CAPÍTULO 3. Dudas

Capítulo 3

Dudas

En el otro lado de la ciudad, en una de las mejores residencias se encontraba Leonard Blackmond, un hombre frío y arrogante, que no acostumbraba a relacionarse con nadie. Se había creado una reputación de hombre cruel y despiadado, siendo el ermitaño de su familia. Ese que nunca estaba presente en las celebraciones de cumpleaños, en navidades ni en ninguna otra fecha importante.

Sentado en el sillón de su balcón, leía en el diario las múltiples insinuaciones respecto a sus preferencias sexuales, ya que a sus veintiocho años jamás se le había conocido una pareja.

Leonard creía firmemente en el amor monótono, en que cuando se trataba de una relación solo serían ellos dos, sabía que su tiempo de amar con locura llegaría en cualquier momento y que esa persona especial con la que sentiría que debía compartir su vida vendría a él, sin tener que buscarla entre miles de mujeres.

No tenía prisa para el amor, pero pasaban los años y sabía que debía casarse para cumplir con sus obligaciones familiares.

Su padre, Enzo, se encargó personalmente de ese asunto. Él analizó muy bien todas las propuestas, considerando que había elegido la mejor de todas. Una joven que recién acababa de cumplir sus veinte años, estudiosa, de buena familia, una señorita de su casa.

O por lo menos, eso era lo que el viejo Blackmond creía.

Los convenios con la familia Davis serían estables, y el ambicioso cabecilla de los Blackmond sabía que podía sacar mucho más provecho de esta relación.

Mientras Leonard leía en el diario, su padre, Enzo, entró en la habitación con una sonrisa en su rostro.

—Hijo, tengo excelentes noticias —comentó Enzo, sentándose en un sillón frente a su hijo—. He encontrado a la candidata perfecta para la boda. Ella es la hija de Don Richard Davis, nuestro mayor inversionista, la joven se llama Alessia. Es hermosa y de buena familia. Será la esposa perfecta para ti.

Leonard levantó la vista del diario y miró a su padre con escepticismo.

—Alessia Davis —repitió Leonard, intentando recordar algo sobre la familia Davis, pero no tuvo éxito—. No recuerdo haber oído hablar de ella.

Enzo sonrió complacido.

—Eso es porque es una joven muy reservada —afirmó—. Pero te aseguro que será la mejor opción para ti. La familia Davis es muy influyente y este matrimonio será beneficioso para nuestra empresa.

Leonard se encogió de hombros. Mostrando total desinterés.

—Está bien, padre —respondió fastidiado—. Si crees que es la mejor opción, entonces lo haré.

Leonard señaló la puerta, advirtiéndole a su padre que ya no tenían nada más de qué hablar, Enzo sonrió, satisfecho con la respuesta de su hijo.

—Excelente —respondió Enzo—. Mañana por la noche debemos ir a la casa de los Davis para conocer a Alessia. Prepárate para impresionarla.

El aura del hombre era sumamente dominante; sus facciones eran afiladas y perfectas, como si cada rasgo de su rostro hubiera sido esculpido con precisión inigualable.

Medía al menos 1.86 metros de altura, con proporciones que superarían incluso a las de un modelo en una pasarela.

Vestía un traje hecho a medida, impecablemente cortado y ajustado, con botones de platino en los puños y el pecho, que brillaban intensamente bajo la luz del candelabro de cristal.

Sus pantalones negros se ajustaban a sus largas y elegantes piernas. Caminaba con una elegancia innata, y al llegar frente a una puerta, uno de los guardaespaldas se apresuró a abrirla con una tarjeta magnética.

Leonard entró en la habitación, se quitó la corbata que llevaba en el cuello y la arrojó despreocupadamente sobre el armario más cercano.

Es un hombre con una carrera exitosa y una apariencia atractiva. Tiene en sus manos innumerables salvavidas económicos y eso le da la confianza que acompaña su personalidad déspota y hostil.

...

El día sábado al fin llegó y Alessia se estaba preparando para asistir a la cena que anunciaría su compromiso, se encontraba sentada en la esquina de su cama, pensando en todo lo que estaba ocurriendo y en los problemas que traía encima, intentando calmarse después de la conversación que tuvo días antes con su padre.

Se puso un vestido elegante color azul oscuro con destellos brillantes en la parte de los senos y se peinó su cabello castaño en una coleta alta intentando parecer lo más elegante posible. Como lo sugirió Don Richard.

Mientras se miraba en el espejo, no podía evitar preguntarse qué pasaría esta noche. ¿Qué tipo de persona sería Leonard Blackmond? ¿Sería un hombre cruel y despiadado, como decían los rumores?

Alessia se estremeció al pensar en la posibilidad de tener que pasar el resto de su vida junto a un hombre que no amaba. Y peor aún, con un hombre que no sabía que estaba embarazada de otro.

«¿Qué voy a hacer?», se preguntaba a sí misma, sintiendo una sensación de desesperanza. «¿Cómo voy a ocultar mi embarazo? ¿Qué pasará cuando Leonard descubra la verdad?»

Si acepto casarme, ¿Debo decir la verdad, o tengo que acostarme con ese hombre y fingir que mi hijo es suyo? ¿Y qué haré con Anthony? Él tiene derecho de saber que va a ser padre.

