CAPÍTULO 5. Verdades ocultas

Capítulo 5

Verdades ocultas

La cena continuó en un ambiente tenso, con la ausencia de Leonard pesando sobre la mesa.

Alessia se vio obligada a regresar al comedor y se disculpó casi a regañadientes con los invitados, luego Don Richard, decidido a seguir adelante con los planes, se dirigió a los invitados.

—Bueno, ya que el señor Blackmond por motivos laborales no puede unirse a nosotros esta noche, vamos a seguir adelante con el propósito que tenía esta cena y establecer la fecha para la boda —dijo, sonriendo alegremente—. ¿Les parece?

—¿Y cuándo será la boda? —preguntó Alana, ansiosa por ver como las cifras de las cuentas bancarias de su esposo irían incrementando.

—He pensado que para el último sábado del próximo mes sería la fecha ideal, así tendremos un poco más de tiempo para organizar la celebración —respondió Don Richard, mirando fijamente a Alessia con una expresión severa, esperando que no se atreva a contradecirlo en público—. Como es costumbre, los padres de la novia pagan los gastos de la boda. Comenzaremos con los preparativos esta misma semana.

—Y los padres del novio se encargan de patrocinar el viaje de la luna de miel —comentó Enzo, con una sonrisa plasmada en su rostro, feliz de que los planes de la boda siguieran en pie a pesar del desplante de su hijo—. Y cuéntame, futura nuera, ¿Dónde le gustaría vivir? He pensado en regalarles la casa donde van a compartir su vida juntos.

Comentó Enzo Blackmond, dirigiéndose a Alessia con voz amigable.

La mirada vacilante de Alessia se fijó en su plato, sus ojos comenzaron a arder anunciando el llanto.

¿Cómo podía estar haciendo planes de una vida junto al hombre que la dejó plantada el día en el que se anunciaría su compromiso?

Simplemente no pudo responder a esa pregunta, sus palabras se quedaron atascadas en su garganta al pensar en el hombre con el que si quería y estaba dispuesta a compartir su vida, Anthony.

—¿Tiene algún plazo límite este convenio de matrimonio? —preguntó Alana de manera arbitraria al notar la ausencia de una respuesta de parte de su hijastra y todos en la mesa se miraron fijamente, consternados por su imprudencia—.

Don Richard aclaró su garganta, sintiéndose muy avergonzado.

—Claro que no —dijo sonriendo incómodo delante de los invitados—, esto no es un simple juego, espero el amor de mi hija y Leonard dure para siempre, cariño —le envió una mirada afilada a su esposa y esta pareció no haber entendido que debía mantener su gran boca cerrada—.

—¿Y el señor Blackmond estará de acuerdo con esa fecha? —preguntó nuevamente Alana, en tono de burla, debido a su ausencia.

—Por supuesto —respondió Don Richard y Enzo asintió—. Él ya lo confirmó antes de salir de la ciudad.

Alessia se levantó de su silla y se disculpó con los invitados.

—Disculpen, pero necesito hablar con mi padre un momento —dijo con una media sonrisa en su rostro, y se dirigió a la cocina junto con su padre.

—¿Qué pasa, Alessia? —preguntó Don Richard, cerrando la puerta de la cocina—. Esto es por lejos lo más descortés que has hecho esta noche. Tus suegros pensaran que no tienes educación —reprochó—.

—¿Por qué estableciste la fecha para la boda sin consultarlo conmigo? —preguntó Alessia, enfadada—. Soy yo la que va a casarse, se supone que debía ser yo quien lo decidiera, ya que al novio no le interesa esta boda.

—¿Por qué lo hice? Porque ya es hora de que te cases y asumas tus responsabilidades —respondió Don Richard apretando sus dientes—. Ya es hora de que te des cuenta de que todo en esta casa se maneja bajo mis órdenes. Tú no eres nadie para solicitar que se tomen en cuenta tu estúpida opinión, simplemente no voy a desaprovechar esta oportunidad por culpa de tus malditos caprichos.

