Ambos se sentían confundidos, lo que habían experimentado en esos cortos minutos que estuvieron juntos, jamás les había pasado eso con nadie.
En Juliana sentir ese aturdimiento era más comprensivo, ella no era una mujer de tener s3xo porque sí, además todavía era virgen. En cambio, Alfredo, era un hombre hecho y derecho y no se dejaba llevar por las pasiones ni los bajos instintos, sin embargo los ardientes besos de Juliana le habían nublado todo el pensamiento y se dejó llevar como si fuera un jovencito.
Alfredo se cambió de ropa, tenía que aclarar las cosas, no podía permitir que la muchacha se fuera sin que ellos hablaran de lo sucedido, en el pasillo cuando abrió la puerta se encontró con la chica.
Juliana se volvió a sobresaltar y sintió que su corazón daba un brinco.
—Lo lamento, no quise asustarte.
Alfredo la contempló con discreción, ella lucía un vestido en tela de mezclilla que le llegaba hasta la rodilla, la falda era campanada, su estrecha cintura estaba ceñida por una correa delgada, el escote era en uve, la prenda no tenía mangas y hacía lucir la piel nacarada y sedosa de sus brazos. Calzaba unos botines tipo stiletos de tacón de aguja. Estaba sin una gota de maquillaje, su piel era natural fresca, su cabello húmedo, oscuro y ondulado caía sobre la espalda.
—¿Desde cuándo eres novia de Bruno? —preguntó con curiosidad, recordó entonces que cuando él llegó, su hijo estuvo acompañado, claro era Juliana la que dormía con Bruno, se quedó por milésimas de segundos sin aliento, jamás imaginó que Juliana, la chica que se veía interesada en él fuera ahora no había de su hijo.
A Juliana no la había vuelto a tener así de cerca desde el día que lo besó años atrás. Cuando ella iba de vacaciones a Colombia, la contemplaba de lejos, la chica no había vuelto a acercarse a los predios de su hacienda, sabía que Bruno y ella eran compañeros de universidad y como desde niños fueron amigos, nunca pensó que esa amistad trascendería a algo más profundo.
—Llevamos como novios seis meses —comunicó Juliana.
Alfredo parpadeó, asintió.
—Comprendo, no se preocupe, no pienso decir absolutamente nada de lo ocurrido.
De nuevo las mejillas de Juliana se encendieron.
—Gracias —contestó Juliana, salió a la brevedad del apartamento, las piernas le temblaban, la presencia de Alfredo la estremecía, tocó varias veces el botón del elevador buscando abandonar ese lugar con rapidez.
Cuando llegó a la planta baja, dio un brinco porque su móvil sonó dentro del bolso, enseguida lo sacó y notó que era Bruno, entonces salió a la calle y contestó.
—Hola amor, vine hasta tu apartamento, quería que desayunáramos juntos, y no te encontré. ¿En dónde estás?
Juliana soltó un suspiro, pensó con rapidez, no quería encontrarse con Bruno de buenas a primeras, antes requería procesar lo que pasó con Alfredo.
—Salí a hacer unas compras pero no encontré lo que necesitaba, era algo especial para mi papá. Voy a tardar —mintió. —¿Sigues en el edificio?
—Sí cariño, pero si vas a demorar, iré a dar una vuelta, mientras llegas, quiero que vayamos a comer juntos, deseo que mi papá sepa que eres mi novia —advirtió—, me sorprendió anoche, llegó de imprevisto, se me olvidó avisarte que él está ahí, por si de pronto vas al apartamento pensando encontrarme.
Juliana de nuevo sintió ese estremecimiento.
«Claro que me encontré con tu papá y si supieras de la forma que pasó» pensó Juliana, su corazón volvió a acelerarse con fuerza descomunal.
—Qué bien por ti, me alegro de que tu papá ya se encuentra aquí en Estados Unidos, perfecto espérame. —Colgó.
Juliana necesitaba desahogarse, decir todo aquello que estaba oprimiendo su pecho, agarró con fuerza la correa de su bolso, tomó un taxi y fue hasta su edificio, antes de bajar miró que Bruno, no estuviera. Pagó el servicio, entró, subió al elevador, y se quedó un piso más abajo, donde su prima Maryluz, ella también era su mejor amiga, la persona que más confianza le tenía porque sabía que ella no la iba a delatar.