¿Seré capaz de entregarme a otro hombre solo para ocultar mi más grande secreto?

Antes de hacer esto, debo visitar a un médico, necesito saber cuanto tiempo llevo embarazada, y si esta boda es un hecho, deberá celebrarse lo antes posible.

Aunque no quiera, aunque sienta que estoy traicionando la confianza de la persona que más he amado en este mundo, tendré que hacerlo.

Mientras tanto, en el otro lado de la ciudad, Leonard se estaba preparando para la cena en casa de los Davis. Se puso un traje elegante, hecho a medida y se peinó el cabello hacia atrás, realizó el nudo de su corbata y caminó hacia el espejo.

Estando frente al espejo se preguntó si sería capaz de mantener esa farsa de matrimonio con una mujer a la que ni siquiera estaba interesado en conocer.

Leonard no sabía qué esperar. Pero sí sabía que tenía que casarse con ella, no importaba quién fuera o qué tipo de persona fuera. A fin de cuentas eso no le afectaría en nada, sería una esposa de papel, una a la que podía ignorar como a las demás porque no le importaba.

«Es mi deber» se dijo a sí mismo, con una sensación de resignación. «Es mi deber como heredero de la empresa Blackmond, contraer matrimonio con esa mujer y hacer buenas relaciones comerciales con su familia».

Pero mientras se daba la vuelta para salir de la habitación, no podía evitar sentir un atisbo de duda. ¿Qué pasaría si Alessia no era la mujer que él esperaba? ¿Qué pasaría si no podían llevarse bien?

La familia Davis estaba reunida en el salón de la villa, esperando la llegada de Leonard Blackmond.

Don Richard Davis, el cabecilla de la familia, estaba sentado en su sillón favorito, con una expresión de satisfacción en su rostro.

—Alessia, ¿estás lista? —preguntó Don Richard, mirando a su hija—.

Alessia asintió con la cabeza, intentando sonreír. Estaba sentada en un sofá, con ese tic nervioso en sus manos.

—Sí, —respondió Alessia—. Estoy lista.

Mientras tanto, Leonard Blackmond estaba en su coche, de camino a la casa de los Davis. Sentado en el asiento del copiloto, junto a su chofer.

—James, ¿sabes qué hora es? —preguntó Leonard.

—Sí, señor Blackmond —respondió James—. Son las 7:45. Llegaremos a la casa de los Davis en quince minutos.

Leonard asintió con la cabeza, pero no dijo nada. Estaba sumido en sus pensamientos, dudando sobre si debería llegar a la casa de los Davis o huir a otro lugar.

Miró por la ventana del coche, observando cómo las luces de la ciudad se desvanecían en la distancia. Con una sensación de vacío en su pecho, como si se estuviera encaminando hacia un abismo sin fondo.

«"¿Qué estoy haciendo?"», se preguntó a sí mismo. «"¿Por qué estoy dispuesto a casarme con una mujer que no amo?"»

La respuesta era clara: Ese era su deber como heredero del imperio Blackmond. Pero eso no bastaba para calmar su ansiedad.

Cerró los ojos y se imaginó a su prometida ideal. Alguien genuina y confiable, alguien que lo amara por quién era, no por su dinero o su posición social.

«"Alguien que me mire a los ojos y me vea"», pensó. «"Alguien que me entienda sin necesidad de palabras."»

Pero la realidad era muy diferente. Alessia Davis era una desconocida, una mujer que había sido elegida por su padre por razones de negocios, no por amor.

Tenía una sensación de pesadez en su pecho, como si estuviera cargando con el peso del mundo.

"¿Por qué tengo que hacer esto?", se preguntó a sí mismo.

De repente, una imagen se deslizó en su mente. El rostro la mujer que lo había engañado y decepcionado hacía años.

Frunció el ceño, intentando sacudirse la imagen de su mente. Pero era demasiado tarde. La herida emocional que le había infligido comenzó a doler de nuevo.

Pero la duda se coló en su mente. ¿Y si Alessia era como Camila? ¿Y si lo engañaba y lo decepcionaba también?

Leonard se sumió aún más en sus pensamientos, permitiendo que las dudas y las preguntas lo invadieran. ¿Ella también desconfiará de los hombres? ¿Tendrá un pasado con alguien más? ¿La obligaba su familia tanto como a él?

La idea de que Alessia pudiera estar pasando por algo similar a lo que él estaba experimentando lo hizo detenerse. ¿Y si no era solo una desconocida, sino alguien que también estaba atrapado en un matrimonio de conveniencia?

La curiosidad comenzó a crecer en su interior, y se sintió incómodo. No quería sentir nada por esta mujer. No quería que su corazón se involucrara en esto.

Pero no podía evitar preguntarse: ¿Qué había detrás de la fachada de Alessia?

La tensión emocional creció en su interior, y Leonard se sintió como si estuviera caminando sobre una cuerda floja. Por un lado, su racionalidad le decía que esto era solo un matrimonio arreglado, que no había nada que perder. Pero por otro lado, su corazón comenzaba a latir de una manera que no podía ignorar.

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