—Pero ¿y si ya no quiero casarme con él? —preguntó Alessia, desafiante—. Él no asistió a su compromiso ¿Eso no te dice que no le interesa esta boda?

—No tienes opción —respondió Don Richard—. Ya se han hecho los arreglos y no pienso echarme para atrás ahora. Además, los convenios con esta familia nos llevarán a la cima. Piensa en eso antes de decir tantas estupideces.

Alessia se sintió atrapada y enfadada. Sabía que su padre solo estaba pensando en el beneficio económico que le proporcionaría ese matrimonio con Leonard.

—¿Nos llevarán a la cima? —repitió Alessia—. Será que te llevará a ti a llenarte los bolsillos de dinero. ¡Estás vendiendo a tu propia hija!

—¿Y si así fuera qué? —preguntó el hombre, enojado—. ¿Tienes poder para impedirlo? —se burla cruelmente—. Ya deja de pensar tonterías y de buscarle peros a este asunto.

—En algún momento pagarás lo que me estás haciendo.

Don Richard soltó una risa amarga y se enfadó aún más.

—No seas insolente, Alessia —respondió—. Espero esto no sea una amenaza, o serás tú quien lo va a lamentar.

Alessia se sintió golpeada con la respuesta de su padre y regresó a la sala de estar, donde los invitados seguían celebrando la futura boda.

Mientras tanto, Leonard se encontraba en el avión, mirando por la ventana las tenues luces de la ciudad estando a punto de aterrizar, sin saber qué lo esperaba en el futuro.

Los próximos días iban pasando lentos. Leonard siguió trabajando en una sucursal de su empresa a las afueras de la ciudad, sin ánimos de regresar a casa.

Deseaba tanto mantenerse ocupado y concentrado en sus nuevos proyectos y de esta forma olvidar la responsabilidad que había hecho a un lado en Brooklyn, esperando disfrutar de su libertad y alejado de los problemas que le esperaban en casa.

A cambio de Alessia, que se sentía cada día más nerviosa y angustiada al ver que los síntomas de su embarazo comenzaban a hacerse presente.

Tenía miedo de que se descubriera su secreto. Su embarazo avanzaba y ella sabía que pronto no podría ocultarlo más.

Estaba al borde de un abismo y sin saber qué hacer. No sabía si era prudente hablar con Anthony, el verdadero padre del bebé, o si tendría que ocultar esa verdad para siempre.

En el fondo tenía miedo de su reacción. ¿La apoyaría o la rechazaría?

¿Qué haría su padre si se enterase de esto? ¿Y qué sucedería si se hacía público su embarazo antes que se anuncie su matrimonio con Leonard Blackmond?

Una de esas tantas noches de insomnio, Alessia se sentó en su cama, mirando su reflejo en el espejo. Su vientre aun no habia crecido nada, pero se sentía agobiada.

¿Qué había hecho? ¿Por qué permitió que las cosas llegaran tan lejos?

De repente, sonó su celular. Era un mensaje de texto de Anthony.

"¿Estás bien? He estado pensando en ti".

Alessia sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Debía responderle o ignorarlo?

La decisión que tomara ahora podría cambiar su vida para siempre.

Miró el mensaje sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo entero. ¿Qué debía hacer? Siguió preguntándose.

Después de unos minutos de duda, Alessia decidió responderle.

"Estoy bien, gracias", escribió.

Anthony respondió de inmediato.

"Me alegra saber que estás bien. He estado pensando mucho en ti últimamente. ¿Podemos hablar? ¿Nos vernos donde siempre?"

Alessia, sintiendo un nudo en el estómago se preguntó: ¿Por qué quería hablar con ella? Sabía lo que pasaría entre ellos si asistía a su lugar de encuentro.

