Samantha Smith juró no volver jamás al pueblo. Hace ocho años huyó con el corazón hecho pedazos, después de ver al amor de su vida en brazos de otra. Ese hombre que le prometió amor eterno la traicionó y destrozó sus deseos de amar de nuevo. Decide tomarse unas vacaciones. Pero el destino la lleva de regreso a ese mismo lugar que la vio crecer... y romperse. Acompañada por sus mejores amigas, regresa al pueblo solo para toparse con el innombrable: Cristian Johnson. Todo lo que creía enterrado, cada sentimiento que pensó haber superado, resurge en su corazón. Ella está decidida a no caer otra vez en sus encantos, pero Cristian no piensa rendirse. Quiere reconquistarla, dejar atrás el vacío que su partida le dejó, un vacío tan profundo que casi lo consume por completo. Lo que ninguno de los dos sabe es que su separación no fue un simple engaño. Fue un plan, un engaño realizado por alguien muy cercano a ellos, un ser perverso, despiadado, capaz de hacer cualquier cosa con tal de mantenerlos separados. Alguien que desea a Samantha solo para él y no está dispuesto a verla en brazos de otro, aunque eso implique perder a su propia familia. ¿Lograrán descubrir la verdad antes de que sea demasiado tarde? ¿Podrán enfrentar juntos esta amenaza, o el pasado volverá a destruir lo que sienten?
Leer másSamanthaQué cosas de la vida... De todas las mujeres que existen en este planeta, tenía que ser ella la que estuviera junto a él. ¿Pero qué hacen juntos? ¿Desde cuándo se conocen? La rabia y los celos nublan mi mente; es imposible pensar con claridad en este momento. Lo mejor será irme, no puedo soportar un segundo más aquí viéndolos juntos.Empiezo a caminar rápido, ignorando el dolor punzante en mi pie. Cada paso duele como el demonio, pero no me importa. Lo único que quiero es alejarme lo más posible. Escucho voces llamándome, pero las ignoro, mi determinación es más fuerte.De repente, ella aparece frente a mí, bloqueándome el paso. Antes de que pueda esquivarla, siento las manos de Cristian tomándome por los brazos y acercándome a él con firmeza. Forcejeo, intento zafarme de su agarre, pero no lo consigo.—Cristian, suéltame. Quiero irme. ¡Déjame! —espeto molesta, moviéndome con fuerza contra sus manos.—No lo haré. —Su voz es baja, pero cargada de una mezcla de autoridad y súpl
SamanthaLorenza me mira expectante, esperando a que diga algo. Yo, por mi parte, estoy muda, incapaz de procesar su pregunta. ¿De verdad dijo eso? Salió demasiado directa, y ella no suele ser así.Estoy a punto de responder, pero justo en ese momento aparece Marcos, interrumpiendo la conversación en el mejor momento posible.—Sam, te traje esto para que estés más cómoda —dice mientras se acerca con algo de ropa en las manos. Sin embargo, se detiene en seco al notar la presencia de Lorenza.—¿Le vas a dar de mi ropa? —le dice ella, con una sonrisa burlona que rompe la tensión del momento.—Es solo un préstamo —responde él, extendiéndome la ropa.—No es necesario, estoy en la playa —respondo, intentando rechazar la oferta.—Acéptala, ¿no ves que él quiere que te la pongas? Ya que estás demasiado sensual, y seguro que no puede evitar mirar semejante monumento de mujer que eres —dice Lorenza, soltando una risita traviesa.—Te estás pasando, Lorenza. Cállate —espetó Marcos, molesto.—¿Qué
Samantha. En este momento, desearía que la tierra me tragase o, al menos, que algún milagro me diera la fuerza suficiente para no abofetear a Marcos por ser tan imprudente.Cristian aprieta mi mano con más fuerza de la que me gustaría. Me siento nerviosa, y mi estómago se retuerce al notar su tensión. Por favor, que no pase nada... que no pase nada. Lo miro y su expresión está peor que antes. Hay algo más que enojo en sus ojos: veo desilusión, incluso algo de dolor. Mi corazón se oprime al sentir esa mirada, y una culpa punzante comienza a carcomerme.—¿Nos vemos? —repite Cristian con voz baja y peligrosa, dando un paso hacia Marcos. Ese tono no es una pregunta; es una advertencia que incluso a mí me pone los pelos de punta.—Sí, quedamos en tomar algo. Como no me contestó, aprovecho ahora para preguntarle —responde Marcos, con una tranquilidad absurda, como si no sintiera la bomba que está a punto de explotar frente a él.Le hago señas a Marcos para que ¡por favor! deje de hablar, p
Samantha. Al girarme, ahí está: un muchacho joven, que no parece el típico idiota que haría algo así. Se ve de mi edad, y su expresión mezcla sorpresa y nerviosismo.No puedo creer el descaro.—Hola, tienes un lindo trasero… —empieza a decir, pero no lo dejo terminar. Mi mano vuela directo a su nariz con toda mi fuerza.Escucho a varias personas acercarse, murmurando sorprendidas. Antes de que pueda reaccionar, aparece Cristian. No sé en qué momento llegó, pero lo veo abalanzarse sobre el tipo y comenzar a golpearlo con furia.—¡Cristian, basta! —grito, pero mi voz se pierde en el caos.De pronto, otros chicos se meten en la pelea, lanzándose sobre Cristian. Williams y Jonathan no tardan en unirse, defendiendo a Cristian como si esto fuera un duelo de honor. En cuestión de segundos, la situación se transforma en un auténtico ring de pelea.—¡Deténganse! —grito desesperada, pero parece que nadie me escucha.Las chicas y yo intentamos separarlos, pero es inútil. En ese momento, veo a l
