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El Secreto de la Esposa Embarazada del CEO
El Secreto de la Esposa Embarazada del CEO
Por: Escritora Rouss
CAPÍTULO 1. Noticias devastadoras

CAPÍTULO 1

Noticias devastadoras.

Alessia se arreglaba para compartir la cena con su padre y el resto de la familia. Sentada en la orilla de la tina de baño esperaba ansiosa aquel resultado del test de embarazo que tenía en sus manos, mismo que acababa de realizarse hace apenas un momento.

Sentía su corazón latiendo a mil por segundos, esperando ver un resultado negativo en él y que esas irregularidades en su ciclo menstrual se debiera al agotamiento que se había sentido tanto física como mentalmente en los últimos días.

(tocan la puerta)

—Niña Alessia, debe bajar al comedor, su padre anunció que llega en quince minutos —comenta Nadia, la nana de Alessia—. Sabes lo estricto que es Don Richard con la puntualidad. No haga que se enfade nuevamente.

—Voy nani, en un momento bajo —respondió lo más calmada que pudo, pero la anciana mujer que estaba parada detrás de la puerta podía reconocer su voz llorosa a kilómetros.

—¿Está todo bien? —insistió—. Niña Alessia, si se siente mal puedo...

—Sí nani, todo está bien, tranquila. En seguida estoy contigo, espérame en el salón —respondió y bajó la mirada hacia el test de embarazo, mismo que estaba marcando un par de rayas rosadas. Esas que cambiarían el destino de la chica para siempre.

Sus lágrimas caían en cascada por sus mejillas y sintió un nudo atado a su garganta al pensar que su destino cambiaría para siempre a partir de este momento.

Miró incrédula ese test una vez más y volvió a leer el manual de uso. Ese resultado causó un impacto fuerte en ella. Sintió como su boca se secó de inmediato y sus manos comenzaron a temblar, tanto que no pudo sostener el test en ellas.

No había fallas, ni resultados erróneos.

«¡Estoy embarazada! ¿Qué voy a hacer ahora? Mi padre querrá matarme», pensó, ahogada en llantos.

Tomó el kit, lo introdujo en su caja y lo echó a la pequeña chimenea de su habitación, la encendió y mientras observaba el fuego, deseaba que nada esto fuera cierto, pero también sabía que con desearlo no se haría realidad.

Esto es grave, pero por ahora voy a encargarme de una sola cosa a la vez, estoy segura de que Anthony estará feliz con la noticia, aunque yo estoy muerta de miedo.

La cena familiar se llevaba a cabo en el gran salón de la enorme villa de la familia Davis, rodeada de jardines perfectamente cuidados y una vista impresionante de la ciudad. La mesa estaba puesta con la mejor porcelana y cristalería, y el aroma a comida italiana recién hecha llenaba el aire.

Alessia se sentó en su lugar habitual a la derecha de su padre, don Richard Davis. Su madrastra Alana, se sentó en el otro extremo de la mesa, con una sonrisa forzada en su rostro. Los hermanastros de Alessia, Marco y Andres, se sentaron en los lugares restantes, charlando y riendo entre sí junto con su madre.

Don Richard, un hombre de unos cincuenta años, con un rostro severo y ojos fríos, se levantó de su silla y golpeó su copa de vino con una cucharilla para llamar la atención de todos.

—Queridos familiares —comenzó a decir el hombre con una voz fuerte y autoritaria—. Hoy es un día muy especial. Un día en el que celebramos la unión de nuestra familia con una de las familias más influyentes, no sólo de este país, sino del continente entero, es para mí un honor unir lazos de sangre con la familia Blackmond.

Alessia sintió un escalofrío que recorrió su espalda. ¿Qué estaba pasando? ¿De qué unión hablaba su padre? Sus hermanos eran menores de edad, imposible que contrayeran matrimonio a esa edad y por supuesto que ella no era ninguna tonta, sabía de lo que su padre hablaba.

—Cariño, ¿De qué hablas? —preguntó Alana, esposa de Don Richard y madrastra de Alessia.

Don Ricardo continuó hablando, sin darle importancia a la confusión que se marcaba en el rostro de su primogénita, Alessia.

—Me complace anunciarles que nuestra querida Alessia se casará con el joven Leonard Blackmond, el CEO de la empresa más prestigiosa de la ciudad.

Alessia se sintió como si hubiera sido golpeada en el estómago. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué?

Ella no había sido consultada sobre este matrimonio antes de que se tomara la decisión. No sabía nada sobre el joven Leonard. Y, lo peor de todo era su pequeño secreto, ese que comenzaba a crecer en su vientre. Un hijo de ella y del hombre que amaba, ese chico que por ser de origen humilde jamás sería aceptado por su padre.

La habitación comenzó a dar vueltas a su alrededor. Alessia se sintió mareada y confundida. Era como si el oxígeno se hubiera escapado de ese lugar ¿Cómo podía su padre hacerle esto? ¿Cómo podía obligarla a casarse con un hombre que no conocía?

