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CAPÍTULO 4. Un terrible desplante

Capítulo 4

Un terrible desplante

—En quince minutos llegamos a casa de los Davis.

Esas palabras quedaron retumbando fuerte en la cabeza de Leonard, el hombre que no podía dejar de pensar en las responsabilidades y su deseo de seguir siendo libre.

Mientras veía fijamente la carretera, sumido en sus pensamientos y dudas. No podía evitar preguntarse qué pasaría si se casaba con esa mujer. ¿Sería feliz? ¿Sería capaz de traicionarlo también?

De repente, Leonard se dio cuenta de que no podíaa hacerlo. No debía casarse con una mujer que no conocía, no podía pasar el resto de su vida con alguien que no era esa persona especial para él. Esa por la que estaba dispuesto a esperar el tiempo que sea necesario.

—James —dijo Leonard, mirando a su chofer—.

—Sí, señor —respondió James—.

—Dé la vuelta al vehículo —ordenó Leonard—. Quiero ir al aeropuerto.

James mostró un gesto de sorpresa, pero no dijo nada. Simplemente dio la vuelta a la camioneta y se dirigió hacia el aeropuerto.

—¿Señor? —preguntó James, después de esperar unos minutos de silencio—.

—Sí —respondió Leonard, casi sin ganas.

—Perdone que me meta, señor Blackmond, pero... ¿No va a presentarse con los Davis? Hoy fijarán su fecha para la boda.

—No, no puedo ver a la cara a esa mujer, sigo siendo un caballero y estoy seguro de que si asisto voy a negarme a ese compromiso. ¡No es con ella con quien debo casarme!

—Pero... si aun no la ha visto. ¿Como puede saber si es ella, si ni siquiera la conoce? —insistió en preguntar—.

—Porque lo siento —gritó —. Tú vas a ir en mi lugar, a representarme en esa cena, debes hacerlo.

—¿Qué debo decirle a los Davis? —preguntó James—. ¿Qué excusa debo darles para justificar su ausencia? El señor Ricardo se molestará.

Leonard pensó por un momento antes de responder.

—Diles que se presentó un problema inesperado en la empresa —respondió con el ceño fruncido—. Diles que no pude asistir a la cena porque tuve que salir de la ciudad.

James asintió con la cabeza y se guardó el teléfono en el bolsillo.

—Entendido, señor. Así lo haré —contestó y volvió a fijar su mirada en la carretera, en absoluto silencio.

Leonard se quedó en silencio, mirando por la ventanilla del coche mientras se acercaban al aeropuerto. Sabía que había tomado una decisión difícil, pero también sabía que era la decisión correcta.

No podía casarse con Alessia Davis. No podía pasar el resto de su vida con alguien que no amaba.

La pregunta era, ¿Qué pasaría ahora? ¿Qué pasaría cuando los Davis se enteraran de que no iba a asistir a la cena? ¿Qué pasaría cuando su padre se enterara de que no quería a casarse con Alessia?

Leonard no lo sabía, pero estaba dispuesto a enfrentar las consecuencias de su decisión. Estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para ser feliz, incluso si eso significaba ir en contra de los deseos de su familia.

Bajó del vehículo y cerró la puerta, pero la voz dentro del coche hizo que Leonard detuviera sus pasos.

—¿Qué les digo si me preguntan si su compromiso sigue en pie? —preguntó James en un grito.

—Qué mantendré mi palabra —respondió y encendió un cigarrillo mientras se alejaba del vehículo y caminaba hacia el interior del aeropuerto.

Sabía que si se negaba ahora mismo su padre enloquecería y volvería a caer en su vicio del alcohol. Leonard estaba evitando que eso sucediera, a pesar de que creía que su padre lo hacía para chantajearlo.

Mientras caminaba hacia el interior del aeropuerto, Leonard no podía evitar sentir una mezcla de emociones. Por un lado, se sentía aliviado de haber escapado de la cena y del compromiso que lo esperaba. Pero por otro lado, se sentía culpable y confundido.

«"¿Estoy siendo egoísta y débil?"», se preguntó a sí mismo.

La voz de su padre resonaba en su mente, recordándole su deber y su responsabilidad hacia la familia y la empresa. Pero Leonard no podía evitar sentir que estaba sacrificando su propia felicidad.

La idea de pasar el resto de su vida solo y sin amor era un pensamiento constante para Leonard. Pero también sabía que no podía casarse con alguien que no amaba, solo para cumplir con su deber.

Mientras esperaba en la cola para abordar el avión, Leonard no podía evitar pensar en Alessia Davis. ¿Quién era ella en realidad? ¿Qué la motivaba a aceptar un matrimonio de conveniencia?

¿Y si ella también estaba buscando una salida?

La idea era intrigante, y Leonard no podía evitar sentir una pequeña chispa de esperanza. Tal vez, justamente tal vez, esta situación no era tan desesperada como parecía.