SamanthaEsto es el colmo. Hace un rato veníamos tan bien: Cristian y yo íbamos agarrados de las manos, riéndonos de los chistes malos de Will, cantando a todo pulmón cualquier cosa que sonara en la radio. Era como si viajáramos en un circo ambulante. Pero ahora... ahora esto parece un funeral. Literal. Todos vamos en silencio, como si alguien se hubiera muerto, y la incomodidad es casi palpable en el aire.Finalmente, llegamos a la playa. Will estaciona la camioneta con cuidado, pero yo soy la primera en bajar. Necesito caminar, tomar aire fresco, y, sinceramente, poner algo de distancia entre Cristian y yo antes de decir algo de lo que pueda arrepentirme. Por suerte, nadie me sigue. Agradezco que respeten mi espacio, porque ahora mismo no quiero hablar con nadie.Camino por la arena, sintiendo cómo se hunden mis pies descalzos en ese calor agradable que emana del suelo. Cristian es un tonto, eso está claro. Vinimos aquí para disfrutar, para relajarnos y divertirnos, pero él está arr
Samantha Días después.Estos días han sido una total locura, pero de las mejores. La hemos pasado increíble. Montamos a caballo. También ordeñamos vacas, y aunque al principio fue un desastre, al final terminamos llorando de la risa.De solo recordarlo me muero de risa.Flashback El viento me golpea el rostro mientras intento mantenerme firme sobre el lomo del caballo. No monto a princesa porque quiero dejarla descasar mas tiempo, ya que hace poquito tuvo a su potrillo. La pradera se extiende a nuestro alrededor como un océano verde. Rossy, por supuesto, parece haber nacido para esto; va montando como toda una experta, mientras yo lucho por no caerme. Hace tiempo que no monto un cabello.—¡Relájate, Sam! El caballo lo siente —me grita Cristian desde lejos, con una sonrisa divertida en el rostro.—¡Estoy relajada! —le miento, apretando las riendas como si mi vida dependiera de ello. —¿Te diviertes verme sufrir aquí? —especto mientras avanzo. —Para nada mi reina. Pero relájate. De
SamanthaRossy y Williams regresan a la sala, con Rossy claramente irritada y yo todavía riéndome por lo que acaba de pasar.—Creo que ya nos vamos —dice Rossy, cruzándose de brazos y mirándome con una mezcla de vergüenza y molestia.—¿Pero por qué? Ya les dije que hay habitaciones disponibles. Pueden terminar lo que empezaron sin problemas —respondo, tratando de no soltar otra carcajada.Rossy me lanza una mirada que, si tuviera poderes, seguramente me haría explotar.—No es necesario. Mejor cállate —dice entre dientes, con un tono que deja claro que está al borde de perder la paciencia.Decido empujar un poco más porque, bueno, no puedo evitarlo.—¡Quédense! Podemos ver una película, hablar, y así. Cristian no tiene problema en prestar las habitaciones, ¿verdad? —lo miro y él, con una sonrisa divertida, asiente.—Me gustaría quedarme, pero no tenemos ropa —dice Alex, intentando ser razonable.—¿Y quién necesita ropa? Yo duermo sin ella. —suelto, sin filtro alguno.El silencio que si
SamanthaY aquí estamos, dos almas atrapadas en el fuego del momento, sin importarnos el mundo que se agita más allá de esta habitación.Me inclino sobre él, besando su cuello mientras mis manos recorren sus hombros y su pecho desnudo. Él gime suavemente, su voz ronca llenando el silencio de la habitación. Sus manos se deslizan por mi espalda, trazando líneas de fuego que parecen encender cada parte de mi cuerpo.Cristian me sujeta por la cintura y me gira con facilidad, colocándome debajo de él una vez más. Su boca vuelve a encontrar la mía, y nuestros labios se funden en un beso hambriento. Su lengua juega con la mía, provocándome un placer que me hace arquear la espalda y aferrarme a él con fuerza.Sus manos descienden por mis caderas, acariciándome con una suavidad desesperante. Cuando su boca se detiene en mi vientre, siento cómo mi piel se eriza, anticipando lo que está por venir. Lentamente, sus labios bajan más, besando cada rincón de mi cuerpo, hasta que me hace perderme comp
SamanthaLlegamos a la casa a toda velocidad. La patrulla de policía estacionada frente a la entrada hace que Cristian apriete el volante con tanta fuerza que los nudillos se le ponen blancos. El aire está cargado de tensión, y mi pecho se siente pesado por la incertidumbre. ¿Qué demonios pudo haber pasado? Nos bajamos del coche apresurados.—¿Qué está pasando? —pregunta Cristian mientras se dirige al oficial más cercano, con la voz cargada de preocupación.Antes de que el oficial pueda responder, aparece Sofía, su madre, con una expresión que mezcla alivio y angustia.—Hijo, por fin llegaste —dice mientras lo abraza con fuerza, como si quisiera protegerlo de lo que sea que haya ocurrido.—Madre, ¿qué está pasando? ¿Por qué están aquí los oficiales? —insiste Cristian, mirándola con los ojos llenos de incertidumbre y rabia contenida.Ella traga saliva y, sin decir nada, lo toma del brazo y lo lleva hacia la casa. Nosotros los seguimos, con el corazón en un puño. No tengo idea de lo que