Después de unos momentos de duda, decidió llamarlo. La voz de Anthony sonó emocionada al otro lado de la línea. Mientras que ella se sentía abatida por dentro.

—Preciosa, gracias por llamarme —respondió con su voz llena de entusiasmo—. Tengo noticias increíbles. Acabo de conseguir un nuevo empleo, uno mucho mejor que el anterior. ¡Estoy emocionado! Al fin podré juntar el dinero para alquilar un depa, un lugar solo tuyo y mío.

Alessia se sintió feliz por Anthony, pero también sintió una punzada de miedo. ¿Qué pasaría si le decía sobre su embarazo? ¿Su evidente felicidad terminaría si se enterase de que iba a ser padre?

Ella sabía muy bien cuan cerrado era Anthony con ese tema, siempre le había recalcado su rechazo a los niños y a la idea de ser padre tan joven.

—Felicidades, Anthony —respondió Alessia, tratando de sonar un poco alegre—. Es una gran noticia. Me alegro de que todo te esté saliendo bien.

—Gracias, preciosa —comentó Anthony muy feliz—. Estoy muy emocionado, al fin serás mía. No habrá nadie que nos separe ahora.

La chica suspiró pesado al recordar que estaba forzada a casarse con un desconocido y pensó si era oportuno comentarle ahora mismo a Anthony.

—Sí —resopló—. Deberías ir con calma, Anthony.

—Lo siento nena, pero es que te imagino desnuda y mi mente vuela —contestó con picardía, pero aun asi no pudo levantar el ánimo de la chica que llevaba a cuestas una enorme carga de problemas.

—Mejor hablamos otro dia —respondió Alessia sonando cortante.

—¿Qué pasa Aless? También estoy pensando en ti, no tienes por qué molestarte. Solo quería encenderte un poco, como siempre lo hacemos. ¿Qué tiene de malo? ¿Por qué de pronto te volviste tan distante conmigo?

El corazón de Alessia latía con fuerza. ¿Debía mentirle o decirle la verdad?

—Estoy bien —respondió tratando de sonar tranquila—. Solo estoy un poco estresada.

—Lo entiendo nena. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, ¿verdad? Estoy aquí para ti.

Las lágrimas de Alessia comenzaron a caer en cascada por sus mejillas.

¿Por qué no le decía la verdad? ¿Por qué no podía confiar en él?

Quizás al saber que se convertiría en padre, su opinión con respecto a los niños cambie y decida apoyarla, pero también sabía que eso era casi como soñar despierta.

—Gracias —contestó Alessia, queriendo darle fin a la conversación—. Significa mucho para mí.

Hubo un momento de silencio al otro lado de la línea.

—Alessia —dijo Anthony, su voz suave y cálida—. ¿Hay algo que quieras decirme? Algo que te esté preocupando? Te noto ansiosa.

Alessia sintió que su corazón latía desorbitado.

—No —respondió Alessia, con nerviosismo en su voz—. No pasa nada, Anthony. Solo estoy cansada, es todo.

—Entiendo — respondió él—. Entonces te dejo descansar. Pero recuerda que estaré aquí para ti, siempre.

Alessia terminó la llamada, sintiendo una mezcla de emociones que chocaban dentro de sí.

¿Por qué no pudo confiar en Anthony?

Sabía que no tomaría nada bien lo de su embarazo, así ella se lo dijera de la mejor manera, pero ese matrimonio, sin duda eso debía saberlo.

Se sentó en la cama, mirando su reflejo a lo lejos en el espejo. Se sentía perdida y confundida. ¿Qué había hecho? ¿Por qué había permitido que las cosas llegaran tan lejos?

La respuesta era clara: había permitido que el miedo y la duda la controlaran.

Pero el momento de cambiar su vida había llegado. Era hora de tomar el control de su vida y de su futuro.

Recostó su cabeza sobre la almohada, y se quedó dormida pensando en todo lo que estaba pasando y lo que estaba por suceder.

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