir. Cada crujido de la casa me hacía sobresaltarme, cada sombra parecía ocultar un peligro. El miedo que sentía no era solo por la amenaza externa, sino también por lo que empezaba a descubrir de Luca y, más preocupante aún, de mí misma.Después de lo que había pasado en el sótano, Luca había regresado brevemente para asegurarse de que estuviera bien. No habló mucho, pero su mirada bastó para que entendiera que las cosas estaban más serias de lo que imaginaba. Me pidió que descansara, pero ¿cómo podía hacerlo?El amanecer llegó demasiado rápido, y aunque mis ojos estaban pesados, mi mente seguía alerta. Decidí salir de mi habitación. No podía quedarme encerrada, dejando que mi imaginación me atormentara. Necesitaba respuestas.Al cruzar el pasillo, escuché voces provenientes del estudio. Reconocí la de Luca y, para mi sorpresa, también la de Sam. Me acerqué en silencio, manteniéndome fuera de la vista.—No podemos mantenerla aquí mucho más tiempo —dijo