Tocó el timbre lo hizo en repetidas ocasiones porque no tenía respuesta, de pronto su prima salió con el cabello alborotado y luciendo una camisa de hombre.
Juliana arqueó sus cejas.
—Lo siento, no pensé que estarías ocupada.
—No te preocupes tranquila que mi amigo ya se va. —Sonrió.
Un atractivo hombre desnudo corrió hacia la alcoba.
Juliana cerró los ojos.
—¡Por Dios! —exclamó—, dile a tu amigo que se cubra, si le vas a abrir la puerta a tu prima —recriminó.
Mariluz soltó una carcajada.
—Te lo mereces por asustarme, pensé que eran mis padres. —Soltó un suspiro de alivio—, se me había olvidado de que todavía eres virgen. ¿Hasta cuándo? —cuestionó—, ya es hora de que te vayan quitando las telarañas de ahí abajo —bromeó divertida.
Juliana negó con la cabeza, puso los ojos en blanco.
—¡Ay, cállate! —exclamó sintiendo las mejillas arder—, no sabes lo que dices no vine a hablar de ese tema, sino de algo mucho peor, pero creo que cometí un error, estás muy ocupada.
Maryluz miró atenta a su prima, la notó bastante nerviosa y hasta pálida.
—¿Te sientes bien? —preguntó—. Dime que te está ocurriendo, ay no, no me digas que ya te acostaste con Bruno, y no te gustó.
Juliana soltó un suspiro.
—No, no es nada de eso, es algo mucho peor, pero sí tiene que ver con Bruno.
Maryluz frunció el ceño, apretó los puños.
—¿Te está engañando? —vociferó—, va a ver ese imbécil, voy a dar la cara por ti, y a reclamarle a ese infeliz de que no está sola —refunfuñó.
—¡Cálmate! —grito Juliana—, no se trata de eso y no voy a ventilar mi vida privada aquí en el pasillo de un edificio.
Maryluz sacudió la cabeza.
—Tienes razón prima, disculpa mi falta de cortesía, por favor pasa, toma asiento, voy un momento a la alcoba a ponerme algo más decente. —Se mojó los labios.
Juliana entró y miró en la sala una botella con licor, su prima era de mente más abierta, era una mujer directa y no le gustaba los compromisos, decía que no ha llegado el hombre que pueda con su genio. Sus conquistas eran eventuales, solo s3xo, y luego no los volvía a ver.
Juliana se aproximó a los ventanales, y mientras esperaba escuchó varios gemidos y jadeos. Abrió los ojos, se cubrió la boca con la mano.
—¡No puede ser! —susurró Juliana, y abrió con rapidez las puertas corredizas de la terraza y prefirió salir.
Más tarde escuchó voces en la sala, ella no volteó, no quiso saber quién era ese hombre, luego de unos minutos Maryluz salió a la terraza con dos botellas con agua, se había puesto un top y un short.
—Bueno ahora sí cuéntame qué es lo que te ocurre. —Le entregó un botellín.
Juliana tomó entre sus manos el envase, abrió, bebió varios sorbos, inhaló profundo y miró a su prima.
—Hice algo terrible, aunque no fue a conciencia, o no sé cómo descifrar lo que ocurrió, pero es algo que me llena de vergüenza y no sé cómo voy a hacer para mirar a los ojos a Bruno.
—¿Engañaste a Bruno con otro hombre?
Juliana se mordió los labios, asintió.
—Sí, lo engañé, y fue con su papá, con Alfredo Villamizar.
