Papá, ¿con quién estás?

 Juliana sintió un estremecimiento que recorrió su columna, estaba bastante mareada casi se tambaleaba, asintió.

Ambos salieron de la discoteca, y tomaron un taxi, instantes después llegaron al apartamento en donde vivía Bruno.

Entraron abrazados, tambaleándose, en el ascensor tropezaron y casi cayeron de rodillas. Bruno logró sostenerse de las barras de hierro que rodeaban el elevador, y pudo sujetar a su novia, ambos soltaron una carcajada y después empezaron a besarse desaforadamente.

—Aquí no —susurró Juliana—, hay cámaras.

Bruno soltó un gruñido. 

—Tienes razón —advirtió Bruno y enseguida cuando el elevador se detuvo en el piso del apartamento salieron sin parar de reír, entraron a la estancia, él recargó a su novia contra un muro, empezó a besarla, y sus manos le levantaron la falda, y acariciaron los suaves muslos de Juliana. —¡Me encantas! —susurró él con voz ronca. 

—También tú a mí —contestó ella. 

Entonces se dirigieron a la alcoba, ambos empezaron a besarse y a quitarse las prendas que les estorbaban la unión de sus cuerpos. 

*****

Al día siguiente ninguno de los dos escuchó el insistente timbre del apartamento, estaban profundamente dormidos.

Alfredo Villamizar, el padre de Bruno había llegado con anticipación, quería charlar con su hijo, últimamente la relación con su hijo no estaba muy bien. 

El padre asumía el cambio de comportamiento de su hijo al inesperado regreso de Alonza, la madre de él, la relación con su exesposa no era nada buena. 

Alfredo arrugó el ceño al no tener respuesta, entonces sacó la copia de la llave que tenía del departamento de Bruno en caso de alguna emergencia, cuando Alfredo entró no notó nada extraño, por lo que directo se dirigió a la habitación de su hijo, abrió la puerta, arqueó ambas cejas, miró que el joven estaba dormido acompañado de una mujer no le alcanzó a ver el rostro la chica, estaba de espaldas cubierta con la sábana,  entonces enseguida cerró la puerta y prefirió salir del apartamento, era un hombre discreto, por lo que dejó su equipaje en la habitación de huéspedes y se dirigió a una cafetería cercana por un café. 

*****

Más tarde, Juliana abrió sus ojos, separó los labios, estaba completamente desnuda, pero no recordaba nada.  Bruno seguía dormido, ella se sentó y se agarró la cabeza, le estallaba, con esfuerzo hizo memoria, recordó varios besos y caricias, y que ambos se acostaron en la cama y después los dos se quedaron dormidos. 

 —¡No puede ser! —susurró y se golpeó la frente con la mano. —¡Despierta Bruno! —Lo sacudió con la mano. 

—¿Qué pasa? —preguntó él gruñendo, entreabrió los ojos, también recordó lo sucedido la noche anterior, entre ellos no había pasado absolutamente nada, se sentó, ambos se miraron a los ojos y carcajearon. —¡No debimos beber tanto!

—¡Ay mi cabeza! —se quejó Juliana y se llevó las manos a las sienes. 

Bruno estaba en igualdad de condiciones que ella.

 —También me siento mal, debimos controlarnos. 

—Estoy de acuerdo contigo —advirtió Juliana se envolvió en la sábana, empezó a buscar su ropa—, iré a mi apartamento y dormiré toda la tarde.

—¿Quieres que te acompañe? —preguntó Bruno. 

Ella negó con la cabeza. 

—No es necesario, también te ves fatal, más bien descansa, yo puedo llegar sola.

Entonces Juliana se metió al baño, se miró al espejo. 

«Hasta la llorona se vería mejor» pensó. 

Se lavó el rostro, se arregló como pudo el cabello, se colocó la ropa, volvió a la habitación, se despidió de Bruno, salió del apartamento con los zapatos en mano, aún mareada se colocó las sandalias en el elevador. 

