Samantha Smith juró no volver jamás al pueblo. Hace ocho años huyó con el corazón hecho pedazos, después de ver al amor de su vida en brazos de otra. Ese hombre que le prometió amor eterno la traicionó y destrozó sus deseos de amar de nuevo. Decide tomarse unas vacaciones. Pero el destino la lleva de regreso a ese mismo lugar que la vio crecer... y romperse. Acompañada por sus mejores amigas, regresa al pueblo solo para toparse con el innombrable: Cristian Johnson. Todo lo que creía enterrado, cada sentimiento que pensó haber superado, resurge en su corazón. Ella está decidida a no caer otra vez en sus encantos, pero Cristian no piensa rendirse. Quiere reconquistarla, dejar atrás el vacío que su partida le dejó, un vacío tan profundo que casi lo consume por completo. Lo que ninguno de los dos sabe es que su separación no fue un simple engaño. Fue un plan, un engaño realizado por alguien muy cercano a ellos, un ser perverso, despiadado, capaz de hacer cualquier cosa con tal de mantenerlos separados. Alguien que desea a Samantha solo para él y no está dispuesto a verla en brazos de otro, aunque eso implique perder a su propia familia. ¿Lograrán descubrir la verdad antes de que sea demasiado tarde? ¿Podrán enfrentar juntos esta amenaza, o el pasado volverá a destruir lo que sienten?
Leer másSamanthaMi cabeza va a estallar. El dolor es insoportable, como si un martillo golpeara mi cráneo sin piedad. Juro que no vuelvo a beber. Nunca más. Abro los ojos con esfuerzo y miro a mi lado. Cristian no está. Suspiro pesadamente y me incorporo con dificultad, llevándome las manos a la cabeza. Necesito un calmante urgente… Siento que voy a morir. Literalmente.Con el cuerpo aún pesado, arrastro los pies hasta el baño. Abro el botiquín con la esperanza de encontrar algo que me alivie, pero está vacío. ¿Dónde demonios están los medicamentos? Maldición. Ahora tendré que ir al otro baño a buscar.Camino con torpeza, sintiendo cada paso como un castigo divino. ¿Por qué bebí tanto? En el fondo, lo sé. Era eso o enloquecer. Arturo jodiéndome la existencia, Cristal metiéndose en donde no la llaman, lo de la abuela… Todo se me vino encima como una avalancha. Y yo, en vez de enfrentarme a todo, terminé ahogándolo en alcohol.Cuando por fin encuentro la pastilla y me la trago con un poco de a
SamanthaDebería sentirme mejor después de lo que acabo de hacer. He puesto en su lugar a Cristal, le he dejado claro que no quiero verla ni a ella ni a su amante cerca de mí. Pero la verdad… no me siento mejor. Ni un poco.En este momento, lo único que siento es lástima. Algo que no debería estar pasando. Algo que me molesta sentir. Su actitud me desconcierta. Debería defenderse, gritarme, escupirme en la cara si quisiera, llamarme de todas las formas ofensivas que le encanta usar contra mí. Pero no lo hace. ¿Por qué demonios no lo hace?Gregorio se acerca rápidamente y la ayuda a levantarse. Ella se aferra a él, lo abraza con fuerza mientras llora, y él la consuela como si nada más importara en este mundo. Y yo… siento un nudo en la garganta.Envidia. Eso es lo que siento. No por algo material, sino porque Cristal tiene algo que yo nunca tuve. Un padre. Uno que la protege, que la defiende, que la abraza cuando llora. Yo no tuve a nadie. Nadie que me ayudara cuando me caía, que me le
SamanthaQuizás debería regresar. Tal vez estoy exagerando, actuando como una inmadura. Pero no me importa. Estoy harta. Alguien tiene que poner en su lugar a esa estúpida de Cristal.Ya le dejé claro que me dejé en paz, pero no entiende. Sigue con su mierda como si nada. ¿Qué tendrá en ese diminuto cerebro suyo? ¿Mierda? Sí, eso sería la única explicación lógica para las estupideces que hace y dice.Tiro un grito de rabia y frustración, golpeando el volante sin control. Mis manos tiemblan mientras descargan la ira que me quema por dentro. Estoy demasiado molesta y creo que voy a cometer una locura.El camino se desvanece bajo las ruedas mientras piso el acelerador sin piedad. Ya estoy llegando a su casa. No me tomo la molestia de estacionar bien; apenas apago el motor y me bajo rápidamente.Camino con pasos firmes hasta la puerta, pero está cerrada con seguro. Mis nudillos golpean la madera con fuerza, una y otra vez, desesperada.—¡Cristal, sal ahora, estúpida! —grito con rabia. Mi
SamanthaAbro los ojos, sin saber cuánto tiempo ha pasado. El frío del suelo se ha filtrado en mis huesos, pero no me atrevo a moverme. Todo regresa a mi mente como una bofetada: el roce repulsivo de Arturo, su presencia oscura invadiendo mi paz. Mi cuerpo comienza a temblar de forma incontrolable. El miedo se aferra a mí como un parásito imposible de arrancar.El sonido de la puerta abriéndose me sobresalta, y el terror me consume. ¿Ha vuelto? ¿Arturo regresó? Mi respiración se corta mientras las manos me tiemblan.Pero entonces veo a Cristian entrar, su rostro iluminado con una sonrisa que pronto desaparece al encontrarme tirada en el suelo. Su expresión cambia rápidamente a una mezcla de alarma y angustia.—¡Mi reina! ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estás así? ¿Estás bien? —Su voz se quiebra con preocupación.Antes de que pueda decir algo, me lanzo sobre él, aferrándome como si mi vida dependiera de ello. Lo abrazo con desesperación, buscando refugio en su calor, en su presencia firme. La
