Dicen que para el amor no hay edad, pero ¿qué sucede cuando en plena madurez descubres el amor verdadero en los brazos de una joven mujer? Aparentemente nada, ¿qué podría salir mal? Pero, ¿qué pasa cuando esa mujer es la novia de tu hijo? Juliana Zapata Duque es una chica alegre, divertida y decidida, siempre consigue lo que quiere. En su vida sentimental, no hay mucho que contar: su primer amor en el colegio, algunos admiradores en Boston sin concretar nada, hasta que Bruno Villamizar, su fiel amigo, vecino y compañero de facultad, empieza a conquistarla. Para Bruno no fue fácil conseguir el ansiado "sí" de Juliana, pero ambos sabían que cuando se proponían algo, lo conseguían. Sin embargo, Bruno no fue del todo sincero con Juliana. Una pequeña confusión de identidad llevará a Juliana a los brazos de Alfredo Villamizar, el padre de su novio, su amor platónico de juventud. El mismo hombre al que besó al cumplir la mayoría de edad y quien ahora le hará sentir lo que Bruno no puede. Alfredo, un hombre de cuarenta años, siempre fue un caballero de carácter firme, dedicado a su familia y su hacienda. Divorciado desde hace años, tuvo relaciones pasajeras, pero ninguna mujer logró trastornar su vida y hacer latir su corazón como Juliana. Sin embargo, ella es una mujer prohibida, la novia de su único hijo. ¿Qué hará Alfredo? ¿Renunciará al verdadero amor por la felicidad de su hijo? ¿Descubrirá Juliana que su gran amor sigue siendo Alfredo? ¿Será capaz de dejar a Bruno por seguir al padre de él? ¿Y qué hará Bruno cuando descubra que su papá está enamorado de su novia? Si quieren descubrirlo, no se pierdan esta apasionante historia. Esta obra ha sido registrada en Safe Creative: 14/04/2024 bajo el código: 24041XXXXX102.
Leer másTres años habían pasado desde que Bruno fue encarcelado, y durante ese tiempo, había trabajado arduamente para mejorar su comportamiento y demostrar que estaba listo para una segunda oportunidad. Su esfuerzo no pasó desapercibido, y finalmente, por buen comportamiento, Bruno obtuvo la libertad anticipada.El día de su liberación, Bruno sintió una mezcla de emoción y nerviosismo. Había soñado con este momento durante tanto tiempo, pero ahora que estaba aquí, no podía evitar sentirse ansioso por el futuro. Con la ayuda de Alfredo, había organizado su regreso de manera discreta, queriendo sorprender a Anne y a su hijo Mateo.Bruno se dirigió al apartamento donde Anne y Mateo vivían. Con cada paso que daba, su corazón latía con más fuerza. Finalmente, llegó a la puerta y respiró hondo antes de tocar el timbre.Anne, que estaba en la cocina preparando el almuerzo, escuchó el timbre y frunció el ceño. No estaba esperando a nadie. Se secó las manos y se dirigió a la puerta, abriéndola con cu
El embarazo de Anne avanzaba con serenidad. A pesar de las dificultades y el peso de las decisiones pasadas, estaba decidida a darle a su hijo la mejor vida posible. Cada mes, llevaba las ecografías y las actualizaciones del estado del bebé a Bruno en la cárcel. A pesar de todo, él mostraba un interés genuino por su hijo, y esos momentos de conexión, aunque breves, le daban a Anne un rayo de esperanza.Anne trabajaba en el consorcio cafetero junto a Juliana, quien también estaba embarazada de Alfredo. A medida que sus vientres crecían, las dos mujeres encontraron en su experiencia compartida un lazo de apoyo mutuo. Anne tenía dos meses más de embarazo que Juliana, y juntas compartían sus anécdotas y preocupaciones sobre la maternidad.Una mañana, Anne llegó al consorcio con una nueva ecografía en la mano, ansiosa por mostrarle a Bruno las imágenes de su bebé. Había pedido permiso para visitarlo, y aunque las visitas eran breves, cada segundo era valioso. Enseguida salió rumbo a la cár