La luz del día encandiló su mirada, tuvo que cerrar los ojos para visualizar bien a su alrededor, recordó que la esquina había una cafetería, y cruzó la calzada, entró intentando no llamar la atención, pero era Juliana Zapata, una chica muy bella, además su vestido brillante vislumbraba y captaba la atención de todos, en especial de los hombres. 

Alfredo se encontraba sentado en un taburete de madera, frente a la barra bebiendo su café, sus ojos se enfocaron en la bella chica, algo en ella captó su atención, y no supo los motivos, él era un hombre maduro, no se fijaba en jovencitas, a medida que la veía caminar en dirección a él, la respiración se le cortó por segundos. 

«Juliana» su mente evocó el pasado. 

(***)

Años atrás.

Juliana en ese entonces se paró en la punta de sus pies, y sin darle tiempo a Alfredo de reaccionar estampó sus labios con los de él. 

Fue un pequeño roce que dejó helado a Villamizar, parpadeó sorprendido, entonces Juliana, salió corriendo. 

—Gracias, ese fue el mejor regalo de cumpleaños que he recibido hoy —gritó mientras se alejaba. 

El hombre se quedó estático, con sus dedos tocó sus labios, sonrió como un adolescente, y sacudió la cabeza, reaccionó. 

—¿El mejor regalo? —se preguntó sin comprender nada. 

(***)

Alfredo volvió al presente, sintió que la respiración se le volvió irregular, cuando Juliana se paró a su lado, se recargó sobre la barra, la falda del vestido se le alzó, mostrando sus firmes muslos, Villamizar sintió un corrientazo, volteó. 

—Un expreso —solicitó Juliana, ignorando por completo al hombre que estaba a su lado, obviamente ella que se iba a imaginar que lo iba a volver a ver, justo en ese lugar. 

Alfredo no supo porque sintió ese pinchazo en el corazón al sentirse ignorado, claro Villamizar no sabía que Juliana no estaba en sus cinco sentidos, y que fue directo por el café. 

Por obvias razones Alfredo no dijo nada, en cuestión de minutos ella agarró su vaso, y salió del restaurante. 

«Está más hermosa que antes» dijo él en su mente.

Juliana ignoró que había estado tan cerca de su gran amor platónico, sin embargo, cuando puso un pie en la calle, sintió un cálido estremecimiento, en el taxi bebió su café, y luego llegó a su casa, se quitó la ropa, se metió en la ducha, se dio un baño, se colocó su pijama se lanzó a la cama y cerró los ojos. 

*****

En la noche Bruno salió de la habitación por agua, parpadeó y frunció el ceño al ver las luces de la sala encendidas. 

—Buenas noches, hijo.

La voz de Alfredo lo sobresaltó. 

—¡Papá! ¿Qué haces aquí? —preguntó el joven rascando su nuca. 

—Vine a tu graduación, solo que decidí adelantar el viaje, ¿cómo estás?

Bruno se movió a la cocina, abrió la puerta de la nevera, sacó una botella con agua y la bebió. 

—Estoy bien, con resaca, así que como comprenderás deseo descansar. 

—Entiendo —contestó Freddy. 

—Por cierto, la ducha del cuarto de huéspedes está dañada, debes usar la de mi habitación —comunicó el joven, dio vuelta y se perdió en el pasillo. 

Freddy sintió que el corazón se le apretujaba, su hijo lo recibió con frialdad.

—Espero que cuando regreses a casa las cosas entre nosotros mejoren —susurró. 

****

Al día siguiente Juliana sostenía en sus manos una humeante taza con café, mientras hablaba por video llamada con Margaret. 

—Así como lo escuchas, nos quedamos dormidos, no pasó nada. 

Las risotadas de Maggi no se hicieron esperar. 

—Solo a ti te pasan esas cosas. —Se quedó pensativa. —¿No será una señal que no debes entregarle tu tesorito a Bruno?

