—Gracias por acompañarme —dijo mirando brevemente a Corleone con una sonrisa—. Nos vemos mañana en el trabajo.Corleone asintió en silencio y ella volvió a su mesa, donde su hermana la esperaba.—¿Nos vamos? —preguntó Caterine.Gemma asintió. Ambas se dirigieron hacia la salida, abriéndose paso entre la multitud. Caterine sintió el impulso de girar la cabeza para buscar a Corleone y verlo una última vez antes de marcharse, pero se obligó a mantener la mirada al frente. Aquello habría sido extraño.Una vez en la privacidad de la parte trasera del auto de sus padres, Gemma rompió el silencio.—¿Sucedió algo?Caterine suspiró. Sabía que mentirle a su hermana menor sería inútil. Además de perceptiva, Gemma era como un detector de mentiras. Resignada, le dio un resumen rápido de su desagradable encuentro con el tipo del pasillo y de la inesperada aparición de Corleone.—¿Qué hacía el juez allí? —preguntó Gemma, frunciendo el ceño con curiosidad.—No lo sé. Probablemente también necesitaba
Caterine vio a Greta pasar en dirección al despacho de Corleone justo cuando salía de la sala de copias.—Esa es Greta Vanucci —dijo Rosa, acercándose a ella—. La novia del juez.Durante un instante, Caterine no dijo nada. Había pasado más de una semana desde la fiesta de recaudación, y tal vez había investigado a Greta, confirmando sus sospechas sobre la relación con Corleone. Incluso se hablaba de un compromiso, aunque nada estaba confirmado.—Lo sé, la conocí hace poco. Ella parece una mujer agradable.—No sé si lo sea. No somos precisamente el tipo de personas con las que se involucra.—Aquí tienes las copias que me pediste —dijo, cambiando de tema.—Eres increíble, muchas gracias. Es muy bueno tenerte por aquí. Espero que no estés considerando renunciar en un futuro próximo, me volveré loca si tengo que volver a encargarme de todo yo sola.Caterine soltó una risita.—No está en mis planes —respondió.—¿Qué te parece si salimos uno de estos días? En serio me gustaría compensarte de
Corleone miró a Caterine con una ceja arqueada mientras ella parecía darse cuenta que había hablado en voz alta. No entendía de dónde había surgido su repentino interés en su relación con Greta. A veces era imposible no preguntarse cómo funcionaba su cabeza y si pensaba antes de hablar o simplemente decía lo primero que cruzaba por su mente.A su lado, Greta permanecía en silencio, probablemente había olvidado lo que estaba diciendo antes de que Caterine la interrumpiera.Corleone se llevó su vaso de agua a los labios, sin dejar de mirar a Caterine y sin la menor intención de brindarle una salida. Seguro que ella encontraría la manera de arreglárselas sola... o hundirse aún más. Se inclinaba más hacia la segunda opción.—Yo… —empezó Caterine, titubeando ligeramente—. Lo siento, no era mi intención ser grosera, y mucho menos entrometida. Supongo que aún me estoy recuperando de la sorpresa de descubrir que alguien como el señor Fioravanti estuviera en una relación.—¿Alguien como yo? —pr
Una sonrisa iluminó el rostro de Caterine al salir al jardín y escuchar el sonido de las risas de sus sobrinos. Era sábado por la mañana y el aire aún fresco y el olor de las flores le dieron la bienvenida. Sus padres habían llegado la noche anterior y habían decidido que querían pasar un día en familia.A lo lejos, observó a los hijos de su hermana mayor corriendo mientras el padre de Caterine los perseguía, imitando los gruñidos de un monstruo imaginario. Quien viera al gran y temido Giovanni Vitale en aquel momento seguro creería que estaba teniendo alucinaciones. Él podía doblegar a cualquiera con una sola mirada, pero se rendía por completo ante la voluntad de los dos pequeños traviesos.—¡Mira quién ha decidido honrarnos con su presencia! —exclamó Nerea desde la mesa en cuanto Caterine se acercó—. Ya estábamos empezando a pensar que dormirías todo el día.—Después de la semana que tuve, creo que me lo merecería —replicó Caterine con una sonrisa, inclinándose para besar a su herm