Maryluz separó sus labios, parpadeó varias veces, el rostro se le llenó de seriedad, invitó a su prima a tomar asiento en las sillas de mimbre que había en la terraza y la miro con atención. —No puedes estar hablando en serio, explícame exactamente qué fue lo que hiciste.Juliana con la voz temblorosa y con las mejillas encendidas, le narró a su prima, lo que pasó en la ducha con Alfredo. —Lo confundí, pensé que era Bruno, nos besamos, nos tocamos, y casi…pasó. Maryluz se puso de pie de un solo golpe. —¿Con el señor Villamizar? —cuestionó anonadada. —¿Estás hablando del mismo hombre que fue tu gran amor platónico, el mismo al cual besaste cuando cumpliste la mayoría de edad? Juliana sintió un estremecimiento en el corazón. —Sí hablo del mismo hombre, del papá de mi novio, ese hombre me hizo sentir cosas que jamás en la vida había imaginado. Maryluz sonrió, luego se cubrió con su mano, la boca sorprendida, y a la vez la mirada le brilló. A ella no le caía muy bien Bruno no sabía
El beso accidental entre Alfredo, el padre del novio, y su futura nuera había dejado un rastro de tensión en el aire, una tensión que ninguno de los dos podía ignorar, y que se intensificó cuando Bruno besó a Juliana. Ella se tensó visiblemente, incapaz de disimular su nerviosismo. Mientras tanto, Alfredo sintió un pinchazo en el corazón, una pizca de celos que le hizo desviar la mirada, aclarándose la garganta en un intento de aliviar la incómoda situación.—Hola Juliana, años sin verte —expresó el señor Villamizar. Luego que su hijo abandonara los dulces labios de la novia.Juliana soltó el aire que contenía.—Buenas tardes, señor Villamizar —mencionó con voz suave.Él plantó su profunda mirada en los ojos de ella. Juliana desvió la vista.—Juliana está un poco nerviosa —comentó Bruno, hablando por su novia.Alfredo se aclaró la voz.—No debería, nos conocemos de casi toda la vida. —Abrió una silla para que ella se sentara, y su hijo la soltara, no le agradó esa forma tan posesiva de
Alfredo y Juliana se separaron rápidamente, tratando de disimular la intensidad del momento que acababan de compartir. Pero sabían, en el fondo de sus corazones, que aquel instante había cambiado algo entre ellos, algo que ya no podían ignorarJuliana y Alfredo se pusieron de pie como un resorte apenas Bruno los sorprendió; la mano de Juliana temblaba visiblemente. Alfredo, quien tenía el móvil de la chica entre sus dedos, se lo entregó con un rápido movimiento.—Aquí tienes tu teléfono, Juliana —le dio una breve revisión, se lo entregó, cruzó sus ojos con los de ella, pero la chica centró su vista en el artefacto, eludiendo la mirada de él—. Espero que no le haya pasado nada.Juliana soltó el aire que tenía contenido; la tensión en el ambiente era palpable, un profundo silencio se hizo entre ellos a pesar del murmullo que existía a su alrededor. El corazón de Juliana latía desbocado, temiendo el juicio de Bruno.Bruno los miraba atentos a ambos, con una expresión de seriedad en el ro
La brisa de la tarde jugueteaba con los pliegues del vestido de Juliana mientras caminaba con elegancia por los jardines de la universidad. Sus padres estaban en otro auditorio, en el de la escuela de leyes, en la graduación de Maryluz, que empezó horas antes.Juliana buscaba con sus ojos a Bruno, pero no lo encontraba, transitó por un corredor.Alfredo también andaba en la búsqueda de su hijo, el joven había ido al hotel por su madre, ya debía estar en la universidad, pero no llegaba, caminaba mirando el móvil, digitando el contacto de Bruno.Juliana salía de un corredor sin darse cuenta rozó el hombro de un caballero, cuando ese hombre alzó su mirada sus ojos se encontraron.—¡Señor Villamizar! —jadeó ella, sintió un estremecimiento de pies a cabeza.Alfredo contuvo el aliento al reconocer a Juliana, la novia de su hijo. Sus ojos se centraron en la delicada figura de la joven, quien se veía absolutamente hermosa. Enfundada en un elegante vestido negro de seda, su figura se destacaba
