—El juez necesita estos expedientes en físico. ¿Te importaría ir por ellos, por favor? —dijo Amadeo.Caterine terminó de escribir la última oración en su computadora, cerró el documento y giró su silla para mirarlo. Al ver que él estaba sujetando un papel en la mano, lo tomó de inmediato.—Por supuesto —respondió mientras se levantaba.—En cuanto los tengas, llévalos a su oficina. Los necesita cuanto antes.Caterine asintió con un leve movimiento de cabeza, y Amadeo sonrió antes de alejarse. Ella no perdió el tiempo y, tomando su celular, salió rumbo al sótano, donde se encontraba la oficina de archivos.Al llegar al sótano, Caterine saludó con una sonrisa al encargado Marco, un hombre de unos cincuenta años con una actitud afable. Lo había conocido la semana anterior, cuando fue a dejar unos documentos. Los dos habían compartido una plática interesante por algunos minutos. Marco se ofreció a ayudarla y Caterine le dio una sonrisa agradecida. Incluso con su ayuda, la tarea le llevó
Corleone estacionó su auto frente a la casa de los Vanucci y se bajó del auto. Greta descendió las cortas escaleras con una sonrisa en el rostro.—Corleone —lo saludó ella, acercándose.—Buenas noches —saludó, inclinándose ligeramente para dejar un beso en su mejilla—. Te ves hermosa —halagó con cortesía.—Gracias. Tú también te ves bien —respondió ella—. ¿Nos vamos? Mis padres nos verán en la fiesta.Asintió con la cabeza. Se acercó a abrir la puerta del copiloto y le ofreció una mano para ayudarla a subir. Un momento más tarde ambos estaban dentro del vehículo y se alejaron del lugar.Durante el trayecto hacia el hotel donde se celebraría la cena benéfica, la conversación entre ambos se mantuvo superficial, limitándose a hablar sobre lo que habían hecho durante el día.Al llegar al destino, Greta se inclinó hacia el espejo retrovisor para retocar su labial, luego se giró hacia él y le regaló una sonrisa confiada.—Estoy lista.Corleone entregó las llaves de su auto al valet y rodeó s
Caterine giró la cabeza al escuchar su nombre. Al descubrir de quién se trataba, hizo una mueca de desagrado. Antes de que pudiera reaccionar, él le sujetó la muñeca, deteniéndola, y se colocó frente a ella, bloqueándole el paso.—Necesito pasar —dijo con una sonrisa educada, zafándose de su agarre con un tirón.—Vamos, preciosa, nos estábamos divirtiendo antes.Caterine soltó un bufido audible. Supuso que el tipo se refería al momento en que habían bailado juntos, cuando él había tenido el descaro de intentar sobrepasarse, motivo por el cual había interrumpido su baile juntos antes de que la música se acabara. Apenas había pasado media hora desde entonces y, por su aliento, era evidente que había bebido unas cuantas copas que solo habían incrementado su estupidez.—¿Puedes hacerte a un lado? De verdad necesito usar el baño.Caterine rezó para que alguien apareciera pronto y ahuyentara al tipo, pero el silencio que reinaba en el corredor le hizo darse cuenta de que sus súplicas no serí
—Gracias por acompañarme —dijo mirando brevemente a Corleone con una sonrisa—. Nos vemos mañana en el trabajo.Corleone asintió en silencio y ella volvió a su mesa, donde su hermana la esperaba.—¿Nos vamos? —preguntó Caterine.Gemma asintió. Ambas se dirigieron hacia la salida, abriéndose paso entre la multitud. Caterine sintió el impulso de girar la cabeza para buscar a Corleone y verlo una última vez antes de marcharse, pero se obligó a mantener la mirada al frente. Aquello habría sido extraño.Una vez en la privacidad de la parte trasera del auto de sus padres, Gemma rompió el silencio.—¿Sucedió algo?Caterine suspiró. Sabía que mentirle a su hermana menor sería inútil. Además de perceptiva, Gemma era como un detector de mentiras. Resignada, le dio un resumen rápido de su desagradable encuentro con el tipo del pasillo y de la inesperada aparición de Corleone.—¿Qué hacía el juez allí? —preguntó Gemma, frunciendo el ceño con curiosidad.—No lo sé. Probablemente también necesitaba
