Ximena Castillo, con su hija a cuestas y sin un centavo en el bolsillo, se vio en la necesidad de escapar de un hombre de lo peor. ¿Su solución? Casarse a la carrera con un completo desconocido. Imaginó que su matrimonio sería solo de conveniencia, y que una vez cumplido el contrato, cada uno seguiría su camino. Sin embargo, su nuevo esposo resultó ser un verdadero parásito: vivía a su costa, comía de su comida, y hasta le pedía dinero.Por fortuna, tras el matrimonio, la suerte pareció sonreírle a Ximena. Ascendió en su trabajo, recibió un aumento de sueldo y, por si fuera poco, ¡ganó el premio mayor con un boleto de lotería que compró al azar! Su vida mejoró considerablemente, y no le preocupó tanto mantener a una boca más.Pero un día, mientras miraba la televisión, Ximena quedó perpleja. El hombre que estaba siendo anunciado como el hombre más rico del mundo... ¿No se parecía exactamente a su inútil esposo? ¿Y no tenía también el mismo nombre?Finalmente, el día que su contrato marital llegó a su fin y estaba en el registro civil lista para divorciarse, una fila de lujosos coches se detuvo frente a ella. De uno de ellos bajó Lisandro, acompañado de dos niños que parecían ser versiones miniatura de él, sosteniendo un ramo de rosas, y con una mirada llena de cariño y complicidad.—Mi amor —dijo con una sonrisa traviesa—, he venido con nuestros hijos para llevarte a casa.
Leer másEn el mundo de Felicia, Fernando era como un abuelo para ella. Y, de hecho, Fernando mostraba cierto cariño hacia Felicia. Su única bondad parecía reservada exclusivamente para ella. Esa bondad se manifestaba en momentos como cuando, tras beber, se contenía para no asustar a Felicia con su comportam
La muerte de Fernando fue muy repentina. Ayer, Ximena llamó a su hermano, quien le dijo que Fernando estaba bien últimamente, incluso le había pedido vino y cigarrillos. Se enfadó cuando no se los dieron. Ximena, preocupada, se apresuró a regresar a Nubiazura con sus hijos.Desde la ventana, Autem v
—Mamá, tranquila, no te preocupes —consoló Lluvia a su madre.Después de un día agotador, Lluvia había regresado al hotel y estaba a punto de cenar cuando la llamada de su madre la dejó sin apetito.—¿Cómo no voy a preocuparme? Aunque siempre ha sido frío conmigo, nunca se ha enojado así. Algo está
Graciela inhaló una bocanada de aire frío, con los ojos desorbitados.—¡No puede ser! ¿Has notado algo extraño en él?Lo curioso de Lluvia era justamente eso, seguía a Autem casi todos los días sin encontrar nada sospechoso en él.Aunque Autem había regresado al país principalmente para recuperar su
—Ya considero a Lluvia como mi hija, ella naturalmente es parte de los Vázquez. ¿Qué hay de no poder establecerse o ser despreciada? Tampoco tendré hijos con otra mujer.—¿Por qué? —Graciela estaba muy confundida—. Aunque consideres a Lluvia como tu propia hija, al fin y al cabo no lo es. Don Abelar
—Mamá, ¿tienes algún plan? Si abuelo insiste en que papá tenga hijos con otra mujer, ¿qué podrías hacer?Lluvia también estaba preocupada. Si su padre tenía su propio hijo, ella, como hijastra, perdería todo el cariño de su padre. Graciela, preocupada de que Autem pudiera escuchar, llevó a Lluvia af
Autem originalmente quería ir a la familia Soto para aclarar las cosas. ¿Pero con qué derecho? ¿Con qué cara?Le pidió a su asistente que investigara sobre Serena, pero solo encontró poca información. Serena, una vez talentosa de Aurensia, la belleza de la universidad de Aurensia, desapareció hace m
—¡Ya lo sabías desde hace tiempo, por qué no me lo dijiste, por qué no me lo dijiste, por qué no me lo dijiste!Autem gritó a su padre por primera vez. Repitió varias veces «por qué no me lo dijiste», mostrando cuánto se había derrumbado por dentro. Abelardo, a pesar de estar cerca de los noventa añ
De repente, Yazmin se abalanzó hacia adelante, dispuesta a golpear a Pilar, pero Víctor, que la seguía, la detuvo.—Pilar, ¡desgraciada! ¿Crees que por conseguir el cargo de directora podrás pisotearme? ¡Solo llevas dos años en la Universidad Aurensia, y ya pretendes ser directora con esa experienci