La brisa de la tarde jugueteaba con los pliegues del vestido de Juliana mientras caminaba con elegancia por los jardines de la universidad. Sus padres estaban en otro auditorio, en el de la escuela de leyes, en la graduación de Maryluz, que empezó horas antes.Juliana buscaba con sus ojos a Bruno, pero no lo encontraba, transitó por un corredor.Alfredo también andaba en la búsqueda de su hijo, el joven había ido al hotel por su madre, ya debía estar en la universidad, pero no llegaba, caminaba mirando el móvil, digitando el contacto de Bruno.Juliana salía de un corredor sin darse cuenta rozó el hombro de un caballero, cuando ese hombre alzó su mirada sus ojos se encontraron.—¡Señor Villamizar! —jadeó ella, sintió un estremecimiento de pies a cabeza.Alfredo contuvo el aliento al reconocer a Juliana, la novia de su hijo. Sus ojos se centraron en la delicada figura de la joven, quien se veía absolutamente hermosa. Enfundada en un elegante vestido negro de seda, su figura se destacaba
Entre tanto, Alfredo no podía apartar la mirada de Juliana. Aunque intentaba disimularlo, sentía una atracción irresistible hacia ella. Mientras Antonia, enfundada en un vestido color champán, con detalles de encaje, además de lentejuelas que resplandecían, deslumbrando la vista de los asistentes, se movió en medio de las sillas y llegó hacia donde estaba Alfredo.El hombre se tensó al verla, frunció la nariz.—Hola, Alfredo. ¿Cómo estás? —preguntó, con un brillo desafiante en sus ojos—. ¡Qué hermosa ceremonia, ¿verdad?! ¿No te parece? —insistió.—Sí, es un momento muy especial —respondió Alfredo, con una frialdad que cortaba el aire.Antonia observaba la escena con una sonrisa falsa en los labios. Estaba decidida a hacerse notar por Alfredo, a toda costa.—Nuestro hijo, todo un profesional, hicimos un buen trabajo. —Su voz resonó con un tono de superioridad.Alfredo apretó los puños, soltó un resoplido cargado de resentimiento.—¿Hicimos? —susurró, con un destello de amargura en sus o
Bruno la miraba incrédulo, como si no pudiera comprender cómo algo así podía estar sucediendo. Sus ojos brillaban con una mezcla de confusión y dolor, y su expresión se volvió más dura mientras procesaba las palabras de Juliana.—¿Qué quieres decir con que ya no sientes lo mismo? ¿Quién es ese tipo? ¿Desde cuándo esto estás saliendo con él? —preguntó, su voz temblaba con una mezcla de rabia y angustia.Juliana sabía que las cosas se estaban saliendo de control, pero no podía retroceder. Respiró hondo y se enfrentó a Bruno con determinación.—Bruno, por favor, trata de entender. No puedo seguir en esta relación sabiendo que no es lo que quiero. No es justo para ninguno de los dos —explicó, tratando de mantener la calma a pesar del torbellino de emociones que la embargaba—. No tengo nada con ese hombre, es un amor del pasado, que ha removido sentimientos —declaró.La tensión en el jardín era palpable, como si el entorno mismo estuviera cargado de electricidad. De repente, en un estallid
Entonces alguien de la mesa, decidió sacarlos de ese momento lleno de tensión.—Hiciste bien en dejarlo, a mí no me agrada, es bastante odioso —rebatió Marypaz, metiéndose a la boca un bocadillo, apenas tenía diecisiete años en ese entonces—, el amor no se puede forzar, debe caerte de manera inesperada, como un meteorito del cielo, y debes sentir mariposas en el estómago y escuchar el sonido del campanario. —Suspiró profundo.—Espero que no hayas sentido eso Marypaz —advirtió su padre. La miró con seriedad.La chica carcajeó.—Tranquilo, claro que no, creo que nadie de nosotros aún ha sentido eso, o ¿me equivoco? —Miró a sus primos mayores.Juliana apretó los labios, todo ese cosquilleo, esa chispa de la cual hablaba Marypaz sí lo había sentido, y no precisamente con Bruno, sino con el padre de él.Joaquin por su parte, se quedó en silencio, en Italia había conocido a la mujer de sus sueños: Francesca, estaba perdidamente enamorado de esa mujer, solo esperaba la ceremonia de graduació