Caterine vio a Greta pasar en dirección al despacho de Corleone justo cuando salía de la sala de copias.—Esa es Greta Vanucci —dijo Rosa, acercándose a ella—. La novia del juez.Durante un instante, Caterine no dijo nada. Había pasado más de una semana desde la fiesta de recaudación, y tal vez había investigado a Greta, confirmando sus sospechas sobre la relación con Corleone. Incluso se hablaba de un compromiso, aunque nada estaba confirmado.—Lo sé, la conocí hace poco. Ella parece una mujer agradable.—No sé si lo sea. No somos precisamente el tipo de personas con las que se involucra.—Aquí tienes las copias que me pediste —dijo, cambiando de tema.—Eres increíble, muchas gracias. Es muy bueno tenerte por aquí. Espero que no estés considerando renunciar en un futuro próximo, me volveré loca si tengo que volver a encargarme de todo yo sola.Caterine soltó una risita.—No está en mis planes —respondió.—¿Qué te parece si salimos uno de estos días? En serio me gustaría compensarte de
Corleone miró a Caterine con una ceja arqueada mientras ella parecía darse cuenta que había hablado en voz alta. No entendía de dónde había surgido su repentino interés en su relación con Greta. A veces era imposible no preguntarse cómo funcionaba su cabeza y si pensaba antes de hablar o simplemente decía lo primero que cruzaba por su mente.A su lado, Greta permanecía en silencio, probablemente había olvidado lo que estaba diciendo antes de que Caterine la interrumpiera.Corleone se llevó su vaso de agua a los labios, sin dejar de mirar a Caterine y sin la menor intención de brindarle una salida. Seguro que ella encontraría la manera de arreglárselas sola... o hundirse aún más. Se inclinaba más hacia la segunda opción.—Yo… —empezó Caterine, titubeando ligeramente—. Lo siento, no era mi intención ser grosera, y mucho menos entrometida. Supongo que aún me estoy recuperando de la sorpresa de descubrir que alguien como el señor Fioravanti estuviera en una relación.—¿Alguien como yo? —pr
Una sonrisa iluminó el rostro de Caterine al salir al jardín y escuchar el sonido de las risas de sus sobrinos. Era sábado por la mañana y el aire aún fresco y el olor de las flores le dieron la bienvenida. Sus padres habían llegado la noche anterior y habían decidido que querían pasar un día en familia.A lo lejos, observó a los hijos de su hermana mayor corriendo mientras el padre de Caterine los perseguía, imitando los gruñidos de un monstruo imaginario. Quien viera al gran y temido Giovanni Vitale en aquel momento seguro creería que estaba teniendo alucinaciones. Él podía doblegar a cualquiera con una sola mirada, pero se rendía por completo ante la voluntad de los dos pequeños traviesos.—¡Mira quién ha decidido honrarnos con su presencia! —exclamó Nerea desde la mesa en cuanto Caterine se acercó—. Ya estábamos empezando a pensar que dormirías todo el día.—Después de la semana que tuve, creo que me lo merecería —replicó Caterine con una sonrisa, inclinándose para besar a su herm
Caterine le hizo un gesto con la mano al camarero para que se acercara. En cuanto él llegó a su mesa, le dio su orden y la de Rosa.—Nunca había venido a este lugar —comentó Rosa, observando el lugar—. Es bastante agradable.—Me alegra que te guste. Amo la comida de este lugar. Mis hermanas y yo venimos aquí cuando pasamos un rato de chicas.—Es por eso que el personal pareció reconocerte.—Ah, eso. No. Trabajé aquí hace un tiempo, probablemente conseguí el trabajo porque mi papá conoce al dueño. El pobre casi soltó un suspiro de alivio cuando renuncié. —Caterine sonrió—. Supongo que no quería quedar mal con mi padre y por eso no me despidió antes.Rosa esbozó una leve sonrisa.—Por cierto, quería disculparme por haber cancelado nuestros planes del viernes a último momento.—Oh, no te preocupes por eso —dijo restándole importancia, moviendo la mano—. ¿Sucedió algo malo? Desde el viernes luces algo tensa. —Ese era el motivo por el cual había insistido en que ambas salieran a cenar desp