Pero rápidamente se sacudió la idea de su cabeza. No podía involucrar sentimientos en esto. Tenía que mantener la cabeza fría y seguir adelante con su plan.

O al menos, eso es lo que se repetía a sí mismo.

...

La familia Davis y sus invitados estaban sentados en la mesa de la cena, esperando la llegada del futuro prometido de Alessia, no solo los hermanos y padres de Don Richard se encontraban en el banquete, si no toda la familia Blackmond.

Después de mas de treinta minutos después de la hora prevista para su llegada, James, el chofer de Leonard, llegó a la casa de los Davis.

—Parece que el futuro novio llegó —comentó la madre de Richard—.

Enzo, el padre de Leonard, volteó con impaciencia y se quedó atónito al ver a James, su chofer, llegar a la casa en lugar de su hijo.

—Buenas noches a todos. Lo siento mucho —dijo James, dirigiéndose a Don Richard—. Pero el señor Blackmond no podrá asistir a la cena esta noche.

Don Richard se sorprendió y abrió sus ojos como platos. Su semblante serio y enojado. Sintiéndose muy ofendido.

—¿Qué pasa? —preguntó con voz acusadora—. ¿Por qué no puede venir?

James se disculpó.

—Lo siento mucho, señor Davis, pero el señor Blackmond tuvo que salir de la ciudad debido a un problema inesperado en la empresa. No podrá regresar esta noche. Estará fuera unos días.

Alessia se sintió humillada por el desplante. Se puso de pie y se disculpó con los invitados.

—¿Está cancelando el compromiso? —preguntó Alana con una sonrisa burlona—.

—Por supuesto que no —respondió James—. Él solo estará ausente los próximos días, pero volverá pronto de su viaje.

—Lo siento mucho —dijo Alessia con su voz débil—. Parece que el señor Blackmond no podrá unirse a nosotros esta noche. Por favor, disfrutemos de la cena sin él.

Los invitados se miraron entre sí, sorprendidos por la noticia. Don Richard se puso de pie y se dirigió a la cocina furioso.

—Vamos a servir la cena de todos modos —comentó destilando de rabia regresando a la mesa—. No vamos a dejar que la ausencia del señor Blackmond arruine nuestra noche.

Pero Alessia no se sintió con ganas de quedarse a la cena. Se disculpó con los invitados y se dirigió a su habitación.

—Me disculpo con ustedes. Pero no me siento bien. Me parece que debo subir a mi habitación y descansar un rato, disfruten la cena. ¡Buenas noches!

Los invitados estaban cada vez mas sorprendidos, no se esperaban la repentina partida de Alessia.

James le entregó un ramo de rosas que compró para salvar a su jefe de este problema, Alessia lo tomó sin ganas, lo llevó en sus manos y lo arrojó al cubo de la basura delante de todos.

Don Richard quedó en una sola pieza al ver tal actitud de Alessia y se dirigió hacia su habitación, tras ella.

—Alessia, ¿estás bien? —preguntó, llamando a la puerta—. ¿Por qué te retiraste de la mesa? ¿Qué diablos te pasa? ¡Me hiciste quedar en ridículo!

Pero Alessia no respondió. Se había encerrado en su habitación, llorando de rabia y humillación.

¿Cómo ese hombre fue capaz de ridiculizarla delante de tantas personas? ¿Cómo podía dejarla plantada de esta manera?

La puerta siguió sonando y Alessia se dirigió a ella.

—¿Qué me pasa? —repitió Alessia—. ¿Qué me pasa? ¡Me humillaste delante de todos! ¡Me hiciste quedar como una tonta frente a nuestros invitados!

Don Richard se sorprendió por la reacción de Alessia. No esperaba que ella se enfadara de esa manera.

—Alessia, cálmate —exigió–. No era mi intención humillarte. Él confirmó que vendría.

Alessia se rió con amargura.

—No era tu intención. Pero lo hiciste de todos modos. Me hiciste quedar como una mujer que no vale nada, como una mujer que puede ser dejada en cualquier momento. ¡No voy a casarme con él!

Don Richard se enfadó. No estaba acostumbrado a que alguien le hablara de esa manera, especialmente su propia hija.

—Alessia, basta —grito—. No te atreves a hablarme así y claro que vas a casarte con ese hombre. Ya dijo que le surgió algo importante. Tan solo espera.

—¿Algo más importante que conocer a su futura esposa? Discúlpame, pero esto es ridículo. ¿Qué puedo esperar de un matrimonio que empieza de esta manera?

—Vas a volver a la cena y vas a disculparte con los invitados, sino, ve olvidándote de tu m*****a herencia.

Don Richard se dio la vuelta y se marchó, dejando a Alessia sola en su habitación.

Alessia golpeó la pared un par de veces, llorando de rabia y humillación. Se sentía como si su mundo entero se hubiera derrumbado.

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