Con más de un metro ochenta, un rostro digno de una obra maestra y un cuerpo sacado de los sueños más atrevidos de Caterine, Corleone Fioravanti era pura tentación. Pero detrás de esa apariencia imponente había un hombre demasiado serio, irremediablemente gruñón y convencido de que ella es una completa tonta. Claro, puede que le haya tirado café caliente encima en su primer encuentro, pero, para ser justos… fue un accidente. Cuando el serio e implacable juez Corleone conoce a Caterine Vitale, una mujer con el talento especial de convertir cada momento en un desastre, su mundo perfectamente estructurado comienza a tambalearse. Así que, cuando la vio entrar en su oficina y se presentó como su nueva asistente, estaba listo para despedirla. Es una lástima que, dada su propia reputación, no pueda hacerlo. Entre torpezas, chispas saltando entre ellos y secretos familiares que podrían destruir su intachable reputación, Corleone hará todo lo posible por no ceder al dulce encanto de Caterine.
Leer másCorleone tomó el vaso que Giovanni le ofrecía y le hizo un leve gesto con la cabeza en señal de agradecimiento. Luego, el padre de Caterine se acomodó frente a él, reclinándose en el sofá.—Entonces, ¿qué es lo que necesitas? —preguntó Giovanni.Corleone no pudo evitar esbozar una leve sonrisa. Le gustaba que Giovanni fuera un hombre que no se andaba con rodeos.—Necesito que me ayude a investigar un caso que ocurrió hace algunos años —dijo, yendo directo al grano. Lo último que quería era hacerle perder el tiempo.Giovanni frunció el ceño, pero no dijo nada. Él lo evaluó con la mirada en completo silencio.—Debido a quién es el involucrado, necesito absoluta confidencialidad al respecto —añadió Corleone. Mientras existiera la posibilidad de que su padre no fuera culpable, por muy pequeña que fuera, era mejor manejar aquel tema con cuidado—. Me gustaría mostrarle unos documentos, pero antes necesito su garantía de que todo lo que discutamos se quedará en esta habitación.No conocía a
Corleone miró hacia la puerta. Lo último que había querido era dejar a Caterine a solas con su madre, pero su padre le había pedido que lo acompañara a su despacho para hablar. Había considerado negarse, pero Caterine le había asegurado que estaría bien.Después de verla desenvolverse con tanta naturalidad durante el almuerzo, no dudaba de que podía manejar la situación. Sin embargo, eso no hacía que le preocupara menos que su madre intentara intimidarla.—Debo admitir que ella me sorprendió —comentó su padre de pronto.Corleone giró el rostro hacia él con interés.—Después de lo que tu madre me dijo sobre ella, esperaba que trajeras alguna muchachita sin educación. Incluso después de enterarme de que era la nieta de Vincenzo Sorrentino, no estaba seguro de qué esperar. —Su padre movió su sillón de un lado a otro—. A excepción dl color extraño de su cabello, parece haber recibido una buena educación. Es algo parlanchina, pero también encantadora —comentó con una breve sonrisa.Corleon
Caterine observó la enorme e imponente casa que se alzaba frente a ella y dejó escapar un silbido de asombro.—Esta sí que es una mansión —comentó.—Campanita, la casa de tus padres es igual de enorme.—Lo sé, pero no tiene ese toque de mansión embrujada en la que probablemente a uno o quizás más durante los sesenta —bromeó.Era consciente de que Corleone estaba algo tenso, aunque actuaba como si nada. Ella, en cambio, se sentía más tranquila. Quizás porque ya se había enfrentado a la madre de su novio en el pasado y sabía qué esperar.—¿Por qué los sesenta?—No lo sé —se encogió de hombros—. Solo se me ocurrió. Me alegra venir vestida para la ocasión.Bajó la mirada y se dio un vistazo. Llevaba un vestido sin mangas y de cuello redondo que se ajustaba delicadamente a su figura hasta la cintura, desde donde caía en suaves pliegues que rozaban justo por debajo de sus rodillas. El tono naranja suave le daba un aire cálido y realzaba su piel, lo había combinado con unos zapatos de tacón b
Corleone observó a Caterine con el ceño ligeramente fruncido. Para alguien que rara vez dejaba de hablar, había estado demasiado callada durante el almuerzo. Ni historias ni bromas, solo un aire pensativo que lo hacía preguntarse si debía preocuparse… o asustarse.—¿Y qué hiciste esta mañana? —preguntó, intentando captar su atención.—¿Qué? —Caterine parpadeó, confusa, como si su mente estuviera en otro lugar.—Ayer mencionaste que tenías algo que hacer hoy.—Oh, sí, cierto… —Asintió ella con la cabeza, pero no añadió nada más.—¿Así que…?—¿Qué cosa?La actitud de Caterine solo avivó la curiosidad de Corleone. Sus ojos evitaban sostener su mirada por mucho tiempo, y sus respuestas eran vagas. Definitivamente, le estaba ocultando algo.Caterine nunca había sido buena para mentir. De hecho, si alguna vez la llevaban presa, probablemente confesaría hasta el más mínimo de sus delitos sin que se lo pidieran.—¿Qué fue lo que hiciste exactamente? —insistió.—Respecto a eso… —Caterine le de
