Juliana observó a Alfredo con ojos suplicantes.
—Por favor, no le diga que soy yo —balbuceó, susurrando llena de angustia, la chica sentía que su corazón iba a estallar de un momento a otro, la situación que estaba viviendo en ese momento jamás pasó por su mente.
Alfredo apenas estaba reaccionando de toda esa hecatombe que ella provocó, sacudió su cabeza, se tenía que inventar algo, no podía permitir que su hijo supiera que estaba con Juliana, aunque no sabía a ciencia cierta qué relación mantenía con la bella chica, no podía delatarla, él era un caballero.
—¿Papá? —volvió a preguntar Bruno, tocó a la puerta. —¿Estás bien?
Alfredo salió de la cabina, se envolvió con una toalla de la cintura para abajo, entreabrió la puerta del baño.
—Sí hijo, todo en orden estoy con una amiga —mintió se aclaró la voz, ladeó los labios intentando convencer a su hijo de que estaba acompañado por una mujer y así sacarlo del apartamento—. Será mejor que vuelvas más tarde, me comprendes.
Bruno arrugó el ceño, se rascó el frente sorprendido, no sabía que su papá tenía amigas en Estados Unidos, se le hizo bastante extraño, pero había escuchado la voz de una mujer en el interior del baño, así que no dudó.
—Para la próxima, pon una señal, no quiero entrar y sorprenderte con tu amiga —avisó mirando atento a su padre—, nos vemos a la hora del almuerzo, te llamaré para decirte en dónde estoy, te quiero presentar a mi novia, la voy a ir a buscar.
—Perfecto hijo, estaré pendiente. —Cerró y aseguró la puerta.
Enseguida Alfredo, sin mirar a Juliana, le extendió una toalla, para que la chica pudiera cubrir su desnudez.
Juliana se cubrió con rapidez, salió de la cabina de la ducha completamente avergonzada, sus mejillas volvieron a ponerse rojas, se sentía apenada, recién tomaba conciencia de que había besado y acariciado al padre de su novio, y no solo eso, estuvo a punto de hacer el amor con su futuro suegro, y para rematar el asunto, Alfredo Villamizar no era cualquier hombre, era la persona que ella siempre admiró desde que era una niña, él fue su gran amor platónico.
Juliana no sabía qué decir, ni cómo disculparse con el señor Villamizar ambos se miraban a los ojos sin pronunciar una sola palabra. Hasta que él, como el hombre maduro que era tomó la iniciativa.
—Espero tenga una buena explicación para lo que acaba de suceder señorita Zapata —expuso él con voz serena y firme.
Juliana frunció el ceño, lo miró a los ojos, colocó su mano en la cintura.
—¿Explicación? —cuestionó ella resoplando—, sí fue usted quien se aprovechó de la situación, debió de decirme que no era Bruno y sin embargo recibió mis besos y caricias y estuvo a punto de….—Pausó, las mejillas se le encendieron, su cuerpo sintió un cálido estremecimiento de solo pensar lo que pudo haber ocurrido entre ellos, el corazón le bombeó con fuerza descomunal. —¡Usted es un atrevido!
Alfredo soltó un bufido, negó con la cabeza.
—¿Qué? —cuestionó, el rostro se le llenó de contrariedad. —¿Se ha vuelto loca? —inquirió resoplando—, fue usted la que entró a la cabina, y me sorprendió besándome, ni siquiera me dejó hablar y ahora resulta que el culpable soy yo. —Soltó el aire que contenía.
Juliana apretó los labios, mantenía el ceño fruncido.
—Pues no debió llegar a tanto —reclamó ella, sentía la piel erizada. Se inclinó, y empezó a agarrar su ropa para vestirse—. Mire señor Villamizar, esto es un grave malentendido y espero que lo que ocurrió aquí quede en estas cuatro paredes y no se repita jamás.
—¿Malentendido? —cuestionó exhalando un bufido, por instinto la recorrió con sus oscuros ojos de pies a cabeza, ella era bellísima. —¿No será que esto lo planearon con Bruno? ¿Se le olvidó que años atrás usted me besó? —reclamó él, sin dejar de reflejarse en esa azulada mirada.
Juliana separó los labios, recordó aquel beso, claro que no lo había olvidado, sentía el pecho agitado, estaba furiosa y bastante contrariada.
