Capítulo 119Una promesa desgarradora.La humedad de Trinidad se les pegó a la piel como una segunda capa en cuanto Alessia e Iván salieron del aeropuerto. El sol descendía con lentitud, tiñendo el cielo de un naranja profundo que contrastaba con los techos de zinc y los carteles coloridos que anunciaban restaurantes y taxis.Un hombre de mediana edad con gafas oscuras y una gorra los recibió sosteniendo un cartel con el nombre de Iván. El vehículo era un sedán blanco con el aire acondicionado a tope, una bendición tras las horas de vuelo.—Hotel Blue Reef —confirmó Iván al conductor, antes de mirar a Alessia—. ¿Estás bien?Ella asintió, pero su rostro estaba pálido. Había dormido un poco en el avión, pero la ansiedad no daba tregua. Observó por la ventana mientras los edificios pasaban como escenas de un sueño distante.Detrás de ellos, a una distancia calculada, otro taxi avanzaba con velocidad moderada. En el asiento trasero, Anthony observaba con atención el vehículo de sus objet
Capítulo 120Perdiendo el control. La lámpara se estrelló contra la pared y se hizo trizas. Los fragmentos cayeron sobre la alfombra desordenada de la habitación 213 del viejo hotel donde Anthony se escondía. Respiraba agitado, las venas marcadas en su cuello, los puños cerrados con tanta fuerza que sus nudillos estaban blancos. El espejo del baño colgaba torcido tras un puñetazo mal dado y el colchón estaba medio volteado, como si buscara algo que no estaba allí: el control, la calma, Alessia.—¡Maldito Iván! —rugió, lanzando una silla contra la puerta.La frustración lo carcomía por dentro como ácido. No había planeado las cosas así. Él debía tenerla en sus brazos esta noche, hacerla suya, como tantas veces imaginó. Pero ese bastardo… ese imbécil entrometido le arruinó todo. La voz de Alessia, temerosa, débil, sumisa, aún retumbaba en su cabeza cuando lo descubrió, cuando pronunció su nombre con asco y terror. “Eres tú”, le dijo.Anthony se dejó caer de rodillas en medio del desa
Capítulo 121Cómplices. El calor en San Vicente se filtraba por las rendijas de la cabaña, pero Leonard apenas lo notaba.Sentado en la penumbra del salón observaba el blister de pastillas en su mano. Cada una de las cápsulas era una promesa de olvido segura, así que había aprendido a fingir: colocaba la pastilla bajo su lengua y cuando Camila se alejaba la escupía discretamente en el retrete. Desde que decidió dejar de tomarlas, sus recuerdos regresaban a su cabezas en oleadas, fuertes, devastadores. Desordenados pero persistentes.Una risa infantil, la brisa fresca del mar, una melodía suave tarareada en un hermoso atardecer. Y, sobre todo, unos hermosos ojos verdes que lo observaban con una mezcla de amor y urgencia. Aun no sabía quién era ella, pero si presencia en su memoria era tan real como la luz dorada del sol al atardecer, esa que comenzaba a descender por el horizonte. —Leo, ¿Estás bien? —la voz chillona de Camila lo sacó por completo de su ensimismamiento. —Sí, lo es
Capítulo 122Ecos del alma.La celda era fría, húmeda, impregnada de olor a metal oxidado. Alessia se abrazaba las rodillas en un rincón, temblando, los ojos enrojecidos y la piel cubierta de manchas oscuras de polvo. El silencio se quebraba solo por el gotear constante de una tubería rota y los pasos de algún agente al otro lado del pasillo.Iván, en la celda contigua, caminaba de un lado al otro como un león enjaulado. Sus nudillos sangraban ligeramente de tanto golpear las rejas. Cada minuto que pasaba era una gota más de gasolina sobre el fuego que ardía en su pecho.—¡Quiero hablar con un abogado! —gritó por enésima vez, golpeando el hierro con el puño cerrado.Desde la otra celda, Alessia alzó la cabeza, la voz apenas un susurro:—No nos van a dar ninguno, ¿verdad?—No —respondió él con furia contenida—. No mientras sigan jugando este maldito juego. No somos ciudadanos de aquí, somos turistas. Presas fáciles. Necesitan un culpable para resolver este caso y nosotros somos los ide