El embarazo de Juliana avanzaba con serenidad y felicidad. A medida que su vientre crecía, también lo hacía su amor y anticipación por el bebé que estaba por llegar. Alfredo estaba a su lado en cada paso del camino, cuidándola y apoyándola en todo lo que necesitaba.La hacienda de Alfredo, ahora también de Juliana, se llenaba de vida y actividad. Juliana se había adaptado rápidamente a su nuevo rol como dueña. Sus conocimientos sobre la tierra y su pasión por el café la hacían destacar en la gestión de las plantaciones. Trabajaba codo a codo con los empleados, aprendiendo de ellos y compartiendo su entusiasmo por mejorar y optimizar la producción.—Eres increíble, Juliana. La hacienda nunca ha estado tan bien gestionada —comentaba Alfredo con orgullo, observándola mientras supervisaba las cosechas.—Gracias, amor. Estoy feliz de poder contribuir y hacer crecer nuestra hacienda —respondía Juliana, sonriendo mientras acariciaba su creciente vientre.Además de su trabajo en la hacienda, J
El sol brillaba con fuerza sobre la hacienda de La Momposina, iluminando los vastos cafetales que rodeaban el lugar. La familia y amigos se habían reunido para celebrar la boda de Juliana y Alfredo, un evento que marcaba un nuevo comienzo en sus vidas. La hacienda estaba decorada con flores frescas y luces que añadían un toque mágico al ambiente.Habían pasado dos meses desde el juicio y la condena de Bruno y Antonia. Durante este tiempo, Juliana y Alfredo habían encontrado la paz y la felicidad mientras se preparaban para su boda. El embarazo de Juliana era ahora visible, y ella mostraba con orgullo su pequeño vientre, símbolo de la nueva vida que estaban creando juntos.Juliana estaba en una habitación de la hacienda, preparándose para su gran día. Su vestido blanco, sencillo pero elegante, realzaba su belleza natural y acentuaba su pequeño vientre. Mientras se miraba en el espejo, una sonrisa nerviosa se dibujó en sus labios. No podía creer que finalmente estaba a punto de casarse c
La noticia fue recibida con una mezcla de asombro y alegría. Los ojos de María Paz se llenaron de lágrimas de felicidad, mientras que Juan Andrés y Paula sonreían, felices por la nueva vida que estaba en camino.—¡Felicidades, Juliana y Alfredo! —exclamó Majo, levantando su copa en señal de celebración.—Gracias, tía Majo. Este bebé es un milagro en medio de todo lo que hemos pasado —expresó Juliana, sonriendo.—Al menos ya no tuve que insistir en comprar las tierras de los Villamizar —advirtió Marypaz—. Ya Juliana se encargó de que todo quedará en familia. Bien hecho prima —bromeó. Todos carcajearon. Abel y Malú, los padres de Juliana, se miraron sorprendidos. Abel frunció el ceño, claramente afectado por la noticia, mientras Malú intentaba procesar toda la información.—Juliana, esto es... inesperado —susurró Abel, con voz seria—. Queremos lo mejor para ti y para tu futuro.Malú se llevó la mano al pecho. —¡No lo puedo creer! ¡Seré abuela por partida doble! —exclamó y bebió un gr