—¿Cómo se atreve a pensar eso de mí? —vociferó, apretando los puños—, yo pensé que era Bruno, no usted, por supuesto que esto no volverá a ocurrir —enfatizó ella respirando agitada—, no sea tan vanidoso, que ese beso, yo ni lo recuerdo.
La respiración de Alfredo se volvió irregular, se aproximó a ella, y Juliana sintió que iba a desfallecer, lo pudo ver de cerca, seguía tan atractivo como años atrás, tenía algunas leves canas en su oscuro cabello, su mirada era profunda, sus ojos tan oscuros como el ébano de la noche, su piel bronceada, debido a las largas horas que solía pasar bajo en sol, en su hacienda, tenía la nariz perfilada, el mentón cuadrado, una ligera barba de candado alrededor de esos carnosos labios.
—¿Seguro, no recuerdas ese beso?
Alfredo restó la distancia entre ellos. El corazón de Juliana bombeaba acelerado, la respiración se le cortó por milésimas de segundos, pero no le iba a demostrar a ese engreído hombre que el piso se le movía bajo sus pies ante su cercanía.
Entonces ella irguió su barbilla, lo miró a los ojos.
—Claro que no me acuerdo.
Alfredo tenía la respiración agitada, ladeó los labios.
—Comprobemos si es verdad. —La tomó de los hombros, la acercó más a él y volvió a besarla.
Juliana se convirtió en una marioneta, no pudo reaccionar, cuantas veces siendo adolescente imaginó la escena que estaba viviendo ahora que ya era una mujer. Abrió su boca para recibir la lengua de Alfredo, sus labios se saboreaban y guardaban en su mente el aroma del otro, entonces ella recordó que era la novia de Bruno.
—¡Basta! —exclamó. —Lo empujó, alzó su palma, lo abofeteó. —¡No vuelva a besarme! —vociferó respirando agitada. —¡Yo soy la novia de Bruno! —confesó.
Alfredo, se sobó la mejilla, parpadeó, soltó un jadeo al escucharla.
—¿Qué has dicho?
—Soy la novia de Bruno, vine a sorprenderlo a él, yo no sabía que usted se estaba bañando en el baño de la alcoba de su hijo —rebatió hablando agitada, sus ojos estaban llenos de angustia.
Alfredo tragó saliva, sacudió la cabeza, sintió un pinchazo en el pecho.
—¿Eres la novia de mi hijo?
—Sí, y por eso no quiero que se me acerque —ordenó apretando los puños. —¡Respéteme!
Alfredo palideció sintió un escalofrío transitar por su espalda.
—Voy a salir a la habitación para que usted pueda cambiarse tranquilamente.
Juliana apenas podía contestar, estaba aturdida, observó cómo las gotas de agua del cabello del hombre bajaban por su firme pectoral, transitaban por su abdomen y descendían más abajo, sintió que la piel se le encendía, pero no, no podía sentirse atraída por él.
—Salga —ordenó.
Una vez que Alfredo salió, Juliana retiró con su mano el vapor del espejo del baño, se reflejó en aquel cristal, tenía las mejillas completamente rojas y cómo no sentirse así, acalorada, si jamás en la vida había percibido toda esa sensaciones con un hombre y vaya qué hombre uno que siempre pensó que estaría fuera de su alcance.
—No puede ser —susurró bajito, se colocó la mano en el pecho. —¡Dios! ¿Qué fue lo que pasó aquí? —se preguntó, sentía el corazón latiendo a millón.
Alfredo se dirigió a la alcoba de huéspedes, se encontraba en la misma situación que Juliana, confundido, sorprendido y extasiado, ella apenas era una chiquilla, pero había llegado a él con la fuerza de un huracán, estremeciendo todo.
—¡Joder! ¿Qué me pasa siempre con esta con esta muchachita? ¡Podría ser mi hija! —sacudió la cabeza, pero eso no era lo más grave, sino lo que Juliana le confesó. —Debo olvidar lo que pasó, ella es la novia de mi hijo —enfatizó con un deje de tristeza en la voz, cerró sus puños.