Caterine entró en la cafetería y recorrió el lugar con la mirada hasta dar con la madre de Corleone. Rebeca estaba sentada en una de las mesas más alejadas, con la atención fija en la pantalla de su celular y una expresión seria.Tomó una respiración profunda y camino en dirección a ella. Sentía un nudo en el estómago. No solo la preocupaba lo que Rebeca quería decirle, sino que también sabía que a Corleone no le haría ninguna gracia descubrir que se había reunido con su madre sin consultarlo antes, pero estaba dispuesta a correr el riesgo. Su intención era solucionar las cosas con ella primero, luego le hablaría a Corleone sobre esa reunión… si todo salía bien.Aunque no estaba muy segura si aquello tendría sentido si resultaba que lo que Corleone había descubierto recientemente resultaba ser verdad.Caterine fue consciente del momento exacto en que Rebeca la observó. Su expresión se tornó tensa mientras la evaluaba con la mirada. El resultado pareció no ser favorable, ya que hizo una
—Esa es mi parte favorita —comentó Caterine con una sonrisa.Corleone y ella estaban sentados en la sala de su casa, mirando una película. Caterine tenía la cabeza sobre el hombro de Corleone, mientras él la rodeaba con un brazo por los hombros.Al no obtener una respuesta, levantó la mirada y lo observó con atención. Aunque estaba físicamente a su lado, su expresión distante y su mirada perdida delataban que sus pensamientos estaban muy lejos de allí.—Corleone —lo llamó suavemente, posando una mano sobre su pecho.Él giró el rostro hacia ella.—¿Qué sucede? —preguntó.—Eso es lo mismo que quiero saber —dijo con voz suave—. Has estado actuando extraño toda la semana, desde que te encontraste con tu madre. Es evidente que algo te molesta. ¿De qué se trata? Y ni siquiera intentes fingir que no pasa nada —advirtió.Un largo silencio siguió a sus palabras. Caterine empezó a pensar que Corleone no diría nada. Después de todo, él no era muy bueno para hablar con facilidad sobre sus preocup
Corleone no estaba de muy buen humor. Había tenido que cancelar sus planes con Caterine para esa noche debido a su madre. Cuando ella le envió un mensaje, pidiéndole que se reunieran, decidió que lo mejor era aceptar. Después de que ella apareciera en su casa la semana anterior sin invitación, prefería evitar una escena similar otra vez.Había cambiado las claves de acceso de su casa, pero eso no impedía que su madre se presentara en su oficina. Y aunque hacer escándalos no era propio de ella, todavía podía encontrar la manera de hacer quedar mal a Caterine. No iba a dejar que hiciera quedar en ridículo a su novia en su lugar de trabajo.Su humor solo empeoró cuando llegó al restaurante y vio que su madre no estaba sola. Sentada frente a ella, de espaldas a él, estaba Greta. Por un instante, Corleone consideró darse la vuelta e irse, pero su madre lo vio antes de que tuviera oportunidad de marcharse y le hizo un gesto con la mano.—Buenas noches —saludó, mirando primero a su madre y l
Corleone observó a Caterine, notando el leve atisbo de nerviosismo en su expresión. Le pareció curioso. Habría jurado que nada lograban intimidarla.—No puedo creer que vamos a hacer esto —comentó ella, girándose hacia él—. ¿Estás seguro?—Sí —respondió sin titubear—. Pero si quieres esperar un poco más, puedo hacerlo.Caterine negó con la cabeza de inmediato. Aunque le preocupaba la reacción de los demás, no quería que su relación con Corleone fuera un secreto, como si estuviera haciendo algo indebido.Por supuesto, siempre habría quienes se preguntarían cuándo había comenzado lo suyo con Corleone y si había interferido en su relación con Greta. No podía hacer nada para evitar ese tipo de rumores, salvo esperar a que, con el tiempo, se extinguieran por sí solos. —No, estoy bien.Corleone se acercó a ella y la besó. Cuando se separaron, ambos respiraban con dificultad, pero él notó que Caterine parecía menos tensa.—¿Estás lista? —preguntó en voz baja.Caterine asintió, y él le dedic
—Entonces, ¿qué fue exactamente lo que le dijiste a tu familia sobre mí? —preguntó Corleone.Caterine apretó los labios. Había esperado que él se olvidara de eso.—Nada que no fuera cierto —respondió al fin—. Ya sabes, que eres un gruñón que ladra órdenes la mayor parte del tiempo y que carece de sentido de humor —dijo atropellándose con sus propias palabras.—¿Así que es eso lo que piensas de mí?—Sí. ¡No! Lo hacía antes. Ahora sé que tienes sentido de humor.Corleone soltó una carcajada.—Probablemente es mi culpa por preguntar.—Lo que importa es que todo salió bien hoy —dijo Caterine—. Mi mamá te adora y mi papá… bueno, aún respiras. Así que eso debe ser algo positivo, ¿verdad?Corleone esbozó una sonrisa y, con naturalidad, deslizó una mano sobre el muslo de Caterine, dándole un leve apretón.—Lo es.Caterine bajó la mirada hacia la mano de Corleone, tratando de pensar en cualquier otra cosa que no fuera la sensación que su contacto le provocaba. No fue fácil. Especialmente cuando