Entre tanto, Alfredo no podía apartar la mirada de Juliana. Aunque intentaba disimularlo, sentía una atracción irresistible hacia ella. Mientras Antonia, enfundada en un vestido color champán, con detalles de encaje, además de lentejuelas que resplandecían, deslumbrando la vista de los asistentes, se movió en medio de las sillas y llegó hacia donde estaba Alfredo.El hombre se tensó al verla, frunció la nariz.—Hola, Alfredo. ¿Cómo estás? —preguntó, con un brillo desafiante en sus ojos—. ¡Qué hermosa ceremonia, ¿verdad?! ¿No te parece? —insistió.—Sí, es un momento muy especial —respondió Alfredo, con una frialdad que cortaba el aire.Antonia observaba la escena con una sonrisa falsa en los labios. Estaba decidida a hacerse notar por Alfredo, a toda costa.—Nuestro hijo, todo un profesional, hicimos un buen trabajo. —Su voz resonó con un tono de superioridad.Alfredo apretó los puños, soltó un resoplido cargado de resentimiento.—¿Hicimos? —susurró, con un destello de amargura en sus o
Bruno la miraba incrédulo, como si no pudiera comprender cómo algo así podía estar sucediendo. Sus ojos brillaban con una mezcla de confusión y dolor, y su expresión se volvió más dura mientras procesaba las palabras de Juliana.—¿Qué quieres decir con que ya no sientes lo mismo? ¿Quién es ese tipo? ¿Desde cuándo esto estás saliendo con él? —preguntó, su voz temblaba con una mezcla de rabia y angustia.Juliana sabía que las cosas se estaban saliendo de control, pero no podía retroceder. Respiró hondo y se enfrentó a Bruno con determinación.—Bruno, por favor, trata de entender. No puedo seguir en esta relación sabiendo que no es lo que quiero. No es justo para ninguno de los dos —explicó, tratando de mantener la calma a pesar del torbellino de emociones que la embargaba—. No tengo nada con ese hombre, es un amor del pasado, que ha removido sentimientos —declaró.La tensión en el jardín era palpable, como si el entorno mismo estuviera cargado de electricidad. De repente, en un estallid
Entonces alguien de la mesa, decidió sacarlos de ese momento lleno de tensión.—Hiciste bien en dejarlo, a mí no me agrada, es bastante odioso —rebatió Marypaz, metiéndose a la boca un bocadillo, apenas tenía diecisiete años en ese entonces—, el amor no se puede forzar, debe caerte de manera inesperada, como un meteorito del cielo, y debes sentir mariposas en el estómago y escuchar el sonido del campanario. —Suspiró profundo.—Espero que no hayas sentido eso Marypaz —advirtió su padre. La miró con seriedad.La chica carcajeó.—Tranquilo, claro que no, creo que nadie de nosotros aún ha sentido eso, o ¿me equivoco? —Miró a sus primos mayores.Juliana apretó los labios, todo ese cosquilleo, esa chispa de la cual hablaba Marypaz sí lo había sentido, y no precisamente con Bruno, sino con el padre de él.Joaquin por su parte, se quedó en silencio, en Italia había conocido a la mujer de sus sueños: Francesca, estaba perdidamente enamorado de esa mujer, solo esperaba la ceremonia de graduació
Y mientras Juliana se sentía culpable, y le dolía haberle causado sufrimiento a Bruno, él disfrutaba junto a Anne.Anne se deslizó bajo las sábanas, su cuerpo ardiente anhelaba el contacto con Bruno. Él se acercó, sus manos recorriendo su piel con urgencia. Pero mientras sus cuerpos se unían en un frenesí carnal, Bruno estaba lejos en su mente.Mientras Anne gemía de placer, Bruno luchaba por mantener a raya los pensamientos de Juliana. Su imagen, su risa, su aroma se colaban en su mente, eclipsando el momento presente. Cada beso, cada caricia de Anne, era un recordatorio doloroso de lo que estaba perdiendo.Por otro lado, Juliana se sentía atrapada en un remolino de culpa y dolor. Sabía que estaba lastimando a Bruno, pero por más que intentaba sacarse de la mente a Alfredo, le era imposible. Cada vez que cerraba los ojos, recordaba la escena de la ducha.«¿Por qué tenía que pasarme eso, precisamente con Alfredo? ¿Será verdad una señal de que Bruno no me convenía? ¡Me siento tan mal p