****
Ambos se sentían confundidos, lo que habían experimentado en esos cortos minutos que estuvieron juntos, jamás les había pasado eso con nadie. En Juliana sentir ese aturdimiento era más comprensivo, ella no era una mujer de tener s3xo porque sí, además todavía era virgen. En cambio, Alfredo, era un hombre hecho y derecho y no se dejaba llevar por las pasiones ni los bajos instintos, sin embargo los ardientes besos de Juliana le habían nublado todo el pensamiento y se dejó llevar como si fuera un jovencito.Alfredo se cambió de ropa, tenía que aclarar las cosas, no podía permitir que la muchacha se fuera sin que ellos hablaran de lo sucedido, en el pasillo cuando abrió la puerta se encontró con la chica.Juliana se volvió a sobresaltar y sintió que su corazón daba un brinco.—Lo lamento, no quise asustarte.Alfredo la contempló con discreción, ella lucía un vestido en tela de mezclilla que le llegaba hasta la rodilla, la falda era campanada, su estrecha cintura estaba ceñida por una
Maryluz separó sus labios, parpadeó varias veces, el rostro se le llenó de seriedad, invitó a su prima a tomar asiento en las sillas de mimbre que había en la terraza y la miro con atención. —No puedes estar hablando en serio, explícame exactamente qué fue lo que hiciste.Juliana con la voz temblorosa y con las mejillas encendidas, le narró a su prima, lo que pasó en la ducha con Alfredo. —Lo confundí, pensé que era Bruno, nos besamos, nos tocamos, y casi…pasó. Maryluz se puso de pie de un solo golpe. —¿Con el señor Villamizar? —cuestionó anonadada. —¿Estás hablando del mismo hombre que fue tu gran amor platónico, el mismo al cual besaste cuando cumpliste la mayoría de edad? Juliana sintió un estremecimiento en el corazón. —Sí hablo del mismo hombre, del papá de mi novio, ese hombre me hizo sentir cosas que jamás en la vida había imaginado. Maryluz sonrió, luego se cubrió con su mano, la boca sorprendida, y a la vez la mirada le brilló. A ella no le caía muy bien Bruno no sabía
El beso accidental entre Alfredo, el padre del novio, y su futura nuera había dejado un rastro de tensión en el aire, una tensión que ninguno de los dos podía ignorar, y que se intensificó cuando Bruno besó a Juliana. Ella se tensó visiblemente, incapaz de disimular su nerviosismo. Mientras tanto, Alfredo sintió un pinchazo en el corazón, una pizca de celos que le hizo desviar la mirada, aclarándose la garganta en un intento de aliviar la incómoda situación.—Hola Juliana, años sin verte —expresó el señor Villamizar. Luego que su hijo abandonara los dulces labios de la novia.Juliana soltó el aire que contenía.—Buenas tardes, señor Villamizar —mencionó con voz suave.Él plantó su profunda mirada en los ojos de ella. Juliana desvió la vista.—Juliana está un poco nerviosa —comentó Bruno, hablando por su novia.Alfredo se aclaró la voz.—No debería, nos conocemos de casi toda la vida. —Abrió una silla para que ella se sentara, y su hijo la soltara, no le agradó esa forma tan posesiva de
Alfredo y Juliana se separaron rápidamente, tratando de disimular la intensidad del momento que acababan de compartir. Pero sabían, en el fondo de sus corazones, que aquel instante había cambiado algo entre ellos, algo que ya no podían ignorarJuliana y Alfredo se pusieron de pie como un resorte apenas Bruno los sorprendió; la mano de Juliana temblaba visiblemente. Alfredo, quien tenía el móvil de la chica entre sus dedos, se lo entregó con un rápido movimiento.—Aquí tienes tu teléfono, Juliana —le dio una breve revisión, se lo entregó, cruzó sus ojos con los de ella, pero la chica centró su vista en el artefacto, eludiendo la mirada de él—. Espero que no le haya pasado nada.Juliana soltó el aire que tenía contenido; la tensión en el ambiente era palpable, un profundo silencio se hizo entre ellos a pesar del murmullo que existía a su alrededor. El corazón de Juliana latía desbocado, temiendo el juicio de Bruno.Bruno los miraba atentos a ambos, con una expresión de seriedad en el ro
