Alessia Davis, una joven de 20 años, vive en una lujosa villa con su padre, Don Ricardo Davis, y su madrastra, Alana. Sin embargo, detrás de la fachada de lujo y comodidad, Alessia esconde un secreto que podría destruir su vida: está embarazada de Anthony, el hombre que ama, pero que no es aceptado por su padre debido a su origen humilde. Antes de que Alessia pueda revelar su secreto, su padre la obliga a casarse con Leonard Blackmond, el heredero del poderoso imperio de la familia Blackmond. Alessia se siente atrapada y desesperada, sabiendo que no puede casarse con un hombre que no ama y que no sabe que está embarazada de otro. Con la boda acercándose, Alessia se siente cada vez más desesperada y sola. Su única esperanza es encontrar una manera de escapar de su destino y seguir su propio camino, junto con Anthony y su hijo no-nato. Pero el pasado de Alessia está lleno de secretos y mentiras, y pronto descubrirá que su familia está ocultando un oscuro secreto que podría cambiar su vida para siempre. ¿Podrá Alessia encontrar la fuerza y el coraje para seguir su corazón y escapar de su destino? ¿O estará condenada a vivir una vida de mentiras y secreto, atrapada en una red de intrigas y poder?
Leer másCapítulo 119Una promesa desgarradora.La humedad de Trinidad se les pegó a la piel como una segunda capa en cuanto Alessia e Iván salieron del aeropuerto. El sol descendía con lentitud, tiñendo el cielo de un naranja profundo que contrastaba con los techos de zinc y los carteles coloridos que anunciaban restaurantes y taxis.Un hombre de mediana edad con gafas oscuras y una gorra los recibió sosteniendo un cartel con el nombre de Iván. El vehículo era un sedán blanco con el aire acondicionado a tope, una bendición tras las horas de vuelo.—Hotel Blue Reef —confirmó Iván al conductor, antes de mirar a Alessia—. ¿Estás bien?Ella asintió, pero su rostro estaba pálido. Había dormido un poco en el avión, pero la ansiedad no daba tregua. Observó por la ventana mientras los edificios pasaban como escenas de un sueño distante.Detrás de ellos, a una distancia calculada, otro taxi avanzaba con velocidad moderada. En el asiento trasero, Anthony observaba con atención el vehículo de sus objet
Capítulo 118Peligro latente.El calor del mediodía se acumulaba como una manta sofocante sobre el refugio. Las palmas altas se mecían con un viento tibio que no refrescaba nada, solo arrastraba consigo el sabor salado del mar y la humedad del trópico. Dentro de la cabaña, el aire era denso, como si las palabras no dichas flotaran entre las paredes de madera, rozando cada objeto con una carga invisible.Camila cerró la puerta de golpe. El estruendo hizo temblar la estructura entera, pero Leonard no se inmutó. Seguía sentado en el borde de la cama, mirando al suelo, como si el universo entero se redujera al suelo de madera y al peso de sus propios pensamientos.—No puedes hacerme esto —dijo ella, con voz temblorosa pero firme.Leonard alzó la mirada, sus ojos sombríos, cargados de algo más complejo que simple confusión: había dolor, pero también determinación.—No estoy haciéndote nada —respondió—. Solo estoy tratando de entender qué es real.Camila se acercó con pasos lentos. Su vest
Capítulo 117Sentimientos confusos.El motor del todoterreno rugía mientras serpenteaba por la carretera secundaria, flanqueada por campos secos y árboles de hojas quemadas por el sol. El calor del día se filtraba por los cristales y se acumulaba en el interior del vehículo como una jaula invisible. Alessia mantenía las manos en su regazo, los nudillos blancos por la presión, mientras Iván conducía con el ceño fruncido.—¿Estás bien? —preguntó Iván, sin apartar la vista del camino.—No. Pero voy a estarlo cuando tenga respuestas de Leonard —murmuró Alessia.La ventanilla iba entreabierta, dejando entrar ráfagas de aire caliente mezclado con el aroma del polvo y la vegetación seca. Su cabello volaba desordenado alrededor de su rostro, pero no le importaba. Solo podía pensar en una cosa: Leonard. Y en todo lo que no sabía.¿Por qué había desaparecido sin decirle nada?¿Por qué había elegido viajar solo con Camila?¿Por qué había dejado que ella quedara en la oscuridad?La voz de Anthony
Capítulo 116 Verdades a medias. El sol caía lento sobre el horizonte, tiñendo el cielo de un naranja encendido que se fundía con el azul profundo del Caribe. La marea iba y venía con una cadencia pausada, como si respirara junto a ellos. Camila estaba sentada en una manta fina extendida sobre la arena, con los pies descalzos enterrados ligeramente. El viento acariciaba su cabello y lo hacía volar en mechones rebeldes, mientras sostenía una taza de café tibio entre las manos. Leonard estaba de pie unos pasos más atrás, mirando el océano con la frente fruncida, como si esperara que las olas le devolvieran una respuesta que aún no encontraba. Desde hacía días, arrastraba ese silencio denso que lo envolvía cuando las preguntas lo superaban. —Camila —dijo al fin, sin girarse—. Hoy sí quiero que me digas la verdad. Toda. Ella lo miró de perfil, analizando el contorno tenso de sus hombros, el modo en que sus dedos se cerraban en puños y luego se aflojaban. Sabía que ese momento llega