CAPÍTULO 1 Noticias devastadoras. Alessia se arreglaba para compartir la cena con su padre y el resto de la familia. Sentada en la orilla de la tina de baño esperaba ansiosa aquel resultado del test de embarazo que tenía en sus manos, mismo que acababa de realizarse hace apenas un momento. Sentía su corazón latiendo a mil por segundos, esperando ver un resultado negativo en él y que esas irregularidades en su ciclo menstrual se debiera al agotamiento que se había sentido tanto física como mentalmente en los últimos días. (tocan la puerta) —Niña Alessia, debe bajar al comedor, su padre anunció que llega en quince minutos —comenta Nadia, la nana de Alessia—. Sabes lo estricto que es Don Richard con la puntualidad. No haga que se enfade nuevamente. —Voy nani, en un momento bajo —respondió lo más calmada que pudo, pero la anciana mujer que estaba parada detrás de la puerta podía reconocer su voz llorosa a kilómetros. —¿Está todo bien? —insistió—. Niña Alessia, si se siente mal pued
Capítulo 2Severas amemazasMientras la cena continuaba, Alessia no podía evitar sentirse como una esclava en su propia casa al verse obligada a cumplir la voluntad de su padre.Don Richard había decidido su futuro sin siquiera consultarle, y ahora ella estaba atrapada en una situación que no podía controlar.De repente, su hermano menor, Marco, habló, rompiendo el incómodo silencio que había caído sobre la mesa.—Papá, ¿Podemos saber más sobre Leonardo? —preguntó Marco, su curiosidad evidente en su rostro.Don Richard rió fuertemente, complacido de que su hijo estuviera interesado en el futuro de la familia.—Su nombre es Leonard, no Leonardo y es un joven muy inteligente y ambicioso —respondió Don Richard con una alegría que no cabía en su pecho, mientras que Alessia viraba sus ojos con molestia—. Es el heredero de la empresa de su padre, y tiene un gran futuro por delante. Es el candidato perfecto para casarse con nuestra querida Alessia.Alessia se sintió como si la hubieran apuña
Capítulo 3DudasEn el otro lado de la ciudad, en una de las mejores residencias se encontraba Leonard Blackmond, un hombre frío y arrogante, que no acostumbraba a relacionarse con nadie. Se había creado una reputación de hombre cruel y despiadado, siendo el ermitaño de su familia. Ese que nunca estaba presente en las celebraciones de cumpleaños, en navidades ni en ninguna otra fecha importante.Sentado en el sillón de su balcón, leía en el diario las múltiples insinuaciones respecto a sus preferencias sexuales, ya que a sus veintiocho años jamás se le había conocido una pareja.Leonard creía firmemente en el amor monótono, en que cuando se trataba de una relación solo serían ellos dos, sabía que su tiempo de amar con locura llegaría en cualquier momento y que esa persona especial con la que sentiría que debía compartir su vida vendría a él, sin tener que buscarla entre miles de mujeres.No tenía prisa para el amor, pero pasaban los años y sabía que debía casarse para cumplir con sus
Capítulo 4Un terrible desplante—En quince minutos llegamos a casa de los Davis.Esas palabras quedaron retumbando fuerte en la cabeza de Leonard, el hombre que no podía dejar de pensar en las responsabilidades y su deseo de seguir siendo libre.Mientras veía fijamente la carretera, sumido en sus pensamientos y dudas. No podía evitar preguntarse qué pasaría si se casaba con esa mujer. ¿Sería feliz? ¿Sería capaz de traicionarlo también?De repente, Leonard se dio cuenta de que no podíaa hacerlo. No debía casarse con una mujer que no conocía, no podía pasar el resto de su vida con alguien que no era esa persona especial para él. Esa por la que estaba dispuesto a esperar el tiempo que sea necesario.—James —dijo Leonard, mirando a su chofer—.—Sí, señor —respondió James—.—Dé la vuelta al vehículo —ordenó Leonard—. Quiero ir al aeropuerto.James mostró un gesto de sorpresa, pero no dijo nada. Simplemente dio la vuelta a la camioneta y se dirigió hacia el aeropuerto.—¿Señor? —preguntó J