La brisa de la tarde jugueteaba con los pliegues del vestido de Juliana mientras caminaba con elegancia por los jardines de la universidad. Sus padres estaban en otro auditorio, en el de la escuela de leyes, en la graduación de Maryluz, que empezó horas antes.Juliana buscaba con sus ojos a Bruno, pero no lo encontraba, transitó por un corredor.Alfredo también andaba en la búsqueda de su hijo, el joven había ido al hotel por su madre, ya debía estar en la universidad, pero no llegaba, caminaba mirando el móvil, digitando el contacto de Bruno.Juliana salía de un corredor sin darse cuenta rozó el hombro de un caballero, cuando ese hombre alzó su mirada sus ojos se encontraron.—¡Señor Villamizar! —jadeó ella, sintió un estremecimiento de pies a cabeza.Alfredo contuvo el aliento al reconocer a Juliana, la novia de su hijo. Sus ojos se centraron en la delicada figura de la joven, quien se veía absolutamente hermosa. Enfundada en un elegante vestido negro de seda, su figura se destacaba
Entre tanto, Alfredo no podía apartar la mirada de Juliana. Aunque intentaba disimularlo, sentía una atracción irresistible hacia ella. Mientras Antonia, enfundada en un vestido color champán, con detalles de encaje, además de lentejuelas que resplandecían, deslumbrando la vista de los asistentes, se movió en medio de las sillas y llegó hacia donde estaba Alfredo.El hombre se tensó al verla, frunció la nariz.—Hola, Alfredo. ¿Cómo estás? —preguntó, con un brillo desafiante en sus ojos—. ¡Qué hermosa ceremonia, ¿verdad?! ¿No te parece? —insistió.—Sí, es un momento muy especial —respondió Alfredo, con una frialdad que cortaba el aire.Antonia observaba la escena con una sonrisa falsa en los labios. Estaba decidida a hacerse notar por Alfredo, a toda costa.—Nuestro hijo, todo un profesional, hicimos un buen trabajo. —Su voz resonó con un tono de superioridad.Alfredo apretó los puños, soltó un resoplido cargado de resentimiento.—¿Hicimos? —susurró, con un destello de amargura en sus o
Bruno la miraba incrédulo, como si no pudiera comprender cómo algo así podía estar sucediendo. Sus ojos brillaban con una mezcla de confusión y dolor, y su expresión se volvió más dura mientras procesaba las palabras de Juliana.—¿Qué quieres decir con que ya no sientes lo mismo? ¿Quién es ese tipo? ¿Desde cuándo esto estás saliendo con él? —preguntó, su voz temblaba con una mezcla de rabia y angustia.Juliana sabía que las cosas se estaban saliendo de control, pero no podía retroceder. Respiró hondo y se enfrentó a Bruno con determinación.—Bruno, por favor, trata de entender. No puedo seguir en esta relación sabiendo que no es lo que quiero. No es justo para ninguno de los dos —explicó, tratando de mantener la calma a pesar del torbellino de emociones que la embargaba—. No tengo nada con ese hombre, es un amor del pasado, que ha removido sentimientos —declaró.La tensión en el jardín era palpable, como si el entorno mismo estuviera cargado de electricidad. De repente, en un estallid
Entonces alguien de la mesa, decidió sacarlos de ese momento lleno de tensión.—Hiciste bien en dejarlo, a mí no me agrada, es bastante odioso —rebatió Marypaz, metiéndose a la boca un bocadillo, apenas tenía diecisiete años en ese entonces—, el amor no se puede forzar, debe caerte de manera inesperada, como un meteorito del cielo, y debes sentir mariposas en el estómago y escuchar el sonido del campanario. —Suspiró profundo.—Espero que no hayas sentido eso Marypaz —advirtió su padre. La miró con seriedad.La chica carcajeó.—Tranquilo, claro que no, creo que nadie de nosotros aún ha sentido eso, o ¿me equivoco? —Miró a sus primos mayores.Juliana apretó los labios, todo ese cosquilleo, esa chispa de la cual hablaba Marypaz sí lo había sentido, y no precisamente con Bruno, sino con el padre de él.Joaquin por su parte, se quedó en silencio, en Italia había conocido a la mujer de sus sueños: Francesca, estaba perdidamente enamorado de esa mujer, solo esperaba la ceremonia de graduació