Capítulo 116 Verdades a medias.El sol caía lento sobre el horizonte, tiñendo el cielo de un naranja encendido que se fundía con el azul profundo del Caribe. La marea iba y venía con una cadencia pausada, como si respirara junto a ellos. Camila estaba sentada en una manta fina extendida sobre la arena, con los pies descalzos enterrados ligeramente. El viento acariciaba su cabello y lo hacía volar en mechones rebeldes, mientras sostenía una taza de café tibio entre las manos.Leonard estaba de pie unos pasos más atrás, mirando el océano con la frente fruncida, como si esperara que las olas le devolvieran una respuesta que aún no encontraba. Desde hacía días, arrastraba ese silencio denso que lo envolvía cuando las preguntas lo superaban.—Camila —dijo al fin, sin girarse—. Hoy sí quiero que me digas la verdad. Toda.Ella lo miró de perfil, analizando el contorno tenso de sus hombros, el modo en que sus dedos se cerraban en puños y luego se aflojaban. Sabía que ese momento llegaría, q
Capítulo 115Refugio sin memoria.El calor era distinto en San Vicente y las Granadinas. No abrasador ni molesto, sino envolvente, como un abrazo húmedo que impregnaba cada poro. Camila lo sentía en la piel, en el cabello, en los huesos. Pero no le molestaba. Le recordaba que estaba viva, y que Leonard también lo estaba.El refugio al que habían sido asignados por las autoridades locales estaba al borde de una colina, donde el verde se extendía hasta chocar con el mar. Era una pequeña estructura de madera pintada de blanco, con persianas azul cielo y un tejado de chapa que resonaba suavemente con cada gota de lluvia tropical.—No es mucho —dijo la mujer que los acompañaba, una funcionaria del departamento de asistencia humanitaria, de voz firme y amable—, pero está limpio, seguro y cuenta con todo lo básico. Además, tienen atención médica gratuita por tiempo indefinido. El gobierno considera su caso una prioridad. La historia ha conmocionado a todos.Camila asintió, sosteniendo a Leon
Capítulo 114Amanecer en cenizas.La noche parecía no tener fin. El cielo, ahora teñido de un gris pálido, comenzaba a desperezarse apenas con los primeros hilos de luz, como si el mundo entero dudara en volver a la vida tras la tragedia.Camila no había dormido. No podía. Su cuerpo temblaba, no sabía si de frío o de agotamiento. Sus manos estaban cubiertas de hollín, sangre seca y tierra. Cada músculo le gritaba que se rindiera, pero la voluntad —esa chispa obstinada— la mantenía en pie.Leonard seguía inconsciente. Su pecho se movía con una lentitud que la aterraba. La herida de la pierna sangraba menos ahora, pero el brazo tenía un ángulo imposible. Había improvisado una férula con partes de una maleta y cinta adhesiva. No era médico. No sabía si lo había hecho bien. Pero había hecho lo que pudo.Cada cierto tiempo, se acercaba a él, le tomaba la mano y le hablaba, como si su voz pudiera arrastrarlo desde el fondo del abismo.—No me dejes sola aquí… ¿me oyes, Leonard? —susurraba, s
Capítulo 113Esperanza rota.Luego del impacto emocional que se llevó Camila tras ver aquella decadente escena, sus ojos se fueron cerrando lentamente hasta que quedó atrapada en un sueño profundo. Sus brazos, aferrados al pecho de Leonard, como si a pesar de su inconsciencia temiera a que todo el caos a su alrededor se desvaneciera, llevándose consigo a Leonard, su única compañía en ese desolado lugar. Tras largas horas de sueño pesado, no sabía cuánto tiempo había pasado antes de comenzar a abrir sus ojos. Una eternidad, tal vez.Camila estrujó sus ojos lentamente con sus puños. No podía moverse. El aire olía a queroseno, a carne quemada y a tierra mojada. El cielo, ahora oscuro, se colaba entre los restos del jet como una sentencia.Leonard seguía junto a ella, inconsciente. Su rostro cubierto de sangre seca, pero su pecho aún subía y bajaba débilmente.Leonard intentó hablar, pero un borbotón de sangre le llenó la boca. Tosió. Dolor. Un brazo roto. Algo clavado en su pierna.Alre
Capítulo 112Descontrol. La mañana seguía avanzando, aunque dentro de la casa Blackmond el tiempo parecía haberse congelado tras el portazo de Leonard. El reloj del vestíbulo marcaba las 8:17 a.m. y un silencio denso, casi ominoso, lo cubría todo.Alessia bajó lentamente las escaleras, aún con el rostro húmedo por las lágrimas que no se había molestado en secar. Cada paso resonaba contra los peldaños como si la casa la observara, como si supiera que algo estaba a punto de quebrarse.Cruzó el pasillo hasta el ala este y se detuvo frente a la puerta del estudio. La abrió con lentitud, pero el espacio estaba vacío. Solo el leve olor a madera antigua y el eco de la discusión de esa mañana parecían permanecer allí.Frunció el ceño, se giró y caminó hacia la cocina, donde encontró a Jenkins, el mayordomo, preparando una bandeja con té y pastas, como lo hacía cada mañana desde hacía años. Su figura alta, siempre impecablemente vestida, se giró al notar su presencia.—¿Jenkins? —preguntó Ale