Caterine le hizo un gesto con la mano al camarero para que se acercara. En cuanto él llegó a su mesa, le dio su orden y la de Rosa.—Nunca había venido a este lugar —comentó Rosa, observando el lugar—. Es bastante agradable.—Me alegra que te guste. Amo la comida de este lugar. Mis hermanas y yo venimos aquí cuando pasamos un rato de chicas.—Es por eso que el personal pareció reconocerte.—Ah, eso. No. Trabajé aquí hace un tiempo, probablemente conseguí el trabajo porque mi papá conoce al dueño. El pobre casi soltó un suspiro de alivio cuando renuncié. —Caterine sonrió—. Supongo que no quería quedar mal con mi padre y por eso no me despidió antes.Rosa esbozó una leve sonrisa.—Por cierto, quería disculparme por haber cancelado nuestros planes del viernes a último momento.—Oh, no te preocupes por eso —dijo restándole importancia, moviendo la mano—. ¿Sucedió algo malo? Desde el viernes luces algo tensa. —Ese era el motivo por el cual había insistido en que ambas salieran a cenar desp
Corleone sostuvo la mirada de Caterine, percibiendo el desafío en sus ojos. Siempre demasiado expresiva, incapaz de ocultar sus emociones. Se preguntó si era igual de pasional en la cama. Una imagen fugaz cruzó su mente. Ella recostada en una cama, su cabello violeta esparcido sobre las sábanas, con una mirada traviesa que parecía invitarlo a perder el control.Su amigo se aclaró la garganta, devolviéndolo a la realidad. Caterine apartó la mirada y, aunque extrañó sus ojos sobre él, al menos le dio tiempo para recuperar la compostura.—Buenas noches, Ugo Berruti —se presentó su amigo, dando un paso al frente y extendiéndole la mano a Caterine.Corleone estuvo a punto de bufar. Era evidente que su amigo había decidido desplegar sus encantos.—Caterine Vitale —respondió ella con una sonrisa enorme—. Un gusto conocerlo.—El placer es todo mío. Corleone desvió la mirada hacia las manos entrelazadas de Caterine y Ugo, notando que el saludo se estaba alargando más de lo necesario. Volvió
Caterine abrió la boca y la cerró por tercera vez, sin decir palabra alguna. No se le ocurría un tema que pudiera aligerar la tensión en el aire. Corleone parecía tenso, pero a ella le resultaba imposible entender el porqué. Si la razón era que debía desviarse de su ruta por su culpa, entonces simplemente no debería haberse ofrecido. De hecho, Caterine ni siquiera había esperado que lo hiciera.Sacudió la cabeza y apoyó la mejilla en la ventana. Era mejor guardar silencio. Probablemente, en cuanto abriera la boca, terminaría diciendo algo que irritara a Corleone aún más. Siempre había tenido la mala costumbre de hablar de más, pero cuando se trataba de él, parecía que cualquier filtro que existiera en su mente dejaba de funcionar por completo.Entre el cansancio y copas poco a poco fue quedándose dormida.Cuando Corleone miró a Caterine la encontró durmiendo, tenía los labios ligeramente entreabiertos y una expresión serena. Sacudió la cabeza y volvió a fijar la vista en la carretera.
Corleone levantó la mirada cuando llamaron a su puerta. Había pasado la mañana y parte de la tarde en juicios y audiencias, así que no había tenido oportunidad de hablar con Caterine sobre lo sucedido la noche anterior, tampoco la había visto en todo lo que iba del día. Cada vez que pasaba por secretaría, ella no estaba en su escritorio, lo que lo hizo preguntarse si era casualidad o si ella lo estaba evitando. Aunque ese no parecía el estilo de Caterine, ella no era de las personas que se amilanara fácilmente.Minutos antes, se había reunido con su secretario y le pidió algunos documentos, además de que los enviara con Caterine. Necesitaban hablar antes de que terminara el día para poder continuar con su trabajo sin ninguna tensión entre ellos.Caterine entró a su oficina con la mirada al frente y la misma sonrisa alegre de siempre en el rostro. Llevaba una camiseta de algodón de mangas largas, color negro, que se ajustaba a su figura como una segunda piel y una falda con pliegues que