Mientras tanto, Don Richard seguía hablando sin darle importancia a la reacción de Alessia.

—Este matrimonio será beneficioso para la familia. Ya que nos permitirá consolidar nuestro poder e influencia en la ciudad. Gracias a esta maravillosa unión tendremos el capital suficiente para expandir nuestra empresa y las ganancias se duplicarán. El respaldo del apellido Blackmond nos acompañará siempre y nuestra industria hotelera crecerá significativamente.

Alessia se sintió como si estuviera viviendo una pesadilla. No podía creer que su padre le esté haciendo esto. Le parecía inaceptable que la estuviera obligando a casarse con un hombre que no amaba uno que ni siquiera había visto una vez en su vida.

Esto era peor que ser cambiada por tres pollos en el mercado.

De repente, un extraño movimiento se sintió en su estómago. Creyó que lo había imaginado pero eran los nervios que le estaban jugando una mala pasada.

¿Qué iba a hacer? ¿Cómo iba a salir de esta situación?

Sin duda su padre la mataría si se enterase de lo que estaba tratando de ocultar. Sabía que el heredero de los Blackmond estaría esperando desposar a una mujer virgen y no se imaginaba lo que podría pasar si él también se enterase de su secreto.

Don Richard continuó hablando, sin siquiera preguntarle a Alessia como se sentía al escuchar su propuesta.

—La reunión con Leonard y su familia se llevará a cabo el próximo sábado en nuestra casa. Ahí debemos fijar una fecha para la boda. Alessia, debes lucir hermosa ese día. Será un evento formal, por eso les pido que se vistan adecuadamente. Hija, tú serás la anfitriona, así que asegúrate de ponerte tu mejor atuendo.

Alessia sintió como si el mundo se le viniera encima. No podía creer que su padre estuviera haciendo esto.

—Papá, no puedo... —comenzó a decir Alessia, pero su padre la interrumpió con un gesto enojado—.

—No hay discusiones, Alessia —comentó Don Richard con una voz fuerte y autoritaria—. Ya he tomado una decisión. Tú harás lo que se espera de ti. No te atreves a desobedecerme o enfrentarás las consecuencias.

Alessia se sintió como si hubiera sido aplastada por la ira de su padre. Quien jamás la había tratado de esa manera. Estaba abusando de sus derechos como persona, pero sabía que era inútil negarse, nadie allí la ayudaría, ninguno de ellos se pondría de su lado, viendo que lo único que hacían era reírse de su situación.

—Si... —comenzó a decir Alessia, pero su padre la interrumpió de nuevo—.

—No hay 'si', Alessia —dijo Don Richard con una voz fuerte y rígida—. Ya está decidido. Tú te casarás con Leonard Blackmond y punto.

Alessia se sintió derrotada. Había perdido la guerra mucho antes de empezarla, ahora lo que más le preocupaba era ese pequeño secreto que crecía en su vientre y que no de ninguna manera debía ser revelado.

Pero Alessia no se rindió. En su interior, una llama de rebeldía comenzaba a encenderse. Ella no se iba a rendir sin luchar. Estaba decidida a encontrar una manera de escapar de este matrimonio forzado y de seguir su propio camino junto al hombre que amaba.

Por ahora, únicamente se limitó a asentir con la cabeza. El nerviosismo la invadía por completo. Su mente estaba llena de dudas y pensamientos confusos, pero no podía permitir que nadie notara su angustia.

Trataba de mantener la calma, pero su cuerpo delataba su ansiedad. Su corazón latía con fuerza y sus manos, que permanecían sobre la mesa, temblaban ligeramente. La presión del momento era insoportable. No sabía qué hacer ni como reaccionar. El secreto que llevaba dentro, ese pequeño ser creciendo en su vientre, era una bomba de tiempo que temía que estallara en ese momento si se atrevía a hablar.

No podía discutir con su padre, no cuando sabía que su futuro y el del niño que crecía en su vientre dependían de sus decisiones. Las palabras se quedaron atascadas en su garganta. Y todo lo que pudo hacer fue mantener la cabeza baja y asentir mientras la ansiedad la consumía por dentro.

—Está bien, papá. Lo haré.

Don Richard sonrió, satisfecho con la respuesta de su hija.

—Excelente —comentó el hombre con una enorme sonrisa plasmada en su rostro—. Ahora, vamos a disfrutar de la cena. Tenemos mucho que celebrar.

La cena continuó, con Alessia sentada en silencio viendo el plato fijamente, vacilando con el tenedor y su comida sin siquiera atreverse a probar un solo bocado, su mente estaba absorta, llena de pensamientos y planes para escapar de esa prisión que significaba ese matrimonio y seguir su propio camino. Pero sabía lo difícil que sería llevar a cabo sus planes.

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