Las noches de marzo aún eran frías en Nubiazura.Ximena Castillo se acurrucaba con su hija en una cama de madera. A pesar de tener dos bolsas de agua caliente a sus pies, aún sentía frío.Antes, al menos, podía usar una manta eléctrica. Pero su cuñada, Rebeca Salazar, decía que consumía demasiada electricidad, así que selló todas las tomas de corriente en su habitación con cemento.Desde la habitación contigua, se escuchaba nuevamente a su hermano, Andrés Castillo, discutiendo con su mujer.
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