—¡Qué cosas dices! —exclamó Juliana, esa pregunta hizo eco en su mente, sacudió la cabeza—, claro qué pasará con él, es más voy a ir a bañarme y arreglarme para sorprenderlo en el apartamento. —Sonrió. 

—¡Buena suerte, amiga!

La llamada finalizó. 

Más tarde Juliana llegó al edificio en el cual vivía Bruno, subió al elevador sintiendo un ligero nerviosismo en el cuerpo. Cuando el ascensor se detuvo y miró la puerta del apartamento de su novio, el corazón le bombeó con fuerza. 

Alzó su mano para tocar el timbre, pero miró la puerta entreabierta, entonces entró. 

—Bruno, amor, ¿estás aquí? —preguntó, pero no obtuvo respuesta. 

Entonces atravesó el pasillo, y abrió la puerta de la habitación, escuchó como el agua de la ducha corría, entonces se mordió los labios, y decidió sorprender a su novio. 

Caminó hacia el cuarto de baño, giró la cerradura con cuidado, el vapor inundaba esa habitación, y a través de las puertas de cristal no lograba distinguir nada, ella enseguida se quitó los zapatos, el vestido, y la ropa interior. 

El vapor la cegó levemente, de inmediato abrió la puerta y se metió a la ducha. 

El hombre que se estaba bañando en ese momento, tenía los ojos cerrados, no sintió la presencia de nadie, hasta que unos cálidos labios se posaron sobre los suyos, y unas suaves manos le palparon su húmeda espalda. 

—¿Quien…? —él apenas logró susurrar. 

El hombre sintió un estremecimiento en toda la piel al percibir las suaves manos de la chica, sobre su cuerpo, ella no distinguió ese tono distinto de voz.

—¡No digas nada! ¡Solo disfruta!

Alfredo pensó que se trataba de alguna chica que su hijo contrató, el joven siempre insistía en conseguirle novia, se dejó llevar de esos cálidos besos, entonces su fuerte brazo estrechó la cintura de la chica, le pegó a su cuerpo, le devoró los labios. 

Juliana se quedó sin aliento, las piernas se le pusieron de gelatina, jamás antes había sentido todo ese cosquilleo con Bruno, el hombre con el cual se besaba, hacía malabares con su boca. 

—¡Ah! —jadeó cuando los dedos del supuesto Bruno le acariciaron los senos.

Villamizar recargó a la chica contra la pared de baldosa de la ducha, le agarró de la pierna y la colocó en su pelvis.

Juliana sintió que iba a desfallecer, respiraba de forma entrecortada, todo su cuerpo vibró al percibir el falo de su novio punzando muy cerca de la entrada a su tibio s#xo.

¡Bruno! —jadeó,

Fue entonces que Alfredo reaccionó, tenía una gran y dolorosa 3rección, pero no era un aprovechado, abandonó los labios de la chica, abrió los ojos, se retiró el agua del rostro con la mano, no lograba verla con claridad por el vapor.

—¿Quién eres? 

La voz grave de aquel hombre sobresaltó a Juliana, ella se hizo para atrás, se quedó sin aliento. 

—¡Señor Villamizar! —balbuceó, parpadeó, sintió que el corazón le iba a colapsar de la impresión, sus ojos recorrieron a aquel maduro hombre de pies a cabeza. Las mejillas de Juliana se volvieron carmín al mirar la entrepierna de Alfredo. 

Alfredo acercó su rostro a la chica, miró los azules ojos de la muchacha y sus dulces facciones, ella ya no era una chiquilla, sin toda una mujer, fue inevitable que él no contemplara la desnudez de ella. 

—¡Juliana! —carraspeó sentía el pecho agitado, entonces volteó para no seguir deleitando con la figura de ella. 

—Ah —gritó ella. —¡Cúbrase los ojos!

—¡Papá! —La voz de Bruno se escuchó. —¿Todo en orden? ¿Con quién estás?

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