Después de la conversación con Bruno, Alfredo y Juliana decidieron aprovechar su tiempo en el hospital para confirmar el embarazo y que la revisaran adecuadamente. Aunque el ambiente seguía cargado de emociones, ambos sabían que era importante asegurar la salud de ella y del bebé que esperaban.Alfredo sostuvo la mano de Juliana mientras caminaban por los pasillos del hospital, buscando el consultorio de obstetricia. La preocupación y la incertidumbre se mezclaban con una leve sensación de esperanza.—Recuerda que estoy contigo, aquí a tu lado —mencionó Alfredo, apretando suavemente la mano de Juliana.Juliana le sonrió, sintiéndose reconfortada por su apoyo.—Gracias, Alfredo. Estoy nerviosa, pero también emocionada por saber más sobre nuestro bebé —respondió, con voz suave y una inmensa ilusión en el corazón. Finalmente, llegaron al consultorio y fueron recibidos por una amable doctora, quien les pidió que pasaran y tomaran asiento.—Buenos días. Soy la doctora Rodríguez. Entiendo
Alfredo y Juliana estaban agradecidos con Cris y Marypaz por su intervención oportuna. Sin ellos, las mentiras de Bruno y Antonia podrían haber continuado causando estragos en sus vidas.—Gracias, Cris. Gracias, Marypaz. No sabemos cómo agradecerles por todo lo que han hecho —expresó Alfredo con sinceridad. —Sí, de verdad, gracias. No sé qué habríamos hecho sin ustedes —añadió Juliana, abrazó con fuerza a sus primos. Cris y Marypaz sonrieron, sintiéndose aliviados de haber ayudado a desenmascarar la verdad.—No tienen que agradecernos. Lo importante es que ahora todo está claro y ustedes pueden seguir adelante —mencionó Cris, con una sonrisa.—Yo no podía permitir que se burlaran de ustedes y que siguieran sufriendo de esa forma —añadió Marypaz.—Son mis héroes —aseguró Juliana y miró a Betito—, en especial él, hizo lo que todos ansiábamos con Antonia. —Sonrió. Después de esos momentos de gratitud, todos salieron rumbo al hospital para conocer las condiciones de Bruno. Al llegar, u
Juliana se puso a temblar al verlo tan enfurecido, pero se mantuvo junto a Alfredo.—Bruno, déjanos explicarte... —comenzó a decir Alfredo, pero Bruno lo interrumpió.—¡No quiero escuchar nada! ¡Son unos traidores! ¡Engañándome todo este tiempo! —gritó Bruno, acercándose peligrosamente a ellos. —¡Mi propio padre y mi esposa!Alfredo se interpuso entre Bruno y Juliana, protegiéndola con su cuerpo.—Bruno, cálmate. Entiendo que estés enfadado, pero tenemos que hablar de esto como adultos —susurró Alfredo, tratando de mantener la compostura.Bruno, sin embargo, no estaba dispuesto a escuchar razones.—¡No me digas que me calme! ¡Todo este tiempo han estado riéndose de mí a mis espaldas! ¿Y ahora me entero de que Juliana está embarazada de ti? —cuestionó con voz llena de veneno.Juliana, temblando, decidió enfrentarlo.—Sí, Bruno. Estoy embarazada de Alfredo. Lo amo y siempre lo he amado. Lamento haberte herido, pero no podemos seguir con esta farsa.Bruno, al escuchar las palabras de Jul
Antonia sonrió triunfante, Alfredo no pudo correr tras de Juliana, entonces volteó y observo a su exesposa con furia.—Esto ha ido demasiado lejos, Antonia. No permitiré que sigas causando problemas. Te exijo que te largues de mi casa en este momento —gruñó.Antonia, satisfecha con el caos que había causado, levantó las manos en un gesto de rendición fingida.—No puedes echarme, aquí vive mi hijo —vociferó. Alfredo tensó la mandíbula, apretó los dientes, agarró del brazo a Antonia, y la sacó de la casa, le cerró las puertas en las narices. —¡Alfredo! ¡No puedes hacerme esto! ¡No tengo donde ir!Alfredo no se inmutó, ordenó a una empleada que guardaran como pudieran las cosas de Antonia, colocó dinero en un sobre y pidió que se lo entregaran. Sintiéndose impotente y lleno de desesperación, fue a buscar a Juliana, la encontró en la habitación, sentada en la cornisa frente a la ventana, con lágrimas corriendo por sus mejillas.—Juliana, por favor, escúchame. No quería que esto pasara.