Y mientras Juliana se sentía culpable, y le dolía haberle causado sufrimiento a Bruno, él disfrutaba junto a Anne.Anne se deslizó bajo las sábanas, su cuerpo ardiente anhelaba el contacto con Bruno. Él se acercó, sus manos recorriendo su piel con urgencia. Pero mientras sus cuerpos se unían en un frenesí carnal, Bruno estaba lejos en su mente.Mientras Anne gemía de placer, Bruno luchaba por mantener a raya los pensamientos de Juliana. Su imagen, su risa, su aroma se colaban en su mente, eclipsando el momento presente. Cada beso, cada caricia de Anne, era un recordatorio doloroso de lo que estaba perdiendo.Por otro lado, Juliana se sentía atrapada en un remolino de culpa y dolor. Sabía que estaba lastimando a Bruno, pero por más que intentaba sacarse de la mente a Alfredo, le era imposible. Cada vez que cerraba los ojos, recordaba la escena de la ducha.«¿Por qué tenía que pasarme eso, precisamente con Alfredo? ¿Será verdad una señal de que Bruno no me convenía? ¡Me siento tan mal p
Alfredo contuvo el aliento por unos segundos; sin embargo, se obligó a reaccionar.—Buenos días, Juliana. ¿Podemos hablar? —preguntó con su voz suave, y varonil a la vez, mientras se ajustaba el cuello de la camisa, nervioso.Juliana sintió un estremecimiento de pies a cabeza. Asintió, luego volteó y miró a sus primas.—Al frente venden unas hamburguesas deliciosas —advirtió, jugueteando con un mechón de su cabello castaño.Marypaz y Dafne se miraron a los ojos, ambas apenas tenían diecisiete años, pero la una era demasiado avispada, y la otra tenía una inteligencia superior a los demás. Maryluz, en cambio, sabía todo el enredo, pero no dijo nada. Se puso de pie.—Vamos niñas —solicitó, levantándose con agilidad y ajustándose la falda con un gesto rápido.—Buenos días, don Alfredo —saludó Marypaz con su vecino, haciendo un ligero gesto con la cabeza, cuando llegaron a la puerta. Las demás chicas también lo saludaron.—Hola, señorita Duque. ¿Logró conseguir más tierras? —indagó esbozan
Juliana reaccionó de golpe, apartándose y rompiendo aquel beso. Observó a Alfredo con una mezcla de incertidumbre y perturbación en sus ojos, mientras sus manos temblaban ligeramente a los costados.Alfredo, estático y sin aliento, se quedó desconcertado ante la reacción de Juliana, frunció el ceño y la miró fijamente.—Si está buscando una aventura, conmigo se equivocó, señor Villamizar —espetó Juliana, respirando agitada, manteniendo su distancia.Alfredo negó con la cabeza, intentando comprender la situación.—¿Una aventura? ¿Por qué piensas eso? —indagó, sin moverse de su lugar, con gesto de confusión.—¿Qué más puede buscar un hombre maduro como usted en una mujer joven como yo? —preguntó Juliana, con determinación en su voz, sin apartar la mirada de los ojos del señor Villamizar.Alfredo, con sinceridad en su tono, declaró:—Jamás tendría una aventura con una mujer que podría ser mi hija, además la que inició todo este juego fuiste tú.Juliana separó los labios, sorprendida por
Marypaz frunció los labios. —Pero no comprendo, ¿por qué no pueden tener una relación? —cuestionó—. Bruno no se merece tanta consideración, siempre me ha caído mal, se creía el dueño absoluto de la hacienda de su papá, era odioso, y lo sigue siendo. Juliana resopló, dejó caer su cuerpo en un sillón. —Alfredo es el padre del que fue mi novio. ¿Si comprendes eso? —preguntó. —Él no quiere hacerle daño a su hijo, por eso… nosotros no podemos…—¡Por tontos!—¡Marypaz! —recriminó Juliana. Marypaz alzó sus hombros. —Es la verdad, yo vi los besotes que se dieron, y escuché las cosas que te dijo, y estos ojitos hermosos notaron la forma en la que él te miraba, ese señor se derrite por ti —avisó con sinceridad, su corazón latía emocionado—, si a mí me hubieran dicho esas cosas, yo me lo hubiera comido a besos, es más lo esposaba y lo llevaba al altar, y me casaba con él. Juliana no pudo evitar soltar una carcajada al escuchar las locuras de su prima. —Me haces reír, quisiera tener tu ent