SamanthaUna semana después….Estos días he estado con Alex y Rossy, pasándolos junto a la abuela. Ella dice que lo hacemos por su condición, que no quiere que la veamos así, que no quiere dar lástima. A pesar de que intentamos explicarle una y otra vez que no es así, ella no nos cree. Alex ha pedido perdón mil veces por no haber estado a su lado estos años, por haberla abandonado.La abuela trata de hacerse la fuerte, pero una noche, pasé por su habitación y la escuché llorar. Me partió el alma. No pude resistir, salí de la casa y lloré hasta que ya no me salían más lágrimas. No le mencioné nada a Alex porque sé que eso la haría sentirse peor.Ahora estamos discutiendo porque ella quiere que me vaya, que tengo que darle compañía a Cristian. Pero yo siento que mi lugar está aquí, con ella, apoyándola. Estos días no he ido a la casa de Cristian, ha sido él quien ha venido a visitarme.—A ver, ¿por qué no quieres que me quede? —le pregunto.—¡Qué terca eres, mujer! Entiendo que quieras
SamanthaTodavía no puedo asimilar la noticia que nos dio Rebeca: la abuela Regina no puede tener esa horrible enfermedad. Me niego a creerlo. Esa palabra, "cáncer", me retumba en la cabeza como un eco maldito que no quiere apagarse.Rossy y yo estamos en la habitación con Alex. Ella no ha dejado de llorar, con el rostro escondido entre las manos, los hombros temblando por la angustia. Es completamente comprensible. Enterarte de que alguien a quien amas tiene los días contados es devastador.Trato de mantener la compostura, pero siento el nudo en la garganta apretándose cada vez más. La habitación está sumida en un silencio incómodo, roto solo por los sollozos de Alex.—Esto no puede estar pasando —dice Alex entre lágrimas—. Ella siempre ha sido fuerte. Nunca se ha enfermado de nada grave. ¿Por qué ahora? ¿Por qué ella? Ella es buena.Rossy se acerca a ella y le toma las manos, aunque sus propios ojos están vidriosos.—No lo sé, Alex, pero... tenemos que ser fuertes por ella. No podem
SamanthaMi mente da vueltas, intentando asimilar lo imposible. Cristal y Harry... ¿primos? Es algo que jamás habría imaginado. Podría pensar en cualquier otra posibilidad, pero nunca que fueran familia.—Por favor, Harry, entiéndeme... No puedo —suplica Cristal, al borde del llanto, aunque lucha desesperadamente por contenerse.—¿Por qué no puedes? Y no me vengas con la excusa de que lo amas o algo así, porque no te creo nada —responde él, cruzándose de brazos, con un tono cada vez más molesto, cargado de incredulidad.—Tengo mis razones, Harry. Me prometiste que no se lo dirías a nadie. Espero que cumplas, por favor... No puedes hacerlo —insiste Cristal, su voz quebrada por la desesperación evidente.—Ya no sé si seguir guardando ese secreto. Ese hombre no me da buena espina. Además, es casado, con hijos. ¿Cómo puedes meterte con un hombre casado? —la recrimina con dureza, su voz cargada de rabia y decepción.Cristal agacha la cabeza, visiblemente avergonzada, pero luego la levanta,
SamanthaEl día está maravilloso. La brisa fresca que entra por la ventana me llena de paz y calma. Desde el ventanal de la cocina, el lago se extiende majestuoso; es simplemente alucinante. Su belleza me tranquiliza, especialmente porque Cristian no está conmigo. Se ha ido a trabajar a la veterinaria, sin permitirme acompañarlo.El encierro me tiene harta. Tres días sin salir y ya siento que el sofá se burla de mí cada vez que me siento. Cristian insiste en que debo hacer "reposo absoluto", como si tuviera una pierna colgando por un hilo, cuando solo tengo un pie lastimado. Exagerado es poco. Al parecer, ya estoy en la lista de espera del más allá, según él. Pero hoy me niego a ser una prisionera.Necesito aire, risas y, sobre todo, a mis amigas. No es que no me ría con él, pero quiero hablar más con Alex y Rossy referente a todo lo que me ha pasado y con los chicos cerca no podemos hablar.Creo que Will me ayudara a transportarme, asi que, voy a la habitación, busco mi teléfono y ma
SamanthaDebo aprender a ser más precavida, fijarme a mi alrededor antes de hablar de algo que no quiero que nadie escuche. Ahora estamos las tres observando a Cristian sin decir nada. Las chicas se ven molestas; en cambio, yo estoy nerviosa, esperando que no haya escuchado nada de lo que les conté.—¿Entonces? ¿No dirán nada? ¿Acaso les comieron la lengua los ratones? —dice con una sonrisa.Eso me alivia; quiere decir que no escuchó nada.—Los chicos quieren irse. Vine a ver por qué tardaban tanto. ¿Pasa algo? —pregunta, mirándonos con curiosidad.—Todo está bien. Ya casi vamos, solo estábamos hablando cosas de chicas... cosas íntimas, del periodo y esas cosas —digo, intentando sonar segura, aunque los nervios me traicionan un poco.—Entiendo, amor. Pues las esperamos, no tarden —responde mientras me lanza un beso al aire. Yo hago el gesto de atraparlo, y él sonríe antes de cerrar la puerta y marcharse.Miro a las chicas, esperando su respuesta.—Entonces, ¿qué me dicen?—Aún no pued