Capítulo 0004

—¡Ay, veintinueve años! ¡Seis años mayor que Xime! Además, no puede quedarse siempre en el ejército, ese trabajo no es estable.

¡Lisandro ya había sido dado de baja del servicio hace cinco años debido a sus heridas!

Por otra parte, la familia Mendoza tenía una fortuna de miles de millones que necesitaba que él heredaba. No era posible que le permitieran quedarse en el ejército para siempre.

—¿Y la vivienda? ¿Dónde vivirán después de casarse?

—Madre, Lisandro y yo hemos acordado alquilar una casa por ahora, y compraremos una cuando nuestras condiciones mejoren. Somos jóvenes y capaces, nuestra vida mejorará con el tiempo.

—Lisandro me ama mucho y tratará a Felicia como si fuera su propia hija. Mientras él me trate bien, no necesito nada más —dijo Ximena dulcemente, como si realmente estuvieran profundamente enamorados.

Lisandro lanzó una mirada a Ximena.

¡Era tan buena engañando! ¡Debería considerar actuar!

Pero frente a la madre de ella, asintió para confirmar que lo que Ximena decía era verdad.

Marcela, frustrada, continuó preguntando: —¿Cuántas relaciones has tenido?

Lisandro pareció perderse en sus pensamientos por un momento: —Ninguna.

Marcela sintió que no estaba siendo completamente sincero.

No podía creer que un hombre soltero y destacado estuviera dispuesto a casarse con una mujer con una hija.

¡Debía haber algo más detrás de todo esto!

Marcela apartó a Ximena y, con un murmullo, le preguntó a Lisandro si le molestaba Felicia, y mencionó que Felicia en realidad había sido adoptada.

—Siempre hemos tratado a Felicia como si fuera nuestra hija biológica. Xime también dice a los demás que es su hija, porque no queremos que Felicia sepa que fue abandonada.

Marcela observó atentamente la expresión de Lisandro, preguntó: —¿Felicia no afectará vuestra relación, verdad?

—No —respondió Lisandro.

Si realmente amara a una mujer, aceptaría su pasado y todo lo que viniera con ella.

Un niño era inocente, ¿cómo podría resentirlo?

Finalmente, el semblante de Marcela pareció suavizarse un poco.

—Mamá, ya es mediodía, prepara algo de comer —interrumpió Ximena la conversación.

No le gustaba que su madre dijera a los demás que Felicia era adoptada.

¡Felicia no era una carga, no era una mancha, era su tesoro!

Marcela, con ganas de decir algo pero decidiendo no hacerlo, se frotó las manos y se dirigió a la cocina.

—Disculpa, mi mamá es un poco entrometida —se disculpó Ximena.

—No te preocupes —Lisandro comprendía la naturaleza de las personas mayores.

—Felicia es mi hija biológica, no es adoptada —dijo Ximena en voz baja.

Lisandro asintió, mirando a Ximena: —Si quieres vengarte, puedo ayudarte.

—¿Qué? —Ximena no comprendió a qué se refería.

—Ese desgraciado.

¿Qué edad Ximena tenías entonces?

¿Cómo alguien podía alguien tener el corazón para abandonar a una chica tan joven?

Aunque Ximena tenía segundas intenciones, después de todo, ella había salvado la vida de Lisandro, por eso, Lisandro no permitiría que otros la lastimaran.

Ximena apretó sus puños con fuerza, pero su rostro mostraba una sonrisa serena.

—Es algo del pasado, no quiero hablar de ello.

Era una pesadilla que no quería recordar jamás en su vida.

Al ver que Ximena no quería hablar más sobre el tema, Lisandro no hizo más preguntas y, usando la excusa de que quería descansar, se dirigió a la habitación de Ximena.

La habitación estaba en el piso de arriba y no tenía más de diez metros cuadrados, apenas cabía una cama individual, un pequeño escritorio y un armario sencillo.

La ventana daba al norte, por lo que no entraba luz solar, y al estar en una corriente de aire, la habitación era fría y oscura.

¡No podía creer que Ximena viviera en un lugar así con su hija!

¡Incluso su bañera era más grande que esta habitación!

No era de extrañar que quisiera tomar atajos.

—He limpiado todo muy bien, las sábanas y la funda del edredón son nuevas. Siéntate, la cama está un poco fría, iré a llenar una bolsa de agua caliente para ti —dijo Ximena mientras arreglaba la cama. Justo cuando estaba a punto de salir, Lisandro la detuvo.

—Aunque estamos casados, hay algo que debes tener en cuenta: no albergues ilusiones sobre mí. No me enamoraré de nadie, así que no tienes que esforzarte en complacerme —dijo Lisandro con un tono muy serio, mostrando una cierta frialdad.

Ximena no se ofendió y respondió con calma: —Señor Mendoza, solo te estoy agradecida por tu ayuda de hoy y quería ser amable contigo.

—Sin embargo, tienes razón. Somos esposos solo en papel, sin ningún tipo de sentimiento. Cuando llegue el momento de divorciarnos, será más sencillo si no hay complicaciones emocionales. ¡No me gusta complicarme! —agregó Ximena.

Había decidido desde hace tiempo no involucrarse en asuntos del corazón. Los hombres solo la distraerían de ganar dinero para mantener a su hija.

—No hay razón para agradecerme —interrumpió Lisandro.

Ambos tenían sus propios motivos para acercarse el uno al otro, independientemente de quién tuviera razón o no. Ambos tenían sus propios secretos y agendas.

Todo era justo.

—Entonces, ¡haz lo que quieras! —dijo Ximena, no queriendo seguir siendo el centro de atención, y se dio la vuelta para salir.

Después de esperar a que el sonido de los pasos de Ximena en el pasillo se desvaneciera, Lisandro comenzó a buscar en la habitación...
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